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Entradas Etiquetadas ‘Poesía’

Henry Kronfle

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

En Méjico conocí a Henry Kronfle, poeta y diplomá­tico ecuatoriano, gran amigo de Colombia. Allí reside hace varios años, y gra­cias a su poesía universal, traducida a diversos idiomas, mantiene estrechos vínculos con los países americanos. Fue de las personas que estuvieron más cerca de Pardo García, a quien considera «el primer poeta cós­mico y científico que ha dado la literatura universal».

Kronfle fi­guraba entre los miembros del consejo editorial de la revista Nivel, suspendida en agosto de 1989, y desde sus páginas cum­plió, en asocio con otros desta­cados escritores, notoria activi­dad cultural y de estímulo a las letras latinoamericanas. Esta afi­nidad con nuestro insigne poeta le acrecentó su afecto por Co­lombia.

En estos días volví a encon­trarme con Henry Kronfle en la ciudad de Bogotá, dentro de la gira que junto con su esposa Ivette, y con auspicio de la Orga­nización de los Estados Ameri­canos, adelanta por varios países para presentar su último libro: Entre el tiempo, el espacio y el amor. Selecto público, reunido en las instalaciones del Convenio Andrés Bello, rodeó de admiración a este maestro del soneto que ya tiene conformada obra valiosa. Con este libro consolida su producción y as­ciende un nuevo peldaño en las letras del continente. Hace va­rios años manifestó Jorge Luis Borges: «Kronfle es uno de los valores de América».

Sus dos libros anteriores,  Los sonetos de las definiciones (1984) y Vibraciones del alma (1987), fueron prologados por Germán Pardo García, que en uno de ellos manifiesta: “Todo aquel que se aproximare a estas mági­cas leyendas del poeta del sur, hallará un misterio divino y humano imposible de tener otra definición que no sea ésta: poe­sía desde las angustiadas sie­nes hasta los alados pies”. Con­ceptos similares a los de Borges y Pardo García han sido expre­sados por notables figuras de las letras.

En Méjico, donde reside hace once años, goza de gran prestigio y es objeto de permanentes elogios en los me­dios de comunicación. Allí, con motivo del nuevo libro, se le organizó solemne homenaje en el Palacio de Bellas Artes, cuyo recinto se vio colmado de público delirante, atraído tanto por la profundidad del mensaje poético como por las dotes de declamador que adornan al deli­cado rapsoda. La voz de Henry Kronfle vibra por su romántico aliento, imbuida de ritmos emotivos y honda filosofía. Son admirables sus sonetos, en los que las ideas y los vocablos se ajustan con maestría hasta lograr acabados perfectos.

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En nuestro país, tal vez el nombre de Kronfle no ha sido divulgado con la amplitud que merece, y ojalá nuestras librerías se interesaran por sus obras, sobre todo por la última, preciosa edición en papel Kimberly clásico marfil, realizada en Ciudad de Méjico por Talleres Gráficos de Cultura. De todas maneras, aquí estuvo el poeta con su palabra de hermandad para el pueblo colombiano.

El Espectador, Bogotá, 2-I-1992

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Misiva:

Me agradó muchísimo tu reseña, la que refleja el sincero aprecio que me tienes y que está totalmente correspondido de mi parte. Ese honor de haber estado en El Espectador y, más aún, en tu pluma, lo conservaré siempre en el plano de mi más alta gratitud. Dicho artículo ocupará un sitio especial en mis álbumes de recortes periodísticos. Henry Kronfle, Miami Beach, Florida

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Ángeles de vidrio

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Grandioso homenaje rindió Choachí, con motivo de los 441 años de vida que acaba de cumplir, a Germán Pardo García. El poeta consideró siempre a Choachí como su verdadera cuna. En su obra y correspondencia hizo diversas menciones de este sitio como el pueblo donde nació, no en sentido físico, sino espiritual y poético, como éstas:

«Verdes montañas de la estirpe mía. Pueblo de adobe en donde yo nací. Retablo de naranjas: ¿Todavía tus ángeles de vidrio están allí?”  «Hoy tengo 70 años. Ya no existe mi padre; y en la casa, único huésped, el frío lastimero la transita. Mas he vuelto y clamando: soy el águila que retorna a morir donde naciera».

Este último deseo, sin embargo, no se ha cumplido. En poder de la ciu­dad de Ibagué se encuentran sus cenizas, las que deben ser entregadas a Choachí, cuyos habitantes las re­claman con razón.

