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Archivo para la categoría ‘Violencia’

El Karina, 42 años después

viernes, 21 de junio de 2024 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

El deceso de Eduardo Otero Erazo, capitán de navío retirado de la Armada Nacional, hace revivir la epopeya marítima protagonizada por él hace 42 años. El buque ARC Sebastián de Belalcázar, que comandaba, se enfrentó al Karina y lo hundió en el océano Pacífico, en cercanías del cabo Charambirá, por transportar un cargamento de 400 toneladas de armas y municiones para el grupo guerrillero M-19. Era el 14 de noviembre de 1981.

Otero Erazo había recibido la orden de zarpar desde Buenaventura hacia la isla Gorgona en persecución de un buque pesquero que por allí transitaba en forma ilegal. Más tarde le llegó una contraorden que le indicaba la presencia de un barco que venía de Panamá, el cual debía interceptar. En efecto, esta nave apareció de repente con las luces apagadas, y cuando el buque de la Armada encendió el reflector, fue detectada la palabra Karina.

Al observar el buque fantasma que el Belalcázar hacía una maniobra para sobrepasarlo, fue atacado de inmediato. Se iniciaban angustiosas horas de lucha entre las dos partes, en medio de disparos, ráfagas incesantes, heridos y muertos. El barco de los guerrilleros,  comprado en Alemania, había corrido infinidad de peripecias en su traslado entre Hamburgo, Berlín, el canal de Panamá, el desierto de la Guajira, la selva amazónica y el litoral del Pacífico colombiano.

Este barco estaba tripulado por intrépidos guerrilleros capaces de sortear todos los peligros. Los más aventajados eran Fernando Erazo (“Salvador”), Héctor González y Jairo Rubio (“Henry”), quienes con fiereza arremetían contra el enemigo implacable. A su vez, los del Belalcázar eran duchos profesionales del mar, formados con rigor por la Armada, y que conocían, por consiguiente, las contingencias que debían afrontar en sus viajes marítimos y fluviales.

Al frente de ellos iba Otero Erazo, oficial de amplia pericia, que contaba con la asesoría del segundo comandante, teniente de fragata Fernando Camacho Londoño, y el concurso de un notable grupo de oficiales y suboficiales: Lozano, Lesmes, Betancur, Gómez, Restrepo… La guerra era a muerte entre dos fuerzas aguerridas, hasta que a la media noche el Karina comenzó a hundirse entre la oscuridad y la tempestad. El buque fue devorado por el mar a más de 4.000 metros de profundidad, con su cargamento de armas que nunca se recuperó.

Germán Castro Caycedo narra a la perfección esta historia en el libro El Karina, que acabo de releer como homenaje a la memoria de mi amigo Eduardo Otero Erazo. ¡Honor al héroe de Charambirá! Su fallecimiento me conturba. Era compañero de curso de mi hermano Jorge Alberto, que también obtuvo el grado de capitán de navío de la Armada Nacional.

Karina era el nombre de una hija del intermediario principal del barco negociado en Alemania. El libro ha tenido 37 ediciones en Colombia y ha sido traducida a 9 idiomas. La agonía del Karina hace pensar en la derrota que tarde o temprano caerá sobre los guerrilleros y los contrabandistas. El relato es impactante, escalofriante, y se lee como una novela por el interés, la precisión y el suspenso que el autor estampa en sus páginas. Por otra parte, la obra es un retrato del mar, con su belleza, paisajes, borrascas y misterios.

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Eje 21, Manizales, 19-VI-2024.  Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 16-VI-2024.

Comentarios

 Me ha conmovido la muerte del capitán de navío, tu amigo y compañero de Jorge Alberto, con el episodio del hundimiento del Karina. Importante reconocimiento y feliz recordación de la valentía de este hombre de mar que hace tantos años envió al fondo del océano el armamento del M-19. Inés Blanco, Bogotá.

Las mujeres de Álvarez Gardeazábal

martes, 21 de mayo de 2024 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

 Dice Gustavo Álvarez Gardeazábal en el libro que voy a reseñar: “Mis lectores y mis oyentes han sabido siempre que no he tenido apetencias sexuales por las mujeres. Ellas, empero, han sido los soportes de mis afectos, los pilares de mis gestas y los grandes personajes de mis narraciones”.

