Por: Gustavo Páez Escobar
Galán: 39 Belisario: 59 López: 69
Los candidatos presidenciales, cuyas edades curiosamente terminan en 9, no sólo pertenecen a distintas generaciones sino a distintos estilos. López es 10 años mayor que Belisario y 30 que Galán. Y Belisario le lleva 20 años a Galán. Galán irrumpe en la política entre contendores mayores, y esto, lo misino que puede perjudicarlo, puede favorecerlo. Mientras López pregona la experiencia y Belisario la tenacidad, Galán se apoya en el vigor.
Se ha dicho, dentro de las actuales escaramuzas de la política, que la edad de Galán no es garantía para el ejercicio de la presidencia. Así se quiere insinuar que la edad avanzada significa experiencia, y la juventud, inexperiencia. Vamos a torear un poco los años, sin que con esto el articulista tome partido a favor de ninguno de los tres con el sólo argumento de sus edades, si de lo que se trata es de sostener que la edad no significa, por sí sola, ni madurez ni inmadurez.
Verdad de Perogrullo es que los años, más que cronológicos, son mentales. ¿No está acaso Borges, a sus 83 años, en el pleno uso de sus capacidades intelectuales? Si Bernardo Londoño Villegas sostiene que “la juventud no es cuestión de calendario sino de superación”, también puede decirse que la vejez, más que una resignación, puede ser un goce.
No siempre lo es, desde luego, y la generalidad de los viejos que no saben vivir se convierten en carga para ellos mismos y para los demás. Hay niños adultos y vejetes infantiles. También hay niños niños, lo mismo que viejos viejos. La repetición no afirma más la realidad de ambas edades. Pero nadie ignora que es preferible ser niño en la amplia dimensión del término y del alma, y no viejo viejo, o sea decrépito. No es lo mismo un mueble pequeño, pero bien cuidado, que uno grande, pero destartalado.
No es lícito, por tanto, afirmar que Galán no sería buen presidente por tener sólo 39 años. Es edad razonable, acaso la edad peligrosa que llaman las señoras cuando el hombre sigue solterón. Y Galán no es ningún solterón, ni en la vida civil ni en la vida pública.
De otra parte, no resulta acertado atacar a López por sus 69 calendarios como impedido, por ese solo hecho, para impulsar obras, aunque tampoco su edad sería necesariamente aval de buen gobierno. Tal vez la gente piensa más en su anterior administración, donde la edad, siendo inferior, fue la que menos influyó en sus actos. Cuenta con un almanaque colmado, que no excedido, y se ve vigoroso e incluso desafiante.
Dice André Maurois que «el verdadero mal de la vejez no es el debilitamiento del cuerpo; es la indiferencia del alma». Si la vejez se presume un depósito de sabiduría, no siempre implica sano juicio, porque también la mucha edad atrofia la razón y hace cometer necedades. La edad provecta, bien ajustada, será el faro que busca la humanidad para conducirse mejor. Suele equivocarse, claro está, porque las apariencias engañan.
La edad, ya se ve, no debe ser bandera electoral. A Galán le atacan sus años cronológicos y él se defiende con el equilibrio de su intelecto. Belisario se sostiene en edad razonadora. A López le enrostran sus años abundantes, y olvidan que De Gaulle y Churchill dieron sus mejores batallas a edades más avanzadas.
Como ironía, ni a Galán lo dejan ser joven, ni a López le perdonan ser viejo. Otros impulsan a Galán, por joven y presumible reformador, acordándose de los errores de López. ¿Y Belisario? Él está atrincherado en su propio ciclo vital, para el caso el más temible, el del hombre cabal, o sea, el que va de los 50 a los 60 años, cuando la edad cronológica corre pareja con la estructuración de la mente.
Pero si la longevidad suele ser portentosa, la juventud no se queda atrás. Cristo redimió al mundo a los 33 años; Bolívar obtuvo la resonante victoria de Boyacá a los 36; Napoleón cosechó sus mejores triunfos antes de los 40. Como se ve, la sola edad no indica nada. Conforme nacen niños prodigios, se arrinconan viejos inservibles. «La vejez es juiciosa –dice Tagore–, pero no por eso es sabia. La sabiduría es la juventud del espíritu».
Si se tratara de los simples años, Galán sería el mejor intérprete de la juventud; Belisario conciliaría los conflictos de la transición generacional; López sería el elegido. Pero si las cosas se barajan en otra forma, Galán sería el acelerado, Belisario el demorado, López el incapaz.
¿Habrá que seguir insistiendo en que hay viejos verdes y otros fenomenales, lo mismo que niños precoces y otros ingobernables? En cuestión de años nadie tiene la razón. Con ellos generalmente sólo conseguimos hacer un baturrillo como el que aquí nos ha crecido.
Las mujeres se defienden de la edad diciendo que esta es relativa, rara vez cronológica, y que sólo la suministra el corazón. ¡Un misterio!
La Patria, Manizales, 30-V-1982.
Mirador del Suroeste, n.° 67, Medellín/2019.
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Con motivo de la muerte del presidente Belisario Betancur, el 7 de diciembre de 2018, volvió a publicarse este artículo con la siguiente introducción:
En la campaña presidencial de 1982, en la que el vencedor fue Belisario Betancur, escribí en La Patria este curioso artículo relacionado con la edad de los tres candidatos, todas terminadas en 9. Por extraña circunstancia –tal vez nacida de la numerología–, Belisario, el último sobreviviente de los tres, fue enterrado el 9 de diciembre. Y el 9 también se encuentra en su edad final: 95 años. Una flor en la tumba del gran abanderado de la paz.
Eje 21, Manizales, 13 de diciembre de 2018.
Comentarios
Muy buena la columna. Es original y muy bien sustentada sobre el tema de la edad. José Miguel Alzate, Manizales.
Me pareció genial este artículo sobre la edad, cotejando la juventud contra la experiencia y el vigor contra el reposo. Hoy día los conceptos de vejez, senectud y experiencia han cambiado, empezando por los «mojones» que estaban establecidos en la época en que se escribió la nota, de tal forma que si actualmente el columnista quisiera escribir con referencia a las edades que los tres personajes tenían por entonces, con seguridad serían otros los conceptos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.