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Volver al campo

viernes, 20 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

El mayor problema que tiene Colombia es el de los desplazados. Se calcula su número en 5,5 millones, mientras el de toda América Latina es de 5,8 millones. Fuera de que la gran mayoría de personas que sufren este flagelo en la región pertenecen a Colombia, somos el país con más desplazados en el mundo.

Esta deshonrosa situación fue revelada en informe que acaba de conocerse en Ginebra. Según el Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno (IDMC), el año pasado huyeron de sus hogares 230 mil personas. Otro tipo de desplazamiento es el de los colombianos que se refugian en otros países, cuyo número se calcula en 400 mil. Desde hace muchos años, lejos de aplacarse esta calamidad, ha crecido hasta las cifras alarmantes que nos sitúan como una nación manejada por la brutalidad.

Otro aspecto dramático es el de la población infantil. Hoy, de cada 5 víctimas de la guerra, una es menor de 12 años, es decir, 1,2 millones de niños afectados por el conflicto armado. La violencia colombiana viene desde mediados del siglo XX, y durante este trayecto se han perpetrado toda clase de sevicias, asesinatos, despojos de la tierra, vejámenes y atrocidades como pocos pueblos han tenido que padecerlos.

La abolición de la esclavitud –en 1851– es letra muerta para muchos colombianos.  ¡Qué mayor esclavitud que la del hambre, la desnutrición, la carencia de techo, de educación y trabajo, la desprotección de la salud, el éxodo apabullante hacia los centros urbanos! Mientras tanto, detrás de las caravanas que huyen de sus parcelas y rompen a la fuerza sus raíces ancestrales, queda un reguero de muertos y un panorama de pavor.

Ahora que se habla del final de la guerra y se sabe de los avances que surgen en La Habana para alcanzar la paz, los desheredados de los territorios más sacrificados por el terrorismo en los campos –Nariño, Cauca, Valle y Chocó– perciben una lánguida luz que les hace abrigar la esperanza de volver a la vida familiar que les arrebató la crueldad humana.

Los diálogos que se adelantan entre el Gobierno y las Farc han de mirar, ante todo, hacia la Colombia destrozada por el odio, la maldad, la locura y el apetito de riquezas. Ha llegado el momento de reconocer las culpas y resarcir a las víctimas. El ambiente se presta para que así ocurra. El mundo tiene puestos los ojos en estos diálogos productivos, mientras grandes líderes expresan su voz de respaldo al presidente Santos, que en acto de valor y audacia nunca antes visto ha logrado emprender semejante empresa redentora. Entre tanto, algunos ánimos exacerbados –con el expresidente Uribe a la cabeza– tratan de entorpecer lo que es más conveniente para Colombia.

Son grandes los escollos que hay que superar, titánica la tarea de ponerse las partes de acuerdo, abrupto el camino para que los depredadores devuelvan las tierras mal habidas, pero no es imposible el acuerdo para que al fin se haga justicia y se propicie la paz de los campos. En los campos está la paz de Colombia.

Los desplazados deben volver cuanto antes a sus tierras. Al hacerlas producir con los planes de desarrollo que es necesario implementar, y con la reconquista del bienestar familiar que debe prodigarse a estos habitantes marginados de la sociedad, resurgirá una Colombia nueva: la Colombia agrícola que dejamos perder.

Falta una mano mágica para despejar la negra noche en que ha vivido el país durante medio siglo. Quizás ha aparecido esa mano. Sin embargo, muchos no quieren verla. ¡Y que florezcan las cosechas!

El Espectador, Bogotá, 7-VI-2013.
Eje 21, Manizales, 7-VI-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 8-VI-2013.