El hombre pertenece al sitio donde tiene el alma. Sobre Ibagué, el poeta manifestó lo siguiente en carta a James W. Robb: “No con quien naces sino con quien paces’, dice el sabio refrán español. Soy, pues, de Choachí. Ibagué es una hermosa ciudad de Co­lombia, pero para mí nada quiere decir. Choachí, que en lengua indígena chibcha quiere decir ‘ventanita de la luna’, es mi patria».

Estas palabras fueron leídas por el profesor Robb en el reciente Congreso de Colombianistas Norteame­ricanos realizado en Ibagué. Con todo, allí retienen la urna fúnebre, sin ninguna lógica. Si el maestro Echandía estuviera vivo, preguntaría a las auto­ridades y a los escritores de su tierra: ¿Las cenizas para qué? Lo sensato es devolverlas a la montaña maternal. Lo con­trario sería acto de arrogancia o vanidad, inex­plicable en la culta sociedad tolimense.

En 1962 el poeta dedicó a Choachí el hermoso libro Los ángeles de vidrio. Son 50 so­netos con bellas imágenes sobre su arraigo al páramo y al paisaje que le nutrieron el es­píritu. Esta obra no deja duda de su ascenso al cosmos desde aquel terruño transparente, que años después evocaría desde la meseta mejicana.

«Estos angelitos de vidrio —manifestó el profesor Robb en su ponencia de Ibagué— se convierten en símbolos de los habitantes del pueblecito, seres a la vez terrestres y celestes que tienen astros rutilantes en los ojos».

Germán Pardo García de­fendió siempre su esencia campesina, sin importarle las altas cumbres a que lo llevó su nombradía de poeta. Dijo que nunca había dejado de ser el sencillo agricultor de la comarca que lo vio crecer. Varios de sus compañeros recuerdan hoy, como acabo de escucharlo de sus propios labios, las andanzas juveniles con el genio de la poesía por aquellos parajes abruptos. En mitad de la plaza de Choachí, en esta reunión de campesinos que llegaron a enaltecer a su ángel mayor, una leyenda pregonaba: «Germán Pardo García: Choachí siempre te recordará».

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En su etapa final de construcción se encuentra la gran casa de cultura que llevará el nombre del poeta, en la que funcionará el museo consagrado a su memoria, donde serán depositadas sus cenizas,  resguardadas por «los ángeles de vidrio». Ojalá el municipio de Ibagué facilite el retorno, interpretando la ilusión del poeta expresada en esta carta a una prima hermana suya:

“Estoy viendo cómo termino mis pocos asuntos aquí, para volver del todo a Colombia, al seno del pueblecito oscuro que tomé como cuna adoptiva: Choachí.  Ya estoy mirando hacia él como los gallos viejos hacia la copa del gallinero,  cuando sienten cerca la noche”.

El Espectador, Bogotá, 19-X-1991.
Prensa Nueva, Ibagué, diciembre de 1991.

 

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La voz de los poetas

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Dos antologías poéticas, de diferentes regiones del país, llegaron en forma simultánea a mis manos. Las he leído con interés –y algunos poemas con verdadero placer–, sin saltarme ninguna producción y por más reacio que soy a cierta poesía moderna carente de sentimiento, de ritmo y claridad. Esto nada tiene que ver con la tendencia actual del verso libre, ya que entre quienes practican dicha regla hay verdaderos artistas, aunque otros (la mayoría) no lograrán que su mensaje trascienda a los tiempos futuros. Tambiénse encuentran pésimos poetas entre quienes escriben con rima y no dominan la magia de la expresión. La poesía debe transmitir, ante todo, emoción y asombro.

Pero de lo que se trata no es del gusto personal del cronista, sino de aplaudir el hecho de que en una nación frívola y violenta como la nuestra todavía existan personas que hagan poesía y, sobre todo, quienes la lean. Decía Álvaro Mutis, en reciente encuentro de poetas realizado en Cartagena, que si a él asistían el presidente de la República y dos expresidentes, el país estaba salvado. «Poesía –afirma Carlos Castro Saavedra– es lo que le hace falta al mundo para poder cambiar, para renunciar a su forma de espada y adquirir la de nido, la de tibia y hermosa morada de los hombres».

