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De Armenia a París

viernes, 13 de diciembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Me encanta la gente sencilla que triunfa en la lucha de la vida. Los caminos del triunfo están abiertos a todos, pero el éxito verdadero solo se consigue con el esfuerzo cotidiano, el sacrificio a veces desgarrador y una gran paciencia. Son luchadores secretos que no se arredran ante las dificultades y prosiguen la marcha a pesar de las caídas y las inequidades del destino.

Esta es la historia de Álvaro Pérez Franco, un colombiano residente en París hace 24 años. Cuando yo era gerente del Banco Popular en Armenia, Álvaro ingresó a la institución con el cargo de mensajero, como debían hacerlo los empleados nuevos, quienes además debían ser bachilleres. Se trataba de un muchacho despierto, analítico y con excelente ánimo laboral.

De entrada demostró idoneidad, y más adelante obtuvo el primer ascenso. Gracias al rendimiento que ofrecía, en poco tiempo llegó a niveles superiores. Un día se salió del montón y ocupó su primera jefatura de sección. Hallándome ya en Bogotá, supe que el eficiente colaborador se había retirado de la entidad, con cerca de 20 años de servicios, y se había vinculado con una empresa de Pereira.

Hace un año vine a conocer su ubicación en París. Él mismo me escribió a raíz de un artículo mío que leyó en El Espectador, y por él supe de la serie de penalidades que había tenido que sufrir para lograr su residencia en Francia. Pienso que el antiguo empleado de la banca habría escalado posiciones más importantes si no le hubiera puesto fin a su carrera. Lo hizo en busca de mejores horizontes. A esto se sumaba su separación conyugal, que le abatió el ánimo.

Se echó al bolsillo algunos ahorros y se embarcó para París. Siempre había soñado con la Ciudad Luz y creyó que llegaba el momento de conocerla y forjarse allí su porvenir. Propósito atrevido y azaroso, si ignoraba el idioma, carecía de amistades y no tenía ningún vínculo laboral en aquel país. Para ganarse la vida, tuvo que lavar platos en restaurantes, asear oficinas y desempeñar otros oficios menores.

Esto no lo atemorizó. Lo importante era comenzar. Se decía que algún día triunfaría. Allanó la barrera del idioma con un diccionario de francés debajo del brazo, en incesantes jornadas por las calles parisienses, donde consultaba cuanta palabra leía en los avisos comerciales. Por las noches, se dormía escuchando la radio: así afinó el oído hacia la lengua extraña. Después hizo un curso de francés.

 Progresaba a marchas forzadas, pero sus compañeros de labores le decían que no conseguiría un cargo administrativo, ya que estos estaban reservados para los franceses, y le aconsejaban que aprendiera a pintar casas, pegar ladrillos y levantar muros, como fórmula para salir de los oficios humildes que desempeñaba y ganar más dinero. Pero él no había nacido para ser maestro de construcción.

Pasaron los años de la lucha más atroz que había conocido jamás, y un día logró la primera oportunidad para acceder a un cargo administrativo. Alguien se fijó en sus capacidades y le facilitó la llegada a la vida empresarial. Ese día se emocionó con lágrimas de alegría, al saber que su meta iba a realizarse. El círculo de sus amigos había crecido, se había vuelto lector infatigable, escribía artículos para las redes virtuales. Y en secreto elaboraba poemas, que algún día recogerá en un libro.

Mi antiguo colaborador de la banca se desempeña, desde hace diez años, como agente administrativo en el hospital de Montreuil, en la zona metropolitana de París. Historia edificante la suya. Dio el gran salto que pocos dan –de Armenia a París–, y así coronó su sueño ideal. Hoy, a sus 64 años, vive feliz en la urbe fantástica. En poco tiempo saldrá jubilado de la vida laboral francesa. Como cruel ironía, no ha conseguido que el Seguro Social de Colombia le reconozca la pensión de jubilación por más de 20 años trabajados en el país, ya que no aparece registro de sus cotizaciones, la gran mayoría efectuadas por conducto del Banco Popular. Esto no lo entiendo.

 “Tuve que buscar la superación –me confiesa–, y gracias a mi sentido de lucha personal he saboreado innumerables satisfacciones”.

El Espectador, Bogotá, 7-XII-2012.
Eje 21, Manizales, 8-XII-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 8-XII-2012.
El Velero, Cooperativa del Banco Popular, edición 35, junio/2014.

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Comentarios:

Buena nota sobre Álvaro, persona que conocí en Armenia. Su perfomance parece la de un personaje de la novela de Santiago Gamboa: «El síndrome de Ulises», que retrata la vida de colombianos en los años sesenta en París. Alpher Rojas, Bogotá.

Conmovedora e ilustrativa vida de Álvaro Pérez Franco. Mis más sinceras felicitaciones a su pluma, sensible escritor. Esteban Quiroz, Perú.

