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La otra Íngrid

miércoles, 25 de mayo de 2016 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace ocho años que Íngrid Betancourt no volvía a Colombia. En días pasados estuvo en Bogotá y participó en el foro La reconciliación, más que realismo mágico, organizado por la Fundación Buen Gobierno, que dirige Martín Santos, hijo del presidente Santos. Además, en el foro estaban varios exsecuestrados por la Farc, que al igual que ella sufrieron terribles oprobios en las selvas colombianas.

En ese escenario, y ante una concurrencia de 500 asistentes, pronunció un sentido discurso de paz y perdón con sus captores, gesto que le hizo ganar nutridos aplausos. Como acto por demás significativo, se abrazó con Clara Rojas, su fórmula vicepresidencial cuando ambas cayeron en poder de la guerrilla.

No habían vuelto a hablarse a raíz de hondas rencillas surgidas en el cautiverio, y verlas ahora amistadas significaba grandiosa contribución a los diálogos de paz que se adelantan con el grupo guerrillero.

Íngrid vino a hablar de paz. Fue enfática en afirmar que ese es el paso sensato que debe darse después de más de medio siglo de odio y violencia, e hizo énfasis en el sentimiento de solidaridad que existe en el mundo hacia el acuerdo final que está próximo a firmarse en La Habana, si es que se logran superar los pocos obstáculos que aún subsisten.

Siendo ella el mayor emblema de las barbaries cometidas por las Farc, y quien sufrió la mayor saña y los mayores oprobios durante seis años de cautiverio, su voz de reconciliación es quizás el aporte más valioso que se ha visto en el proceso por la concordia, que gana cada vez más terreno entre los colombianos.

Mientras ella padeció inauditos martirios físicos y morales –como la muerte de su padre acongojado, un mes después del secuestro–, y regresa a Colombia a defender los diálogos de paz, otros se empeñan en atizar la guerra. Sin embargo, por encima de ese inexplicable ánimo demencial, se impondrá la cordura. No es posible seguir  en esta guerra absurda que tanta desgracia ha traído al país y a los hogares. Hay que dejar a un lado los odios y ensayar los caminos del perdón.

La clara estirpe social y política de Íngrid, de que tantas muestras dio en el pasado, no le permite cambiar sus ideas en pro de la justicia y la causa de los desvalidos. Sus intrépidas acciones contra la corrupción y los atropellos de la clase política están frescas en la memoria de muchos colombianos. No se olvida su arremetida contra Samper y el proceso 8.000, lo mismo que su ruptura con Pastrana por haberle incumplido un pacto para combatir la corrupción.

Esto lo dejó expuesto en el libro La rabia en el corazón. Su acción beligerante de aquella época no le hizo medir los riesgos que representaba su incursión en el campo guerrillero, donde cayó en las fauces del lobo. Liberada seis años después por la Operación Jaque, escribió un testimonio estremecedor: el libro No hay silencio que no termine, una de las mayores radiografías que existen sobre los sistemas de salvajismo y degradación humana impuestos por las Farc. No obstante, en su reciente visita al país dio pruebas fehacientes de que perdona a sus verdugos y se suma a la causa de la paz.

Hoy es otra Íngrid. El haber vivido el calvario del secuestro, en toda su crueldad abominable, le permite dimensionar con amplia visión el drama de la guerra y clamar por la paz. No importa que sea una paz imperfecta, si de todos modos es una fórmula para conseguir mejores días. La madurez de su mente debido a la horrenda experiencia del cautiverio, y gracias también al doctorado en Teología que adelanta en Oxford, le hace ver la realidad con otros ojos.

No hay certeza de que Íngrid se reintegre a la política activa del país. Pero no me cabe duda de que se trata de una heroína y una gran colombiana.

EL ESPECTADOR, Bogotá, 20-V-2016
EJE 21, Manizales, 20-V-2016

Comentarios

La columna es una contribución grande a la paz, sobre todo para los quindianos, cuya mayoría son guerreristas y comulgan con los gritos de Uribe y sus áulicos. Libaniel Marulanda, Armenia.

Muy importante destacar este cambio en la personalidad de Ingrid: su actitud se constituye en un aporte para la paz. Esperanza Jaramillo, Armenia.

La oposición al proceso de paz no es «un inexplicable ánimo demencial» sino la otra cara de la moneda que algunos se empeñan en ignorar. Arnulfo Román.

Es muy acertada la columna, relievando a una gran mujer: ella aprendió, ojalá todos nosotros hagamos lo mismo. José Nodier Solórzano Castaño, Armenia.

