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Archivo para la categoría ‘Temas literarios’

Hechos culturales

jueves, 15 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En mi reciente viaje al Quindío me encontré con algunos signos culturales que vale la pena resaltar. No conocía la biblioteca formada en la Sociedad de Mejoras Públicas para servicio de la co­munidad, y fui a visitarla. Lía Giraldo Soto, la directora, me puso en antecedentes del impulso que ha tenido la actividad cultural en los últimos años, lo mismo que del interés existente para acometer otros programas.

Grata impresión recibí con la colección de libros de autores quindianos que protege la Sociedad de Mejoras Públicas como patrimonio de la ciudad. Iniciativa que se debe al exalcalde César Hoyos Salazar, hoy consejero de Estado, cuyo paso por la administración municipal dejó honda huella.

Óscar Jaramillo García, director del Comité de Cafeteros, me hizo entrega del libro Husos, sellos y rodillos, que la en­tidad acaba de publicarle a Jesús Arango Cano. Magnífico que esto ocurra por cuen­ta de la entidad más comprometida con la región.

Cordial sugerencia: es preciso ree­ditar la obra indigenista de Jaime Buitrago Cardona, una gloria de las letras quindianas. Siendo Hernán Palacios Ja­ramillo presidente del Comité, dirigí la publicación de la novela Bajo la luna ne­gra, de Eduardo Arias Suárez, que per­manecía inédita hacía 50 años. Ojalá el rescate de otros libros valiosos, ya olvida­dos o desconocidos, sea inquietud permanente del Comité.

Quise hablar con el rector de la Uni­versidad del Quindío para observar el desarrollo de la institución y enterarme de sus planes, pero no fue posible llevar a cabo dicha entrevista. En mis épocas quindianas mantuve estrechos vínculos con el Alma Máter, sobre todo en las rectorías de Fabio Arias Vélez y Horacio Montoya, y conservo con mucho aprecio la moción con que me honró el Consejo Académico en el momento de mi partida.

Grandiosa obra la del Parque del Café. Se halla a la altura de los mejores parques del mundo. A Diego Arango Mora, realizador de la idea, le repito mi sorpresa y admiración. La cultura del café ha lo­grado el mayor monumento que pudiera levantársele.

La Crónica del Quindío, Armenia, 24-IX-1995

 

Concursos desiertos

jueves, 15 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Cuando se declara desierto un concurso literario, co­mo hace poco sucedió con el de novela patrocinado por Colcultura, en el mundo de las letras se ventilan diversas opiniones a favor y en contra de la medida, dentro del recurrente propósito de debatir la cultura nacional. En este tipo de controversia nunca han faltado quie­nes critican la arrogancia del jura­do idealista o demasiado exigente. Como yo no participaba en el certa­men, puedo hablar sin amargura ni pasión sobre el tema.

Los miembros del jurado (Femando Cruz Kronfly, Ger­mán Espinosa y Sergio Ramírez) determinaron en su sabiduría que ninguna de las obras participan­tes reunía mérito suficiente para ser galardonada. La narrativa na­cional sale mal librada en el juicio de estos escritores –uno de ellos nicaragüense– que no hallaron nin­guna novela digna de ponderación, entre más de cien sometidas a su examen. No es aventurado pensar que varias de esas obras pertenecen a autores consagrados, tenien­do en cuenta la nombradía que otorga el concurso de Colcultura y el estímulo económico de que está dotado.

No creo que en virtud de este fallo deba considerarse desolador el pa­norama narrativo de Colombia, tierra pródiga en novelistas y cuentis­tas. Hay que dudar, por el contrario, de la capacidad para leer y apreciar un centenar de obras (alrededor de 25.000 páginas) en el término de breves días. Lo que a veces no se sabe es buscar y valorar. Recuérde­se que una de las novelas iniciales de García Márquez (cuando era feliz e indocumentado) no pasó la prueba de un eminente crítico de Buenos Ares, que le aconsejó rasgar las cuartillas y cambiar de oficio. Ese libro está hoy entre sus obras maestras.

Es oportuno traer a cuento el dato curioso de uno de los jurados de marras, el señor Cruz Kronfly, que en los comienzos de su carre­ra presentó a concurso su novela Cámara ardiente, y luego, sin ha­berse fallado el anterior certamen,  la envió a otro con el título de Falleba. En uno, la obra no obtuvo ninguna mención, y en el otro fue la ganadora. Aquí resulta válida la sabia sentencia de Campoamor: “En este mundo traidor nada es verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira».

