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Novela inédita de Tulio Bayer

miércoles, 8 de junio de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Cuarenta años han pasado desde la muerte en París del médico Tulio Bayer, autor de los siguientes libros: Carretera al mar (1960), Carta abierta a un analfabeto político (1968), Gancho ciego (1978) y San BAR, vestal y contratista (1978). Su vida fue intensa y combativa. Luchó contra los poderosos, sufrió persecuciones, cárceles y destierro, y nunca se detuvo en su protesta social.

Se le tachaba de loco, aventurero y rebelde. Tuvieron que pasar muchos años para que su nombre fuera rehabilitado. El prestigioso historiador Orlando Villanueva Martínez adelantó una exhaustiva investigación sobre esta vida meritoria, y en 2019 publicó dos libros muy bien documentados que cuentan quién fue en realidad este líder insurgente: Tulio Bayer, el luchador solitario, y Tulio Bayer, una vida contra el dogma.  

De paso, se enteró de que Bayer había dejado una novela inédita, Fineglass, escrita en París en mayo de 1968 –hace 54 años–. Localizarla no era fácil, ya que la viuda había muerto en Venezuela tras su regreso de París, y no quedaron rastros sobre los papeles dejados por su marido. Yo sabía de esta novela a través de mis cartas con Bayer, y estaba enterado de algunas correcciones que pensaba hacerle.

Villanueva se trasladó por propia iniciativa a Barranquilla con el fin de ubicar al médico siquiatra Alberto Galofre Franco, en cuya casa Bayer había forjado la obra más de medio siglo atrás, cuando descendió de la Sierra Nevada de Santa Marta, antes de emprender su viaje de destierro a París.

Pero Galofre había fallecido 12 años antes. Al mismo tiempo, Villanueva supo que una hija del siquiatra –Tatiana Galofre–, que era una niña cuando Bayer se hospedó en su casa, podía dar alguna información, pero vivía en Bogotá. Sin mucha esperanza, le dejó una tarjeta en el apartamento-consultorio que había ocupado su padre, al que ella le pasaba revista una vez al año.

La sorpresa fue grande cuando tiempo después el historiador recibió una llamada que le decía: “Soy Tatiana Galofre y ¡tengo el manuscrito de Fineglass!”. En efecto, Bayer había enviado desde París una copia de la novela, escrita el 8 de mayo de 1968. Novela que dio vuelta por varias editoriales y no logró su edición. Trata el caso siquiátrico de un homosexual enfermo, hecho que le había dado ocasión a Galofre para escribir un texto sobre la materia, el que a la vez le sirvió a Bayer de base para elaborar la novela citada, que acaba de publicar Villanueva, con su propio peculio, en la editorial Búho de Bogotá.

Es una defensa de la diversidad y el derecho a la diferencia sexual, situada en aquellos años fustigados por la sociedad y la conducta religiosa. La siquiatría estaba en pañales, y la acción de Galofre ante su universidad y sus compañeros de estudios fue denodada y valiente. Y tuvo como testigo y escritor de excepción a Tulio Bayer, siempre polémico y analítico. La novela es una deliciosa sátira que enfoca la naturaleza andrógina en los seres humanos. 

El Espectador, Bogotá, 4-VI-2022.
Eje 21, Manizales, 3-VI-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 5-VI-2022.

Comentarios

Maravillosa historia la de rescatar un libro, después de tantos años de escrito, sobre un tema prohibido en los 60. Felicitaciones al historiador Villanueva por dejar esta huella después de tantos años del fallecimiento de Tulio Bayer. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Una verdadera proeza la del historiador Orlando Villanueva Martínez al haber logrado recuperar los manuscritos de Fineglass gracias a los buenos oficios de la hija del médico psiquiatra Alberto Galofre Franco, los cuales entregó su hija Tatiana Galofre, para hacer posible su publicación en la editorial El Búho. El tema, por demás interesante. Inés Blanco, Bogotá.

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Adelaida

miércoles, 30 de marzo de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Desde hace 33 años supe que Helena Araújo se proponía escribir una novela andrógina. Esto lo leí en el reportaje que Ignacio Ramírez le hizo en Lausana, Suiza, donde ella residía desde 1971, y que él publicó en su libro Hombres de palabra (1989). Se da el nombre de andrógino a quien reúne los dos sexos. La escritora amplía el concepto: “El ánima es tu ser femenino, el ánimus, tu ser masculino. Santa Teresa, con esa virilidad que llevaba adentro, no hubiera podido escribir como lo hizo si no tuviera elementos andróginos. Y hay hombres de la nueva generación que, a su vez, están encontrando una salida para su femineidad”.