* * *

Comentario:

Cuando escucho las cifras del Dane, la reducción del desempleo, cuando me entero del maravilloso país que muestra el gobierno en el exterior, por ejemplo, en la reducción de los niveles de pobreza, lugar ideal para invertir, me pregunto: ¿Dónde vivo? Ese país no es Colombia. Colombia es el país descrito en la página Volver al campo, donde tenemos una esclavitud con otro tipo de cadenas. Creo que los grilletes son aún más fuertes. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Siervos sin tierra

lunes, 16 de diciembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Al regresar Siervo Joya del ejército se encuentra con la noticia de que su familia ya no posee la tierra que cultivaba. La guerra entre liberales y conservadores, en época durante la cual este campesino boyacense desea laborar su propio terruño, hizo insufrible la vida rural del país. En tales días, los gamonales y terratenientes despojaban de los predios a sus legítimos dueños en nombre del partido de turno.

La historia narrada por Eduardo Caballero Calderón en su novela Siervo sin tierra tuvo lugar en los años cincuenta del siglo pasado, años de atroz violencia partidista, y parece escrita para los días actuales. Solo han cambiado los nombres de los usurpadores de la tierra, que ya no son ni los conservadores ni los liberales (hundidos hoy en otros afanes), sino los guerrilleros, los narcotraficantes, los paramilitares y los terratenientes. El problema se agrandó.

Lo que hace el escritor de Tipacoque no es otra cosa que presentar el drama de los campesinos de todas las épocas, víctimas de la barbarie que se enseñorea de los campos, se apodera de los bienes ajenos y siembra el terror y la muerte. Los campesinos son los eternos desposeídos. Los huérfanos de todos los gobiernos y de todos los políticos.

Ahora el tema del día es la reforma agraria. La misma reforma que se intentó hace ochenta años en el gobierno de López Pumarejo, y que otros gobernantes han pretendido efectuar, siempre con resultados nugatorios. El problema, lejos de resolverse o por lo menos aminorarse, ha echado raíces cada vez más profundas. Tan oscuro es el panorama, que no se conoce a ciencia cierta cuál es el número de desplazados que han salido de los campos para refugiarse en los centros urbanos. Unos hablan de tres millones, otros de cinco. De todas maneras, una realidad lacerante, dramática e insoluble.

Tampoco se conoce la cantidad de tierra usurpada. Millones de hectáreas, por supuesto, que configuran todo un estado de injusticia e insensibilidad social en este territorio feraz –e inexplotado– donde los abusos, los atropellos, las impunidades y las desigualdades nos señalan como uno de los países más injustos e inequitativos del mundo. Si en poder del Mono Jojoy se han descubierto quinientas mil hectáreas (muy bien guardadas), puede calcularse la dimensión de estos despojos a lo largo de cien años de soledad.

Durante los tres meses de discusión que lleva el asunto agrario entre el Gobierno y las Farc ha salido a flote la necesidad de actualizar el catastro rural, establecer el censo de los desplazados y ejecutar la reparación de los daños. Si la conducta de las Farc ha sido siempre evasiva, sería poco lo que podría esperarse de ellas cuando se trata de poner las cartas sobre la mesa. Sin embargo, no hay nada imposible.

Andan en buena dirección las acciones oficiales que buscan rescatar las propiedades camufladas a nombre de testaferros, de abogados de mala fe y de los propios usurpadores, para restituirlas a sus verdaderos dueños y conseguir la reforma agraria que ningún gobierno ha podido realizar. Mientras tanto, la población campesina vive atemorizada ante las amenazas de los grupos ilegales que no desean la paz de los campos.

Como idea central está el banco de tierras, entidad que se anuncia voluminosa y operante, y que ojalá no se convierta en una utopía más, en una falacia más. Esta ilusión hace soñar a las multitudes de desposeídos de todo el país, que han creado cinturones de miseria en los suburbios y en los semáforos de las capitales.

Siervo Joya no ha muerto. Es ese lánguido personaje que pulula hoy por las calles, sacado de una novela magistral de los años cincuenta, y que se trasladó a nuestros días con el inri infamante con que la sociedad, que somos todos, castiga a los millones de siervos sin tierra que aún confían en una esperanza de vida, en medio de oprobios, de balas y de tinieblas.