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Crece el optimismo

miércoles, 2 de diciembre de 2015 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El presidente Santos se lo ha jugado todo por la paz. La paz es su obsesión. Tanto es su empeño en esta idea, que en ocasiones descuida otros asuntos que exigen mayor atención. En su campaña presidencial fijó pautas claras sobre la búsqueda de la paz, y en su gobierno puso en marcha sistemas audaces frente a las Farc, que por supuesto lo alejaron de Uribe, quien tiene una concepción opuesta a la suya.

Con esta guerrilla se han ensayado diversos mecanismos a lo largo del tiempo, con resultados negativos. Según Uribe, el método indicado para derrotarla está en la lucha armada. Así actuó durante sus dos mandatos –incluso con participación de Santos como ministro de Defensa–, y la paz no se consiguió.

Agotado este recurso, las vías del diálogo significan para Santos la mejor fórmula para propender al acuerdo de paz. Es lo que se hace ahora. El programa se lanzó en Oslo en octubre de 2012, y las conversaciones se iniciaron en La Habana en noviembre siguiente.

Se cumplen tres años de diálogo en medio de grandes escollos, y si bien es cierto que se han obtenido convenios esenciales, aún subsisten serias diferencias para culminar la operación. Mientras tanto, el país se impacienta y pide más. El tiempo fatiga. Las propias Farc no pensaban que esto iba a durar tanto.

No es fácil el camino por recorrer. Ha sido un camino tortuoso, torpedeado por los enemigos de la fórmula de arreglo, que son, sobre todo, el expresidente Uribe y sus seguidores, que han adelantado una campaña implacable para dar al traste con la intención gubernamental. Ellos no se detienen a considerar que van en contravía de la opinión mayoritaria de los colombianos.

Varias veces las conversaciones han estado a punto de romperse. El pesimismo nacional ha sido crucial en algunos momentos de la negociación. En julio del 2014, los atentados de las Farc contra la infraestructura energética, que dejaron sin luz a Buenaventura y Orito, constituyeron una de las contingencias más graves del proceso.

En noviembre de 2014, el presidente Santos suspendió las conversaciones a raíz del secuestro del general Rubén Darío Alzate por el frente 34 de las Farc en el corregimiento de Las Mercedes (Chocó). Otro momento dramático ocurrió en abril de 2015, cuando murieron once militares en el ataque perpetrado en el corregimiento de Timba (Cauca).

Estos reveses se han superado. Hoy, los índices de respaldo a la solución negociada  alcanzan niveles significativos. Según encuesta del Centro Nacional de Consultoría, en octubre pasado, el 73 por ciento de los colombianos respalda el proceso de paz. Esto contrasta con lo ocurrido meses atrás, cuando el índice no llegaba al 40 por ciento.

Al crecer el optimismo de los colombianos, cabe esperar que será posible la firma del acuerdo el 23 de marzo de 2016, o antes, como lo convinieron las dos partes. El país necesita mantener la actitud positiva. Hay que desterrar los mensajes tendenciosos y fatalistas que circulan por las redes, movidos por los profetas de desastres.

Los correos alarmantes, a veces anónimos, pero con apariencia de veracidad, son muy peligrosos, y los autores suelen esconderse entre las sombras. Su objetivo es claro: crear confusión e inseguridad. Aquí es donde se impone pensar y obrar con serenidad y aplicar un criterio equilibrado.

El Espectador, Bogotá, 27-XI-2015.
Eje 21, Bogotá, 27-XI-2015.

* * *

Comentarios

De acuerdo. Hay que tener seso en la cabeza y entender bien el camino ya tomado. Alberto Gómez Aristizábal, director de la revista La Píldora, Cali.

Es verdad, confiemos y mantengamos el optimismo. El país lo necesita, todos lo necesitamos, aun los empeñados en obstaculizar los buenos resultados. Elvira Lozano Torres, Tunja.

Francamente, no creo que esté creciendo el optimismo. Creo que está creciendo el afán por que crezca el optimismo. Colombia no quiere una paz temporal que sea el inicio de otra guerra infinita. Con impunidad no hay justicia y sin justicia no hay paz. La paz que queremos es una paz que sea segura para nuestros hijos. hugobahamon@yahoo.com (correo a El Espectador).