Esta novela póstuma fue editada por la Universidad Nacional en 2021, y se titula Adelaida: 1848. Se cree que gastó 10 años en escribirla. Helena nació en Bogotá el 20 de enero de 1934 y murió en Lausana el 2 de febrero de 2015, a la edad de 81 años. En aquella ciudad vivía desde 1971. Nunca regresó a Colombia. El exilio voluntario de 44 años se lo impuso a raíz de su separación matrimonial a finales de la década de los 60, hecho que desencadenó agudo conflicto familiar. A esto se suma el ambiente mezquino de la época, cuando la mujer carecía de identidad e importancia social.

Se rebeló contra las costumbres patriarcales y pacatas y rompió con su familia después de que la internaron en un manicomio en España, según lo revela Alberto Donadío en Semana de enero pasado. ¡Horror! Me es imposible entender semejante atrocidad. Por aquellos días ya había muerto su padre, Alfonso Araújo, eminente político, ministro y embajador, por quien su hija sentía gran admiración. Él no hubiera permitido ese acto.

Helena dejó de llevar el apellido de su madre (Ortiz): siempre se le conoció como Helena Araújo. Sáquense conclusiones. El sentimiento contra su propia clase social se refleja, sobre todo, en sus obras narrativas Fiesta en Teusaquillo, Las cuitas de Carlota, Esposa fugada y otros cuentos viajeros, y Adelaida: 1848. Además, es autora de numerosos ensayos en los campos literario y académico.

Radicada en Suiza, venció todas las barreras. Educó a sus 4 hijas y adquirió prestigio como escritora, conferencista, crítica literaria y profesora universitaria. Dueña de sólida formación en planteles de Colombia y Estados Unidos, salió adelante en las batallas de la vida. Sobresalió como gran abanderada de las causas femeninas.

Entablé correspondencia con Helena en 1990. Sentí mucha admiración por su carácter, su valentía, sus libros, su sentido humano y su espíritu social. Le dediqué varias columnas. En la titulada Helena Araújo, la gran ausente (24-II-2015), deploré, con hondo pesar, la noticia de su muerte. Más tarde me enteré de su novela andrógina, que adquirí en la librería de la Universidad Nacional. Ameno texto ambientado en la Nueva Granada y en la Suiza de mediados del siglo XIX, y elaborado con gracia, humor, agilidad y la sensibilidad crítica que caracterizó toda su obra. Adelaida es Helena Araújo.

El Espectador, Bogotá, 26-III-2022.
Eje 21, Manizales, 25-III-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 27-III-2022.

Comentarios 

Soy Nicole, la tercera hija de Helena Araújo. Siempre que alguien escribe sobre mi mamá o una de sus obras me pongo feliz, y me la imagino leyendo el artículo o la reseña con su sonrisa. Alguien que escribe sobre Adelaida me parece todavía más valioso. Una obra póstuma de la cual no se puede  conversar con Helena. Yo sí pude, sobre todo en los últimos tres años. Cada mañana de esos veranos le pedía noticias de Adelaida, quien acabó convirtiéndose en un personaje vivo y muy presente. De eso tengo buenísimos recuerdos. Nicole Albrecht Araújo, Lausana, Suiza.

Me pondré en la tarea de ubicar sus obras. Miré por Google y la conocí, una mujer elegante y bonita. Además de escritora, catedrática y crítica literaria. Olvidada en Colombia. Inés Blanco, Bogotá.

Complementé la nota sobre Helena Araújo con las biografías cortas que encontré en la red. Así como la de su padre. Brillante carrera la de la escritora, quien infortunadamente dejó al país durante mucho tiempo. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

La vida de esta escritora es muy interesante: una mujer llena de matices. No le tocó fácil, y el escrito describe la valentía y sus logros tanto en el ámbito familiar como en la literatura. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Libros emplumados

miércoles, 2 de marzo de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

La primera noticia sobre La Serpiente Emplumada, editorial de Carmen Cecilia Suárez que tiene su sede en el barrio La Candelaria de Bogotá, la obtuve por medio de La agonía de una flor, novela publicada por Fernando Soto Aparicio en 2010. He leído más de 10 obras de esta serie, como Otto, el vendedor de música, y La alegoría del sueño, de Mauricio Botero Montoya; o Un vestido rojo para bailar boleros, de Carmen Cecilia Suárez, texto que a ella le dio renombre desde su aparición en 1988.

