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Volver a empezar

miércoles, 11 de noviembre de 2009 Comments off

 Por: Gustavo Páez Escobar

Tal vez el fracaso humano esté en detenerse y no reiniciar la marcha, en hundirse ante la adversidad y no sacar fuerzas para mirar adelante. Hay seres que ante las menores dificultades se ofuscan y se entregan a la perdición. Otros, por el contrario, que como el célebre estadista van de derrota en derrota hasta el triunfo final, saben que los escollos son apenas tropiezos pasajeros que se salvarán con voluntad de lucha.

Ningún triunfo vale la pena si no se consigue con sacrificio. La gloria espontánea no existe. Eso que llamamos buena suerte es apenas una oportunidad, un premio fugaz, pero nunca será sólida si no va acompañada por la perseverancia e inspirada por el deseo de no sucumbir. Los prohombres son los que han sabido superar los pequeños problemas y, fortalecidos por este ejercicio diario contra las emboscadas de la vida, que no da tregua a las mentes asustadizas, se crecieron ante las tempestades.

Incluso el pequeño esfuerzo, que mucha gente no hace porque lo cree insignificante, aporta algo positivo para la formación del carácter. No puede esperarse que haya hombres de temple si no han aprendido a ser pacientes, a soportar los reveses, a ser duros en los infortunios. Quien consigue sobrellevar las pruebas cotidianas y además lo hace con vigor interno, es el que se va lejos. Dejarse amilanar por los contratiempos y entregarse a infinitas lamentaciones -o bajar la guardia, como se dice en boxeo- es estar ya derrotado. No concibo los fracasados sino como un ejército de cobardes que se rindieron sin resistencia y luego se acostumbraron a su propia indefensión.

Quien no posea capacidad de resistir, que se entierre solo. Quien no esté hecho para el dolor, que no intente saber lo que es la gloria. El triunfo, que no puede ser gratuito, sabe mejor cuando es esforzado. Mírese bien la historia de los pueblos y se verá que sólo los hombres tenaces han coronado grandes hazañas. Bolívar fue héroe, pero antes tuvo que vencer inmensas tribulaciones, y no sólo las físicas de la guerra y de los tiempos adversos, sino las internas de su alma abatida por la ingratitud de sus amigos y la incomprensión de sus compatriotas. Si en los momentos cruciales se hubiera detenido, hoy seríamos esclavos. Si después de las derrotas no hubiera vuelto a empezar, el mundo se hubiera perdido de un genio.En el epílogo de la novela Manuel Pacho, un canto al heroísmo, dice Eduardo Caballero Calderón: “Personalmente me aburre seguirle la pista a un hombre cualquiera que a lo largo de doscientas páginas, o de toda una vida, no tiene un solo momento de elevación al plano si no de la genialidad y de la mística, sí al no menos deslumbrante del heroísmo, que ocasionalmente es accesible a todos”. Yo voy más lejos que el maestro al decir que estos hombres, incapaces de erguirse sobre la gleba de su mediocridad, me repugnan.

* * *

Miguel Olave Ríos, personaje palmirano, me llevó en reciente excursión por los caminos del Valle y del Cauca, territorios hoy dominados por las invasiones y los amagos de guerrilla, hasta una escuela de indígenas, arriba de Silvia, expresamente a que leyera la siguiente inscripción del padre Larrañaga, que copio aquí como regalo de viaje para mis lectores:

Aunque sientas el cansancio,

aunque el triunfo te abandone,

aunque un error te lastime,

aunque un negocio te quiebre,

aunque una ilusión se apague,

aunque el dolor queme tus ojos,

aunque una traición te hiera,

aunque ignoren tus esfuerzos,

aunque la ingratitud sea la paga,

aunque todo te parezca nada,

vuelve a empezar.

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 El Espectador,  Bogotá, 4 de octubre de 1984.
Aristos Internacional, n.° 45, Alicante, España, sept/2021.

Comentarios
(septiembre/2021)

Me encantó tu artículo Volver a empezar. Se ha dicho: si se siente cansancio, a descansar, no a declinar. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Este artículo es lo que pudiera llamarse «la lucha por la vida», pues ella consiste en ese sube y baja de acontecimientos, en una alternancia de sucesos positivos y negativos que la mayoría de seres humanos experimentamos a lo largo de nuestra existencia. Y el llamado éxito consiste en no dejarse apabullar por los negativos, así se repitan una y otra vez. Quien los afronta y supera, tendrá éxito, pero quien se rinde sin dar pelea, tendrá una vida mediocre y opaca, pues carece de ímpetu para «Volver a empezar». Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

 

 

 

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