Gazapera – Argos
(El Espectador, Bogotá, 25-III-1989)
exegeta
De mi muy querido amigo Gustavo Páez Escobar he recibido el siguiente mensaje:
Apreciado Argos: la palabra exegeta, ‘intérprete o expositor de la Biblia’, es voz grave. Esa particularidad fonética se debe al origen griego del vocablo. Pero la tendencia de la gente es a pronunciarla como esdrújula: exégeta. En esto influye la eufonía, supongo yo. Exegeta, sin tilde, suena mal. Por eso se dice exégesis, vocablo esdrújulo aceptado en el diccionario de la Academia, lo mismo que exegético. ¿Qué dice el amigo Argos?
Respuesta
El amigo Argos, querido Tavo, dice que todos los días se aprende algo nuevo, puesto que él ignoraba lo que acabas de enseñarle acerca de que exegeta fuera voz grave.
Pues sí. No bien leí tu cartica me di a averiguar qué traerían los libros sobre este punto, y encontré lo siguiente: el diccionario de la Academia registra a exegeta únicamente como palabra grave; pero trae a exégesis, exegesis, con ambas acentuaciones.
Don Manuel Seco opina: «exégeta. Es incorrecta, según la Academia, la pronunciación esdrújula: debe decirse exegeta. La acentuación exégeta, que es la más extendida, se debe a la analogía con exégesis: Galiano advierte que las dos formas se deben considerar buenas». Acerca de esta preferencia por el esdrújulo exégeta vale citar estas consideraciones de Cuervo:
«Muchas graves se han convertido en esdrújulas a causa de la ignorancia de las lenguas sabias y de la pedantería de querer dar aire científico y campanudo a vocablos que en manera alguna han menester semejantes arreos».
Hasta aquí Cuervo. Pero es cierto que a exégeta, esdrújulo, le acontece igual que a otras voces en las que el uso ha hecho prevalecer la pronunciación esdrújula espuria, como en éstas que fueron antes graves: analisis, farrago, paralisis, y ahora son definitivamente esdrújulas: análisis, fárrago, parálisis. Otras hay en que coexisten ambas acentuaciones, como conclave y cónclave, medula y médula.
Y otras, por fin, que por eufemismo se han hecho esdrújulas, como este exégeta, de que hablamos (para evitarle relación con la jeta), y el nombre del gran general romano Lúculo, pues la cosa se pone grave si lo conservamos cual voz grave, como le corresponde.
Salpicón – Gustavo Páez Escobar
(El Espectador, Bogotá, 12-III-1992)
Buen o mal alcalde
Sófocles, autor de la nueva Gazapera, cita la siguiente frase de mi autoría: «Los planes en ejecución determinarán a la postre si Caicedo Ferrer fue buen o mal alcalde». Y formula esta glosa: «Los adjetivos bueno y malo se pueden apocopar en presencia de un sustantivo al que se refieren, solamente cuando lo preceden inmediatamente, así la frase correcta es bueno o mal alcalde«.
Con perdón de Sófocles, considero que debe regir para el adjetivo bueno la regla del apócope, ya que la conjunción o (que establece una alternativa de dos posiciones) determina que tanto bueno como malo son inseparables del sustantivo. El asunto es de fonética: la expresión bueno o mal alcalde hiere el oído. Fíjese que los dos adverbios en mente que usted anota en tan breve intervalo (solamente e inmediatamente) producen terrible estridencia.
En esta materia yo me guío mucho por una de las reglas que recomienda León Daudí en Prontuario del lenguaje y estilo: «En casos dudosos usar siempre la construcción que mejor suene al oído. El oído es la mejor razón para todos los que tienen el genio del idioma».
Preguntas y Respuestas, Manuel Drezner
(El Espectador, 4-II-96)
El artículo
A quien pregunta si la escritura correcta es el acta o la acta, un acta o una acta, usted le responde que, aunque el sustantivo es femenino, por eufonía suele usarse el artículo en masculino (el, un) para evitar el encuentro de la letra a repetida. Y agrega que esta regla no es fija, ya que no se dice el acción sino la acción, el aventura sino la aventura.
Me permito hacer esta aclaración: lo que establece la norma es el empleo del artículo masculino cuando la primera sílaba del sustantivo femenino empieza por a o por ha acentuadas: el agua, el águila, el hada, el hampa. Se dirá, en cambio, la alborada, la aventura. Se exceptúan los nombres propios de mujer (la Águeda, la Ana), los apellidos aplicados a una mujer (la Arias, la Álvarez) y las letras (la a, la hache). Con los sustantivos que conservan la misma forma tanto para el masculino como para el femenino, debe hacerse la distinción de sexo: el árabe, la árabe.
Sin embargo, también se oye entre gente culta (sin que haya lugar a reproche) una alma, una águila. Aquí se rompe la regla y se demuestra que el idioma es en ocasiones cuestión de moda, de capricho (iba a decir de dictadura, y que me perdonen los académicos). Gustavo Páez Escobar.