Carmen Cecilia, doctora en Educación y magíster en Psicología Educativa, fundó su empresa en diciembre de 2000 y ha publicado alrededor de 120 títulos, los que se distinguen por su calidad y esmero editorial. Ha participado con honores en ferias del libro en Guadalajara y Frankfurt y ha obtenido reconocimiento en otros escenarios. La función editorial se desempeña a través de nueve colecciones: narrativa, poesía –la que lleva el nombre de Laura Victoria–, libros para niños, libros sobre culturas ancestrales, libros de nuevos narradores…

El nombre de La Serpiente Emplumada fue tomado de la cultura maya y significa “sabiduría y transformación”, lema que orienta la política bibliográfica de la entidad. Bajo ese rumbo, esta cumplió 21 años de labor continua y logró superar la crisis causada por la pandemia.

Paso a referirme a dos libros recientes: Cantos de oscuridad, naturaleza y vida, de Pablo Arturo Pinilla Rincón, y Mito, el fabricante de sueños, de Marco de León Espitia. El autor de Cantos es un enamorado de la naturaleza, los animales y la vida. Poeta y soñador, fabrica parábolas, mitos, leyendas y fábulas, y dialoga, en lenguaje expresivo y sensual, con los seres vivos del universo ecológico y con su propia alma receptora de belleza y emoción.

En los poemas Sirena encallada y Las ranas gemelas, Pinilla expresa el tono emotivo y conceptual que es premisa de su libro ecologista y lírico. Lo más acentuado de la obra es su compenetración con las maravillas de la naturaleza.

De León, el autor de Mito, es médico, músico y escritor, y crea en su novela un personaje singular que descubre un campo en el mundo –en su Montería natal– para conjugar el destino en un taller de radio y televisión oculto en su residencia y convertido en su razón de ser. Personaje singular que se mueve entre tubos, cables y objetos afines, o sea, entre la cotidianidad del oficio.

Sin embargo, encuentra espacio para soñar, filosofar y crear su universo mágico, movido no solo por la materia prima de su trabajo, sino por la fantasía y la imaginación. El relato transcurre con el fondo de la lluvia, que parece una lluvia eterna, mientras se escucha bramar el imponente río Sinú y crepitar la propia historia de la población. El libro es un canto al pueblo que el escritor lleva en sus intimidades estremecidas por las golondrinas muertas de otra época, como un susurro de la evocación y una justificación de la vida.

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El Espectador, Bogotá, 26-II-2022.
Eje 21, Manizales, 25-II-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-II-2022

Medio siglo en las letras

miércoles, 8 de diciembre de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

En 1971, siendo gerente de un banco en Armenia, publiqué mi primer libro, la novela Destinos cruzados, escrita en Tunja a los 17 años, y que vio la luz en medio de la expectativa de los escritores quindianos, que dudaban de la idoneidad del escritor en ciernes. En efecto, las cifras y las letras nunca han sido compatibles. Se rechazan, aunque a veces se dan la mano. Ese mismo año, el Magazín Dominical de El Espectador publicó con honores mi primer cuento, El sapo burlón, dentro de un concurso promovido por el periódico. 

No quiero despedir el 2021 sin celebrar con mis amables lectores el medio siglo cumplido en el arduo y al mismo tiempo gratificante oficio de escribir. Es el oficio más bello del mundo, y también el más solitario. Mis primeras lecturas en Tunja, ciudad propicia para el sosiego y la reflexión, fueron Madame Bovary y La prima Bette, integrantes de la serie Grandes novelas de la literatura universal, de la editorial Jackson de Buenos Aires.

Esa fue mi primera biblioteca, que siempre me ha acompañado, y está constituida por 32 volúmenes y 62 novelas ejemplares. Conforme avanzaba por el mundo fantástico de la narrativa, más me mordía el gusanillo del escritor que dormía en mis venas. Y un buen día tuve el atrevimiento y el coraje, incitado por las obras maestras que devoraba noche tras noche, de ser también novelista.

Inicié Destinos cruzados en un cuaderno escolar que supo de mis vigilias y mis ardores literarios, hasta que un año después tuve que suspender el proyecto novelístico, que ya iba en el 80 %, para trasladarme a la selva del Putumayo, donde continué mi vida laboral. A mi regreso, recuperé el bendito borrador que estaba escondido, como un huérfano indefenso, en el fondo del baúl protector donde por poco se extingue bajo la humedad del clima tunjano.

