La luz de un atardecer literario
Mi archivo es una rareza. Queda de legado para mis hijos. Gustavo Páez E.
Gloria Chávez Vásquez
La aparición de la antología de cuentos del escritor y periodista colombiano Gustavo Páez Escobar (Soatá, Boyacá, 1936), publicada por la editorial La Serpiente Emplumada en Bogotá, induce a una seria reflexión sobre el actual declive social en Colombia, tomando como punto de partida la dualidad que rige al hombre iberoamericano.
Brisas del atardecer (30 cuentos, 216 págs.) es el canto de cisne de un intelectual que ha equilibrado su vida, con disciplina, consagración y precisión monásticas. Desde ese orden, histórico, familiar, social y cultural, reflejado ahora en su página web, Páez Escobar ha dedicado más de medio siglo a rescatar los valores históricos y literarios de su patria, como parte de su legado a América y al mundo.
Sus artículos periodísticos resumen el impacto de las fuerzas bipolares que cohabitan en una nación tradicionalmente acosada por la violencia. Como comentarista de El Espectador por más de medio siglo, GPE fue testigo de crueles eventos como el asesinato de su editor Guillermo Cano, y los ataques terroristas al periódico y al Palacio de Justicia. El flagelo, de narcos y guerrilleros, que ha azotado al país desde tiempo inmemorable, está disperso en sus artículos, cuentos y novelas.
En 1987 su novela de juventud Destinos cruzados fue adaptada y producida para la televisión por el escritor y guionista Fernando Soto Aparicio con la que RCN inició el ciclo de telenovelas en Colombia.
Historia de un pueblo
Gustavo Páez se considera un “descubridor de pueblos”. Y esto lo corrobora en su libro de viajes El azar de los caminos y en muchos de sus artículos de prensa: “Tanto la aldea más remota como la urbe más populosa son un reflejo del hombre, con sus pasiones y miserias, sus trabajos y esfuerzos, sus sueños y grandezas. Todos los pueblos tienen cuerpo, historia, estilo propio, vida y espíritu. Somos pueblos ambulantes: los llevamos con nosotros mismos. Los paisajes que admiramos, y a veces destruimos, son nuestros mismos paisajes interiores”.
De ahí que Gustavo Páez hurgue en la naturaleza pueblerina en dos de sus novelas, Ventisca y La noche de Zamira. En esta última, los habitantes de “una sociedad amable y hospitalaria, luchadora y laboriosa, ligada a los afanes del campo” caen en la degradación moral. Páez recuerda la llegada de la droga a Armenia, la ciudad donde vivió y en la que se inspiró para su novela. La visita de un capo que venía de Estados Unidos “a rendir homenaje a su tierra natal” coincidió con la bonanza cafetera de los años 70, cuando gran parte de esa sociedad tiró sus virtudes y riquezas ancestrales por la ventana. El dinero obtenido sin esfuerzo condujo a los excesos y malogró muchas vidas. A partir de entonces no sólo la sociedad quindiana, sino el resto del país y el mundo se dejaron seducir por la economía del narcotráfico.
Los vicios del subdesarrollo humano
Los cuentos contenidos en Brisas del atardecer (2023), varios de los cuales ya aparecen en selecciones anteriores, ilustran el machismo alardoso, desde cuya idiosincrasia la mujer es, a la vez, víctima del abuso y el maltrato y partícipe de la sexualidad promiscua e irresponsable. El machismo moderno, más subversivo, descarta la lealtad y la fidelidad, y con ello los amigos y la familia. Es la obsesión por la inseguridad de los celos y la envidia, así como la inmadurez en sus relaciones con el prójimo.
No es de extrañar, pues, la presencia constante y súbita de la muerte o el fallido amor conyugal en su narrativa, como observa el político y analista Germán Vargas. Una manera de abortar la felicidad, el triunfo o la victoria individual y castigar, de ese modo, la crueldad humana. En sus cuentos Páez retrata la insensibilidad con los animales: el autor –continúa Vargas– los lleva hasta la tristeza del refugio más pobre y donde prospera la miseria; como el escuálido caballo que cae a la hondonada, después de sus duras jornadas de solidaridad en la lucha del hombre.
