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La primera alcaldesa de Yopal

sábado, 2 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En lengua achagua, yopo significa corazón. Y es un árbol nativo de los Llanos Orientales cuya altura puede llegar hasta 15 metros. Yopal, hoy capital de Casanare, tomó su nombre de aquel árbol maderable, por haberse encontrado allí un bosque sembrado de yopos.

Hace 40 años, cuando era un caserío carente de energía eléctrica y otros servicios elementales, Carmenza Murgueitio de Riaño fue su primera alcaldesa. Por aquellos días comenzaba la mujer a ocupar los puestos antes reservados a los hombres. Ella no nació en aquel sitio, sino en Calarcá. Su marido, el ingeniero de sistemas Carlos Riaño Medina, había establecido en Yopal la fábrica Gaseosas del Llano, lo que explica su viaje a aquella lejana geografía.

El origen de Carmenza Murgueitio es de Cali por el ancestro paterno, y de Calarcá por el materno (Patiño). A los tres años de edad, su familia se trasladó a Cartago y después pasó a Cali. Casada con un boyacense, se estableció en Duitama, y de allí se trasladó a Yopal. Mujer de armas tomar, pronto sobresalió en la población llanera por su ánimo emprendedor y su espíritu cívico.

Con ese talante, impulsó la fundación del primer centro social del municipio, el Club Casanare. Cuando el gobernador de Boyacá pidió a los notables del pueblo, en una crisis administrativa de la localidad, que escogieran un alcalde, ellos la postularon sin la menor duda. Así se convirtió en la primera alcaldesa de Yopal.

Antes de asumir el cargo se dedicó a leer cuanto libro, norma o código le permitiera tomar conciencia del oficio que iba a desempeñar. Puso su propio estilo y su mejor empeño para salir adelante y no defraudar al vecindario. Como en el Llano estaba, demostró su destreza para montar a caballo en agotadoras jornadas de trabajo, o para pasar en una tarabita por los ríos azarosos de la pampa, lo mismo que su capacidad para resolver problemas y realizar obras de beneficio común.

En Marquetalia, el barrio de prostitución, vendían placeres baratos 12 muchachas taciturnas que en el día se encerraban en su recinto de pecado debido al repudio que les mostraban en el pueblo. No podían entrar a los almacenes, ni a los restaurantes, ni a la propia iglesia, porque se les miraba como una peste pública. Como un terror. Sin embargo, sus mayores clientes eran los notables del pueblo, que les pagaban sus servicios con vales de lenta efectividad.

Visto lo cual, la alcaldesa las visitó en su sede, les dictó una conferencia y las animó a salir a la calle sin temores, vestidas en forma decente y sin hacer escándalos públicos. Les impuso un control sanitario que ella misma vigilaba todas las semanas en el hospital. El ambiente les cambió por completo. Volvieron a ser personas. El pueblo se sociabilizó con el capítulo inevitable de la prostitución.

La falta de corriente eléctrica la solucionó en parte con plantas de ACPM. Aún estaba lejos la posibilidad de contar con los servicios básicos. Organizó varias secadoras de arroz y adelantó planes de la reforma agraria. En los dos años que duró su mandato, la población obtuvo avance significativo dentro de las precarias condiciones de entonces.

Yopal tenía menos de 10.000 habitantes. Hoy pasa de 130.000 y es la ciudad que muestra el mayor índice de crecimiento en el país. Es un centro pujante, favorecido con las regalías petroleras que permiten gozar de las ventajas del modernismo.

Al evocar los cuarenta años que han corrido desde su alcaldía, la amiga me comenta que nunca pensó, por supuesto, que aquel estrecho caserío iba a llegar tan lejos. Así evolucionan algunos municipios y se transforma el país. Y así dejan su huella personas que como Carmenza Murgueitio han hecho de la administración pública una tarea honesta y laboriosa al servicio de la comunidad.

El Espectador, Bogotá, 14-IX.2012.
La Crónica del Quindío, 15-IX-2012.
Eje 21, Manizales, 15-IX-2012.