Poemas de la mujer es el título de uno de los libros a que me refiero, y recoge 138 poemas dedicados a la mujer, la mitad de autores de la Costa Atlántica. Está editado por la Universi­dad de Cartagena y  dirigido por Jorge Marel, el poeta del mar, actual jefe de publicacio­nes de la citada universidad, que se lanza al rescate de «poetas desconocidos, olvidados o simplemente discriminados, casi siempre por extraños pre­juicios de los distintos antologistas».

La mujer, eterna como la poe­sía, es cantada por viejos y jóvenes bardos. Poemas inmor­tales como Teresa, en cuya frente el cielo empieza…» (de Carranza) y voces nuevas como la de Raúl Gómez Jattin invitan a este festín convocado por la Universidad de Cartagena, bajo la rectoría de Carlos Villalba Bustillo, también poeta: «Me aco­san tu recuerdo y tu quebranto, / los rumores finales de tu llanto, / y la inmensa tristeza que me cubre».

El otro libro es Poetas en Antioquia, publicación de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, cuya directora, Gloria Inés Palomino, adelanta exce­lente labor cultural. El autor de la selección, Luis Iván Bedoya, recoge trabajos de 80 poetas nacidos entre los años 1826 a 1966, y lo hace, al igual que Marel, con criterio de valoración para varios nombres que se han mantenido ignorados.

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«Se ha dicho –manifiesta Be­doya– que sólo un buen poema puede llegar a justificar todo el empeño puesto en la produc­ción de una vasta obra». Justa apreciación la suya: si Epifanio Mejía, por ejemplo, no hubiera escrito con nota de excelencia sino La muerte del novillo, poema de profunda sensibilidad, sólo con él habría logrado mención en las letras. Los nombres más notables de la poesía regional, en asocio de otros menos conoci­dos pero dignos de destacarse, afirman en esta selección la trayectoria lírica de Antioquia. Es reconfortante saber que en medio de tanta aridez y tanta oscuridad todavía se escucha la voz de los poetas. Ellos tienen la palabra. Poesía es la lámpara que necesita Colombia en esta hora de tinieblas.

El Espectador, Bogotá, 9-XI-1991

 

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Presidente: ¡Salve usted al poeta!

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Esta es una solicitud de auxilio, al más alto nivel, para un gran poeta colombiano que reside en el exterior. Es un llamado de angustia, de angustia de patria, señor Presidente. Este poeta, que tanta gloria le ha dado a Colombia, es Germán Pardo García. Hoy su vida se extin­gue entre dolores físicos y espirituales, olvidado de Colombia, en Ciudad de Méjico.

Su nombre fue varias veces postulado al Premio Nóbel de Literatura. Pero el poeta, esquivo a los laureles y que siempre se ha alejado de los pregones publicitarios, dice que «no nació para obtener premios, sino para la lucha y el dolor».

Se le conoce como el poeta del cosmos y su poesía, recogida en más de treinta libros, es considerada como una de las más bellas del mundo contemporáneo. Es el intérprete de la angustia universal. Hoy mismo se men­ciona su nombre en la Academia de la Lengua de Colombia entre la lista de candidatos al Premio Cervantes de España.

En 1959 fundó en Méjico, a instancias del presidente Eduardo Santos, la revista Nivel. En ella ha pregonado la obra de los escritores latinoamericanos, y sobre todo de los colombianos, por los paí­ses del mundo. Como sostiene la revista con su propio peculio, las dificultades económicas han sido enormes.

En una de ellas el doctor Belisario Betancur le lle­vó, siendo presidente del país, apoyo para que la ga­ceta no se interrumpiera. Agotada la partida, sobrevinieron nuevas crisis financieras, hasta que en agosto de 1989 llegó el que puede considerarse cierre definitivo.

El doctor Otto Morales Benítez, gran promotor de la cultura nacional, le gestionó varios auxilios, los que sin embargo no han sido suficientes para cubrir el cos­to de la edición, que se ha encarecido en forma alarman­te, e imposible para las arcas agotadas del poeta.

El doctor Octavio Arizmendi Posada proyectaba ade­lantar una campaña para traer de Méjico al poeta y de­pararle la residencia final en nuestra patria. El doc­tor Armando Barona Mesa, periodista y político caleño, que viajó a Méjico a entrevistarlo, le preparaba un tributo nacional hace dos años. Pero Pardo García, que acaba de cumplir 88 años, no está en condiciones de movilizarse.