Aduce Germán Espinosa que mu­chas de las novelas concursantes eran más crónicas periodísticas que invenciones literarias. Esto nada significa. No morirás, la novela de Germán Santamaría que acaba de ganar en Chile el primer premio en el Concurso Iberoamericano de Pri­meras Novelas, es una crónica sobre la tragedia de Armero, con ingredientes periodísticos.

A sangre fría y Música para camaleones, las celebradas obras de Truman Capote, se mueven también en el género del periodismo novelado. Lo mismo sucede con varias de las novelas de Oriana Fallaci. Capote se impuso esta meta ejemplar: «Demostrar una vez por todas que el periodis­mo, sin importar el tema, es capaz de alcanzar un nivel artístico igual al de la ficción más superior».

Esto significa que en el arte, ciencia de tan complejos lineamien­tos, no pueden existir fallos acadé­micos ni juicios definitivos. Lo que hoy es mediocre, mañana puede ser excelente. Y también a la inversa. Muchas obras ganadoras de con­cursos –incluyendo los Premios Nó­bel– no volvieron a tener figuración, y otras, perdedoras, alcanzaron la fama.

El Espectador, Bogotá, 2-I-1994

Rincón del libro (6)

jueves, 15 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

La eternidad y el olvido

Pri­mera novela del poeta Víctor Paz Otero, publicada por Pla­za y Janés. Relato lírico donde el autor, valiéndose de símbolos, sugerencias e imágenes, penetra en su propia alma para presentar un mundo movido por el erotismo, la alucinación y los conflictos religio­sos de nuestro tiempo. La historia ocurre en una ciudad mítica –Popayán– y se confunde con la misma historia del narrador, quien también se estremece, como la patria chica arrasada por el cataclis­mo, con la arremetida de las pasiones.

El novelista mezcla en su relato el amor y el odio, la ternura y la piedad, la inocencia y la perver­sión. En este juego de luces y sombras, como es en sí la aventura humana, se traza la silueta de Popayán la religiosa y la impía, que ambas cosas es a la vez. En esta simbiosis sale a flote el mundo interno del autor, mundo ensimismado, sensitivo, poético, con­fuso en medio de emociones versátiles. Lucha el escritor por la conquis­ta de la palabra, y lo hace con ardentía y pasión, hasta darle a su obra la temperatura ideal para que se escuche su mensaje. El novelista se encuentra consigo mismo.

La ciudad y los sueños

Algo parecido, en género literario distinto, es lo que realiza Enrique Medina Flórez en este libro de ensayos. El humanista boyacense decanta en su obra, con virtuosismo idiomático, el alma pu­ra –e impura, como nos la transmi­tió Inés de Hinojosa– de su Tunja maternal, a través de leyendas, mitos, personajes, diablos y llo­ronas. Y pone a volar su espíritu por el propio espíritu de la historia. Este escritor silencioso –poeta, his­toriador y prosista de alto vuelo–, enclaustrado en su recinto de pie­dra milenaria bajo el sopor de paisajes taciturnos, es el intérprete cabal de una ciudad gloriosa que ha sabido conservar sus tradiciones en medio del turbión de los tiempos modernos.

Periplos y

Diez burritos y algo más

De Méjico recibo este par de libros en­cantadores que me remite su autor, el colombiano Aristomeno Porras, columnista del periódico Excelsior y el principal colaborador que tuvo la revista Nivel de Germán Pardo García. En el primero, como consecuencia de los viajes del escri­tor por el mundo, capta imágenes diversas que transmite saturadas de apuntes y pensamientos alrede­dor de los lugares visitados. Y en el segundo ofrece, con sutil y grato humor, una antología sobre los apacibles jumentos inmortalizados en muchas páginas de la historia. Al mismo tiempo se detiene en hechos simples de la vida cotidiana para estructurar, con gracia y maes­tría, crónicas ejemplares por su brevedad y su técnica expresiva.

