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Tulio Bayer, el luchador solitario

miércoles, 18 de septiembre de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En mayo de 2016 recibí una llamada del historiador Orlando Villanueva Martínez, quien  me expuso su interés por investigar la vida de Tulio Bayer. Me buscaba por haber leído algunos artículos míos sobre el médico guerrillero, y pedía mi colaboración con el aporte de datos para llevar a cabo dicho propósito.

En efecto, yo era buen referente del personaje. Lo había conocido en 1958 como jefe del puesto de salud de Puerto Leguízamo, estrecho caserío sobre la ribera limítrofe con el Perú. Allí estaba yo vinculado al sector bancario. Desde que nos conocimos surgió una franca amistad que se prolongaría hasta el día de su muerte en París (junio de 1982). A esa sufrida lejanía llegamos casi al mismo tiempo, y regresamos a Bogotá un año después, él como director científico de los laboratorios CUP, y yo dentro de mi carrera bancaria.

Como secretario de Higiene y Educación en Manizales, Tulio Bayer había librado duras  batallas contra los adulteradores de la leche y en general contra la corrupción pública.  Pensaba que CUP sería el sitio ideal para ejercer su especialización en Farmacología y Toxicología adelantada en Harvard, pero se encontró con otro nido de piratas. Destapada la olla podrida que se escondía en su nuevo sitio de trabajo, denunció ante el país la adulteración de los medicamentos como grave atentado contra la salud.

Luego viajó al Vichada como médico indigenista, y más tarde se posesionó como cónsul en Puerto Ayacucho (Venezuela). En ambas posiciones chocó contra los poderosos de la región, explotadores de los nativos y usufructuarios de riquezas mal habidas. La pelea estaba casada, y esto determinó la agresión de las fuerzas adversas. Pidió ayuda al Gobierno, y su voz se perdió en el vacío. Al cerrársele todos los caminos, se alzó en armas.

Ese era Tulio Bayer: una conciencia social irreductible. Prefirió el destierro de la patria, el maltrato y el sacrificio de su tranquilidad, a la caída de sus principios. Siempre fue enemigo vehemente contra la deshonestidad y el abuso del poder. Su pensamiento queda reflejado en varios libros y en abundante correspondencia con sus amigos, e incluso con sus enemigos. Esa correspondencia permitiría hoy elaborar varios libros más –al estilo de Carta abierta a un analfabeto político, su mejor obra–.

Villanueva Martínez, doctor en Historia y profesor titular y emérito de la Universidad Distrital, ha puesto en circulación, luego de tres años de trabajo, el libro Tulio Bayer, el luchador solitario, editado por su universidad. Junto con esta obra sale un segundo tomo: Tulio Bayer: una vida contra el dogma. Correspondencia y otros escritos.

Villanueva Martínez se fue en busca de datos a poblaciones y entidades donde estaba escrita la historia, y por lo general permanecía oculta. Habló con la gente, revisó archivos, cartas, sumarios, documentos de distinta índole, tomó fotografías, y hoy saca a la luz sucesos inéditos y reivindicativos de la vida del médico.

Por otra parte, explaya la realidad de una etapa convulsa del país, en la que Tulio Bayer abanderó solitarias y valerosas campañas a favor de la gente desprotegida y en contra del atropello. Y chocó contra el poder arrasador de la clase dominante. En estas páginas emerge el Tulio Bayer que merece un puesto digno en la historia colombiana, como paradigma que es de la justicia y la equidad. Fulguran el literato y el intelectual, el ideólogo y el periodista, el ecólogo y el científico. Y ante todo, el luchador solitario. (Estos libros se consiguen en la Librería Lerner y en las librerías de las universidades  Javeriana, Nacional y Distrital).

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El Espectador, Bogotá, 14-IX-2019.
Eje 21, Manizales, 13-IX-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 15-IX-2019.

Comentarios 

Celebro que por fin se pudo editar este reconocimiento a un verdadero revolucionario. Orlando Villanueva Martínez, Bogotá.