*  *  *

Comentarios:

Excelente esta mujer, así es que debe actuar un gobernante.  Yopal hoy en día sufre por el problema del agua potable. Según sus propios habitantes, hoy pasa por la situación que se vivía hace 20 años, es decir, un retroceso mayúsculo. ¿Donde están las regalías? ¿Por qué hay todavía paramilitares en Yopal? Las personas de bajos recursos no pueden adquirir lotes en el centro de la ciudad porque se volvió exclusivo y costoso. Los nativos no pueden acceder a los mejores centros educativos superiores porque no tienen los mismos ingresos que un petrolero, cuando en una ciudad que recibe regalías la educación debería ser gratis. Señor columnista, no podemos vivir del pasado. keichik1 (correo a El Espectador).

Fue tan grande lo que hizo esa mujer por esa hermosa ciudad que ni los últimos diez alcaldes han sido capaces de destruirlo, con todo el empeño y la corrupción desmesurada que han puesto en lograrlo. El que Yopal lleve dos años sin un acueducto decente dice más de la nobleza de su gente que de la pujanza de sus gobernantes. Solo han pujado en favor de su bolsillo. verdemangobiche (correo a ElEspectador).

Nadie es profeta en su tierra, pero sí héroe en tierra ajena, y aquí en esta anécdota del escritor Páez está reflejado el valor de la mujer, el sentido común y el compromiso social con una región que solo ha esperado que sus gobernantes gobiernen, pero no que roben, como lo hacen hoy. pachoconsumo (correo a La Crónica del Quindío).

Como hermano menor de la exalcaldesa tuve la inmensa fortuna de vivir esa odisea. El haber vivido varios años de mi juventud bajo la protección de Carlos y  Carmenza en esa maravillosa yotrora idómita tierra tierra, llena de encantos y aventura, templó mi carácter, delineó mi futuro y todas las experiencias vividas dejaron perenne huella en mi persona y en mis recuerdos. Las ejecutorias que usted relata, y otras más, fueron muy valiosas para aquel pueblo que empezaba a descollar bajo el influjo de mentes que intentaron hacer industria y progreso en esas hermosas tierras. No se entiende por qué la página web de la alcaldía de Yopal no registra los nombres de aquellas personas que fueron sus dirigentes antes de ser Casanare departamento.  Jaime Murgueitio Patiño.

Recuerdo tantas veces haber hablado con la familia de la experiencias increíbles de mamá en Yopal, y varias veces haber mencionado el escribir un libro, o que mamá se volviera cuentista para relatar  las historias mágicas acerca de las creencias, cultura y experiencias que vivió.  Pero el tiempo fue pasando. Ahora, con este artículo en el que ella se vuelve protagonista, siento orgullo al tener en mi madre a esa mujer de armas tomar que lo fue como alcaldesa de Yopal, y que sigue siéndolo en su vida privada. Es una linda historia que vale la pena compartir, para destacar que no todos los líderes son malos, corruptos  o mediocres, y que también hay buenos y no sabemos valorarlos. Isabel Cristina Riaño Murgueitio.

Los suicidios nuestros de cada día

jueves, 31 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Una sociedad como la colombiana que registra cinco suicidios cada día, es una sociedad que debe formularse serios planteamientos. No puede considerarse el suicidio como un caso aislado, que solo les pasa a los demás, sino como un asunto social en el que todos estamos involucrados.

El año pasado se suicidaron 1.889 personas en Colombia. Son 25 casos más de los ocurridos en el 2010. Esta tendencia viene de tiempo atrás, con riesgo de poner cada año cifras más alarmantes, si nos atenemos a las continuas noticias que en estos días leemos en los periódicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que el suicidio es prevenible. Se trata, por eso, de “un problema grave de salud pública”, como lo califica Medicina Legal.

La mayoría de quienes en el 2011 se quitaron la vida eran adolescentes y adultos jóvenes cuyas edades estaban entre los 15 y los 34 años. Una tercera parte eran solteros y poseían un nivel educativo básico. Otro dato relevante que suministra la investigación dice que este 31,55 por ciento de suicidas jóvenes (596 colombianos) no tenía empleo. Lo primero que cabe anotar al respecto es que con esas vidas cortadas en plena edad de la producción y de la ilusión se frustraron muchas esperanzas. Y en segundo lugar, que el desequilibrio agudo o crónico en materia económica puede llevar a la desesperación, y con ella al suicidio.