Años después, Fernando Soto Aparicio conoció la novela, ya editada, y se interesó por llevarla a la televisión, como en efecto ocurrió: con ella inició RCN, en 1987, sus telenovelas nacionales. “¡Lo que puede la edición!”, dijo el poeta chocoano Ricardo Carrasquilla (1827-1886), quien nos anima a los “pobrecitos escribidores” –en palabras de Larra– a no quedarnos inéditos. En mi caso, esto se traduce en 13 libros  publicados y 2.000 artículos de prensa.

Quien quiera ser escritor debe saber que este no es un camino de rosas. Al revés, lo es de espinas, privación y sacrificio. Tarea exigente que reclama paciencia, consagración y altas miras para no conformarse con  la mediocridad de la vida y de la propia escritura. “Escribe con sangre –dijo Nietzsche–, y sabrás que la sangre es espíritu”.

Quiero celebrar este medio siglo con la evocación de las dos obras citadas, la novela y el cuento inaugurales, que constituyen el eje de toda mi producción. Y siguieron textos constantes trabajados con empeño, esfuerzo y rigor. Desde entonces, la mente no ha dejado de pensar.

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El Espectador, Bogotá, 4-XII-2021.
Eje 21, Manizales, 3-XII-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 5-XII-2021.

Comentarios 

Qué buen trabajo. Pero, sobre todo, somos tus lectores quienes más disfrutamos y nos beneficiamos con tu don para hacerlo. Has tenido una disciplina digna de imitar. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Bien celebrado el medio siglo con la magnífica reseña autobiográfica. Siempre te leo con atención y admiración. Esperaré la columna del siglo. Alpher Rojas, Bogotá.

Mis congratulaciones por su loable doble esfuerzo de trabajar, para algunos en asunto de precario esfuerzo mental –yo también lo viví y lo alterné con el emprendimiento–, y su dedicación intelectual. Es innegable la calidad de sus escritos. Enhorabuena. Atenas (mensaje a El Espectador).  

Cumplir las bodas de oro en el oficio y arte de escribir es un logro muy meritorio, pero haberlo logrado escribiendo bien, como es tu caso, es sobresaliente. Ese recorrido, como lo anotas en tu artículo, se hace con dificultades y a veces es tortuoso, pero a la postre gratificante. Para mí ha sido muy grato haberme encontrado, aunque tardíamente, con tus escritos y tu amistad y espero seguir disfrutando de ellos por mucho tiempo más. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Cincuenta años de amor, pasión y consagración al difícil y gratísimo oficio de escribir. Amén del feliz resultado de 13 libros y 2.000 artículos y todo cuanto vendrá de tu pluma inagotable. Este afortunado balance no es venido del azar, sino el resultado del impulso interior, la disciplina, la investigación y el gran placer de llenar cuartillas que se han convertido en letras de molde, para solaz espiritual y alegría para los lectores. Bien se dice que el escritor y el poeta y el artista, en general, son los cronistas del tiempo que les ha correspondido vivir. Brindo por la palabra, la soledad, la calidad y cualidad de tus obras, con el mismo regocijo con el cual fueron escritas. Inés Blanco, Bogotá.

Medio siglo dedicado a las letras constituye una proeza que pocos pueden igualar. Reciba el más entrañable abrazo en esta fecha tan especial para el inicio de su brillante carrera literaria. Gustavo Valencia García, Armenia.

Nos ha contado Gustavo Páez Escobar, columnista y escritor, colaborado de El Espectador, Eje 21y otras publicaciones de aquí y del exterior, que ha llegado a sus cincuenta años de vida periodística y literaria. Gustavo es boyacense-quindiano. Les ha dado lustre a las letras de esos departamentos y goza de reconocimiento nacional.

Sus novelas, sus ensayos –Biografía de una angustia, sobre uno de los grandes de la poesía colombiana, Germán Pardo García, es uno de mis textos de cabecera–, sus columnas, son un ejemplo del bien escribir. Su castigado estilo, el encuentro de la palabra clara y precisa para expresar su pensamiento y del personaje, cuando de novela se trata, lo hacen un paradigma en el periodismo y en la literatura. (De la columna Salpicón navideño, de Augusto León Retrepo, Eje 21, Manizales, 12-XII-2021).

La peste de Orán

martes, 24 de noviembre de 2020 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Si Albert Camus viviera en este momento sabría que el relato que hace en su novela La peste, publicada en 1947, tiene mucha semejanza con el drama que se vive hoy a consecuencia del cóvid-19. Dicha descripción tuvo como enfoque  la epidemia de cólera que diezmó a la ciudad de Orán, Argelia, en 1849.