El Espectador, Bogotá, 1-III-2013.
Eje 21, Manizales, 1-III-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 2-III-2013.
Red y Acción, Cali, 12-III-2013.

 * * *

 Comentarios:

Traer a nuestros días la remembranza de Siervo sin tierra, la obra del maestro Caballero Calderón, es mostrar que el problema agrario en Colombia nunca recibió la necesaria atención. Por eso la cadena de delitos que genera la rapiña por la tierra y que la actitud pusilánime de los gobiernos desencadenó en la grave realidad en que hoy se encuentra. Ojalá las intenciones pregonadas por el actual gobierno conduzcan a hacer justicia a los campesinos despojados, víctimas de tropelías toleradas. Es una labor titánica, si sabemos del cúmulo de intereses y de mezquinas ambiciones a enfrentar. Gustavo Valencia García, Armenia.

He poematizado el mensaje de Siervo sin tierra y El Cristo de espaldas, novelas estudiadas en mi Universidad de Greensboro antes de invitar a USA a Caballero Calderón gracias a mi espíritu colombianista que el autor agradeció epistolarmente. Ramiro Lagos, Greensboro.

Este artículo nos lleva a esas épocas aciagas que no quisiéramos repetir, pero Siervo Joya  sigue vivo.  Se me viene a la memoria el famoso tango Cambalache, cuya historia no pasa y todos los días se vuelve de más actualidad; parece escrito y compuesto en el presente de nuestro país. Jaime Vásquez Restrepo, revista Mirador del Suroeste, Medellín.

Al elegir a nuestros gobernantes nos hemos equivocado: no nos han defendido y han aprovechado su cuarto de hora para enriquecerse. Boricua71 (correo a El Espectador).

Recomiendo la lectura de Siervo sin tierra. Es deprimente y triste, pero así vive una gran porción del campesinado colombiano. Así lo engañan y agreden. preocupadoporcolombia (correo a El Espectador).     

El ping-pong de la salud

lunes, 4 de noviembre de 2013 Comments off

Por. Gustavo Páez Escobar

Vladdo publica en Semana, dentro del ámbito de un confesionario, la caricatura que lleva por título Sentencia anticipada, donde sucede la siguiente conversación:

–¿Qué te hace pensar, hijo, que no tienes salvación?

–Es que tengo cita en una EPS.

Esta parodia dibuja el ambiente que se vive en los organismos de salud pública del país. El más reciente suceso es el ocurrido a José Ángel Chíquiza, quien el pasado 16 de octubre murió en una EPS de Bogotá (Comfacundi: Caja de Compensación Familiar de Cundinamarca), por falta de atención médica a la dolencia crónica que padecía. El paciente pertenecía a la EPS Salud Cóndor, la que, debido a graves negligencias, entró en liquidación. Sus cerca de 370.000 afiliados quedaron en el limbo, ya que el traslado a otras EPS sufrió serios trastornos.

Chíquiza se presentó a la nueva entidad (Comfacundi) para solicitar la autorización de la diálisis que debían practicarle al día siguiente, la que se le venía prestando tres veces a la semana. Esta vez no lo atendieron por no aparecer su nombre en la base de datos. Y lo citaron para el viernes siguiente. Al presentarse el viernes, volvieron a diferírsela para el martes siguiente, pues su nombre seguía ausente de los registros. No valió que presentara el carné y otros papeles, ni que expusiera la gravedad de su caso. Era como si les hablara a las paredes, en medio del caos que allí reinaba, y sobre todo de la indolencia con que lo trataban.

El nuevo martes, a las cinco de la mañana, un amigo suyo hizo fila en Comfacundi, disputándose el turno con muchísima gente, y cuando al fin logró que lo oyeran para  implorar la nueva cita, le dijeron que debía venir con el paciente. Esto era inaudito, inhumano, incomprensible. Nadie entendió que el enfermo era diabético, estaba grave y vivía en Bosa. Para los insensibles administradores de la salud solo valían los sellos, los trámites sin sentido, ¡la inefable base de datos!