El amigo tiene razón, y seguramente los académicos lo perdonarán cuando señala que el idioma definitivamente es caprichoso. Manuel Drezner.
El lenguaje en El Tiempo – Fernando Ávila
(El Tiempo, 22.IV-1996)
Directivo y directiva
El lector Gustavo Páez Escobar hace comentarios varios sobre el Manual de Redacción de El Tiempo. Por una parte señala que la palabra directiva alude a la junta de gobierno, por lo cual solo hay una directiva en la empresa. Según ello, no es válido hablar de las directivas sino de los directivos, que sí suelen ser varios.
En realidad, el Diccionario de la Lengua Española, 1992, dice en el número 2 de la palabra directivo que como sustantivo femenino (la directiva) es la mesa o junta de gobierno de una entidad. Pero, previamente admite directivo y directiva como persona que tiene la facultad de dirigir; y con tal significado valida el uso de estos vocablos como adjetivo y como sustantivo. Por eso no parece disparatado el uso que se le da en el Manual a la palabra directivas para referirse a las personas que dirigen.
(De acuerdo. Directivas (plural) se refiere a las mujeres que desempeñan funciones ejecutivas en la empresa. Directiva (singular) es la junta que gobierna la vida de la empresa. En este caso, no hay sino una directiva. El error del Manual consistió en haber empleado muchas veces la palabra directivas para referirse a la junta directiva de la entidad, no a las mujeres con funciones ejecutivas. GPE)
Júnior y Thesaurus
Otra anotación de Páez Escobar versa sobre la palabra júnior, que en el Manual aparece sin tilde. Efectivamente, debe escribirse con tilde, pues es palabra grave terminada en ere. Por supuesto, esta palabra no tiene nada que ver con el nombre del equipo futbolístico de Barranquilla, Junior, nombre inglés cuya jota tiene sonido ye, como en otros sustantivos del mismo idioma: John, Jane, etcétera. El júnior español, que obviamente se pronuncia con sonido jota, es sustantivo común para referirse al más joven.
Sobre thesaurus, que el Manual exige cambiar por tesauro, Páez pide que se exceptúe el nombre de la revista Thesaurus, del Instituto Caro y Cuervo. Por supuesto, se hará así, pues se trata de un nombre propio, cuyas traducciones (Tesoro o Tesauro) no serían pertinentes.
Whiskys y contextualizar
Páez añade que el plural de whisky es whiskys y el de brandy, brandys, observación oportuna, pues muchas veces se escribe erróneamente whiskies, que es el plural en inglés. Para terminar, Páez felicita a los autores del Manual por crear el verbo contextualizar, que no aparece en el Diccionario. En efecto, en él aparece contextuar, acreditar con textos, pero no contextualizar, dar un contexto.
Amedrentar, amedrantar
(El Tiempo, 25-V-1996)
Señor Director:
En su columna del 17 de mayo, Alfredo Iriarte glosa a Arturo Abella por la defensa que este hizo el 11 de mayo, en su espacio de televisión, del vocablo amedrentar, en vez de amedrantar, y dice que ambas voces son correctas. Sin embargo, el Diccionario de la Real Academia prefiere la primera. En efecto, cuando en esta obra figuran variantes de una palabra, la preferida por la Academia es la que lleva definición directa. En este caso, amedrentar. Esta última palabra, consagrada por el uso, suena mejor. Parece, entonces, que el asunto es de fonética. En su Diccionario de Dudas, dice Manuel Seco: «Deben evitarse formas erróneas como amedrantar y amedentrar”. Y Fernando Corripio expresa lo siguiente: «amedrantar: aceptada, pero es preferible amedrentar” . Gustavo Páez Escobar.
Chunchullo
(El Tiempo, 31-III-1996)
Señor Director:
Tiene toda la razón el columnista D’Artagnan respecto al chunchullo: el Diccionario de la Lengua Española está desactualizado al no darle entrada a este vocablo de legítimo sabor colombiano. En cambio, registra chinchulín (del quechua chunchulli, tripas menudas) como localismo de Bolivia, Ecuador y Río de la Plata, y que no es otro que el apetitoso plato criollo que a D’Artagnan le tiene disparado el colesterol.
Dos diccionarios que tengo a la mano albergan nuestra legítima expresión: el Nuevo Diccionario de Colombianismos, del Caro y Cuervo, que además registra el femenino chunchulla (tal vez porque las mujeres no se quedan atrás en glotonería pringosa), y el Pequeño Larousse.
Cuando con todos los honores ingrese al diccionario mayor nuestro término vernáculo chunchullo (y tiene que ingresar), D’Artagnan tendrá la paternidad responsable de esa criatura, hoy huérfana en los registros académicos.
Gustavo Páez Escobar.
(El diccionario de la Real Academia ya ingresó el vocablo: “chunchullo. 1. m. Col. Parte del intestino delgado de la res, del cerdo o del cordero, que se come asada o frita”. Descanse en paz, D’Artagnan. GPE, julio/2011).