Por: Gustavo Páez Escobar
El poeta y periodista Óscar Piedrahita González –que es además académico y crítico literario– escribió en su columna de La Crónica del Quindío, el pasado 19 de agosto, duro juicio sobre la poesía moderna, donde afirma lo siguiente:
“Lo que están escribiendo los ‘poetas’ de ahora no es poesía. La poesía es una realidad estética, es belleza. Thomas Carlyle dice, en su obra Los héroes: ‘La poesía nunca podrá prescindir de la música’. Y el filósofo francés contemporáneo Maurice Merleau Ponty agrega, en un ensayo suyo de crítica literaria: ‘El arte de la poesía no consiste en describir didácticamente las cosas o en exponer unas ideas, sino en crear una máquina de lenguaje que de una manera casi infalible sitúe al lector en cierto estado poético’. ¿Qué estado poético crean los ‘poemas’ de ahora? No los entienden ni sus autores.
“En el pasado festival de poesía de Medellín oímos y leímos por televisión textos de poetas ‘famosos’ realmente ridículos, que no tenían nada que ver con la poesía. Esos textos son lo que los lingüistas llamamos textos anfibológicos. La anfibología consiste en una ambigüedad, una imprecisión semántica que anula la efectividad comunicativa del texto. Los textos de ahora no son ni prosa ni poesía. Y sus autores no son escritores ni son poetas. Cuando más son descrestadores. Algunos, para justificarse, invocan la poesía surrealista de 1930. Nada más absurdo. La poesía de Breton, de Jacques Prévert, de Antonin Artaud, es una poesía comprensible, a pesar de los intríngulis de la técnica surrealista. Lo de ahora no lo entiende ni Mandrake. En un poemita brevísimo, Pablo Neruda dice: ‘Hay que ser dulces / sobre todas las cosas. / Más que un chacal / vale una mariposa’. Ese texto lo entiende hasta un niño. Y es poesía. Y es belleza”.
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Trasladé este artículo a poetas y comentaristas culturales que hacen parte de mi red de amigos, y he recibido categóricas opiniones que coinciden, casi en su totalidad, con lo expresado por Óscar Piedrahíta. Opiniones que reúno en esta columna con el propósito de crear inquietud sobre este neurálgico tema cultural de nuestros días, que merece amplio debate. Helas aquí:
“Estoy de acuerdo con los conceptos del artículo. La música fue la amante de la poesía lírica. En cuanto a la poesía épica que yo cultivo, ha de entenderse en su eco e impacto de clarín, que es otro tipo de música. Pienso yo que después de los Nuevos y de los Piedraciliestas, y de algunos pospiedracielistas con Aurelio Arturo a la cabeza, no ha habido un gran poeta que impacte. Y si de poesía de compromiso social o de mensaje testimonial se trata, ningún poeta de hoy ha llegado a la categoría de un Jorge Zalamea, un Castro Saavedra, un Martán Góngora, para citar solo tres que me vienen a la mente. Bien por la crítica que me envías. La mandaré a mi listado nacional”. Ramiro Lagos, Greensbore (Estados Unidos).
“Estoy de acuerdo con Óscar Piedrahíta. Después de la muerte de Neruda dejé de leer poesía. Lo intenté de nuevo en el óbito de Mario Rivero, a quien cubrieron de elogios en la prensa. Al leer el primero de sus poemas que publicó el suplemento de El Colombiano, no pasé del primer verso, en el que el vate envigadeño decía, palabras más, palabras menos: ‘Estoy en mi cama, no leo pero sí pienso. Advierto el taconeo de la mujer que vive en el segundo piso. Adivino que ella está con su amante. Y se besan y se deshacen de las ropas. Y yo en mi soledad’. ¿Qué tal este esfuerzo mental? Increíble que el autor haya sido parido poéticamente por la misma tierra que nos regaló a un Barba, a un De Greiff, a un Epifanio, a un GGG o a un Robledo Ortiz. Lo peor es que el festival mundial de la poesía, del que es sede Medellín, recoge año tras año toda la basura seudopoética del planeta”. Orlando Cadavid Correa, Medellín.
“Estoy completamente de acuerdo con el artículo, sin sentirme poeta. Muchos escriben una prosa insulsa que después dividen en ‘trocitos’ que creen son versos y pretenden que eso es poesía, y ellos poetas (…) La poesía es más, mucho más. No se puede olvidar la rima, la métrica, la concordancia y en especial el contenido metafórico que tenga mensaje y fondo. Cuando leo poesía busco esto, al igual que cuando escucho canciones les pongo especial atención no solo a la música y al ritmo sino a las letras y sus mensajes”. Jorge Alberto Páez Escobar, Bogotá.
“¿Será que la ‘nueva sensibilidad’ es críptica? ¿Los jóvenes sentirán la poesía de su tiempo prosaica y sin imaginería? ¿Será que la sensibilidad nuestra es anacrónica? ¿Ese hálito poético es eterno? ¿Cambia con las épocas? Buenas preguntas para resolver”. Augusto León Restrepo, Bogotá.