En carta al presidente Santos publicada hace poco en su blog, dice lo siguiente Mónica Sánchez Beltrán, colombiana residente en Canadá y que vive atenta a la suerte de Colombia: “…le hablaré del caso que más me mortifica hace meses, cuando leí una pequeña nota de RCN, que dice que a los niños de las comunidades indígenas del Chocó el hambre los lleva al suicidio y también que, 8 de cada 10 de ellos, presentan signos clínicos de desnutrición crónica”.

Una de las causas más comunes para llegar a la tremenda decisión de quitarse la vida es la depresión. De hecho, se ha determinado que las dos terceras partes de quienes se suicidan sufren de dicha enfermedad, tan característica de nuestros días. Vivimos en un mundo de angustias, de retos desproporcionados, de injusticia e inequidad, de falta de oportunidades básicas, de crisis familiares y disolución de los principios, que genera grandes choques emocionales.

Leo en una información: “Los padecimientos psíquicos se encuentran presentes en 9 de 10 casos de suicidio; entre ellos, aparte de la depresión se encuentran también los trastornos de ansiedad y las adicciones”. Este es un enfoque que se hace respecto al mundo entero, donde cada 40 segundos alguien se suicida. En Europa el número de suicidios es alto frente a América Latina. Esto no disminuye la incidencia calamitosa que tal hecho produce en nuestra sociedad y en la vida de los hogares. Para apreciar mejor nuestra posición en el continente, debe saberse que la mayor tasa de suicidios ocurre en Cuba, luego en Brasil, y en tercer lugar en Colombia.

Se trata de un grave problema de salud pública que como tal debe ser tratado, y que los gobiernos han dejado avanzar con pasmosa indiferencia. Si conseguir en Colombia una cita médica o una medicina en el deshumanizado sistema de salud se ha convertido en un calvario para la inmensa mayoría de la población, qué no decir del tratamiento para el enfermo mental. Ese enfermo mental, agobiado por la depresión, la angustia, la ansiedad o las adicciones, puede ser uno de los 1.889 colombianos que se fugaron el año pasado del dolor y la indolencia.

En cuanto toca con los hogares, la alarma está en el caso del “suicidio silencioso”, ese que avanza, o se deja avanzar, en la soledad o el aislamiento, causado las más de las veces por falta de diálogo, de comprensión y afecto, y agravado por la ausencia de los padres o por los conflictos ciegos en la vida conyugal que conducen a infinitas desgracias.

El Espectador, Bogotá, 24-VIII-2012.
Eje 21, Manizales, 25-VIII-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 25-VIII-2012.

* * *

Comentarios:

Me llamó la atención su columna porque recientemente en nuestra institución sucedió un caso de este tipo con uno de nuestros estudiantes. Estoy elaborando un artículo sobre el tema que emitiremos en nuestro boletín. El fin es sensibilizar a los universitarios sobre este tipo de casos, recordarles que es importante dialogar antes de tomar estas decisiones, y anotar algunos mensajes que dejaron los papás de este joven. Edwin Orlando Henao Acevedo, asistente de comunicaciones DAES.

En 2005 un amigo mío  se suicidó; antecedente: su mamá, que era comerciante, había sido asesinada y desmembrada tiempo atrás. En 2007 otro muy buen amigo también lo hizo; antecedente: su mamá, que era abogada, fue asesinada. En 2009 otro amigo se ahorcó; antecedente: años atrás una de sus hermanas también se había suicidado. Recuerdo en Argentina el caso de Cynthia Tallarico que se suicidó luego de que su padre le prohibió ir al concierto de Guns´n Roses. Cuando Lina Marulanda se suicidó (en Bogotá) todos los medios por «respeto» no sé a quién evitaron usar la palabra suicidio, como si ese «pequeño» detalle cambiara las cosas. Hoax (correo a  El Espectador).