Desde hace varios meses se encuentra reducido a una silla. La parálisis que sufrió al nacer ha vuelto a torturarlo en la vejez. No dispone de recursos para subsistir. Y como el alquiler del apartamento que ocupa en Río Támesis se lo han elevado de manera astro­nómica, su situación es desesperada. La angustia, que es la columna vertebral de su produc­ción poética, lo embiste por todas partes.

Su gobierno, señor presidente Gaviria, debe asignar­le una pensión. Por sus servicios prestados a la pa­tria. Y comenzar por protegerlo, en forma urgente, en su actual desamparo. Nuestra embajada en Méjico debe hacerse presente en esta calamidad. Transcribo, faltan­do a la confidencia, las siguientes dramáticas palabras de carta recibida de nuestro poeta afligido y olvidado:

«Amigos colombianos aquí residentes, y escritores mexicanos, enviaron larga carta al presidente Barco, pidiéndole auxilio para mí. El mandatario nos volvió la espalda por toda respuesta. Y yo trabajé por Colom­bia y su cultura más de treinta años desde las pági­nas de Nivel. El señor Barco me olvidó por completo. ¡Qué dolor! El humilde apartamento que usted conoció lo han elevado en forma exagerada, y esto me sitúa al borde de la tragedia económica (…) Paz y esperanza, Germán Pardo García».

El Espectador, Bogotá, 23-VIII-1990.

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Comentarios:

Prensa Nueva se identifica con un oportuno S.O.S de Gustavo Páez Escobar, columnista de El Espectador, para llamar la atención de quienes, de alguna manera, pueden hacer algo para mitigar los últimos días del poeta. Belisario Betancur, Otto Morales Benítez, Octavio Arizmendi Posada y Armando Barona Mesa, que no son tolimenses, se han preocupado por el bienestar del poeta. Ya es hora de que algún tolimense o el propio gobierno seccional tome la iniciativa. José Carbilio Valderrama R., director.

No puede entenderse por qué los colombianos, que están manifestando sensibilidad hacia los compatriotas presos en otros países, se han mostrado tan indiferentes ante la angustiosa situación que vive en México un gran poeta nuestro, Germán Pardo García. Los lectores de El Espectador hemos escuchado el clamor del escritor Gustavo Páez Escobar, su amigo personal (…) Irene Silva, Pitalito.

Después de leer el artículo Presidente: ¡salve usted al poeta!, nos llena de tristeza y queremos de alguna forma unirnos a su S.O.S por el poeta. Proponemos que cada uno de los colombianos enviemos un dólar a nuestro coterráneo, hoy día en la profunda miseria, después de haber sido uno de los primeros poeta de América. Para eso nos gustaría saber el número de la cuenta corriente donde se le pueda consignar el dinero. Alberto Ortiz González, María Mercedes Cristancho, Nubia Ochoa, José A. Ortiz C., Bucaramanga.

Todos los colombianos de buena voluntad adherimos a la gallarda invitación de Gustavo Páez Escobar a favor del maestro Germán Pardo García, que revela tanto los subidos kilates del gran corazón del columnista como el lamentable caso de una dolorosa injusticia social. Vicente Landínez Castro, Barichara.

El exilio que Germán Pardo García ha padecido con noble dignidad lo hace merecedor en su otoño de la franca solidaridad nacional. El 12 de octubre se colocará en el Conce­jo de Ibagué, al cumplirse 440 años de la fundación de la ciudad, una placa en honor a los tres grandes poetas ibaguereños: Pardo García, Camacho Ramírez y Juan Lozano y Lozano. Cuente conmigo para cualquier acto de justicia con el inmenso poeta colombiano. Alberto Santofimio Botero, senador de la República

Estuve hablando con la poetisa María Mercedes Carranza, directora de la Casa de Poesía José A. Silva. Fue tanta la receptibidad de ella, que me llamó telefónicamente para decirme que por el momento y dada la precaria situación de Germán Parda García le iban a enviar 2 o 3 mil dólares como anticipo (…) Parece, según la conversación que tuve con la señora Carranza, que ella se va a enterar, primero, por intermedio de nuestra embajada en México, cuánto sería el dinero que mensualmente necesitaría Germán para llevar una vida decorosa, y que una vez tenga el presupuesto le gestionarían una suma permanente. Entiendo que Belisario, que es el presidente de la Fundación José A. Silva, se interesó vivamente en solucionarle el problema económico a nuestro común amigo y eximio poeta. Álvaro Orduz León, Bogotá.