Su columna entusiasma y esto se palpa en muchas personas antes pesimistas. Estoy de visita por unos meses en Australia. En la reunión de bodas de mi hijo, charlaba con varias personas que me preguntaban sobre Colombia, su situación política, la seguridad (tienen muy claro nuestro inri de violencia), estuvieron muy atentos en mis explicaciones y muy interesados en saber que Colombia, después de 50 años de guerra, firmara un acuerdo de paz con las guerrillas, y gracias, les dije,  a que los colombianos elegimos a Juan Manuel Santos. Muchas de estas personas desean visitar nuestro país; sorpresivo encontrar algunos que lo han visitado recientemente, y estaban encantados. Gilberto Giraldo Henao, Australia.

Padres asesinos

miércoles, 28 de enero de 2015 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Producen escalofrío los casos que registran las noticias de los últimos días acerca de la muerte de inocentes criaturas a manos de sus padres. La sana razón se niega a admitir que esto pueda suceder en la sociedad. Sin embargo, el hecho se presenta con increíble frecuencia, no solo en Colombia, sino en países de mayor cultura social, como Estados Unidos. Ninguna nación está exenta de esta barbarie.

Son diversas las causas que llevan a los padres a matar a sus hijos. Entre las más notorias están la violencia conyugal y el maltrato infantil, generadores de odios, de resentimientos y de trastornos síquicos, que incubados durante largo tiempo, como suele ocurrir, pueden desencadenar la tragedia en el momento menos pensado. Esta situación corrosiva se agrava cuando la persona está poseída por los celos, la ira, la  depresión, el desespero por la pobreza o la falta de trabajo, el hábito alcohólico o el consumo de narcóticos.

Hay padres que al no poder dispensar bienestar a sus hijos y verlos sufrir por su responsabilidad, prefieren matarlos para que no sufran en el futuro, y después se matan ellos mismos e incluso matan a su esposa. Esto se conoce como filicidio altruista. Siendo noble la calificación, el desenlace es pavoroso para la familia y la sociedad. ¿Cómo aceptar que el creador de la vida de un niño termine siendo su destructor? Esta conducta macabra no la practican los animales, pero sí el hombre.

Otras veces la madre del hijo no deseado produce su muerte apenas el recién nacido llega al mundo. ¿Cuántas veces los despojos desaparecen en las canecas de la basura, las lagunas o los abismos?, ¿y cuántas las conciencias depravadas tienen que sufrir los horrores del crimen por el resto de sus días?

En días pasados, la mamá de Johan Sebastián Rugeles, niño de siete años que fue asesinado en un potrero del sur de Bogotá, confesó su participación en el hecho. Las autoridades descubrieron que otro hijo, de 23 años, que había estado en la cárcel y era consumidor y expendedor de bazuco, fue el autor material del infanticidio. Madre e hijo determinaron la muerte de Johan Sebastián por haber sido testigo de un hecho delictuoso que los vinculaba a los dos, y que el pequeño podía delatar. Mayor grado de salvajismo no se puede concebir.

Hay quienes cometen este tipo de aberraciones sin sufrir ningún trastorno mental y sin ingerir licor. Algunos buscan vengarse del compañero o la compañera y solo esperan la ocasión para hacerlo. Llevan al asesino adentro. No se trata de sicópatas, sino de asesinos redomados que actúan bajo el impulso de la venganza (unas veces por celos, otras por violencia familiar, otras por un disgusto pasajero).

Si el asesino padece alguna enfermedad sicótica, debe ser tratado en un centro de salud. Caso improbable en un país con tantas carencias sanitarias y con tan poco sentido humanitario como el nuestro. Si no es un enfermo mental, debe ser recluido en la cárcel. Lo más grave en este caso –dice Mónica Pérez Trujillo, experta en criminología y violencia interpersonal– es que “las cárceles de Bogotá no cuentan con especialistas que manejen este tipo de delitos de una manera particular desde el área psicosocial”.

“No matarás”, dice el quinto mandamiento de la Ley de Dios. La vida es sagrada y nadie tiene derecho a disponer de ella. Es el mayor tesoro que tenemos. Pero el hombre es carnicero de la humanidad desde tiempos inmemoriales. El filicidio, que según estadísticas produce 500 muertes anuales en Estados Unidos, y no sabemos cuántas en Colombia, está convertido en uno de los grandes dramas de la época.

“No matarás a tus hijos”, habría que agregar al mandato bíblico en estos días de tanto odio, de tanto desastre social y familiar. La sociedad es la más herida, la más avergonzada y la más indefensa cuando son los padres quienes matan a sus propios hijos. ¡Qué horror!

El Espectador, Bogotá, 7-XI-2014.
Eje 21, Manizales, 7-XI-2014.
Mirador del Suroeste, n° 55, Medellín, agosto/2015.