El Espectador, Bogotá, 7-XII-1993

Diccionario del desahogo

He conocido el siguiente comentario que sobre el libro Dicciona­rio del desahogo, del escritor santandereano Jaime Álvarez Gutié­rrez, obra que ha pasado inadvertida en Colombia, y que fue mencionada por esta columna en días pasados, escribió en España, en Diario 16, Camilo José Cela,  nóbel de Literatura:

«Álvarez Gutiérrez, apoyándose en una cumplida bibliografía y aco­piando lectura tras lectura, nos brinda un curioso repertorio de voces no siempre admitidas en sociedad, aunque sí en la prosa de muy ilustres autores. Ahora que la gente habla mal, en los muchos sentidos que esto de hablar mal pudiere tener, es saludable repasar los elegantes usos, los airosos es­guinces y los graciosos últimos significados que nuestros padres y abuelos literarios acertaron a dar a este prolijo vocabulario. Insisto en recalcar el valor de estos estudios sobre las palabras desterradas no más que por la ñoñería y la pudibundez”.

E. E., 2-I-1994

El diablo que ríe

A Hernando García Mejía le bullía en corazón y cere­bro el diablillo fiestero a quien Riosucio tributa un culto que se volvió mítico. En El diablo que ríe, obra publicada por Plaza y Janés, crea un universo de carcaja­das para que el país aprenda la lección de este diablo bueno que recorre las calles y penetra en los hogares con su varita mágica de la simpatía y la risa a flor de labios. Novela fresca y retozona en la que el lector siente al diablo hacién­dole cosquillas y provocándolo para que coma del fruto no prohibido: el fruto de la alegría y la confraterni­dad.

Sólo el silencio grita

La nueva novela de Fernando Soto Aparicio, publicada por Editorial Grijalbo, presenta un cuadro caricaturesco sobre la realidad latinoamericana que hace víctima al hombre de atropellos, despojos, desaparicio­nes, impuestos sin medida, tortu­ras y toda clase de violaciones de los derechos humanos. Hay algo novedoso en esta obra y es que los documentos (papeles oficiales, pastorales, manifiestos, artículos de prensa), convertidos en personajes de novela, hablan como protagonis­tas de la gran farsa social que denuncia el novelista. El humor incisivo campea por las páginas del relato y desazona el ánimo ante tanta injusticia con que gobiernos y políticos, de Colombia y de toda América, azotan al indefenso ciudadano. Es preciso aplaudir la labor que cumple Editorial Grijalbo al brindar, entre su acredi­tada bibliografía empresarial y sico­lógica, espacio relevante para el escritor colombiano.

Secretos de escritores

En esta obra de Jaime Montoya Candamil publica­da en su serie El pulso de los tiempos, el autor recoge diversas entrevistas con escritores y poetas publicadas en el diario El Siglo, las que en 1984 le merecieron, dentro del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, la medalla al mejor trabajo cultural en prensa. Libro llamado a permanecer en las bibliotecas por los testimonios que dejan los entrevistados, por las lecciones que siembran y por la variedad de estilos, matices y opi­niones que se presentan en el mundo de las letras.

La creación literaria,

asedios y tentaciones

Afín al libro anterior, e integrante de la misma serie bibliográfica, se encuentra esta obra de Óscar Londoño Pineda, batallador de la cultura nacional. Se trata de una selección de breves y ágiles ensayos elabo­rados sobre aspectos referentes al oficio de escribir, lo mismo que de discursos pronunciados en la presentación de libros. En este material se halla el observa­dor atento y el analista certero del quehacer literario, que ofrece, como guías para el escritor, ideas novedosas bajo el impulso de una prosa castiza.

Un hombre destinado a mentir

Ramón Molinares Sarmiento lan­za esta novela singular con el sello de Plaza y Janés. El actor principal es un impostor que pierde su identi­dad y se mete en pellejo ajeno para desvertebrar su propia existencia. Con el cambio de piel no consigue, empero, acallar su alma en perenne vigilia. Por el contrario, la tortura más. Novela que entre misterios y toques sensuales des­pierta interés e intriga desde las primeras páginas, y así se va hasta el final.

Memorias de un médico anda­riego

También de Plaza y Janés. Judith Porto de González elabora una serie de relatos que giran en el mundo de la medicina y pintan la cotidianidad del hombre en su aven­tura por amar y vivir. Mundo dibujado con gracia y maestría en medio de veloces rasgos sicológicos, algunos llenos de fantasía,  de personajes que se mueven entre la vida y la muerte, el dolor y la alegría, el amor y la frustración.