Así fue como dejaron morir a José Ángel Chíquiza en una silla donde buscaba con desespero, con la última esperanza de vida, obtener el turno para que le aplicaran la diálisis que le negaron, una y otra vez, los obtusos agentes de la salud que carecen del más mínimo sentido humano y que a nombre de la entidad –tan insensible e inoperante como ellos– son capaces de cometer los mayores actos de crueldad.

Ya muerto este sencillo y digno ciudadano del montón, enfermo de insuficiencia renal desde 15 años antes, viene el juego de ping-pong que en este país de las monstruosas inequidades, y de las iniquidades sin cuento, suele seguir a los desastres, a las deficiencias públicas, a la persistente atmósfera de corrupción, impunidad y olvido.

La Defensoría del Pueblo anuncia una investigación penal contra la Secretaría de Salud del Distrito y contra Comfacundi por homicidio culposo; la Secretaría de Salud culpa a la EPS; esta le tira la bola a Salud Cóndor por no enviarle la historia clínica; la Superintendencia de Salud dice que podría cerrar la EPS si se comprueba negligencia en la atención del paciente; los empleados se culpan unos a otros… Mientras tanto, ¿al muerto quién lo resucita?

El campo de la salud parece irredimible. No ha llegado el Presidente que sea capaz de salvarlo. Lean esto: en el proyecto de reforma tributaria se contempla subir del 10 al 16 por ciento el IVA para la medicina prepagada, como  castigo para la inmensa cantidad de colombianos que han tenido que contratar el servicio particular ante la ineficiencia de las EPS a que tienen derecho. Es decir, pagan el doble o más de lo corriente ante la falla del Estado, y aun así se les anuncia un nuevo tributo. Esta es Colombia: el tercer país más inequitativo del mundo. Solo nos ganan Angola y Haití.

El Espectador, Bogotá, 26-X-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 27-X-2012.
Eje 21, Manizales, 27-X-2012.

* * *

Comentarios:

Esos casos tan lamentables ocurren con mucha frecuencia; los presentan en los noticieros de televisión, se anuncian las famosas «investigaciones exhaustivas» y… no pasa nada. Todo sigue igual o peor. Como usted bien lo anota, no hay presidente que se atreva a resolver esta situación. Dios nos proteja de una enfermedad grave que nos obligue a depender, en forma permanente, de esas entidades. La reforma total del sistema de salud, en Colombia, es una necesidad apremiante. Gustavo Valencia García, Armenia.

Me gustaría que usted y otros columnistas se encargaran de hacerle llegar al presidente Santos esta conclusión: la próstata de Juan Manuel Santos es privilegiada y el paciente está más sano que nunca. La próstata de Angelino Garzón seguirá el mismo camino. Pero ya en tierra, llegamos al caso del señor Chíquiza que representa a los millones y millones de ciudadanos de a pie que no tienen la ‘palanca’ necesaria para que su salud sea un derecho. agualongo (correo a El Espectador).

Tratar de buscar una cita, un horror. Si se la dan, peor, pierde usted todo un día, y si tiene remisiones posteriores, ni hablar. Ya adentro, la mitad de los 15 minutos es para llenar papeles, salir con hojas de exámenes no confiables, hechos con reactivos dudosos (incluso las mismas citologías, de las cuales se dice que ni la mitad son confiables), y donde seguramente le recomendarán que adelgace, se desestrese, o se tome las pastillas de siempre… ¡y listo! ¿Salud? ¡Ja, ja! Suesse (correo a El Espectador).

Andrea Marcela

lunes, 4 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Andrea Marcela salió de su casa a las 8:30 de la mañana. Iba a efectuar una llamada telefónica. Y no regresó. Tenía 12 años y era muy querida en el barrio El Milagro, de Tunja, donde residía.

