Su majestad el mar
Por Gustavo Páez Escobar
Creen los científicos que los océanos tuvieron su origen hace unos 4.000 millones de años y formaron cuatro grandes regiones: los océanos Atlántico, Pacífico, Índico y Ártico, a los que tiempo después se sumó el Austral o Antártico. Este conjunto de océanos, constituido por agua salada, cubre más del 70 % de la superficie terrestre y suministra el 50 % del oxígeno del planeta. Y ha dado en llamarse mar, mar a secas, en forma genérica. Expresado en solo tres letras, el mar es tan colosal que la mente no puede entender ni su proporción, ni su edad ni su enigma. No se trata, por supuesto, de una criatura común, sino de un soberano todopoderoso. Puede asemejarse a Poseidón, el dios del mar en la mitología griega.
Se le atribuyen poderes fantásticos, y también pavorosos, dependiendo del lado por donde se mire. El mar –nombre mágico– es el mayor estremecimiento y la mayor fascinación del mundo. Desde niño, al hombre se le enseña a verlo como una fantasía, como un encanto abismal. Los ojos del entendimiento no logran penetrar en su misterio. Es una deidad masculina, pero los poetas y los marinos se han dado la licencia de convertir la palabra en femenina –la mar–, para proclamar su embeleso y perplejidad frente a la magia de las olas.
Sin el mar no habría vida en la Tierra. Es el gran dispensador de nutrientes, energía renovable, minerales y medicamentos. Además, el paraíso de los peces, los mariscos, los calamares e infinidad de especies. El 80 % de los seres vivos del planeta habita en el mar. La gente que mora en los alrededores busca en sus aguas el alimento cotidiano.
El 90 % del comercio internacional se moviliza por mar. Al mismo tiempo, grandes contrabandos de mercancías y otros elementos ilícitos, como los alucinógenos, toman esta vía clandestina en la que unas veces caen en manos de las autoridades y otras se evaporan mediante el pago de sobornos o el poder de las armas. Riquezas mal habidas, fraudes, escapes de la justicia, en un horizonte marcado por la vastedad de las aguas y el embrujo de la naturaleza, transitan desafiantes por todos los mares del mundo.
El mar es fuente de vida y también campo propicio para el delito. Es un portento de la belleza y un escenario del crimen. Como el hombre viola de mil maneras este patrimonio de la humanidad, el mar se enfurece contra la perversidad del hombre. La contaminación marina es el gran reto de la hora. Se calcula que hay más de 5 billones de partículas de plástico, con un peso total de 250.000 toneladas, que flotan por el mar. Ese plástico es el que se arroja a cada momento en las calles o en las canecas y que las industrias fabrican sin medida ni respeto por el medio ambiente.
La respuesta del mar así agredido son las tormentas, los huracanes y los ciclones. En Colombia, el huracán Iota destruyó en 10 horas, en noviembre del 2020, la isla de Providencia. Era algo impensado. Un huracán nunca había producido semejante desastre ni había llegado con el ímpetu con que Iota lo hizo. En todos los confines del mundo suceden a diario catástrofes devastadoras causadas por la furia del mar. Sin embargo, los gobiernos, las empresas y los habitantes no toman conciencia de que es necesario, para la conservación del planeta y de la propia vida, adoptar medidas drásticas para salvarnos en medio de la insensatez universal.
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El Espectador, Bogotá, 24-IV-2021.
Eje 21, Manizales, 23-IV-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 25-IV-2021.
Aristos Internacional, Alicante, España, junio/2021.
Comentarios
A pesar de los avances científicos y tecnológicos aún se desconoce mucho de ese gigante enigmático y hermoso. Una prueba de ello es que cada año se descubren nuevas especies animales que quién sabe en dónde estuvieron resguardadas durante todos los siglos que han pasado. También, formas vivas de vegetales. Y no se sabe cuántos restos de naufragios están bajo sus aguas. Muchos siglos transcurrieron durante los cuales la navegación fue la única vía de intercambio comercial a gran escala de los fenicios, egipcios, griegos, romanos, cartagineses, etc. Y cuántos hombres guerreros no han encontrado su tumba en aguas del mar. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
Es una lástima que estos clamores no son escuchados por quienes podrían asumir soluciones a su permanente deterioro. Gustavo Valencia García, Armenia.
El mar es vida. Recuerda la ilusión que sentíamos de niños cuando nuestros padres nos decían que íbamos a conocer el mar. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.
La columna retrata ese bello monstruo, amado y temido. De él vivimos, y lo crucificamos, y cuando se rebela y reclama sus derechos, es implacable. Inés Blanco, Bogotá.
¡Nada más femenino que la mar! Es por eso que hablamos de la marea y no del mareo; es por eso que la mar simboliza a Yemayá como dueña de la mar, y en el fondo de la mar vive Olokun, otra deidad femenina que simboliza el poder destructor de la mar. Liliana (en El Espectador). (Nota del columnista. Leo en Wikipedia que Olokun, una de las deidades de la religión yoruba, “es andrógino, lo mismo hombre que mujer”).
Gracias por la columna. Es bueno invitar a leer al poeta del mar, Rafael Alberti: «Marinerito delgado… Te fuiste, marinerito, en una noche lunada, ¡tan alegre, tan bonito, cantando, a la mar salada!….” Pedro Juan (en El Espectador).