Tulio Bayer fue un hombre talentoso e inteligente que cumplió con su misión de crear conciencia. Sus libros son un gran legado, y ahora con esta biografía y tus artículos se asegura su puesto en la historia. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Con el brillante prólogo que escribiste para el libro de Orlando Villanueva, adquirí pleno conocimiento de los ideales del atormentado médico, de los motivos que tuvo para llegar a convertirse en guerrillero, de su valía como escritor y líder social y de su acrisolada personalidad. Y con tristeza, también pude comprobar una vez más la desidia, el desinterés y la abominable indiferencia de los gobiernos y clases favorecidas por los campesinos, indígenas y desposeídos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.   

En mis trasteos  lo primero que empaco en mi maleta de mano es el ejemplar de Carta abierta a un analfabeto político, en el cual, entre los varios subrayados destaco el de la página 24, de Ediciones Hombre Nuevo: “Si quieres un ejemplo personal y reciente de este fenómeno aparentemente contradictorio, te diré que en la llamada por mi coronel enemigo Álvaro  Valencia Tovar la “campaña del Vichada” se gastó en perseguirnos unas diez  veces más de lo que valía lo que nosotros estábamos pidiendo antes de levantarnos en armas. Lo pedí yo mismo siendo cónsul de Colombia en Puerto Ayacucho”. Javier González Q.

Humberto de la Calle y la paz

miércoles, 29 de mayo de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

En tono categórico, Humberto de la Calle refutó la aseveración del expresidente Uribe en el sentido de que la Jurisdicción Especial para la Paz demostraba, al impedir la extradición de Santrich, que en los acuerdos de La Habana se había pactado un cogobierno con el narcotráfico. Muy grave este comunicado del Centro Democrático, leído por el propio Uribe, y muy explosiva la acusación, tratándose de una sentencia que era apelable, como en efecto lo fue por la Procuraduría General de la Nación.

La censura del expresidente puso en tela de juicio el papel ejercido por el equipo negociador del Gobierno bajo la jefatura de Humberto de la Calle. En tal condición, De la Calle salió en defensa de los acuerdos y le dijo a Uribe que sus palabras “no solo son falsas, sino que utiliza un lenguaje incendiario que parece destinado a volver invivible la República”.

Y le hizo ver que ante la falta de pruebas para determinar si el delito imputado a Santrich fue anterior o posterior a la firma del acuerdo, la JEP carecía de razón jurídica para autorizar su extradición, y este acto no la debilitaba. Hechos nuevos han surgido después de la providencia, los que serán evaluados en el tramo judicial que falta por recorrerse. Mientras tanto, la JEP, tan atacada por Uribe y sus seguidores, conserva el carácter respetable para el que fue creada.

Colombia vive una de las mayores encrucijadas de la historia. Dos fuerzas se disputan el predominio de la vida nacional, y cada una lanza y recibe dardos de mayor o menor contundencia. La polarización del país es el mayor detonante del desajuste que impera en todos los ámbitos. Se necesita un gran viraje. Se echan de menos líderes superiores para salvarnos de la hecatombe.

He leído con mucho interés el libro Revelaciones al final de una guerra, de Humberto de la Calle. Es el testimonio serio, veraz, patriótico, a la vez que ameno y didáctico, de quien en busca de la paz nacional alteró su propio sosiego y el de su familia, e incluso su bienestar profesional, para buscar los caminos del diálogo que los enemigos de la sociedad se empeñan en mantener obstruidos.

Este diario de La Habana –como puede llamarse– cuenta al detalle muchos de los episodios ignorados que fueron surgiendo bajo el fragor de las discusiones, y enseña cuán difícil es la vida pacífica del hombre. Se trataba de salir de medio siglo de violencia fratricida que había dejado más de 8 millones de víctimas, 220.000 muertos y  tragedias insondables.