Desde que el primero de octubre se supo su desaparición, las autoridades iniciaron su búsqueda en Tunja y en los municipios cercanos. Nadie dio razón de ella, y el caso se convirtió en un misterio. Una llamada a la Policía, seis días después, permitió localizar su cadáver, con signos de tortura, a un lado de la vía que conduce de Tunja a Villa de Leiva, en el lugar que por cruel ironía lleva el nombre de La curva del muerto.

Dantesco cuadro este de encontrar a la niña quemada y atacada por los perros. Muy poco quedaba de ella. Con solo pensar en esta escena, se obnubila la mente para admitir que semejante acto de salvajismo lo pueda cometer un ser humano. El ánimo se exaspera frente a este crimen horrendo. La persona que lo ejecutó no puede ser sino un monstruo que se arrastra por las cloacas de la degradación moral.

Ese tal –bestia o demonio–, que debió de consentir la idea con instinto abyecto y mente criminal, no merece sitio en el mundo. Es posible que la tendencia sádica se le haya incubado en el alma desde el propio hogar, que no supo inculcarle principios. Y es preciso reflexionar sobre la falta de valores que existe en el mundo y proviene de la deformación de la familia, de donde salen seres desadaptados y rebeldes que mañana pueden ser sicópatas u homicidas.

Las pruebas iniciales practicadas en los residuos corporales de Andrea Marcela no permitieron hallar signos de abuso sexual. Esto no descarta la posibilidad de esa atrocidad ejecutada en una niña de 12 años, a quien le fue sellada la sonrisa en pleno despertar de la ilusión. Conturbados y movidos por la indignación, 8.000 estudiantes marcharon por las calles de Tunja en protesta por el atropello y en solicitud de justicia.

Coincide este hecho con la celebración, este 11 de octubre, del Día Internacional de la Niña, declarado por primera vez por Naciones Unidas para llamar la atención sobre los maltratos, discriminación, violencia y abusos sexuales que se cometen contra las niñas en el orbe entero.

En Colombia, estremecen estos datos: de los 22.597 exámenes por presunto delito sexual practicados por Medicina Legal en el 2011, el 80 por ciento (18.077) correspondió a niñas; en el mismo año fueron asesinadas 214 niñas menores de 18 años; 458.947 niñas entre los 5 y los 16 años no reciben educación escolar; es alarmante el número de niñas que reclutan las guerrillas para violarlas y hacerlas esclavas sexuales.

En Mariquita, el pasado 18 de septiembre, Brillith Lorena González, de 14 años, que había recibido grandes traumas en su casa, apareció de repente armada con un revólver en la cancha de básquet del instituto donde estudiaba, y se suicidó en presencia de los profesores y los alumnos. El germen suicida lo llevaba incrustado en la mente desde mucho tiempo atrás: varias veces había llegado a su casa con pistolas de juguete, y un día se cortó los brazos con una cuchilla de afeitar.

Andrea Marcela fue sepultada en Soracá, municipio aledaño a Tunja. Su tragedia consterna a la sociedad boyacense. Sentimos vergüenza y pena por semejante ultraje a la inocencia y al derecho de ser niña. Esta mártir muestra el rostro –en pleno Día Internacional de la Niña– de la violencia que se ejerce contra ellas. Con el correr de los días, su caso pasará al olvido. Permanecerá, eso sí, una cruz en el solitario cementerio que se levanta al cielo pidiendo clemencia por la niñez desamparada. Por la niñez carente de afectos, de ilusiones y de horizontes de vida.

El Espectador, Bogotá, 12-X-2012.
Eje 21, Manizales, 12-X-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-X-2012.

