Retrato de una burguesa
Por: Gustavo Páez Escobar
Helena Araújo reside en Suiza desde 1971. Se dedica a investigar la obra de las escritoras latinoamericanas y dar conferencias sobre este tema en Lausana, lugar donde reside, y en otras ciudades europeas. En 1986 obtuvo el Premio Platero del Club del Libro Español de Naciones Unidas, por un ensayo sobre poetisas posnadaístas colombianas. Es autora de las obras “La M de las moscas”, “La Scherezada criolla”, “Fiesta en Teusaquillo”, “Signos y mensajes” y “Las cuitas de Carlota”. En el momento trabaja en una novela y en un libro de cuentos.
En Colombia ejerció una intensa labor como crítica literaria, con notas que publicaba en “Eco”, “Nueva Prensa” y “Gaceta Tercer Mundo”. Sus enfoques, francos y agudos, mortificaban a algunos escritores, pero eran en general bien recibidos, dada su versación en la materia. Sus ideas crean polémica y suelen sostener tesis novedosas, como la de que “los grandes amantes de la historia han sido andróginos”. Es una decidida defensora de las causas femeninas. En su último libro anota cinco epígrafes, todos de mujeres, entre los que destaco esta frase penetrante de María Mercedes Carranza, escritora rebelde que se suicidó en julio de 2003: “El cielo y su infierno, odio y amor, la dicha y la desdicha, el color de la luz, son el desencuentro de todas esas cosas que dicta mi oscuro e incierto corazón”.
En “Las cuitas de Carlota”, novela publicada hace poco en Barcelona (España), Helena Araújo pinta un ambiente similar al de “Fiesta en Teusaquillo” (1981) y de esta manera reafirma el mundo burgués al que pertenece, y en el cual pone a caminar sus personajes. La primera regla para que la escritura de ficción resulte real está en que el autor elabore sus historias basado en sus propias vivencias. No se debe escribir sino sobre lo que se siente y gira en derredor, para no falsear la fidelidad de los relatos. Es lo que ella practica en sus novelas, y por eso la descripción de la burguesía bogotana, que años atrás se movía en Teusaquillo y hoy lo hace en el barrio Chicó -escenario de su última obra-, resulta un dibujo auténtico de la cotidianidad.
Esta mujer de la clase media alta que se llama Carlota representa a la dama de brillo social que frecuenta clubes y espacios distinguidos, rodeada de políticos y hombres de negocios, sin saber para qué sirven sus pergaminos y su prestante apellido. Se abre paso, a veces a codazos, por entre una sociedad veleidosa que cifra sus valores en la posesión de la fortuna y en el ejercicio del poder, y que oculta sus lacras tras la fachada de las nobles estirpes. Sociedad falsa y prosaica que Carlota no puede rehuir, por ser su propio mundo, con el cual debe contemporizar en medio de intrigas, engaños, remilgos y pasiones secretas, sabedora de que el éxito social depende de la simulación y la habilidad para mantenerse a flote.
En este marco de la prosopopeya, el poder y el dinero, discurre la vida de una mujer disipada, cuyo único escape parece residir en los amoríos clandestinos y en las clases de pintura, con las que busca una terapia para sus heridas incurables. Las cuales, al seguir abiertas, son atendidas en los despachos de los siquiatras y en las casas de reposo. La turbia unión conyugal, caracterizada por los malos tratos y los tedios sexuales, se agrava todos los días y aspira a encontrar un aire de serenidad, que no llega. Conocer hombres y jugar a la aventura amorosa no es la mejor fórmula de salvación, pero es la que se acostumbra en el terreno de las apariencias y las frivolidades.
Esta novela es el reflejo de la sociedad burguesa, tan conocida por la autora, que en medio de clubes, salones de té, esplendores y ficciones, crea mundos artificiales que trastornan la personalidad. Por algo la protagonista de la historia, ansiosa de libertad y asfixiada por la atmósfera de chismes y maniobras que se urden en su medio ambiente, persigue salir del laberinto que no la deja vivir en paz. Novela realista que denuncia, con un delicioso lenguaje lleno de humor y picardía, las costumbres perniciosas de la alta sociedad. Fuertes dosis de sicología femenina ha utilizado la novelista para pasear por los predios aburguesados de su Bogotá lejana, de la cual se ausentó hace 33 años. Su mente inquieta regresa ahora en las páginas de este libro apasionante.
El Espectador, Bogotá, 5 de febrero de 2004.
|