Villa de Leiva, cuna ecológica
Gustavo Páez Escobar
Diversas expresiones de admiración llegaron a esta columna con motivo del artículo de la semana pasada, dedicado al Acueducto Río Chaina, obra de iniciativa privada que favorece a amplio sector rural de Villa de Leiva. Faltó decir que este acueducto está catalogado como modelo desde el punto de vista municipal y departamental, por entidades como la Superintendencia de Servicios Públicos, Comisión de Regulación de Agua Potable y Saneamiento Básico (CRA) y Corpoboyacá.
Debo agregar que el hermoso municipio boyacense, convertido en una de las mayores atracciones del país, y que es visitado por continuas corrientes de turistas del mundo, tiene como prioridad la conservación de la naturaleza, el mayor tesoro que posee. Desde los propios días de su fundación (12 de junio de 1572), don Andrés Díaz Venero de Leiva, primer presidente del Nuevo Reino de Granada, y fundador del pueblo, señaló los encantos de aquella tierra como sitio ideal para el descanso y el disfrute de sus paisajes.
Y surgió una población encantadora bajo los moldes de la arquitectura colonial y del arte religioso. En los campos, el trigo se enseñoreó de la comarca como emblema de la fecundidad terrígena. Durante los siglos XVI y XVII, con la gran cantidad de molinos construidos por doquier, el pueblo ostentó el título de primer productor de trigo en el país. Alrededor del cereal, y como complemento necesario, florecía una agricultura abundante (cebada, papa, maíz, hortalizas) que ha llegado hasta nuestros días.
Por allí pasó el Libertador, en septiembre de 1819, y allí vivió sus últimos años el Precursor de la Independencia, Antonio Nariño. Oriundo del mismo sitio es el prócer Antonio Ricaurte, patrono de la Fuerza Aérea. Durante la pacificación de Morillo, varios leivanos perdieron la vida por la causa de la libertad. En 1954, Villa de Leiva fue declarada monumento nacional por el general Rojas Pinilla. Desde entonces, frente a las imágenes que mostraban la gigantesca concurrencia nacional, es posible que se haya divulgado la idea de que es la plaza más grande del país. Bella plaza empedrada y majestuosa.
Depositaria de ese pasado de glorias y de esplendor ambiental, no puede ser gratuita la fama de esta fascinante comarca boyacense hermanada con la naturaleza, y que por tal motivo le rinde culto al agua, defiende el paisaje, labora la tierra y preserva las tradiciones. Diversos festivales se celebran en el curso del año, y todos tienen el sello de la autenticidad.
En una de las fechas clásicas, se rinde homenaje al agua. Y no puede ser de otra manera, ya que en sus dominios permanece despierta la diosa Bachué, madre primitiva del pueblo muisca. Es ella la protectora de las quebradas, los ríos, los manantiales y los arroyos. Vela por las cosechas, ilumina los campos y dispensa la paz y la armonía en que viven los moradores. Dice la leyenda que Bachué brotó de la laguna de Iguaque y procreó con su compañero los hijos que poblaron la tierra. Luego se consumió en las aguas. Según la cosmogonía muisca, es la madre del género humano.
Iguaque es un santuario de fauna y flora (una de las 56 áreas protegidas con que cuenta el país), con superficie de 6.750 hectáreas de bosque y páramo y fascinante entorno que embriaga el espíritu. Varias lagunas fertilizan la tierra, y de allí se obtiene agua para algunos municipios próximos.
Territorio mítico este de Villa de Leiva, que conserva incontaminadas las fuentes primigenias de la vida representadas en Iguaque. Territorio auténtico de la ecología, de los pocos que quedan en el país. Cuando una asociación de amigos nos propusimos construir el Acueducto Río Chaina y erigir en El Roble nuestros refugios campestres (entre ellos, Villa Astrid, remanso de paz y de unión familiar), teníamos como meta huir de los sofocos y las turbulencias de la gran ciudad, para conquistar por temporadas el aire y el agua puros de la montaña. Un premio de la naturaleza.
El Espectador, Bogotá, 29-III-2012.
Eje 21, Manizales, 30-III-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 31-III-2012.
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Comentarios:
Hacen bien al espíritu y a la colectividad de la Villa estas remembranzas históricas y la difusión de los planes para preservar las reservas hídricas y la naturaleza del entorno. Elvira Lozano Torres, Tunja.
Pienso que deberíamos sacar a la superficie la parte indígena que todos llevamos adentro, y rendirles tributo al agua y a la naturaleza. Eradelhielo (correo a El Espectador).
¿Aún es cierta toda esta belleza, tan bien narrada y con amor de terruño? Ojalá, porque desde que puse los pies en esas tierras por primera vez, sigo considerándolas un privilegio, un lugar casi «sagrado», aun cuando en determinadas fechas sea «mancillado» por borrachines y escandalosos. Me alegró mucho saber que la planta de nafta ya no va ahí, la presión ciudadana y de amigos de esa región como que pudo (pudimos) más que la ambición. Suesse (correo a El Espectador).