* * *

Comentarios:

La verdad, uno no quiere empezar el día con este tipo de lectura. Pero tampoco podemos ocultar la penosa enfermedad que está corroyendo poco a poco a nuestra sociedad no solo en Colombia sino alrededor del mundo: una total degradación de valores morales y espirituales en todo sentido. Cada vez es más el abuso de todo tipo contra criaturas y mujeres indefensas, en todas partes: hogar, escuelas, trabajo… ¿Qué sacamos con tanto adelanto tecnológico, con tantos logros deportivos, con tantos éxitos comerciales, si nuestra sociedad está mentalmente podrida en su esencia? Menos mal que usted no comentó sobre el abuso de la guerrilla contra criaturas impúberes sometidas a crueles vejámenes con coerción y a la fuerza. Nos estamos carcomiendo moralmente de a poquitos. Luis  Quijano, colombiano residente en Houston.

Gracias por hablar por nosotros. Un tema tan doloroso suele ser  ignorado en las columnas de opinión. El asesinato de una niña boyacense me duele porque las siento de la familia. Gloria Romero.

Y en Estados Unidos conmociona el suicidio de Amanda Todd, una hermosa adolescente de 14 años que no soportó más el «bullying». El video en el que anuncia su decisión de quitarse la vida y los motivos que a ello la llevaron, parten el alma. Patecaucho Cibernético (correo a ElEspectador.com).

Gracias por escribir esta columna. Las niñas merecen atención y desvelo. Muchas son convertidas en madres de sus hermanitos porque los padres trabajan y se les dan responsabilidades que no les corresponden. Gracias de nuevo por fijarse en este tema y continúe informando sobre el caso para que no se olvide y se haga justicia. Cecilia Zárate (correo a ElEspecgador.com).

Los goles de la mafia

lunes, 4 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El anuncio de Felipe Gaitán, presidente de Millonarios, de devolver por lo menos dos de las estrellas ganadas por su equipo, revive el capítulo de la corrupción que vivió el deporte colombiano en los años ochenta del siglo pasado.

Orestes Sangiovanni, presidente del América, dice que esa idea es antijurídica. Por lo tanto, su organización no devolverá ningún título. Ramón Jesurún, presidente de la División Mayor del Fútbol Colombiano, aplaude la iniciativa de Gaitán, aunque reconoce que ese acto no está contemplado en ningún estatuto del fútbol.

Esto no lo ignora el presidente de Millonarios, pero su decisión va más allá de la letra de los estatutos: consiste en lanzar un mensaje moral para que la actividad deportiva no vuelva a tener las manchas que mostró en el pasado, cuando los narcotraficantes se apoderaron de los deportes como medio para lavar sus dólares sucios. Por aquellos días, Novarro, arquero argentino, denunció la infiltración de la mafia en el fútbol colombiano.

Esa época bochornosa fue denunciada por el periodista Fabio Castillo, jefe del equipo investigativo de El Espectador, en su libro Los jinetes de la cocaína (1987), un año después del asesinato de Guillermo Cano. Se trata de un documento valiente y estremecedor que bien vale la pena repasar en los tiempos actuales.

Señala Castillo que todos los organismos del deporte, incluso Coldeportes, estaban permeados por la mafia. Se acostumbraron a convivir con ella. Ninguno protestó, porque era más cómodo disfrutar del dinero fácil. Ese era el estilo del país. Hasta tal punto llegó la desfachatez, que Hernán Botero Moreno, principal accionista del Atlético Nacional, aparece en una foto exhibiendo un puñado de dólares ante el árbitro, durante un partido en el que su equipo fue derrotado. Botero, dueño entonces del Hotel Nutibara, poseía una firma importadora de éter al servicio del narcotráfico.

A esa época corresponde el episodio conocido como la “maleta de Fonseca”, donde se transportaron 250 mil dólares enviados por los hermanos Rodríguez Orejuela, propietarios del Club América (y vinculados al tráfico de cocaína desde 1975), para comprar el resultado de un partido de la Copa Libertadores de América. El alcalde de Bogotá, Diego Pardo Koppel, que había sido presidente de la División Mayor del Fútbol Colombiano, se retiró de la Alcaldía al conocerse su declaración en una corte de Nueva York en contra de las autoridades del país, que reclamaban ese dinero extraviado en la célebre maleta.

