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La Cardeñosa

Por: Gustavo Páez Escobar

En julio de 1537, cuando los españoles buscaban un camino para llegar a los Llanos Orientales y descubrir el tesoro de El Dorado, encontraron a los indios teguas, que moraban en el actual municipio boyacense de Campohermoso y poseían grandes conocimientos medicinales extraídos de las yerbas. Eran famosos por sus sorprendentes poderes curativos y puede decirse que de allí nació la ciencia médica en Colombia. De ellos se derivó el término “tegua”, con el que más tarde se denominaría a la persona que ejerce la medicina sin poseer título profesional.

Estos indios valerosos se opusieron al conquistador español y lucharon con desespero por proteger sus valiosas riquezas, representadas en oro y esmeraldas, que guardaron con sigilo en profundas guacas diseminadas en sus tierras montañosas. De ellos se dice que eran formidables constructores de acueductos y puentes colgantes. Además se distinguían por su amor a la naturaleza y su organización comunitaria. A lo largo del tiempo, los guaqueros se apoderaron en forma gradual de la inmensa fortuna escondida en los montes, hasta hacer desaparecer toda huella de la comunidad teguana, la cual se extinguió durante el curso del siglo XX, en forma silenciosa y en medio del olvido de los nuevos tiempos.  

De aquella cultura emerge una imagen fulgurante, la Cardeñosa, india de extraordinaria belleza rescatada como prototipo de la mujer teguana y por extensión, de la mujer boyacense. Un ilustre escritor de la comarca, Pedro Gustavo Huertas Ramírez, ex presidente de la Academia Boyacense de Historia y catedrático de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, es autor de una serie de investigaciones sobre este personaje legendario, y a través de los años se ha convertido en el mayor pregonero de sus atributos y su trascendencia histórica.

La primera noticia que tuve sobre la Cardeñosa fue en el libro “Guerreros, beldades y curanderos. El enigma de los indios teguas”, que el citado escritor publicó en 1995. Ahora, de su misma autoría, sale la obra “Boyacá: perfiles de identidad regional y nacional”, en la cual, con el rigor histórico con que Huertas Ramírez elabora sus trabajos, ofrece distintos enfoques sobre la idiosincrasia boyacense y sus símbolos regionales. Entre ellos está el de la preciosa nativa, que esta vez adquiere mayor relevancia gracias al reconocimiento público que ha recibido tanto de los medios culturales como del sector oficial.

¿Quién era la Cardeñosa? La mujer más bella que los españoles hallaron en tierras colombianas, ante la cual se sintieron deslumbrados como si el hechizo proviniera de una deidad mágica. Todos pretendían conquistar sus favores, pero ella, recatada y huidiza como el viento, esquivaba los asedios y mantenía su reputación impoluta. Juan de Castellanos dice que era “una india que doquiera pudiera ser juzgada por hermosa, gentil disposición y rostro grave”. Fray Pedro Simón afirma que “era tan hermosa, modesta y grave, que podía competir con la española más adornada de estas prendas”. El obispo Lucas Fernández de Piedrahíta la describe como “una india que en cualquier parte del mundo pudiera señalarse en hermosura”. Todos los documentos de la época coinciden en el mismo concepto.  

Las crónicas no revelan el verdadero nombre de la india, pero se sabe que se le dio el apelativo de Cardeñosa por su semejanza con una española, dotada también de singulares encantos, que los conquistadores habían conocido en la ciudad de Santa Marta, fundada doce años antes. A su turno, la dama española debía su nombre al hecho de ser oriunda del municipio de Cardeñosa, circunstancia ignorada en la época actual y que vino a descubrir el historiador Huertas Ramírez. Con ese motivo viajó en agosto de 2004 a aquella distante localidad española y se entrevistó con sus autoridades para hacerles conocer la existencia de otra Cardeñosa: no un pueblo, sino una india colombiana convertida en mito.

El municipio de Campohermoso, donde se han confeccionado diferentes obras artísticas para exaltar a su diosa aborigen, creó además el galardón bautizado como la Cardeñosa de Oro, estatuilla con que se premia cada dos años a los ganadores del Festival Regional del Folclor Llanero. Así, el fervor popular conserva la memoria de una etapa histórica iluminada con el embrujo de una mujer fabulosa.

El Espectador, Bogotá, 5 de mayo de 2005. 

Gustavo Paéz Escobar © 2009