El país está gravemente enfermo y el Estado, las instituciones y los ladrones de la salud se hacen los de la vista gorda y el pueblo sigue muriendo, a veces por su propia mano. Inés Blanco, Bogotá.

Médicos y medicinas

jueves, 31 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Entre los diversos comentarios recibidos sobre mi columna El médico de hoy me llegó este de Pablo Ramírez Duque: “Con respecto a su artículo, me preocupa que generaliza y a todos los médicos nos mete en el mismo costal”.

Tiene razón: no todos los médicos incurren en el mismo grado de deshumanización a que ha llegado la medicina en nuestros días. La crítica se refiere a la medicina en general, y la honrosa excepción la ofrece buen número de galenos humanitarios que a pesar del transcurso del tiempo y la distorsión de las costumbres no han olvidado el juramento de Hipócrates. Si el doctor Ramírez Duque se encuentra en este caso, lo celebro.

La salud en Colombia pasa por una de las encrucijadas más serias desde hace mucho tiempo. Está en cuidados intensivos. La ley 100 de 1991 es la causante principal de los problemas protuberantes que registra el sistema de salud pública. Dice otro comentarista de mi columna: “Los médicos no tenemos la culpa del deterioro de nuestras condiciones de trabajo y también somos víctimas del sistema. Si esta lucha la perdemos los médicos, la perderá la sociedad”. Tal afirmación no puede ser más real.

El encarecimiento de las medicinas sufrió duro golpe con el régimen de libertad de precios decretado en el 2006. Esta medida, lejos de conseguir que las drogas fueran más accesibles al bolsillo de la gente, produjo el efecto contrario: se abrió el camino para las alzas desorbitadas que hoy se incrementan a cada rato y representan un alarmante método de explotación. Duele saber que Colombia es el país con los medicamentos más caros del mundo, como lo prueba un estudio de Health Action International.

Aquí un medicamento puede valer dos, tres, diez veces más… –qué horror– de lo que cuesta en los países vecinos. Así lo demostró Juan Gossaín en su crónica de El Tiempo titulada En Colombia es más barato un ataúd que un remedio. Uno de los  anuncios de Santos en su campaña presidencial fue el de reformar el régimen de la salud con medidas capaces de rectificar los errores cometidos en los últimos veinte años.

A mitad de su gobierno, seguimos lo mismo, o peor que antes. Las EPS se volvieron ingobernables y pueden causar un colapso de incalculables consecuencias. La nueva ley 100, abanderada por Santos (ley 1438 del 2011), terminó en tremendo fracaso.

En cuanto a las medicinas, se presentan dos extremos: si el enfermo es atendido por una EPS, el médico le receta medicinas baratas, a veces ineficaces, por ser a cargo de la entidad, cuyos gastos debe controlar el médico; y si se trata del servicio prepagado, se formulan drogas costosas (bajo la presión de los laboratorios), por suponerse que el paciente dispone de recursos para adquirirlas.

Muy mal anda el país cuando los pacientes tienen que obtener con tutelas el derecho a la salud. En 2011 se presentaron 105.947 tutelas, una cada cinco minutos, y el 67 por ciento fueron para reclamar servicios incluidos en el POS (El Tiempo, 5-VIII-2012).

Cuenta el médico Tulio Bayer en su novela Carretera al mar que al llegar el médico  al pueblo donde debía prestar el año de medicina rural, el boticario, que al mismo tiempo era el gamonal, le mostró las existencias de medicinas y le propuso este negocio: “Usted, doctor, se acuerda de formular lo que yo tengo aquí, y yo le daré el diez por ciento de todas las recetas”. A renglón seguido anotó: “Es un negocio que se hace siempre con los médicos que vienen a los pueblos”. El médico de la novela, que era el propio Tulio Bayer, había recibido dicha oferta en la vida real. Y se negó a aceptarla. Esto le costó su desgracia en el pueblo.

Años después, Bayer sería director científico de los Laboratorios CUP en Bogotá. Especializado en Farmacología en la Universidad de Harvard, aplicó los principios éticos que gobernaban su ejercicio profesional. Pero se encontró con un foco de corrupción en este laboratorio que tenía alto prestigio en el país. Se rebeló ante ciertas prácticas que quisieron imponerle, y fue despedido del cargo. Esta denuncia la hace  Bayer en su libro Carta abierta a un analfabeto político.