* * *

Comentarios:

Es una situación muy dolorosa. Pero me temo que cada uno de estos delincuentes está mostrando el rostro de esa sociedad herida. Creo que es hora de mirar a la Psicología Social, para ver dónde y por qué se están engendrando estas patologías. En alguna forma, vacío existencial en en el sujeto que delinque. Y vacío de sentidos en la sociedad de la que forma parte. Jorge Mora Forero, Weston (USA).

Qué cosa tan macabra que esto esté sucediendo en nuestro país. Qué depravación la que lleva a un ser humano a terminar con la vida de su propio hijo. De verdad que uno queda anonadado al enterarse de estos casos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Padres asesinos

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Producen escalofrío los casos que registran las noticias de los últimos días acerca de la muerte de inocentes criaturas a manos de sus padres. La sana razón se niega a admitir que esto pueda suceder en la sociedad. Sin embargo, el hecho se presenta con increíble frecuencia, no solo en Colombia, sino en países de mayor cultura social, como Estados Unidos. Ninguna nación está exenta de esta barbarie.

Son diversas las causas que llevan a los padres a matar a sus hijos. Entre las más notorias están la violencia conyugal y el maltrato infantil, generadores de odios, de resentimientos y de trastornos síquicos, que incubados durante largo tiempo, como suele ocurrir, pueden desencadenar la tragedia en el momento menos pensado. Esta situación corrosiva se agrava cuando la persona está poseída por los celos, la ira, la  depresión, el desespero por la pobreza o la falta de trabajo, el hábito alcohólico o el consumo de narcóticos.

Hay padres que al no poder dispensar bienestar a sus hijos y verlos sufrir por su responsabilidad, prefieren matarlos para que no sufran en el futuro, y después se matan ellos mismos e incluso matan a su esposa. Esto se conoce como filicidio altruista. Siendo noble la calificación, el desenlace es pavoroso para la familia y la sociedad. ¿Cómo aceptar que el creador de la vida de un niño termine siendo su destructor? Esta conducta macabra no la practican los animales, pero sí el hombre.

Otras veces la madre del hijo no deseado produce su muerte apenas el recién nacido llega al mundo. ¿Cuántas veces los despojos desaparecen en las canecas de la basura, las lagunas o los abismos?, ¿y cuántas las conciencias depravadas tienen que sufrir los horrores del crimen por el resto de sus días?

En días pasados, la mamá de Johan Sebastián Rugeles, niño de siete años que fue asesinado en un potrero del sur de Bogotá, confesó su participación en el hecho. Las autoridades descubrieron que otro hijo, de 23 años, que había estado en la cárcel y era consumidor y expendedor de bazuco, fue el autor material del infanticidio. Madre e hijo determinaron la muerte de Johan Sebastián por haber sido testigo de un hecho delictuoso que los vinculaba a los dos, y que el pequeño podía delatar. Mayor grado de salvajismo no se puede concebir.

Hay quienes cometen este tipo de aberraciones sin sufrir ningún trastorno mental y sin ingerir licor. Algunos buscan vengarse del compañero o la compañera y solo esperan la ocasión para hacerlo. Llevan al asesino adentro. No se trata de sicópatas, sino de asesinos redomados que actúan bajo el impulso de la venganza (unas veces por celos, otras por violencia familiar, otras por un disgusto pasajero).

Si el asesino padece alguna enfermedad sicótica, debe ser tratado en un centro de salud. Caso improbable en un país con tantas carencias sanitarias y con tan poco sentido humanitario como el nuestro. Si no es un enfermo mental, debe ser recluido en la cárcel. Lo más grave en este caso –dice Mónica Pérez Trujillo, experta en criminología y violencia interpersonal– es que “las cárceles de Bogotá no cuentan con especialistas que manejen este tipo de delitos de una manera particular desde el área psicosocial”.

“No matarás”, dice el quinto mandamiento de la Ley de Dios. La vida es sagrada y nadie tiene derecho a disponer de ella. Es el mayor tesoro que tenemos. Pero el hombre es carnicero de la humanidad desde tiempos inmemoriales. El filicidio, que según estadísticas produce 500 muertes anuales en Estados Unidos, y no sabemos cuántas en Colombia, está convertido en uno de los grandes dramas de la época.

“No matarás a tus hijos”, habría que agregar al mandato bíblico en estos días de tanto odio, de tanto desastre social y familiar. La sociedad es la más herida, la más avergonzada y la más indefensa cuando son los padres quienes matan a sus propios hijos. ¡Qué horror!