“Óscar Piedrahíta si es un poeta de verdad. Aún recuerdo parte de un soneto suyo que se titula El grito de Adán, que en alguna parte dice: ‘Mujer, depón el surco labrado en tus laderas / que ya va siendo hora de comenzar la siembra». José Jaramillo Mejía, Manizales. “Da tristeza realmente, a tal punto que prefiero ignorar semejantes estupideces. Eso hace parte de la banalización en que hemos caído”. Iván de J. Guzmán López, Medellín. “Hay tanta basura escrita que no vale la pena perder tiempo en ella. La poesía como manifestación es la madre de todos los momentos de nuestra sencilla existencia”. Javier Huérfano, Bogotá.
”Lo singular del tema es la falta de eco que tienen una cantidad increíble de buenos poetas, que descubrimos los jurados del Premio ‘Ciudad de Bogotá’, convocado por la Fundación Alzate Avendaño. Fueron 114 trabajos, de los cuales un 20 o 25% valían la pena. Lo ganó Lucía Estrada, una poeta de 29 años, antioqueña. El problema es con los medios, que no difunden la buena literatura”. Maruja Vieira, Bogotá.
“Estoy de acuerdo. Pero no tengo autoridad para decir mucho, porque no me considero poeta. Creo que es una palabra sublime, como lo es la música. Siento que son dos lenguajes que nos transportan a las elevadas dimensiones del espíritu donde solamente cabe el silencio. Cuando leo una bella poesía quedo muda, extasiada frente al inmenso universo que se abre ante mí. Cuando leo un ‘remedo’ de poesía el ruido me desgasta, la frivolidad me deja inmersa en un caos”. Marta Nalus Feres, Bogotá.
“Comparto plenamente el concepto de Óscar Piedrahíta. En realidad, a veces se lleva uno profundas desilusiones. A propósito, ¿has leído los últimos poemas de Juan Manuel Roca? Cuando lo que escribimos pierde la música, deja de sugerir imágenes y de conmover el espíritu, no es poesía. Rosa Montero dice: ‘Todo arte es la búsqueda de la belleza capaz de agrandar el alma’. Allí queda dicho todo”. Esperanza Jaramillo García, Armenia.
“Existe hoy un facilismo aterrador que no sólo maltrata la poesía, sino que, simplemente, no es poesía. Es irreverente nombrarla así. Se ha perdido el verdadero ‘impulso interior’ del poeta y la poetisa, igual que la magia, la belleza, la creatividad, la metáfora, amén del ritmo o música de la misma. Cualquier cantidad de sandeces que a algún iluso(a) se le ocurra nombrar como poesía, es bienvenida en los altos círculos y encuentros literarios que por desconocimiento del tema aplauden y halagan la mediocridad y la ignorancia que en esta materia se está viendo en libros, recitales y encuentros”. Inés Blanco, Bogotá.
“Este fue nuestro tema en una tertulia que tuvimos hace dos años, cuando estuve en Armenia. Le comentaba a Óscar, y coincidimos, que nadie, inclusive ‘los poetas’, entendían lo que escribían. Son esperpentos carentes de musicalidad y contenido. Personalmente me quedo con Neruda, Vallejo, Barba Jacob, Quevedo (…)” William Piedrahíta González, Miami.
“Es sin duda una apreciación diáfana y el reflejo de una realidad con la que se encuentra uno de manera permanente y que le hace expresar: ¿Qué se hicieron los poetas? Pero también ese panorama se aprecia en el arte pictórico, en donde cualquier mamarracho es calificado como obra de arte. ¡Qué decadencia!”. Eduardo Durán Gómez, Bogotá.
Otros conceptos
Del poeta nadaísta Eduardo Escobar, San Francisco (Cundinamarca):
“Me parece un poco injusta la columna. Es cierto que los poetas hoy escribimos a veces simples galimatías. Pero es en busca de la música de nuestro tiempo. Acabo de leer la antología de la poesía nadaísta que publica Sibila en España, y me asombró Amílcar Osorio. Y debería tener en cuenta a Raúl Gómez Jattin, que tiene poemas llenos de belleza y dolor. Soy muy malo para ventilar mis ideas en este medio de apariencia fría, pero ojalá algún día podamos hacer un taller sobre la poesía moderna, en Armenia. El doctor Jaime Hoyos me amenaza hace tiempos con una invitación para ese fin, pero dice que en la universidad no le han parado bolas”.
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De Juan Ruiz de Torres, director de Prometeo Digital, Madrid (España):
“Leo tu envío, leo la indignación de muchos lectores ante lo que se intenta hacer pasar por gran poesía actual. ¿Qué puedo responderte? Es, claro, un tema de debate que tenemos a priori perdido. Muchos intereses se oponen a una consideración seria del caso.
“Pero, por otra parte, llevo unos treinta años en la creación casi clandestina y en el público ejercicio de la crítica, y debemos añadir que, si mucho de lo que se escribe y anuncia como poesía es, casi por definición, deleznable desde el punto de vista estético, tampoco puedo estar de acuerdo con que se diga que desde los piedracielistas nada se ha escrito de buena poesía.