Los hechos anteriores sucedieron hace más de medio siglo. De entonces a hoy, por lo que se ve, las cosas no han cambiado.

El Espectador, Bogotá, 10-VIII-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 11-VIII-2012.
Eje 21, Manizales, 11-VIII-2012.

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Comentarios:

Uno podría pensar que esta columna es una más entre el montón de quejas sobre el sistema de «salud» que sostenemos entre todos, directa o indirectamente. Pero no. Cita vínculos interesantes, y recuerda una verdad de a puño: la plata es la que manda. Y la gente solo está al servicio de ella, no importa si con ello debe pasar por encima de la vida de otros, de la educación de los demás, de los derechos del resto, incluidos, curiosamente, los propios. Porque es chistoso, pero si quienes favorecen la corrupción y se meten en ella cayeran en cuenta que tarde o temprano ellos mismos (o sus familiares, amigos, seres queridos) caerán siendo víctimas de la acción mafiosa… lo pensarían un poco. Suesse (correo a El Espectador).

No creo que Santos cambie la ley 100, si su actual ministra de Salud formó parte en la creación del esperpento de dicha ley al lado de Londoño de la Cuesta. La salud gerenciada que nos impuso la ley 100 fue rechazada en Europa. Pedrito el antitraqueto (correo a El Espectador).

¿Saben cuáles son las tarifas que pagan las EPS a los médicos y laboratorios? La vigente del Seguro Social del año 2001. Así un profesional que se respete y estime no vende su alma y conocimientos que tanto le costó obtener,  por estas limosnas.  Juancala (correo a La Crónica del Quindío).

Y por qué cuestionar tal afirmación si el médico, un profesional que tiene que competir con resultados mas no con calidad para permanecer en el mercado, ha deshumanizado su labor para responder a los intereses de las EPS y entidades que solo buscan lucro pero no calidad y menos respeto por la vida y salud de los pacientes. Antonioruizvelez (correo a La Crónica del Quindío).

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El médico de hoy

jueves, 31 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hipócrates (siglo V a. C) creó su célebre juramento como la primera lección que impartía a sus discípulos para inducirlos al ejercicio de la medicina. Con el correr del tiempo, se estableció que dicho juramento de carácter ético y humanitario debían pronunciarlo quienes se graduaban de médicos, ante sus compañeros de profesión y ante la comunidad.

Hoy el juramento tiene sentido histórico, y dejó de ser real. El médico actual no es el mismo médico de la antigüedad. La medicina se deshumanizó. El espíritu samaritano que practicaban los discípulos de Hipócrates, y que se extendió miles de años después, se fue apagando, por lo menos en la cultura nuestra, durante la segunda mitad del siglo XX, hasta llegar a su desaparición en el mundo moderno.

A esa conclusión llega el reconocido médico Fernando Sánchez Torres en reciente artículo publicado en El Tiempo. El galeno de hoy, que se mueve en un mundo tecnológico, acelerado y mercantilista, y que carece de tiempo y sensibilidad para dedicarle demasiada atención al paciente, ya no es, no puede ser, aquel profesional humano de la época de Hipócrates.

“La deshumanización ha sido la mayor desgracia que ha podido ocurrirles a los pacientes y a la medicina misma”, comenta Sánchez Torres. Y advierte que “el médico sin humanitarismo, carente de compasión frente a las desgracias ajenas, jamás podrá ser médico de verdad”. Tremendo juicio expresado por una autoridad médica del ayer no tan lejano, en quien prevalece, sin duda, el modelo hipocrático, por más desalojado que este se encuentre en la era moderna, la de las máquinas portentosas que no tienen necesidad de consentir al enfermo. Los resultados los da hoy la ciencia computarizada con precisión desconcertante.

