Por: Gustavo Páez Escobar
Como lo muestran las cifras de las últimas décadas, el libro digital registra en el mundo un incremento acelerado. En contraposición, el libro impreso, cuya vida se acerca a 570 años a partir de la invención de la imprenta por Juan Gutenberg, se encuentra amenazado (así se dice) por la irrupción cada vez más novedosa de los sistemas electrónicos.
El temor no debería formarse bajo dicha consideración, sino frente a la tendencia que muestra la humanidad hacia la disminución de lectores. Hoy el mundo camina muy rápido, a veces a velocidades supersónicas, y por eso el tiempo que se dedica a la lectura es cada vez más escaso.
El hombre contemporáneo se ha dejado atrapar por diversos fenómenos de esta era deslumbrante y superficial, como la televisión, la telefonía inteligente, las tabletas, el universo de los juegos electrónicos. Y ha descuidado el cultivo del espíritu. La televisión divierte. El libro divierte y forma al mismo tiempo. La sola televisión, como hábito rutinario y obsesivo, se convierte en vicio y deforma la mente.
Según la Cámara Colombiana del Libro, los colombianos leen en promedio al año 1,2 libros. Situación alarmante en un país que en otras épocas exhibía uno de los índices culturales más altos entre las naciones latinoamericanas. Miremos este otro dato perturbador: el 67 por ciento de los colombianos no lee ningún libro por la sencilla razón de que no les gusta la lectura. No fueron educados para leer.
Dice la misma Cámara que en España se leen 10,3 libros al año, en Chile 5,3 libros, en Argentina 4,6 y en Perú 3. Mientras tanto, el 31 por ciento de los bogotanos nunca lee ningún libro. ¿Hacia dónde caminamos con semejante pobreza intelectual? ¿Interesaría cuál de los dos métodos se escoge para culturizarse, el impreso o el digital? La amarga realidad que aquí se resalta indica que la inmensa masa de la población colombiana está por completo ausente de la lectura.
La competencia entre el libro tradicional y el que impone la era cibernética, conocido como e-book, sirve para alimentar fantasías y no va al verdadero fondo del problema que es el de admitir que el mundo se está quedando sin lectores. En Colombia están en vía de extinción. La aparente rivalidad entre los dos sistemas está movida más que todo por los medios de comunicación. Debe tenerse en cuenta que el libro en general está desterrado de la vida actual, y esta se divierte más con la frivolidad y la ligereza, al mismo tiempo que se desentiende de las disciplinas formadoras de la mente.
En tres años, consideran algunos analistas, las ventas de libros electrónicos serán mayores que las de los impresos en papel. Esto parece inevitable. Lo cual no quiere decir que el libro impreso vaya a desaparecer. Este nunca morirá. Ambos van a convivir como buenos hermanos, sin que ninguno le haga daño al otro. Por más que las costumbres y los gustos cambien al impulso de la absorbente tecnología, los dos mercados subsistirán con su propia vitalidad.
¿Qué mayor placer que el de abrir el libro antiguo, oler sus páginas, acariciar sus hojas y sus lomos, subrayar algún renglón seductor y recrearse con ese algo indefinible que dispensa el papel añejo?
La coexistencia de estos dos productos es maravillosa por sí sola, pero lo ideal sería que dicha alianza sirviera para atraer a esas multitudes de lectores que se han dejado perder en las arenas movedizas de lo inconsistente, por falta de mayores sistemas y halagos culturales. Hay que despertar al hombre moderno para que piense más con la mente, para que lea. Y se deje seducir menos por lo superfluo, por más encantador que parezca.
El Espectador, Bogotá, 9-XI-2012.
Eje 21, Manizales, 9-XI-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 10-XI-2012.
Revista Mefisto, No. 72, Pereira, diciembre de 2012.
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Comentarios:
La juventud actual, según los pedagogos, es más visual que lectora, eso influye en la pobreza argumentativa, en la escasa ortografía y en la ignorancia del significado de las palabras. Además de lo anterior súmese el costo de los libros bajo la disculpa de que para la ecología es mejor el libro digital, pues no gasta recursos naturales, ni ocupa un espacio en la biblioteca, pues el digital se puede almacenar en un red o en una memoria. Fabio Hernando Pardo Díaz, Choachí.
El hombre actual que anda por vías telemáticas, no piensa, no razona y menos lee. Por esta razón tiene la mente deformada. No es entonces que el libro digital vaya en aumento, es que muy contados son los que se interesan en la lectura. En un tren va la gente inmersa en sus tabletas, pero unos chateando y otros embebidos en los juegos. Con excepción de quienes leen el diario, nadie lee algo útil. karissa (correo a El Espectador).
