Gustavo Páez Escobar*
Extensa y fructífera labor cumplió Ignacio Chaves Cuevas en el Instituto Caro y Cuervo. Ha sido uno de los grandes líderes de la entidad en sus 63 años de vida. En ese cargo lo precedieron el padre Félix Restrepo, José Manuel Rivas Sacconi, Rafael Torres Quintero (y Fernando Antonio Martínez, director encargado), todos los cuales contribuyeron en forma brillante al desarrollo del Instituto como pilar sustantivo de la lengua española en el mundo hispano.
Al Caro y Cuervo se le considera el organismo más avanzado en el estudio, difusión y salvaguardia del idioma español. Taller acrisolado de las disciplinas del bien decir. En la administración de Chaves Cuevas, que se extendió por 19 años –desde 1986 hasta febrero del 2005–, se lograron resultados de suma importancia, como la culminación del Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana, programa trascendental iniciado por Rufino José Cuervo y que representa el mayor aporte al idioma, en cuya ejecución se emplearon 123 años.
En 1994 fue presentada la obra ante la Unesco, en París, como homenaje a don Rufino (cuyos restos reposan en París), con motivo de los 150 años de su natalicio, y al año siguiente se realizó acto similar ante los reyes de España, con asistencia del director de la Real Academia Española y de otras autoridades del idioma.
En 1999, Chaves Cuevas recibió a nombre del Instituto el Premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades, uno de los galardones más preciados por los hispanistas. En el acta del jurado se dejó constancia de que este reconocimiento obedecía a “la dilatada trayectoria de esta institución, que a lo largo de medio siglo ha desarrollado una extraordinaria labor dirigida al conocimiento, estudio y difusión del idioma español”.
En 2001 le fue otorgado, por el Ministerio Español de Asuntos Exteriores y la Casa de América, el Premio Bartolomé de las Casas por el trabajo realizado en el campo de la lingüística indígena, y en el 2002, el Premio Elio Antonio de Nebrija, otorgado por la Universidad de Salamanca. Esta presea se había conferido a personas particulares para premiar el estudio y difusión de la lengua y cultura españolas, y por primera vez recaía en una entidad abanderada del castellano.
En el terreno colombiano y en diferentes épocas, Chaves Cuevas fue distinguido con la Condecoración Simón Bolívar del Ministerio de Educación Nacional, con la Orden Antonio Nariño del Círculo de Periodistas de Bogotá y con la Orden Andrés Bello, entre otras menciones connotadas. Su entrega a la causa de la cultura nacional tuvo siempre un propósito relevante dentro de su formación académica y su espíritu patriótico.
Fuera del Caro y Cuervo, se desempeñó como secretario perpetuo de la Academia Colombiana de la Lengua, decano del Seminario Andrés Bello, secretario del Instituto Colombiano de Cultura Hispánica y de la Facultad de Economía de la Universidad La Gran Colombia, miembro correspondiente de la Real Academia Española, miembro de la junta directiva de la Fundación Santillana para Iberoamérica, miembro de la Casa de Poesía Silva y presidente del Consejo Superior de la Universidad Central.
En la Universidad de los Andes cursó la carrera de Filosofía y Letras. Adelantó estudios de especialización en Florencia (Italia); en Madrid, en la Universidad Complutense, y en Aix-en-Provence (Francia), en el Instituto de Estudios del Tercer Mundo. Su hoja de vida y su desempeño profesional, siempre sirviéndole a la cultura, fueron sobresalientes y esto lo hizo merecedor del beneplácito con que tanto las instituciones como las personas reconocieron sus altas ejecutorias.
Sin embargo –y esto resulta inexplicable–, la actual ministra de Educación, María Consuelo Araújo, entidad de la que depende el Instituto, determinó prescindir de sus servicios a comienzos de este año (“me insinuaron que renunciara”, dijo Chaves Cuevas a la prensa), ante una investigación administrativa que ella había ordenado para dilucidar algunos asuntos de la entidad.
Ese fue el trato injusto e indigno que se dio a un eficiente y desvelado servidor de la cultura, por la simple presunción de culpa en situaciones internas del organismo, las que han debido establecerse con plena evidencia antes de tomar una medida fuera de tono. Pero no: la intención era la de salir del funcionario, dentro de un “plan de renovación en esta y otras entidades públicas”, como lo expresó la ministra a un medio de comunicación.
Por aquellos días (23-II-2005), Daniel Samper Pizano hacía la siguiente anotación en su columna Cambalache de El Tiempo: “Después de prolongada y notable labor en el Instituto Caro y Cuervo, que le valió a esta obra el Premio Príncipe de Asturias, se retira de la dirección Ignacio Chaves. O lo retiran. Pero en vez de sacarlo por la puerta de adelante, como correspondería, lo expulsan por la de atrás… No podrán borrar, sin embargo, el Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana”.
Ignacio Chaves quedó anonadado ante dicha conducta oficial, y su alma, hundida en la tribulación. De esa pena no logró reponerse hasta el día de su muerte, que acaba de ocurrir en viaje de descanso por Argentina. Cuando hace ocho meses le pidieron la renuncia, manifestó que pensaba retirarse en octubre.
Hoy, ante la noticia luctuosa, la cultura nacional está de luto. Además, en deuda con quien le prestó servicios invaluables, por desgracia ignorados a la postre por una funcionaria con ánimo de “renovación” administrativa, que buscó el cambio generacional y se olvidó de toda una trayectoria de méritos.
El Espectador, Bogotá, 22 de noviembre de 2005.
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Comentarios:
No me cabe duda que hay ciertos golpes que afectan el corazón y uno de ellos es un despido injusto. La autoestima queda afectada; la frustración, la autoculpa son un cuadro negro de tribulación. Ignacio hizo una espléndida labor que alguna vez le será reconocida como se debe. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.
La historia triste es que a Ignacio lo sacaron por la puerta trasera, cuando había maneras más comedidas y justas de presionarlo para un retiro digno de la gran labor que realizó. Daniel Samper Pizano, Madrid (España).
Es muy triste que una vida y una obra tan meritorias hubieran recibido un trato tan peyorativo por parte de la ministra. Esperanza Jaramillo García, Armenia.
La muerte de Ignacio Chaves es un dolor para esta pobre patria en poder de gente sin sentido. ¡Qué pesar tan grande sentí y siento ahora al leer tu página, excelente y merecidísima! Se nos van los grandes adalides de la cultura e importa más el grito de Shakira. En fin, Gustavo, sigamos adelante y esperemos un futuro mejor, dentro de unos 300 años… Y cuídate tú, otro trabajador incansable de la cultura. Aída Jaramillo Isaza, Manizales.