La manzana del Edén

Ignacio Chaves Cuevas y Vicente Pérez Silva sorprendieron a sus amigos, como lírico regalo navideño, y en edición numerada, con la reimpresión de La manzana del Edén, de Miguel Rasch Isla, hermo­sa obra que había visto la luz en 1926, en edición privada de cien ejemplares. Rasch Isla, que en fe­cha reciente obtuvo el premio a la mejor poesía erótica, es recibido con júbilo entre las bellas páginas revividas por este par de quijotes modernos, en las que se admi­ran además las dotes artísticas de José Eduardo Jiménez y Martha Patricia Jiménez como director de la edición y autora de la portada.

E. E., 16-II-1994

Chiquinquirá y el humanismo boyacense

Horacio Bejarano Díaz, se­cretario de la Academia Colombiana de la Lengua, recopila en este libro sustancio­sos ensayos sobre escritores de Boyacá (José Joaquín Ortiz, José Joaquín Casas, Joaquín González Camargo, Carlos Arturo Torres y otros), en cuya obra ha profundiza­do a través de hondas lecturas. El libro está patrocinado por el municipio de Chiquinquirá, enti­dad que es hoy la mayor promotora de cultura boyacense con su reco­nocida serie bibliográfica.

Correspondencia de Rufino José Cuervo

El Instituto Caro y Cuervo publica la segunda parte de la correspondencia de Rufino J. y Ángel Cuervo con corresponsales colombianos. Este seguimiento que hacen investigadores acuciosos de la entidad –esta vez Angelina Araújo  Vélez– no sólo penetra en la intimi­dad de los personajes sino que a través de notas marginales explica ciertos hechos de la historia nacio­nal que coexistieron con la vida estudiada.

Corrientes interiores

Con el mismo sello del Instituto Caro y Cuervo ha salido a circula­ción la obra Corrientes interiores y otros poemas, de Roberto Uribe Pinto, con prólogo de Eduardo Carranza, que dice so­bre el autor: «Así como camina, con ese paso ondulante de felicidad como el de los colegiales formales cuando van a recibir un premio, avanza con su poesía frutal, rebo­sante de efluvios vegetales, sin sombra, porque hasta la noche le rinde su cosecha de estrellas».

El equilibrio del poder

El general en retiro Fernando Landazábal Reyes hace en este libro, publicado por Plaza y Janés, un estudio sobre las relaciones político-militares y ofrece fórmulas de interés, con ánimo polémico –como lo sugiere el alacrán pintado en la carátula–, sobre los caminos de la paz. Landa­zábal Reyes, autor de varios libros, personifica la evolución en los últi­mos años de las Fuerzas Armadas, preocupadas no sólo por dominar la estrategia militar dentro de un mun­do cada vez más conflictivo, sino por contar entre sus hombres de mando a personas con pre­paración intelectual. 

Tiempo frágil

La Universidad Central, que no cesa en su labor de estimular el talento colombiano, ha editado este libro de Fernando Lleras de la Fuente, con prólogo de Ignacio Cha­ves Cuevas. Este poemario se suma al publicado en 1989 con el título El corazón suspenso, y corrobora la vocación lírica del autor. Es la suya poesía romántica –melancólica en muchos pasajes– e imbuida de ritmo y resonan­cias intimistas, que transmiten mú­sica y ensoñación.

India, un universo fascinante

Hermoso libro, tanto en su diseño como en su contenido, publicado por el arquitecto y escritor Germán Puyana García con la mar­ca de Plaza y Janés. Viajero perti­naz de mundos y culturas diversas, el autor ha sido un enamorado de los países legendarios de Oriente, entre ellos la India. Su sentido de aventura y observación lo llevó a plasmar en este libro las andanzas que hoy presenta con novedad y ameno estilo.

Libros de la Universidad del Quindío

La Universidad del Quindío cumple, bajo el liderazgo de Henry Valencia Naranjo, destacada labor en el campo cultural. En sus talle­res gráficos edita no sólo la revista institucional y textos de los profesores, sino que apoya a los escritores quindianos. Tres libros que enaltecen las letras de la región son Huellas de rebeldía, de Iván López Botero; Historias de un pueblo rebelde, de Alberto Bermúdez, y un en­sayo sobre la posmodernidad, de Nodier Botero. El mismo rector Valencia Naranjo cultiva la poesía, don que mantenía oculto. En 1989 dio a luz su primer libro lírico, Evasiones y soledades, que le mereció elogios de la crítica, y ahora prepara su segunda salida en el mismo género.