La naturaleza del mal no ha variado. Si miramos hacia atrás, lo mismo ha ocurrido en todas las épocas de la humanidad con este tipo de contagio. Debe admitirse que el ser humano está condenado a una peste eterna, si bien aparecen curas transitorias para cada momento, que a veces destierran el flagelo durante años, pero no lo erradican: sufrirá una mutación y aparecerá con otro nombre.

En el caso de Orán, la población fue azotada por varias epidemias repetidas entre 1849 y 1947, antes de aparecer la novela de Camus. En la parte final de la obra, el novelista pone en boca del médico Rieux, quien como verdadero apóstol de la medicina estuvo al frente de los enfermos y los moribundos, esta terrible reflexión: “…él sabía que el bacilo de la peste ni muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles o en la ropa, que espera pacientemente en las habitaciones, las bodegas, los baúles, los pañuelos y los papeles…”

Sorprende la aguda penetración que Camus muestra sobre la epidemia arrasadora que en pocos días se extendió por el puerto de Orán y causó la desgracia de la comunidad, la que se encontró con la noticia de que una rata muerta traía desolación y muerte. La intensidad narrativa con que está plasmada esta obra maestra conmovió –y continúa conmoviendo– al mundo entero.

El suceso de Orán es similar al de la peste actual. Situados en Colombia, la gente oía sin mayor afán el rumor sobre la aparición del primer contagio en China, remoto lugar del planeta que no permitiría el vuelo del virus. Más tarde, se hablaba sobre la posibilidad de que el mal  se extendiera a otros países. Cuando llegó al nuestro, ya no era epidemia sino pandemia. Aun así, no había consciencia sobre lo que esto significaba. Las primeras medidas severas de las autoridades abrieron los ojos de la ciudadanía frente a la realidad del desastre.

La tragedia de Orán, pintada de manera magistral por Camus –quien convirtió su crónica en una novela–, la sufrimos hoy, 171 años después. Hasta en los actos operativos y los mandatos gubernamentales el cuadro de ambas situaciones es idéntico. En Orán fueron impuestos el aislamiento, el toque de queda y la cuarentena de seguridad. Aquí se hizo lo mismo.

En Orán no se podía esperar la ayuda del vecino y cada cual vivía su propia soledad. Los enfermos morían sin la presencia de sus familiares y estaban prohibidos los rituales velatorios. “A partir de ese momento –dice Camus– se vio que la miseria era más fuerte que el miedo”. ¿No es acaso lo mismo que aquí sucede? Y escribió en su novela esta frase estremecedora: “Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras; y pese a ello, las pestes y las guerras siguen pillando a todo el mundo por sorpresa”.

Después de esta serie de calamidades, un día se abrieron las puertas de la ciudad, en una mañana esplendorosa. El virus había sido derrotado. Volvía la esperanza. Es lo que aquí pronto ocurrirá. En 1957, 10 años después de editada La peste, Albert Camus obtuvo el Premio Nóbel de Literatura.

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El Espectador, Bogotá, 21-XI-2020.
Eje 21, Manizales, 20-XI-2020.
La Crónica del Quindío, 22-XI-2020.
Aristos Internacional, n.° 38, Alicante (España), dic/2020.

Comentarios 

Qué buena rememoración de la estupenda novela de Camus. Y muy precisa la comparación con la actual pandemia. Ojalá esta nota despierte el interés de las personas por leer La peste. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

La peste de Albert Camus nos sitúa en esta nueva realidad. Afortunadamente en estos más de 100 años la ciencia ha avanzado y nos permitirá muy pronto proteger  la vida dejando de lado el distanciamiento físico, que es lo que me parece más duro en este 2020. Liliana Páez Silva, Bogotá.

La Peste de Albert Camus registra una de las más pavorosas infecciones, que ha azotado, en este caso, a Orán. Nos  correspondió ser testigos de una de ellas con la covid-19, doloroso evento que ha enlutado  al  mundo entero. Es alarmante cómo encontramos entre los fallecidos gente cercana, conocida y amigos. La impotencia y el miedo se han apoderado de las familias, sin distingo de raza, credo o posición social. Inés Blanco, Bogotá.

Estremecedora la posibilidad de una prolongada demora para terminar, al menos en un lapso prolongado, la terrible pandemia que nos correspondió presenciar o padecer. Gustavo Valencia García, Armenia.