Los aparatos desplazaron al médico, el que se volvió esclavo de ellos. De ahí su distancia física y espiritual del paciente. Solo falta que los aparatos del mañana, que ya se ven llegar, formulen los medicamentos. Cuando esto ocurra, el médico quedará relegado a una figura histórica, a una leyenda, como el propio juramento de antaño que terminó extinguiéndose en el mundo globalizado y vertiginoso de la época presente. Época que con todo y sus prodigios cibernéticos, y el descubrimiento de enfermedades y los avances científicos, no puede ignorar la naturaleza humana. Pero la ignora, y ahí está lo más delicado del problema.

Lo grave es que la máquina no puede llegar al alma de las personas: a los  temores y angustias, a las ansiedades, a la sensibilidad, a la autoestima. De la misma manera, el paciente no puede ser un simple mapa de enfermedades que se miran por el “ojo mágico” de los aparatos, sino que necesita comprensión y calor humano. El “ojo clínico” de la medicina antigua duerme hoy en el baúl de los recuerdos.

Veamos el caso de las gemelas que nacieron en Bogotá con parálisis cerebral, hijas de Benjamín Romero y Paola Gómez, y que llevan tres años sometidas a pésima atención de los servicios médicos que debe prestarles la IPS de Saludcoop. Para obtenerlos, sus padres han tenido necesidad de entablar continuas tutelas y someterse a tratos denigrantes y al tortuoso camino de la tramitomanía.

Cuenta Paola, la madre, que un día en que le manifestó a una médica que los medicamentos formulados no producían efectos en sus hijas, la médica le gritó que las niñas nunca se iban a mejorar… Caso patético que refleja la deshumanización de la medicina.

En otro sentido, el médico de hoy no recibe la necesaria retribución económica por sus servicios, lo cual, por supuesto, es injusto y contraproducente. Desde la ley 100, el Estado es culpable de esta falla protuberante que no ha logrado corregir ningún gobierno. Esto facilita los sistemas de atracción que ejercen algunos laboratorios mediante halagos económicos (viajes, regalos y otras prebendas), a cambio de que formulen determinadas drogas, de alto costo, que favorecen las finanzas de los laboratorios y lastiman el bolsillo de los pacientes. Esta falta de ética vulnera, de modo bochornoso, la moral médica.

Descanse en paz, Hipócrates, y no se le ocurra abrir los ojos a este mundo médico del siglo XXI que olvidó los principios y que por lógica se desentendió del paciente.

El Espectador, Bogotá, 3-VIII-2012.
Eje 21, Manizales, 3-VIII-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 4-VIII-2012.

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Comentarios:

De acuerdo. Todo eso es verdad. Pero hay más: con los avances de la tecnología, la gente cree que la medicina tiene que solucionar todas las enfermedades, y eso no es así. Hay patologías incurables y el dolor y la muerte son inevitables. En contraste, en la antigüedad la gente entendía la enfermedad como algo ineludible y la muerte era voluntad de los dioses. Los médicos eran artesanos que ayudaban un poco, pero eran las fuerzas sobrenaturales las que decidían. Y por eso los médicos de antaño decían: si no puedes curar, intenta aliviar el dolor; si no logras quitar el dolor, al menos intenta consolar (eso era lo humanitario).  Esparta (correo a El Espectador).

Soy médico y este artículo tiene solo un renglón de verdad, el pésimo salario que recibimos los médicos que en su mayoría son contratados por cooperativas ahora mal llamadas sindicatos, sin derecho a ninguna prestación laboral pero con toda la subordinación. Los gerentes de las EPS reúnen a los médicos y los presionan para disminuir el costo médico a cambio de no perder su trabajo, como en mi caso: 5 pacientes en una hora. ¿Cómo pretende usted que trabajemos bien, si ahora somos tratados peor que esclavos y cargamos con toda la responsabilidad, porque las EPS siempre se lavan las manos? Donald trump (correo a El Espectador).

La medicina se prostituyó cuando los médicos aceptaron que los laboratorios les paguen comisión por recetar las drogas que ellos venden. Es aberrante. Abcabc (correo a El Espectador).