E. E., 11-VI-1994

 

Libros del Instituto Caro y Cuervo

jueves, 15 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Formidable labor cumple el Instituto Caro y Cuervo en su empeño por preservar la cul­tura colombiana. Es de las pocas entidades que se han mantenido incontaminadas de los afanes buro­cráticos y las interferencias políticas tan comunes en otros organismos del Estado, vicios que suelen trasto­car incluso los proyectos mejor es­tructurados. Baste señalar que en los 51 años de su existencia, cumplidos en agosto de 1993, sólo ha tenido cuatro directores titulares y uno encargado, poseedores todos de ponderados méritos.

Varias series editoriales, maneja­das con rigor científico (como la Granada Entreabierta, la Biblioteca Colombiana, los Clásicos Colombia­nos, el Archivo Epistolar Colombiano), han levantado a lo largo de los años una mole al pensamiento de la na­ción. La Imprenta Patriótica, en Yerbabuena, es una pieza infatigable en la tarea de lanzar a la voracidad del lector culto los innumerables testi­monios de los autores privilegiados, que sobrevivirán en la memoria de las futuras generaciones por el solo hecho de haber pasado la prue­ba de la selección. Son ediciones pulcras, sobrias, dirigidas con impe­cable precisión idiomática y elevado criterio académico.

Tres libros recientes entran a enriquecer este acervo cultural y a ellos voy a referirme. El pintor Carlos Dupuy, que tiene mucha garra de escritor, describe en Recuento de imágenes –opúsculo de apenas 88 páginas– rasgos veloces sobre un grupo de amigos (Gonzalo Ariza, Joaquín Piñeros Corpas, Danilo Cruz, Eduardo Carranza…) que a lo largo de los años posaron en su estudio de retratista. Dupuy fue reco­giendo las impresiones, fragmentos de diálogos y determinadas facetas que surgían en esos encuentros, sistema novedoso que aparte de revelar momentos íntimos de los personajes, permite interpretar sus personalidades. Varios de los rela­tos, elaborados con sutiles tonos poéticos y filosóficos, parecen fábu­las: en ello reside su encanto.

Cecilia Hernández de Mendoza es autora de un estudio sobre Jorge Rojas y de la antología que arranca con la primera obra del poeta, La forma de su huida (1939), y concluye con El libro de las tredéci­mas (1991). La trascendencia de Jorge Rojas está reconocida por la crítica. Como el primer impulsor de Piedra y Cielo (movimiento del que es uno de sus maestros) le corres­pondió liderar un salto revoluciona­rio de la poesía. Bardo universal del amor, su mensaje es puro, emotivo, radiante de imágenes. Al decir de Carranza, «es uno de los grandes poetas de todos los tiempos colom­bianos». Su acento sobre la soledad y su pasión por la mujer y la naturaleza lo convierten en un espíritu que ha visto crecer el mundo dentro de su propio mundo encantado.

La lira nueva, antología publicada hace cien años (1886) por José María Rivas Groot, y que albergaba a los poetas contemporáneos de entonces, se rescata hoy, en edición facsimilar, como auténtica primicia.

En las palabras de presentación que escribe el profesor Ignacio Cuevas se anota que desde años atrás buscaba el Instituto Caro y Cuervo recoger la obra de Rivas Groot, misión que se había encomendado a su hijo José Manuel Rivas Sacconi, presidente honorario de la institución, muerto a comienzos de 1991. Dicho propósito comienza con La lira nueva, trabajo que enfoca el país poético de aquellas calendas. La antología abarca la obra de 35 poetas, y de ellos sólo pasaron unos 10 a los tiempos futuros (Candelario Obeso, Julio Flórez, Ismael Enrique Arciniegas, José Joaquín Casas, José Asunción Silva, Rivas Groot…) En la nómina no figura ninguna mujer, como era la realidad de entonces.

El crítico Femando Charry Lara, eminente conocedor del acontecer literario del país, escribe como prólogo un estupendo ensayo sobre la historia de nuestra poesía.

El Espectador, Bogotá, 2-XI-1993

 

Polémica literaria

miércoles, 14 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

He seguido con interés, por artículos publicados en un diario de Estados Unidos, la polémica surgida entre dos escritores colombianos residentes en Nueva York: Gloria Chávez Vásquez y Eduardo Marceles Daconte.