El primer capítulo del libro tiene este título por demás elocuente: No hay violencia buena. Puede suponerse que hasta los propios guerrilleros de las Farc se convencieron de esta verdad patética. Y accedieron a la dejación de las armas. De la Calle es un gran pacifista. De este carácter ya había dado muestras en anteriores ocasiones. Y no abandona su vocación conciliadora. Dice al final de su libro: La verdadera paz está allí, en el seno mismo de la sociedad. Quienes propendemos por el logro de una paz firme tenemos que continuar la marcha.

Lo que vino después es el capítulo borrascoso que hoy agita al país. La implementación de los acuerdos, fórmula para la que el camino ya estaba allanado, se volvió una batalla campal, un callejón sin salida, una guerra entre hermanos. La sinrazón quiere imponerse sobre la sensatez. Pero hay que derribar los estorbos. Hay que derrotar a los eternos depredadores de la paz.

El Espectador, Bogotá, 25-V-2019.
Eje 21, Manizales, 24-V-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-V-2019.

Comentarios 

Nosotros, que somos de la que tristemente llamó Fabio Lozano Simonelli «generación de la violencia», hablamos un lenguaje de paz y Humberto de la Calle es un magnífico vocero. El país ha estado manejado desde los albores de la República por dirigentes de noble estirpe y gran fortuna económica, que juegan a la guerra. Prima la arrogancia de ganar contiendas electorales o batallas fratricidas; y no conocen el valor de la palabra conciliar. José Jaramillo Mejía, Armenia.

Excelente y justa reflexión sobre la labor de Humberto de la Calle, un colombiano que no sólo se distingue por su corrección ética sino por sus calidades de estadista. Alpher Rojas, Bogotá.

Esto es lo que nos falta: desarmar los espíritus y buscar a toda costa la reconciliación, de otra forma seguiremos arrasando con nuestra querida patria. En cualquier acuerdo  de paz hay que hacer concesiones. Tulio Neira Caballero (correo a La Crónica del Quindío). 

Estoy ciento por ciento de acuerdo con estos planteamientos acerca del proceso que lideró De la Calle y que mucha gente, más de la que uno quisiera, no ha entendido o se niega empecinadamente a hacerlo, simplemente por odio o resentimiento político. Es muy triste que muchos antepongan esos sentimientos negativos ante los beneficios que el país recibe. Pero la esperanza de que podamos disfrutar algún día una Colombia con plena paz sigue en pie. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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Las valientes convicciones de Santos

martes, 30 de abril de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El libro La batalla por la paz, de Juan Manuel Santos, está llamado a ser el mayor testimonio del proceso adelantado con las Farc. El prólogo, del expresidente del Gobierno de España Felipe González, se convierte en elocuente expresión de apoyo al líder colombiano que ha librado ingentes esfuerzos por la consolidación de la paz luego de más de medio siglo de turbulencia pública.

La subversión deja 220.000 muertos, más de 8 millones de víctimas y daños incalculables. Ante semejante panorama, cabe preguntar: ¿por qué ningún Gobierno había logrado ponerle fin a la guerra? Varios presidentes lo intentaron y ninguno lo consiguió. Solo Santos tuvo éxito gracias a  su labor titánica y el firme convencimiento de que mediante el diálogo podían lograrse el acercamiento y el consenso de ambas partes.

Si bien Santos había participado como ministro de Defensa de Uribe en los hechos bélicos que permitieron la eliminación de varios cabecillas imbatibles de las Farc, abrigaba la esperanza de hallar solución al conflicto en una mesa de negociación. La clave estaba en saber jugar las cartas, y él conocía muy bien el camino.

Sus dotes de prudencia, astucia, paciencia y firmeza le hicieron ganar el calificativo de jugador con que manejó momentos cruciales de su desempeño en la vida pública. Por supuesto, no ignoraba las artes del Buen Gobierno, rótulo asignado a la fundación en que debatía sus ideas. Y había escrito con Tony Blair, ex primer ministro británico, el libro La tercera vía, que contiene tesis estratégicas para la acción gubernamental que buscaba.