El Espectador, Bogotá, 7-XI-2014.
Eje 21, Manizales, 7-XI-2014.

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Comentarios:

Es una situación muy dolorosa. Pero me temo que cada uno de estos delincuentes está mostrando el rostro de esa sociedad herida. Creo que es hora de mirar a la Psicología Social, para ver dónde y por qué se están engendrando estas patologías. En alguna forma, vacío existencial en  en el sujeto que delinque. Y vacío de sentidos en la sociedad de la que forma parte. Jorge Mora Forero, Weston (USA).

Qué cosa tan macabra que esto esté sucediendo en nuestro país. Qué depravación la que lleva a un ser humano a terminar con la vida de su propio hijo. De verdad que uno queda anonadado al enterarse de estos casos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Una mancha en Inzá

lunes, 23 de diciembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Apenas comenzaba a clarear. En el monte vecino, los jirones de niebla huían a paso lento conforme penetraban rayos imprecisos de luz. Un vecino se asomó por la ventana y observó la llegada de algunos campesinos con sus productos agrícolas. Era el día del mercado semanal: sábado 7 de diciembre.

Una camioneta que transportaba abundante cantidad de cebolla se detuvo en la entrada del pueblo. Luego se estacionó frente a la estación policial. Allí también está ubicada una unidad de la Brigada Móvil 29 del Ejército. Eran las 5:30 de la mañana. Los campesinos comenzaban a organizar sus bultos en los toldos, optimistas de sacar el mejor provecho en la venta semanal de su sufrida mercancía.

De repente, explotaron varios artefactos lanzados contra la estación de la Policía desde la camioneta cargada de cebolla. Y todo se volvió confusión y terror. La onda explosiva destruyó la estación y causó daños graves a muchas viviendas. Murieron nueve personas (seis uniformados y tres civiles), entre ellas el mayor Alexánder Vargas Castaño, comandante de la zona militar. Y quedaron cincuenta heridos.

Mientras en La Habana proseguían los diálogos con las Farc, una cuadrilla suya perpetraba este atentado horrendo contra la tranquila población que tiene la mala estrella de hallarse situada en territorio montañoso, estratégico para el tránsito de los guerrilleros. La provincia de Silvia, conocida como Tierradentro, es un importante enclave indígena rodeado de hermosos paisajes, encantadoras lagunas y numerosos ríos, cuyas tierras feraces son propicias para la agricultura y también para la siembra de las hierbas prohibidas.

Las Farc dijeron que su propósito no era atacar a los civiles. Declaración absurda, cuando es todo un conglomerado humano el que ha sufrido los estragos del carrobomba. También queda la sospecha de que hay  facciones que no obedecen a la cúpula del grupo subversivo. Y no desean la paz que se discute en La Habana.

Este acto infame contra Inzá se convierte en la mancha de sangre que conturba la Navidad de los colombianos. Es el aguinaldo que nos da la guerra. Esa guerra se anida aún en el alma de mucha gente movida por el rencor, y no solo en el alma de los guerrilleros. ¿Por qué no detenernos, después de medio siglo de violencia, para buscar los caminos de la paz? ¿Por qué no hacer un alto en el camino para frenar el odio, la destrucción y la muerte?

El alcalde de Inzá, Mauricio Castillo, deja esta voz adolorida a nombre de sus paisanos (y también a nombre de Colombia): “Hemos puesto una cuota muy alta de sacrificio. El pueblo nos queda acabado”.

El Espectador, Bogotá, 20-XII-2013.
Eje 21, Manizales, 21-XII-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-XII-2013.

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Comentarios:

Conozco Silvia (Cauca) como la palma de mi mano. He pasado allí muchos días con sus noches, y por eso me atrevo a decir que Tierradentro es una cosa y Silvia otra muy diferente. De Silvia se va al resguardo indígena de Guambía –a media hora de Silvia, por una carretera en pésimo estado– y ahí sí comienza el ingreso a Tierradentro, territorio fariano desde hace décadas hasta hoy. Hace 25 años se veía a los guambianos –que cultivaban cebolla y papa– echando quimba desde el resguardo hasta el pueblo, con sus botas Grulla y sus faldas. Hoy, gracias a los cultivos ilícitos ya todos tienen motos DT 175 y Hondas XR. Patecaucho Cibernético (correo a El Espectador).

Estos canallas que propugnan la impunidad para su brazo armado siguen llamando guerra a masacrar personas humildes e inermes, y arrasan poblaciones humildes. Morenoelesceptico (correo a El Espectador).

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