Tanto el autor como el doctor Sánchez plantean una falsa contradicción entre la tecnología y el trato humano con el paciente.  ¿Qué cosa más humana que poder hacer un diagnóstico y un tratamiento correctos con la tecnología más adecuada? Gran parte de la clínica no tiene capacidad para realizar diagnósticos exactos. Otro problema es el del trato con el paciente, y este no tiene nada que ver con que el médico use la tecnología. Tiene que ver con su formación y con las condiciones concretas de trabajo: tiempo, remuneración, facilidades de trabajo, motivación, etc.  No es lo mismo la consulta privada que la institucional. La privada y la más costosa es de mejor calidad. La calidad cuesta. Epifanio (correo a El Espectador).

Al médico de hoy se le olvidó la clínica y basa su diagnóstico en máquinas (TAC, ecografía, RM). Por ejemplo, los ginecólogos hoy desconocen el tacto vaginal para evaluar un trabajo de parto. Ahora tienen la cervicometría para ver si el cuello uterino se está borrando. No saben usar el fonendoscopio de Pinard, ahora tienen monitores fetales, no saben diagnosticar un sufrimiento fetal, ahora necesitan doppler feto-placentario y ecografía de bienestar fetal. En otras palabras, los obstetras de hoy son técnicos cesaristas, porque ya no saben atender un parto vaginal. Pedrito el antitraqueto (correo a El Espectador).

Estoy de acuerdo con Sánchez Torres, no por lo que dice sino por su ejercicio ético de la profesión; me remonto veintinueve y treinta un años cuando como médico obstetra recibió a dos de mis hijos. Gracias por su prontitud y eficacia (aún siendo decano y después rector de la Nacional), gracias por el recuerdo que tengo del verdadero médico que sin gritos ni estrujones permitió la vida de las tres personas puestas a su cuidado en circunstancias de diagnósticos extremos. Usacabeza (correo a El Espectador).

El otrora médico familiar que asistía a todo el núcleo, inclusive en sus hogares, verdadero apóstol en su ejercicio profesional, se acabó, por las razones que usted tan bien expone en su columna.  Gustavo Valencia García., Armenia.

Sin duda la ley 100 y sus particulares afanes privatizadores ayudan a deshumanizar la medicina. Carlos A. Villegas Uribe, colombiano residente en Estados Unidos.

Muy buen enfoque el de esta columna. Sin duda encierra una velada crítica al neoliberalismo –gavirouribista– que volvió mercancías los bienes públicos sociales. No olvidemos que un gran pensador, Gaetano Mosca, dijo que «la política es la piel de todo lo demás». Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.

Desde la Historia de la Medicina y las lecciones de Don Pedro Laín Entralgo, incursioné en esta hermosa práctica: la ética médica. Dolorosa, pero real, la apreciación de esta columna. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Serenidad y entereza

jueves, 31 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Si el sargento Rodrigo García Amaya no hubiera procedido con el aplomo que demostró al ser agredido por una turba de indígenas en el cerro Las Torres, en Toribío, habría podido causar una tragedia de incalculables consecuencias. En esos momentos de tensión y provocación, cuando el país entero estaba pendiente de la conducta de los militares ante la notificación de los indígenas para que abandonaran el lugar, era cuando más se necesitaba ejercer un valiente equilibrio.

El momento no era nada fácil. Por el contrario, revestía riesgo extremo. El sargento García, comandante del Batallón de Montaña No. 8, de la Fuerza de Tarea Apolo, hubiera podido responder con las armas al ataque de la muchedumbre de indígenas que, cual una invasión de hormigas furiosas, subían por la montaña para desalojar de allí a los cien militares. Sobre los hombros del sargento (que en ese momento era un símbolo de la autoridad del país) caía toda la responsabilidad de la acción que se ejecutara, o dejara de ejecutarse por negligencia o miedo.

Una voz de mando para que la gente bajo su dirección se resistiera con las armas a la ofensiva de los exaltados indígenas hubiera sido suficiente para no permitir la expulsión del cerro. ¿Pero a qué precio? Una cosa era estar preparado para el asalto ya anunciado, y otra mantener la serenidad necesaria para no incurrir en actos que pudieran prender el polvorín y producir una catástrofe.