Al llegar a la Presidencia de la nación, su primera medida fue desmarcar su administración de la acometida guerrera adelantada por el gobierno anterior. Bien clara estaba su intención negociadora al anunciar en el acto de posesión: “La puerta del diálogo no está cerrada”. Al nombrar como ministros a Germán Vargas y Rafael Pardo, personas no gratas para Uribe, notificaba el propósito de implantar su sello personal, su completa autonomía. Esto no ha sucedido con Duque, que no ha logrado tomar las riendas del mando debido a la injerencia de su tutor político.

Santos le dijo al país que iniciaba un mandato independiente y con total libertad ejecutiva. Tal circunstancia le valió el inri de traidor con que Uribe y sus adeptos lo han perseguido en forma implacable. De no hacerlo, hubiera fallado frente a sus planes de buscar otra alternativa de poder. Siempre había sido hombre de convicciones. Sacarlas adelante, contra los grandes riesgos y tropiezos que tuvo que afrontar, significó su tabla de salvación. Y lo hizo merecedor del Premio Nóbel de la Paz.

Quería sacar al país de la barbarie. Ese estado de salvajismo lo muestra el estremecedor documental El testigo: Caín y Abel, dirigido por la productora británica Kate Horne y pasado por Caracol esta Semana Santa, en el que se recogen siete historias macabras que el fotógrafo e investigador Jesús Abad Colorado captó durante 20 años de incursión por la geografía colombiana. Esas imágenes de la guerra presentan a las víctimas del conflicto como evidencias desgarradoras de la crueldad humana. Y claman por la vida y el cese de las hostilidades. 

El país está cerca de conseguir la paz, posibilidad que respaldan la comunidad internacional y buena parte de los colombianos. Quienes apoyamos y valoramos la puesta en marcha de los acuerdos de La Habana nos dolemos al mismo tiempo de la pasión sectaria y la ola de  mentiras y maledicencia que han obstruido –aunque no destrozado– el programa de la concordia nacional. Hay que salvar la paz.

El Espectador, Bogotá, 27-IV-2019.
Eje 21, Manizales, 26-IV-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28.IV-2019.
Aristos Internacional, n.° 23, septiembre de 2019, Torrevieja (Alicante, España).

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Santos consiguió su objetivo porque no estaba envenenado de odio y venganza como Uribe. Él  pensó en el bien del país cauterizando esa vena abierta de violencia irracional que no ha dejado prosperar a Colombia. Ojalá no logren «hacer trizas el acuerdo de paz» como es el deseo del Centro “Demoníaco”. William Piedrahíta González (colombiano residente en Estados Unidos).

Es lo que pensamos millones de colombianos, sin saber  cómo expresarlo, sin poder hacer nada, para salir de la situación actual del país. Leyendo el artículo, he sentido una especie de alivio para mis tristezas, por todo lo que está sucediendo, que parece llevarnos de nuevo a una guerra,  que creíamos superada. La persecución a personajes de la oposición, el asesinato de líderes sociales, ambientalistas y otros, más las retorcidas maniobras de políticos y dirigentes, pintan un oscuro panorama. Elvira Lozano Torres, Tunja.

Gracias a Dios estamos matriculados en una noble cofradía: la de los que creemos en la paz negociada, la paz liberal, la paz cristiana, la paz humanitaria. José Jaramillo Mejía, Manizales.

Qué importantes «Las valientes convicciones de Santos». En mi humilde concepto, fue un acontecimiento magno en nuestra historia que nos puso a reflexionar sobre nuestro pasado marcado por la confrontación y el engaño, primero con la violencia partidista y luego con el tema guerrillero, que sirvió como escudo para dilatar y no enfrentar los verdaderos problemas que afronta el país. Lombardo Rueda Madrid.

Los colombianos debemos cerrar filas en torno a la paz. El personaje siniestro que dirige la gavilla contra el acuerdo de paz debe ser rechazado por los ciudadanos de bien que queremos un país con igualdad de oportunidades para todos. Las Fuerzas Armadas no pueden continuar siendo utilizadas para defender privilegios de unos pocos: ahí tenemos el ejemplo perverso de Venezuela. Gupinzón (correo a El Espectador).