No estoy de acuerdo en un punto: hoy hay más y mejor información educativa online que en papel porque puede actualizarse y buscarse casi con solo hacer la pregunta. Por eso mueren primero las revistas y periódicos, luego los diccionarios gordos, luego los de traducción, luego los libros de mapas y almanaques, etc. Las novelas en papel se irán de últimas y el libro de papel compartirá el destino de las películas en Betamax y VHS, pero un libro online sigue siendo un libro aunque no se pueda tener en un armario y si no se lee más es por falta de ganas porque los libros digitales son más fáciles de cargar y conseguir que los impresos y pronto serán más baratos. El de la H (correo a El Espectador).
Jamás va a desaparecer el libro impreso, si bien el modernismo nos está imponiendo la nueva técnica de lectura con el libro electrónico. Es muy agradable leer un libro viejo subrayado y con anotaciones al lado o abajo de la página, lo cual en ocasiones nos ayuda a entender mejor la lectura y nos permite conocer las ideas y pensamientos de otros lectores. Anotaciones y subrayados que no permite hacer el libro electrónico. Me aterra saber el elevado nivel de analfabetismo que impera en el mundo actual: hay millones de personas que no saben leer, que ni siquiera conocen un abecedario. En mi concepto, en parte por este analfabetismo es que hay tanta violencia en nuestro país. Álvaro León Pérez Franco, colombiano residente en París.
Cierto: al libro como al novio (a) hay que «manosearlos» para disfrutarlos. La tableta es rígida, hay que cuidarla, no se siente como cuando se pasan las hojas… me aburre leer en el monitor. marthace (correo a La Crónica del Quindío).
No tengo Ipad, ni Iphone, ni Ipod, todavía compro libros, encargo libros a otros países y escucho mis cds. como en otras épocas lo hice con mis amigos de Colombia. Ahora bien, mi vida ya no es de acelere, puedo dedicarle tiempo a la lectura, me agrada tener ese libro en las manos y mirar las ofertas que hay en las vitrinas de las librerías con nuevas obras y nuevos escritores. Me gustó mucho su artículo, créame que lo he disfrutado porque el libro de papel es lo más importante en mi tiempo desde hace muchos años. Amparo E. López, colombiana residente en Estados Unidos.
Yo era muy reacio a caer en la lectura digital, hasta que mi hijo me convenció con la razón ecológica. Pues ahora no me cambio por nadie con mi Kindle Fire; por cómodo, por el bajo costo de los libros, por la facilidad para buscar el significado de las palabras, porque puedo leer de noche sin prender la luz y muchas otras ventajas. Pablo Mejía Arango, Manizales.
Los tiempos cambian y los jóvenes aprecian más su teléfono inteligente que un texto al estilo Gutenberg. No lloremos por los demás. Hay un problema correlacionado: la adquisición de libros. Hay que tener un criterio acertado para no comprar demasiados libros, que no alcanzamos a leer, con la pérdida del dinero invertido en ellos. Los libros deben estar en bibliotecas públicas de calidad. Ramiro Madrid Benítez (correo a El Espectador).
Yo, que amo los libros con toda la herencia que me dejó mi padre, Humberto Jaramillo Ángel, y conservo su biblioteca y la acreciento cada día más; yo, que no puedo entrar a una librería y salir de allí sin uno o varios libros entre una bolsa, feliz, tocándolos, esperando el momento de subrayarlos; yo, que no puedo pasar por lugares donde venden libros reposando sobre el andén o en un rincón de algún parque, de alguna avenida, sin quedarme allí a su lado durante largo tiempo, leyendo título por título… descubro que reduje mi lectura de libros por lo menos el 80% desde cuando consulto en internet. Hablo de consultas serias. De lecturas con dedicación. Internet, con cuanto ofrece, me ha transformado en otro tipo de lector, profundo, amplio, detallista, universal. No me ha hecho desaparecer el libro: me lo presenta en otras dimensiones. La Web ha sido para nosotros un regalo de la vida y la ciencia. Como escritores, mejora cuanto hacíamos y hacemos. Los libros que nunca pudimos tener están por millares a nuestro lado. Y no por eso dejamos de amar el papel. Los viejos volúmenes con diversas encuadernaciones. Gozamos publicando en papel aunque sabemos que serán cada día menos quienes van a leernos. Umberto Senegal, Calarcá.