Boyacá y su Academia
Por: Gustavo Páez Escobar
En el Ciclorama del Puente de Boyacá, el pasado 9 de abril, la Academia Boyacense de Historia se reunió en sesión solemne para celebrar sus cien años de vida. No ha podido escogerse mejor escenario para esta efemérides: allí palpita el corazón de la patria en medio de los símbolos que recuerdan la derrota de la opresión española y el nacimiento de la libertad. A partir de ese momento se iniciaba la historia grande de un pueblo que rompía las cadenas de la esclavitud y se volvía soberano.
La Academia Boyacense de Historia fue fundada el 9 de abril de 1905 con el nombre de Centro de Historia de Tunja (que llevó hasta 1946), por Cayetano Vásquez Elizalde, y su primer presidente fue el canónigo Aquilino Niño Camacho. A través de los años, la entidad se ha encargado de mantener prendida la llama del nacionalismo y el culto a las tradiciones, comenzando por afirmar los episodios históricos de la propia región. Pocas zonas del país aglutinaron en los días de la Independencia tanta variedad de personajes y de sucesos heroicos como los ocurridos en esta tierra de epopeyas y oraciones. Y pocas poseen en los días actuales su misma esencia cultural.
El segundo presidente fue el canónigo Cayo Leonidas Peñuela Quintero, tío de la poetisa Laura Victoria, célebre historiador y polemista que en 1912 fundó el “Repertorio Boyacense”, órgano oficial de la Academia, el cual acaba de llegar a 341 ediciones. Se trata de la revista más antigua de las academias regionales de historia y del departamento de Boyacá, por cuyas páginas han desfilado egregios escritores dedicados a destacar los valores de la comarca, decantar la historia, fortalecer la cultura y afianzar el sentido de pertenencia a la patria. Es una publicación de lujo y de sólido contenido, en la cual se ventilan los temas más variados y profundos que hacen relación con el campo académico, siempre con la mira puesta en Boyacá y en Colombia.
Quince presidentes ha tenido la institución en su siglo de existencia. Seis de ellos provienen del ámbito eclesiástico, lo cual refrenda una de las características más propias de Boyacá: el espíritu religioso que se respira en todas partes. Y dos secretarios perpetuos: Ramón C. Correa Samudio, que estuvo al frente del cargo, con ejemplar entrega y maravillosa labor productiva, durante 68 años, y Enrique Medina Flórez, insigne personaje de las letras y la docencia, que lo remplazó en 1991 y acaba de recibir, en la ceremonia del Puente de Boyacá, la exaltación como miembro benemérito. El presidente actual, que ha ocupado la posición en dos ocasiones, es Javier Ocampo López, maestro de historia y gran promotor de la cultura boyacense.
En el centro académico se ha dado cita, a través de todas las épocas, lo más granado de la inteligencia boyacense: literatos de amplio prestigio, historiadores de vasta cultura, prestigiosos sacerdotes, profesores e investigadores, dedicados todos a la causa común de escudriñar la historia y difundirla en conferencias, libros y otros medios de comunicación. Son ellos, sin duda, una de las fuerzas vivas con que cuenta el departamento para mantenerse como modelo cultural del país.
Hay varias actividades institucionales que merecen especial mención: una es la “Cátedra de Boyacá”, dirigida a maestros y estudiantes, programa que se desplaza por los municipios con seminarios sobre la historia, las letras, el arte y la arquitectura, entre otros aspectos, y que busca la identidad local y regional; otra, el equipo de las “guardias cívicas”, conformadas por grupos juveniles que impulsan el civismo y preservan el patrimonio histórico en toda la comarca; la tercera, la administración del Archivo Histórico Regional de Boyacá, donde se protege la memoria documental que viene desde la conquista y colonización del país; y por último, la estupenda labor bibliográfica que, estimulada por la Gobernación de Boyacá, ha hecho posible la publicación de 135 libros hasta el momento, sobre diferentes asuntos históricos y culturales.
El paisaje y el espíritu son en Boyacá las insignias mayores de una raza legendaria, a la que tanto le cantó Armando Solano en páginas memorables, y no en vano los actuales directivos de la corporación prosiguen en el empeño que animó al fundador y a sus colaboradores: recoger e interpretar el alma boyacense en los innumerables estudios realizados por parte de las mentes eruditas que engrandecen la vida regional.
El Espectador, Bogotá, 28 de abril de 2005.
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