Definitivamente, gobernar con autonomía e independencia hizo que Santos lograra la paz, muy a pesar de los agravios, groserías, ultrajes de Uribe. Muchos –la mayoría–  despertamos a un nuevo amanecer con gratitud hacia el presidente Santos. Hoy es doloroso ver que regresamos a las masacres, robos de tierras, desplazamiento forzado de campesinos e indígenas. Hay dolor de patria. maesni55 (correo a El Espectador).

Memoria de la insurgencia

lunes, 22 de octubre de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El historiador y profesor Orlando Villanueva Martínez es una autoridad en el campo de la insurgencia colombiana. Ha publicado alrededor 15 libros sobre esta materia, y 5 más se hallan inéditos. Tras exhaustivas investigaciones, ha revelado la vida y las circunstancias en que actuaron grandes figuras de los conflictos sociales, como Camilo Torres, Guadalupe Salcedo, Dumar Aljure, Biófilo Panclasta, Manuel Quintín Lame, Sangrenegra, Pedro Brincos. Y viene en camino el libro ya concluido sobre el médico Tulio Bayer, el luchador solitario.

He leído en estos días 2 de estos textos, y a ellos voy a referirme. Más allá de narrar la vida de los líderes de la violencia partidista que se acentuó en las décadas del 40 y 50 del siglo XX, Villanueva escruta las causas que dieron origen a los movimientos de protesta y rebelión. Se calcula entre 200.000 y 300.000 los muertos por las luchas entre liberales y conservadores.

¿Alguien sabe quién fue Pedro Brincos? El historiador lo cuenta en libro reciente de la Biblioteca Libanense de Cultura. El apodo respondía al nombre de Roberto González Prieto, honorable habitante de Líbano (Tolima), donde había nacido el 8 de mayo de 1921 y ejercía el oficio de dentista. En 1948, cuando estalló la violencia con la muerte de Gaitán, fue asesinado su padre y quemadas las propiedades de la familia. Esto determinó que su hijo, que había prestado servicio militar, se vinculara a un grupo armado en el norte de Tolima.

En la región se desató implacable combate entre liberales y conservadores. El odio campeaba en todo el país. Pedro Brincos militaba en la fuerza rebelde, y el grupo vengaba la matanza de liberales. Con el tiempo, 3 de sus hermanos caerían asesinados. Los chulavitas y los “pájaros” del Valle arremetían contra los liberales. Unas células comunistas azuzaban a los campesinos para la toma del poder.

Pedro Brincos se convirtió en el jefe supremo de la revuelta. Se volvió bandido con todas las de la ley, porque a eso lo obligaban los hechos. Muchas veces fue a dar a la cárcel. Se desplazaba por muchos sitios de la región y del país. La Dirección Nacional Liberal le enviaba armas y recursos para la defensa. A la postre, lo dejó solo. Un día se marginó de la contienda y se acogió a la ley de amnistía que había sido decretada por el Gobierno.

Pero no lo dejaban tranquilo. Fue atacado desde los periódicos por habérsele otorgado un préstamo dentro del programa de rehabilitación. Su causa tenía motivación social, pero esta pasaba inadvertida en la guerra fratricida que desangraba al país. El 15 de septiembre de 1963, a la edad de 42 años, cayó abatido por el Ejército en área rural de Lérida.

* * *

¿Alguien sabe quién fue Biófilo Panclasta? Su nombre de pila era Vicente Lizcano, nacido en Chinácota (Norte de Santander) el 26 de octubre de 1879. En 1904 adoptó el alias de Biófilo Panclasta por sugerencia del escritor y revolucionario ruso Máximo Gorki, a quien había conocido en sus andanzas por el mundo. La primera palabra significa en griego “amante de la vida”, y la segunda, “enemigo de todo”. Definición perfecta para este anarquista consumado.