Cosechando lo sembrado
Alcanzar la octava década de vida en la armonía de un hogar es testimonio de las prioridades morales en la existencia del individuo. Como el buen labriego, Páez Escobar ha sembrado y recogido un noble fruto. Sus quehaceres han transcurrido en el rol de esposo, de padre de familia, ciudadano, amigo, trabajador 9-5, a lo que se añaden las horas extras a su pasión literaria: estudioso, lector, analista, escritor, historiador, comentarista. Gustavo trabajó como ejecutivo del Banco Popular, donde se pensionó tras cumplir con su servicio en las finanzas.
En 1994, bajo el sello del Instituto Caro y Cuervo, Páez publica Biografía de una angustia, sobre la vida del poeta Germán Pardo García. En 2003, la Academia Boyacense de Historia edita el libro Laura Victoria, sensual y mística, sobre la pionera de la poesía erótica en Colombia. Ambos autores residieron en México hasta su muerte. Con esos dos libros, el autor rescata del olvido la vida y obra de dos notables escritores colombianos.
Sus libros de ensayos periodísticos Caminos y Alas de papel son el producto intelectual del trabajador que espera ansioso sus ratos libres para buscar la catarsis en el ejercicio de escribir. Como bien dice GPE, la banca es una máquina de hacer dinero, que es el caso opuesto de la literatura. Pero su experiencia en el mundo de las finanzas no le significó el apego por las cosas materiales. Al contrario: Páez E. no padece del consumismo ni el derroche que afecta a los que quieren llenar con lo material sus carencias emocionales.
El político e historiador Otto Morales Benítez (1920-2015) escribe sobre la energía creadora de Páez E.: en este escritor impera el entusiasmo espiritual, que conduce a los sueños. Los más fieles en la cercanía a la voluntad de un ser que lucha con sus propios demonios, para verterlos, dosificados, en sus libros. Su signo es la lucha mental. Su gran pasión son los problemas relacionados con el universo cultural.
De la literatura y la política
Páez Escobar ha sido defensor tanto de la creación como de la vida, dijo una vez Otto Morales, su amigo por varias décadas. Leal a sus amigos y a quienes admira aun en la lejanía. Él acepta como evangelio que la comunidad se perfecciona en la medida en que escucha, examina o mira las obras de sus creadores.
El diálogo de Gustavo Páez, afín con las viejas y nuevas generaciones de escritores, periodistas y políticos, documentado en su atesorado epistolario, lo coloca como referente en la cultura colombiana. Pero como asegura el veterano periodista, su vocación ha sido la de columnista de opinión dedicado a los temas sociales y culturales. En 1998, Diario de Colombia lo catalogó como uno de los críticos sociales de más amplia visión en el país.
La experiencia de Gustavo Páez Escobar en esta vida le lleva a concluir que “el mundo no cambia. Ese es el duro estigma del hombre”. Como la del grupo selecto de aquellos que siguieron el camino del deber, la de GPE es una luz que se contrapone a la oscuridad de los tristemente célebres por dañinos. Los unos dignos de elogio y emulación y los otros, víctimas de su propio invento, yaciendo en frías tumbas o en celdas carcelarias.
Pero, en contraste con la fortuna de aventureros “arrepentidos” que deducen de publicaciones y películas de sus avatares en el mundo de la droga, la de los hombres honestos es una riqueza más duradera que aumenta con el tiempo. Como moraleja y símbolo, en la cápsula preparada por el periódico El Tiempo en 1982, para abrirse en el 2052, se guarda el legado para las generaciones futuras. Entonces, los descendientes de Gustavo Páez Escobar, como su nieta Valeria, podrán apreciar la obra de su abuelo, que ayudó a construir la cultura de su patria.
Enlace http://www.gustavopaezescobar.com/site/el-autor/biografia/
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.
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