Dicho libro hace parte de los doce que acaba de editar El Tiempo –con su sello Intermedio– para conformar la Biblioteca Gustavo Álvarez Gardeazábal. Entre ellos se encuentran títulos descollantes como Cóndores no entierran todos los días, Las guerras de Tuluá, Dabeiba, Comandante Paraíso, El divino. Un aplauso merece el periódico al rendir el justo homenaje que merece uno de nuestros grandes escritores.

Las mujeres de la muerte es otro de los títulos de esta serie. El escenario es Tuluá, la tierra natal del novelista. Nadie como él ha contado con tanta propiedad e indignación la violencia que desde tiempos pretéritos se ha ensañado en su pueblo. Como estigma de ese desastre, inmortalizó en su novela cumbre la figura siniestra del cóndor. La Tuluá de entonces es la misma de ahora, formada por delincuentes que causan regueros de sangre y exterminan la paz bajo la arremetida del odio, el atropello, el suplicio y la muerte.

En medio de balaceras, revólveres, bombas y metralletas, allí la gente vive aterrorizada a toda hora. Ayer eran los pájaros, hoy son los asesinos de La Inmaculada. Tuluá está vuelta un infierno. Huele a muerte. Los personajes que ventila Álvarez Gardeazábal en estos relatos escalofriantes son mujeres que llevan a rastras el dolor comunitario que nunca se extingue.

Ellas han perdurado en las entrañas del novelista amante de su pueblo. Estas mujeres simbólicas (Ana Dolores, Merceditas, Marianita, Bolivia González, la Potes, la señorita Raquel…) no solo sufren sus propios dramas, sino que los irradian a la familia y a la comunidad. Y producen un estallido social. A través del tiempo desaparecen de la escena como hojas secas que se lleva el viento, y llegan otras a remplazarlas. Reales unas y otras de ficción, el narrador ha escrito estos relatos como testimonios descarnados de lo que sucede no solo en su comarca, sino en el país. Tuluá es Colombia.

Y resalta su afecto hacia mujeres con quienes ha tenido trato deferente en el campo literario y en los altos cargos que ha ejercido. De hecho, libros suyos están dedicados a ellas. El que aquí comento lleva la dedicatoria para Rubiela Pérez Castillo, quien “me iluminó con su serenidad –dice él– en los momentos de gloria y en los duros episodios a que fui sometido”. A la periodista española Pilar Narvión le dedicó El tiritero, y Dabeiba a la escritora caleña Carmiña Navia. Hay varios casos más.

Especial atención me causa la historia de la señorita Raquel, la embalsamadora de Tuluá. Ella sabía todos los secretos de la gente, ya que por sus manos pasaban todos los muertos. No cambiaba su oficio por ningún otro. Todos la querían y la requerían, y ella vivía feliz con su afianzada dignidad. Era la indeclinable memorialista de la muerte, y se llevó a la tumba, a sus 89 años, la satisfacción de haberles dado la mano a sus paisanos en el trance final.

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Eje 21, Manizales, 17-V-2024.  Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 27-V-2024.

Comentarios

 Espléndido comentario a mis mujeres. Como diría la señorita Raquel en su quehacer mortuorio: «Más que generoso». Mil gracias. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

La Tuluá del Cóndor que me tocó vivir con la muerte alfabética de los firmantes de la carta a Rojas Pinilla pidiendo protección. Empezando con el ilustre abogado Aristides Arrieta. Violencia reencauchada hoy día con la banda de la Inmaculada. La Colombia violenta de siempre alimentada por políticos corruptos a quienes les conviene que nada cambie y seguir engordando sus bolsillos ¡Cruel realidad! William Piedrahíta, desde Estados Unidos.

Desde el río Arma hasta el Quindío

martes, 9 de abril de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.