Villanueva Martínez describe en libro de Editorial El Búho la extraña, enigmática y alucinante personalidad de Panclasta, quien a los 20 años es expulsado de la Escuela Normal de Bucaramanga por indisciplinado. Allí comienza su itinerario de rebeldías. En la dictadura de Juan Vicente Gómez, en Venezuela, va a dar a la cárcel por revoltoso, entre 1914 y 1921. Allí padece los peores horrores, y la experiencia lo hace más rebelde y a la vez más fuerte.

Odia a los dictadores y en general a los usufructuarios del poder. Busca estar al lado de los desamparados. Él es uno de ellos. Participa en mítines y aviva las luchas populares. Una vez declara: “Yo de los gobiernos no he comido otro pan que el de las cárceles”. La cárcel parece ser su morada continua. Es expulsado de su propia patria. Sufre 3 años de destierro en Siberia. En todas partes forma problemas y termina detenido. En ningún lugar o gobierno halla respuesta a las angustias del hombre.

Escribe libros, poemas, cartas, panfletos. Conoce a grandes personajes (Lenin, Gorki, Rasputín, Kroptokin –uno de los principales pensadores de la causa anarquista–). Nietzsche es su filósofo de cabecera. Despierta simpatía en la gente que trata, y conquista amores fugaces. Tiene un hijo con una princesa rusa. Comenta: “He tratado a príncipes y mendigos; he sufrido, he amado, he esperado. Mis libros son obras vividas, son páginas escritas con sangre y lágrimas”. En su vida se mezclan el amor y el odio, el idealismo y la miseria.

En suma, un personaje de leyenda. Excéntrico y genial, loco y cuerdo, filósofo y revolucionario, vagabundo y borracho, nunca disfruta de sosiego ni satisfacción. Con sus propias fuerzas se encara al mundo y reta a todos los tiranos. Recorre más de 50 países y descubre todas las miserias humanas. Notables escritores, como José Antonio Osorio, Rafael Gómez Picón, Luis Eduardo Nieto Caballero, Armando Gómez Latorre, Gonzalo Buenahora, dejaron sobre él páginas memorables que están rescatadas en el libro que comento.

Vino a encontrar el amor otoñal en Julia Ruiz, exmonja de la Caridad que se había retirado del convento impulsada por la frustración religiosa y el ánimo de servirle a la gente en el ámbito seglar. Ella muere en enero de 1939. Julia merece página aparte, que me propongo escribir otro día. En marzo de 1942, en completa soledad y víctima de un fulminante paro cardiaco, fallece Biófilo Panclasta en el Asilo de Ancianos de Pamplona, a la edad de 62 años. Los 3 años que siguieron a la muerte de su compañera fueron de absoluta desolación. Al fin conoció el amor verdadero, pero fue un amor trágico. Como toda su vida.

El Espectador, Bogotá, 15, IX-2018.
Eje 21, Manizales, 14-IX-2018.
La Crónica del Quindío, Armenio, 16-IX-2018.   

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Su pluma impulsa a leer las obras de Orlando Villanueva sobre esos héroes a los que la historia oficial ni siquiera da cabida en la contracarátula, pero que son hilos, e hilos muy fuertes, que llevan al fondo de la madeja del conflicto social que ha atravesado nuestra historia con un ADN de odio y discriminación. Jorge Mora Forero (colombiano residente en Weston, Florida, USA).

Nunca había escuchado ni leído nada sobre Pedro Brincos ni sobre Biófilo Panclasta. Desconocía su existencia, y tal vez si alguna vez olvidada por mí llegaron a mi cerebro, tuve que imaginar que eran personajes ficticios, pues con esos nombres no puede uno pensar en otra cosa. Esta columna aporta nuevo conocimiento sobre la historia colombiana. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

A los insurgentes alzados en armas no se les pacifica quitándoles las armas sino quitándoles las razones que tienen para utilizarlas. julioh78 (en El Espectador).