Este último es el autor del libro Narradores colombianos en Estados Unidos, aparecido hace poco dentro de las ediciones de Colcultura, del que se excluyó a Gloria Chávez a pesar de su reconoci­da obra como cuentista, que se encuentra divulgada en los libros Las termitas (1978), Cuentos del Quindío (1982), Akum, la magia de los sueños (1983, Opus americanus (1993), y en cuentos sueltos, como Sor Orfelina, destacado por el Magazín Dominical de El Espectador en 1971; Sincronio, el ave fénix, ganador en 1978 del premio del Círculo Literario Latinoamericano de Nueva York, y publicado por Lecturas Dominicales de El Tiempo; La luciérnaga y el espejo, recogido en una antología de cuentos para niños; Diario de un subwaynauta, excelente narración sicológica sobre la angustia que vive el hombre cuando se moviliza en los medios de transporte masivo de las grandes ciudades.

Sin embargo, en la antología de Marceles no hubo sitio para la cuentista colombiana, residente hace más de 20 años en Estados Unidos, donde ha cumplido ponderada labor como periodista, promotora cultural, profesora y escritora. En 1990 obtuvo el premio Emma, con el que se reconoce en Estados Unidos la excelencia periodística, y que por primera vez se entregó a un miembro de la prensa latinoamericana.

El prólogo de la antología de Marceles apareció publicado en mayo pasado por Lecturas Dominicales de El Tiempo. Con este motivo la cuentista se dirigió en carta de junio al ombudsman del periódico, Felipe Zuleta Lleras, solicitándole un espacio en el diario para comentar su exclusión de aquel trabajo. Al no obtener respuesta, en agosto volvió a comunicarse con la misma persona, a quien solicitó la publicación del artículo La escritora como emigrante, «que repre­senta –según sus palabras– no sólo un resumen de mis luchas como escritora, sino un análisis conciso y detallado de por qué muchas escritoras permanecemos invisibles». Ojalá tengamos oportunidad de conocer dicha nota en El Tiempo.

Los dos escritores han librado agudos enfrentamientos en un periódico  neoyorquino a propósito del epi­sodio a que se refiere esta columna. Marceles dice que hace un año lo invitó Óscar Collazos a que realizara una antología de narradores que viven en Estados Unidos en condición de emigrados, y fue así como hizo contactos con doce de ellos para destacar su producción. Y agrega: «Una antología no se hace por ‘llama­do público’ sino que es el producto de la investigación del antólogo que se­lecciona a aquellos escritores que considera representativos de una ten­dencia, un período histórico o una región geográfica».

Ante esta aseveración, Gloria Chá­vez critica el facilismo con que se adelantó la obra y la forma como se manipula la cultura. Y anota: «Marce­les no parece estar de acuerdo en que una antología pueda ser también una actividad de carácter democrático y no la selección caprichosa de un individuo. Es bien conocido en los medios académicos colombianos que Collazos es uno de los expertos en la fabricación de antologías en las que el autor coloca su nombre entre los de otros escritores, en la creencia de que así asegurará un puesto en la litera­tura».

Al decir Gloria Chávez que «la cultura no es una prioridad para el gobierno colombiano», comprende por qué está marginado el sector invisible que no tiene conexiones políticas o culturales. Ante lo cual, Marceles, defensor agradecido de Colcultura, cuya política democrática ensalza, dice lo siguiente: «Por prime­ra vez se reconoce el trabajo literario de los escritores que vivimos en el exterior». Gloria, desde luego, no está de acuerdo con esta tesis y afirma, al censurar el monopolio de la cultura, que «el exclusivismo es una de las razones por las cuales la cultura colombiana ha sido privada de la mitad de sus recursos literarios».

* * *

No creo que este duelo entre Gloria y Marceles le haga mal a la literatura. Por el contrario, deja un lado cons­tructivo y muchos puntos de medita­ción. El problema de las antologías es ese: que hiere susceptibilidades. Las antologías son caprichosas. Las hay, del mismo autor, que primero acogen a un escritor y en la siguiente lo borran. De todas maneras, la obra valedera siempre es reconocida, tarde o temprano.

Considero que Gloria debe sentirse satisfecha, después del chaparrón que ha recibido, con la ponencia que acaba de ser presenta­da en el VIII Congreso de Colombianistas Norteamericanos realizado en la Universidad de California, por dos profesoras de literatura latinoameri­cana, residentes en Colombia, que han exaltado su producción narrativa y su obra total.

El Espectador, Bogotá, 10-IX-1993