Desde el río Arma hasta el Quindío

domingo, 17 de marzo de 2024 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace más de medio siglo conozco a Diego Arango Mora, ingeniero agrónomo y destacado líder cafetero, que fue mi vecino de residencia en Armenia. Años después de mi partida, creó el Parque del Café, obra gigante y emblemática de la región. Me encuentro hoy con la grata sorpresa de que es además el autor de dos libros de enorme importancia para la historia regional, publicados por Manigraf de Manizales: Historia del Parque del Café (2022) y Desde el cañón del río Arma hacia la Tierra de la Esperanza (diciembre de 2023). Por ahora, voy a referirme a este último.

Es la historia de su propia familia, que por similitud comprende las corrientes de migrantes que partieron de Antioquia movidas por el ánimo aventurero –tan propio de los paisas–, el deseo de riqueza, la necesidad de establecer a sus familias en tierras promisorias, fundar pueblos y buscar los tesoros indígenas. La colonización antioqueña, que llegó a cinco de los departamentos actuales, es el principal éxodo masivo ocurrido en el país.

El abuelo de Diego, Lucas Arango Isaza, de 55 años y padre de 11 hijos, nació en 1856 en Sonsón, Antioquia. Su ocupación era la arriería, y en tal carácter desafiaba a diario los peligros de los terrenos inhóspitos por donde pasaba con su recua de mulas. Un día tuvo que enfrentarse a las aguas torrentosas del Arma, río nacido en el páramo San Félix, Caldas, y no logró ponerse a salvo. Sus compañeros lo buscaron durante días en una amplia extensión, pero su cuerpo nunca apareció. El río Arma se convierte en el inicio de esta dura y a la vez aleccionadora historia de la familia Arango.

Tiempo después, Leo Arbeláez, la viuda del arriero, organizó con sus hijos el traslado a Montenegro, Quindío, pueblo en formación que ofrecía buenas condiciones de vida. Era mujer emprendedora y valiente, y con ese talante formó a su numerosa prole. Años después, un incendio voraz afectó la casa donde vivía, y ante esa circunstancia resolvió residenciarse en Armenia. Sus hijos crecieron dentro de rectos principios y comenzaron a sobresalir en diferentes actividades.

Uno de ellos, Jesús Arango Arbeláez, se volvió profesional del campo. Persona laboriosa, seria y disciplinada, comenzó a formar un capital sólido. Su jornada diaria comenzaba a las cinco de la mañana. Su hijo Diego, graduado en agronomía, se enamoró de la tierra. Y fue quien recibió la fatal noticia de que su padre había sido asesinado por no pagar el rescate. Igual suerte corrió su hermano menor. La violencia irrumpió en el Quindío bajo las garras del odio, el sectarismo político, la venganza y la muerte. En forma continua, los dos partidos se cobraban, con nuevos muertos, las bajas que ocurrían en sus filas.

Leo, la abuela de Diego, poco tiempo antes de morir reunió a sus nietos y les contó que venía llenando unos cuadernos donde narraba los sucesos familiares y los concernientes a la migración desde la tierra nativa, y pedía que alguien se encargara de continuarlos. Diego Arango Mora alzó la mano, y el resultado es el libro que aquí comento, convertido en un testimonio épico. Es un bello canto a la tierra, la patria, la familia, el amor, la alegría y el dolor.

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Eje 21, Manizales, 8-III-2024. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2024.

Comentarios

 Muy honorífico para mí recibir tan elogiosos comentarios tratándose de un escritor de tu trayectoria y tan calificada pluma. Diego Arango Mora, Armenia.

Excelente tu artículo de hoy sobre el libro de Diego Arango. Desde hace años estudio el amplio e importante tema de la Colonización que a mí también me toca mucho. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

He leído con especial interés la columna acerca del agrónomo Diego Arango Mora, hombre muy importante, de una visión futurista, creativo y amante de la tierra. Ni más ni menos que el ideólogo fundador del Parque del Café, sitio obligado para el turismo nacional e internacional y un orgullo colombiano. Y autor de dos libros. Como la historia es la huella de grandes creaciones, maravilloso que haya escrito el tomo sobre la fundación del Parque del Café. El segundo libro debe ser fascinante con la acertada recopilación de memorias escritas por la abuela y que llevó a la imprenta, para no olvidar los inicios, las raíces y los frutos de un tronco familiar que cuenta su historia. Inés Blanco, Bogotá.