El candidato de la paz

miércoles, 29 de noviembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Hay un hecho significativo en el triunfo de Humberto de la Calle en la consulta liberal: sin contar con maquinaria política, derrotó al que sí la tenía, Juan Fernando Cristo. Ganó el voto de opinión. Con esto se pone de presente que el país rechaza el clientelismo que encarnaba el candidato cucuteño. Frente a tan precaria votación (el 2,12 por ciento del censo electoral), los partidos políticos están en el peor momento de su extinción paulatina, que viene de muchos años atrás.

La gente se ha desencantado de los partidos porque dejaron de dar respuesta a las ingentes necesidades que agobian a la población. Y no cree en los políticos en razón de la inoperancia y la corrupción que los dominan, no a todos, justo es decirlo, pero sí a buena parte de ellos. Triste realidad en un país que registra uno de los índices más pronunciados de inequidad en el mundo entero, y que por eso mismo reclama medidas prontas y eficaces de redención social.

De la Calle posee condiciones especiales para marcar otro tipo de liderazgo en el momento actual que vive Colombia. Su brillante carrera en la vida pública le confiere vasto conocimiento del país. Ha sido registrador nacional del Estado Civil, miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, designado presidencial, vicepresidente de la República, dos veces ministro, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, embajador ante la OEA, jefe del equipo negociador en el proceso de la paz. Este largo recorrido, junto con sus virtudes personales de probidad y sabiduría, le otorga el título de estadista.

Como abanderado de la paz, misión que con lujo de competencia y con enorme sacrificio de su vida profesional y privada cumplió en La Habana durante 4 años,  su papel fue decisivo para lograr el acuerdo final, tras intensas y a veces ásperas conversaciones.

Colombia le cabe en la cabeza, tanto por su idoneidad en los cargos que ha ejercido, como por su conocimiento sobre el medio siglo de violencia que tanta sangre ha derramado a lo largo y ancho del país, y que deja más de 8 millones de víctimas. A pesar de ello, muchos colombianos se empeñan en desfigurar la realidad y poner cuanto obstáculo encuentran para obstruir el avance de las negociaciones.

La Jurisdicción Especial para la Paz –JEP– está atacada desde diferentes costados, no siempre para incorporar razonables enmiendas, sino con ánimo pugnaz y destructivo. Dice Laura Gil en su columna de El Tiempo del 22 de este mes: “El fallo de la Corte Constitucional, que permitió la introducción de modificaciones a los textos legislativos propuestos por el Gobierno, alteró la razón de ser del fast track”.

No es fácil la tarea a que se enfrenta De la Calle. A la de por sí turbulenta atmósfera que vuelve caótico lo que debe ser manejable, se suma la ola de rumores, tergiversaciones y mentiras que se ponen a circular por las redes. El país está incendiado con la polarización y el estallido de los odios y las ruindades.

No podemos regresar a la guerra. No podemos “hacer trizas” lo pactado. Ojalá, como se propone acometerlo el candidato de la paz, se constituya la gran alianza nacional, por encima de los partidos, que salve a Colombia de caer en el precipicio.

El Espectador, Bogotá, 24-XI-2017.
Eje 21, Manizales, 24-XI-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-XI-2017.

Comentarios

Sin duda, el mejor candidato. Ojalá logre integrar una coalición que pueda imponerse. El país vive un momento muy difícil y requiere de un conductor de su talante y sus cualidades. Gustavo Valencia, Armenia.

Estoy con el candidato de la paz. Pero, con gran temor, me pregunto si en un espacio político tan degradado por la corrupción, el odio y el cinismo tenga cabida un candidato decente y capaz de administrar el Estado en forma honesta. Me parece que estas virtudes van a jugar en su contra. Ya sabemos que una característica de la situación colombiana es que nunca toca fondo. Jorge Rafael Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.

Creemos varios amigos que De la Calle es quien mejor puede gobernar en esta hora. Uribe estuvo en Europa diciendo que estábamos peor que el castrochavismo y allá le están creyendo. Alberto Gómez Aristizábal, Cali.

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