El militar, por la misma índole de su misión, lleva en la sangre una serie de reflejos instantáneos que rechazan la cobardía o la indignidad, e incluso la indecisión en momentos cruciales que exigen respuesta inmediata y acertada. Los códigos del honor y el valor son quizás los mayores factores que regulan la vida en la milicia. Tales códigos estaban en juego frente a la arremetida de los indígenas, que armados de palos y en algunos casos de machetes irrumpían por todas partes, con ánimo destructor e insurgente, para tomarse la base en medio de gritos y empujones.

Se necesita tener nervios de acero para controlarse en ese estado de agresión, donde la cólera de los atacantes los hacía cometer toda suerte de desafueros contra las fuerzas del orden. Esos nervios de acero los tuvo el sargento García al preferir las humillaciones a cambio del mantenimiento de un clima propicio para buscar fórmulas de arreglo. Mayor espíritu de tolerancia no se podía dar en semejante trance.

Los indígenas la emprendieron contra él con saña mayor, por ser el comandante de la base. Lo dominaron, lo arrastraron y golpearon. Su sentido del honor estaba vapuleado por el desborde de la furia y la sinrazón de un tropel de indígenas que por primera vez acudía a esos actos de violencia, que ningún beneficio aportan para su causa.

El sargento, como hombre de honor –pero teniendo presente el bien de la patria–, no pudo evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos. “No fue por rabia ni por temor –diría más tarde–. Fue por orgullo. Lloré porque no entendía cómo una comunidad a la que protejo y por la cual arriesgo mi vida me humillaba en esa forma y nos sacaba a mí y a mis hombres así”.

Hombre calmado, reflexivo y cauto, sin dejar de ser valiente, ha dado ejemplo de ecuanimidad en el buen ejercicio del mando. Del mando militar y del mando civil. Su valor consistió en saber manejar la adversidad. El conocido refrán “lo cortés no quita lo valiente” tiene cabal aplicación en su caso. Este acto de serenidad y entereza le otorga el título de héroe. Como tal lo proclamó el presidente Santos y lo  ovacionó el Congreso de la República.

Por lo demás, los militares regresaron luego al cerro Las Torres, cubiertos de gloria y de la admiración de los colombianos. Hoy las conversaciones entre el Gobierno y los indígenas se adelantan en armonía. Ojalá de ellas salgan hechos positivos y duraderos, que resulten tan sabios como el proceder –creo que sin antecedentes– del sargento García.

El Espectador, Bogotá, 27-VII-2012.
Eje 21, Manizales, 27-VII-2012.
La Crónica del Quindío, 28-VII-2012.

* * *

Comentarios:

Hombres de honor así deberían estar en la línea de mando de los oficiales. Que le den la oportunidad de ir a la escuela militar. Se lo merece y el ejército podría ganar a un buen oficial.  carisma (correo a El Espectador).

En este país de chapuceros e improvisadores, cómo llama la atención una persona bien entrenada y disciplinada. El sargento debiera ser la norma, no la excepción. Ar mareo (correo a El Espectador.

Es que los indígenas están cansados de los atropellos de los militares y de un gobierno que se acuerda que existen cuando los necesita. Bien por los indígenas que siendo mayoría no se aprovecharon de eso, como sí lo hace el ejército cuando se encuentra con un puñado de campesinos, de indígenas o de familias indefensas. A los que hay que rodear y proteger es a los indígenas.  Bien por el soldado que tuvo ecuanimidad, es de lo rescatable en mucho tiempo por parte del ejército. Ánimo, indígenas, sigan con su lucha, es muy justa. eradelhielo (correo a El Espectador).

Hay muchos estudios serios sobre la expansión de los latifundios de los terratenientes a expensas de las tierras de los indígenas y el papel nada glorioso del ejército y demás fuerzas del Estado en ese despojo sistemático. La Historia no se nutre con anécdotas ni un acto de serenidad aislado glorifica a una institución corrompida. El hecho histórico fundamental es la manifestación de rebeldía y desconfianza de las comunidades contra quienes dicen protegerlas. Los soldados regresaron cubiertos de gases, no de gloria y admiración. TierrAjena (correo a El Espectador.