El Club Deportivo Los Millonarios fue controlado en la etapa inicial por Édmer (o Hermes) Tamayo, a quien se señala como propietario de un cargamento de 2.000 kilos de cocaína capturado en 1982. Después ingresó Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mejicano, como accionista mayor del equipo, quien pertenecía al Cartel de Medellín y era un terrible narcotraficante de aquella nefasta época. El Independiente Santa Fe estuvo bajo el control inicial del Grupo Inverca, de Fernando Carrillo, dueño de una cadena de droguerías que distribuían insumos para el refinamiento de la coca.

Parecidas historias tuvieron el Deportivo Independiente de Medellín, el Deportes Tolima, el Deportivo Pereira, el Unión Magdalena y el Deportes Quindío. Ningún equipo se salvaba del zarpazo de los capos prepotentes, cuyo poder llegaba además al boxeo, el automovilismo, el ciclismo, la hípica y los toros.

Mayores goles de inmoralidad no pudieron meterle al país los narcotraficantes. Esta sombra tétrica es la que lleva a Felipe Gaitán a lanzar para las nuevas generaciones una advertencia depuradora.

El Espectador, Bogotá, 5-X-2012.
Eje 21, Manizales, 5-X-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 6-X-2012.

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Comentarios:

Los caldenses nos jactamos de que el Once Caldas nunca ha recibido ese tipo de ayuda ilegal, y eso parece demostrarse con sus famosas crisis económicas que lo llevaron a tener que cambiar de nombre según la firma que lo sacaba de la olla; recuerdo al Varta, al Cristal Caldas y al Once Philips (era tan malo en esa época que la gente lo llamaba el Onsífilis). El respiro económico lo recibió cuando le metió al Real Madrid a Edwin Congo, que en su época costó 5 millones de dólares y que resultó ser tremendo cañengo. Pablo Mejía Arango, Manizales.

Mi punto de vista sobre la inane voluntad de devolver estrellas es que sería un acto apenas simbólico y sin trascendencia alguna (un saludo a la bandera, como hoy dicen). Mientras la droga tenga la demanda que tiene en Estados Unidos y en Europa, especialmente, solo podrá ser  controlada mediante su legalización. En algunos países de Europa cortaban los labios de los fumadores de tabaco. Recuérdese la violencia que generó en Estados Unidos la famosa ley seca, sobre el consumo de licores. Gustavo Valencia García, Armenia.

El acto moralmente correcto no es castigar a los jugadores o a los hinchas, sino poner en la superficie de qué manera el narcotráfico, con nombres propios, infiltró el fútbol y otras áreas de la vida pública. Este ya no sería un simple mensaje moral sino una acción concreta. No estaría de más que el columnista escribiera sobre la financiación actual del Envigado F.C. Xavierten (correo a El Espectador).

Pienso que el gesto del presidente de Millonarios ni quita ni pone a una oprobiosa y dolorosa realidad que vivió el país. Hubiera sido bueno hace 25 años, ya no. Igualmente tendría el América que devolver sus 5 estrellas, Nacional la Copa Libertadores, Colombia la clasificación al mundial del 90, Samper la presidencia, es decir, toda una serie de hechos que demostraron la doble moral y el cinismo de un país y sus dirigentes amangualados cómodamente con el narcotráfico. domingos da guía (correo a El Espectador).

Hoy, muchos años después, sigue siendo un deporte sangriento, violento, decadente y antisocial, por lo que promueve: violencia, irrespeto, antivalores. En sus graderías se encuentran pandillas, vándalos, delincuentes con sus cuerpos tatuados y totalmente drogados matando y muriendo por unos equipos que parecen principiantes. antonioruizvelez (correo a La Crónica del Quindío).