«El problema viene de donde siempre: de la definición de poesía. Lamento decir que no estoy de acuerdo con que la poesía sea música y belleza. Puede serlo (y quizás deba serlo como mínimo), pero eso no es lo más importante, me parece, después de haber escrito 30 poemarios y siempre estar insatisfecho con lo obtenido. Y de leer millares, sí, millares de libros de poemas de todas las latitudes y épocas.
“Yo no creo que ‘música y belleza’ sean lo esencial en el poema, con serlo mucho. A mis años creo que la misión del poema es abrir, al lector que se entregue a su lectura con todas sus fuerzas, una ventana a otra realidad, a otra forma de ver el mundo; descubrirle que las palabras pueden concitar algo que lleva escondido en su corazón y nunca supo expresar.
“Eso, claro, lo consiguen muy pocos poemas. Pero a aquellos que al menos lo intentan –y una forma casi ineludible de hacerlo es equilibrando el lenguaje hasta sus últimas consecuencias– debe dárseles el beneficio de la duda. Desde luego, estoy de acuerdo con que mucho de lo que nos alimentan revistas y libros es, no ya bazofia, sino auténtica tomadura de pelo.
“Leer un poema al día, si vale la pena. Si nos apetece leer uno tras otro todos los poemas de un libro, es que esa poesía no lo merece. Un poema-poema debe bastar para llenarnos durante horas; otra cosa son palabras bonitas. Son, claro, versos, pero no poesía. Creo yo”.
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De Eufrasio Guzmán Mesa, escritor, ensayista, investigador de literatura y poesía, Medellín:
“El tema de su columna sobre la poesía es un tema importante y de gran acogida. Sería deseable un gran debate sobre el tema y en esa dirección de las opiniones del señor Óscar Piedrahíta está la entrevista que le han hecho en Arcadia al escritor Harold Alvarado Tenorio. Pero me temo que ello es imposible, es decir, esperar un debate constructivo y edificante para los lectores.
”En el terreno de esta discusión hay un asunto de fondo y es el del gusto. Incluido el tema de la belleza, muchos temas relacionados con el arte pasan por ese punto del gusto. El arte humano es una búsqueda sin término. Juzgar lo que no se entiende no es fácil o es lo más sencillo: sencillamente no me gusta. El gusto se educa en el plexo de la cultura y hasta los más expertos se equivocan al valorar. Se equivocaron con los impresionistas y con Van Gogh, y los odios y envidias entre Leonardo y Miguel Ángel les impidieron a ellos mismos apreciarse mutuamente. No hay actividad humana que no se someta a la crítica corrosiva que nace de la envidia. Las pasiones humanas más sublimes y las más abyectas se juegan sus cartas en el arte. Quizás el gusto popular sea un buen reflejo de lo volátil del mismo. De Pombo no se recuerdan versos sublimes que escribió sino sus macarrónicos pero divertidos ‘cuentos pintados’; la consagración del gusto popular es frívola y equívoca pero no es ciega absolutamente.
”El gusto popular jamás habría consagrado a un Mallarme o a un Lezama Lima, sencillamente no los entiende y no por ello son malos, por el contrario, han explorado en la lengua de una manera spléndida. El gusto popular ha consagrado a Quevedo pero ignora la grandeza de un Góngora. No hay nada que hacer, al pueblo no es fácil satisfacerlo.
“Hay mucho impostor en el mundo de los ‘poetas’ y una de las imposturas más eficaces, reconocida como patrimonio nacional, es el Festival de Poesía de Medellín: durante casi dos décadas ha consumido miles de millones de pesos sin mover un centímetro la poesía antioqueña. Lo mismo puede decirse de los Festivales de Ópera o Teatro: son fiestas privadas de grupos humanos que han aprendido cómo tomar para su realización dineros públicos.
“Siendo el problema central el del gusto, no hay forma de que ese debate tenga término. Por ello lo más sano es remitirnos a él y quedarnos con la idea de que hay buen o mal gusto, y para nadie es un descubrimiento que pasamos por una época en la cual domina el pésimo gusto y de eso pudo vivir un pésimo poeta como Mario Rivero y de eso vive un escabroso personaje como el señor Harold Alvarado Tenorio, que sobra decirlo, en sus opiniones tiene unas de mucho acierto y no está tan mal del gusto en sus apreciaciones.
“Le anexo ‘Miles’, un supuesto poema de Leonard Cohen, tomado de su último libro, El libro del anhelo, Ed. Lumen, Barcelona, 2006 (pág. 81): ‘Entre los miles / Que son conocidos, / O que quieren ser conocidos / Como poetas, / Quizá uno o dos / Sean auténticos / Y el resto son impostores, / Rondando por los recintos sagrados / Tratando de parecer genuinos. / No hace falta decir / Que yo soy uno de los impostores, / Y ésta es mi historia”.
El Espectador, Bogotá, 27 de agosto de 2009.
Eje 21, Manizales, 29 de agosto de 2009.