Dato curioso: Al año siguiente exacto de publicado este artículo, o sea, el 23 de agosto de 1991, murió en Méjico Germán Pardo García.  

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Resucita un poeta

jueves, 10 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Alguien me habló por primera vez, hace más de diez años, del poeta tolimense Martín Pomala, nacido en Ata­co en 1884 y muerto en Ibagué en 1951. Vengo ahora a descubrir a Pomala, en toda su trascendencia, en el libro que le dedica José Antonio Vergel –graduado en Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana y vin­culado en Rusia, donde reside hace varios años, a importantes medios de comunicación–, obra que se lanzó en Bogotá dentro de la Tercera Feria Internacional del Libro, publicada por Ecoe y Ediciones el Mohán.

Vergel, también tolimense, escribe esta obra después de veinte años de investigar al personaje. En ella re­sucita Martín Pomala (o Jesús Antonio Cruz, su nombre de pila), poeta hoy olvidado, y grande en su época, a quien Luis Eduardo Nieto Caballero mencionó como el «verdadero cantor del Tolima».

Pomala fue condenado a la indiferencia de los nue­vos tiempos. Ahora su biógrafo, que no quiere dejar mo­rir a este muerto grande del Tolima, lo rescata de las sombras  sepulcrales. Como adelantándose a la ingratitud humana, anotó Pomala: “Es que la vida pasa! ¡Y la vida nos hiere con sus perversidades de bestia y de mujer!”.

¿Quién fue Martín Pomala? Veámoslo en sus rasgos ge­nerales. Hijo natural de la lavandera analfabeta Mer­cedes Cruz. En la escuela pública de su pueblo adelanta los estudios primarios, y luego consigue una beca para el colegio San Simón, de Ibagué, donde cursa hasta el tercer año de los secundarios. Se incorpora co­mo combatiente en la Guerra de los Mil Días y allí cae prisionero.

Su madre fue la gran adoración de su vida. Muerta ella, recibe duro golpe del que nunca se curaría. En Ibagué trabaja como empleado público. Se dedica además a la escritura y la lectura. Sobresale como la sorpresa literaria del momento. Felisa Carvajal, el inmenso amor de su vida, lo desdeña. A ella le dedica el poema Sangre, uno de los mejores de su producción. Las penas las miti­ga con licor.

Le sobreviene en 1916 la grave crisis de su salud que se conoce como «obnubilación ascendente». Es recluido en Bogotá en un manicomio, por espacio de siete años. Entre lúcido y lunático fabrica en el asilo versos a montones, que se pierden en su mayoría. Le canta al Sol: «Pa­dre Sol, ilumínanos. Padre Sol, ten piedad de estos lo­cos hermanos que a fuerza de dolor se están volviendo cuerdos».

En 1924 sale del asilo. Casi nadie lo reconoce. Se de­dica a vagar. Sufre hambres y maltratos. Viaja a Calarcá, a Caicedonia, a Popayán. A Guillermo Valencia le hace un gran reportaje. Se dirige a él como «Su Alteza Serenísi­ma y Maestrísima». El bardo de Popayán lo interpela: «No soy Alteza Serenísima. Diga usted: Excitadísima». De pa­so por Armenia se enamora locamente de Lola Botero, bella dama que no le corresponde. ¡Amor de poeta!

Menesteroso, abandonado y enfermo, se mueve como una hoja seca por las calles de Ibagué. Los años 50 son de dictadura y violencia. Y Pomala, antigobiernista decla­rado, proclama su socialismo y su rebeldía. El 20 de ju­nio de 1951 encuentran su cadáver, en alto grado de des­composición, por los lados del acueducto. Nunca logra es­clarecerse el crimen. Todo esto parece una ráfaga de ad­versidades del destino. En medio de ellas el poeta plas­mó su obra sobresaliente.

Errabundo, nostálgico y enamorado, y poseedor además de discreto tono de humor, Pomala había colocado en el poema Sangre esta pincelada sobre su dura existencia: “Tiempo después la suerte me arrojó del bohío. / Dije adiós al rebaño, a las selvas al río… / Y puesta ya en mis labios la sombra del bigote / me di a la aventura y me sentí Quijote”.

El Espectador, Bogotá, 19-V-1990.

 

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