Maravilloso sentido de superación, y mejor aún es la divulgación de esa vida admirable. Eso es lo que debe hacerse conocer. Humberto Escobar Molano, Villa de Leiva.

Es admirable la lucha de este colombiano, y lo más lindo es el reconocimiento que le hace la columna. Estas personas son héroes de la vida, de la lucha diaria que se triplica cuando se va a otro país, con otra lengua y otras costumbres. Cuando se tiene que volver a empezar de cero. Héroes, porque no botan la toalla y se devuelven, porque tienen casta y se enfrentan al toro que es ese otro mundo, esa otra cultura, esa otra gente. Colombia Páez, columnista de El Nuevo Herald, Miami.

 

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La aviación en el Eje Cafetero

sábado, 2 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

LAN anuncia que a partir del 24 de este mes suspenderá sus operaciones desde El Edén de Armenia y La Nubia de Manizales. Y seguirá cubriendo la ruta a  Matecaña,  en Pereira. Toma esta decisión debido a que el flujo principal de pasajeros está en Pereira, con un porcentaje que representa el 70 por ciento del tráfico aéreo de toda la región.

Bajo el punto de vista financiero, los vuelos a Manizales y Armenia no son atractivos para la empresa, y en cambio continuará volando a Pereira, cuyo aeropuerto queda cerca a las otras capitales. Las ciudades excluidas seguirán siendo atendidas por otras empresas, entre ellas Avianca. La posición de LAN toca un nervio regional que es el de la emulación que ha existido en los tres departamentos.

Desde la desmembración del antiguo Caldas, los tres han tenido sus organismos propios, lo cual significa independencia administrativa, que fue lo que se buscó desde que el Quindío, en primer lugar, logró su separación, seguido al poco tiempo por Risaralda. Ninguna de estas zonas quiere ser inferior a las otras.

El sentimiento regional, que es muy sensible, no puede subestimarse. Esto ha debido tomarlo en cuenta LAN cuando adoptó su decisión, para medir los efectos más allá del simple juego de las cifras. Los vínculos comerciales con un país o una región demandan al mismo tiempo el análisis de la idiosincrasia local. La región, conformada por tres departamentos de parecida identidad, y conocida como el Eje Cafetero, posee sin embargo características diferentes en sus maneras de ser.

Hoy los tres departamentos se han dado a la tarea de examinar sus propias condiciones, llámense ventajas o falencias, frente a la decisión de LAN. Los juicios que han planteado sus dirigentes y medios de comunicación son constructivos dentro de las miras de desarrollo de cada una de estas regiones. Como consecuencia, se observa que las tres capitales buscan mejorar sus aeropuertos.

Pereira expone la necesidad de modernizar la terminal de Matecaña para convertirse en la verdadera central de toda la zona. Sobre esto habría que anotar que el terreno  no admite más ampliación, y que el hecho de estar ubicado en sitio céntrico de la ciudad, significa un inconveniente. En Manizales, La Nubia dispone, igualmente, de poco terreno para ampliarse y tiene que afrontar problemas meteorológicos que causan la frecuente cancelación de vuelos. El Edén de Armenia es el que cuenta con mayor facilidad atmosférica y con la posibilidad de aumentar su campo de aterrizaje.

Avanza, entre tanto, la construcción del aeródromo de Palestina, en Caldas, para el que ya se ha escogido el nombre de Aeropuerto Internacional del Café, o Aerocafé, que quedaría a 35 minutos de Manizales y a una distancia similar de Pereira. Es una obra ambiciosa, para la que se contempla una pista inicial de 2.400 metros. A Manizales le remediaría sus dificultades actuales. Quedarían por verse los beneficios reales para el resto del Eje Cafetero.

Armando Rodríguez Jaramillo, ejecutivo y periodista de Armenia preocupado por el progreso de su comarca, me dice que la discusión no solo debe girar sobre los aeropuertos, sino comprender el impulso de las vías terrestres y la recuperación del ferrocarril. Al tocar el nervio de los intereses regionales, LAN ha puesto sobre el tapete la atención que deben dispensar políticos, gobernantes y empresarios a las necesidades comunes. Luchando por el regionalismo, se conseguirá mayor avance de toda la zona. ¡Bienvenidos al futuro!, dijo el presidente Gaviria al asumir su cargo.

El Espectador, Bogotá, 21-IX-2012.
Eje 21, Manizales, 21-IX-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 22-IX-2012.

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Comentarios:

El aeropuerto Matecaña de Pereira es el de más flujo en la región, porque las aerolíneas lo han favorecido con menores tarifas para ese terminal. Fue el primer aeropuerto internacional del Eje Cafetero. Sin embargo, está al borde del colapso por su capacidad, ubicación, horribles vías de acceso y no tiene más extensión en su lote para expandirse. El mejor es El Edén, que tiene una infraestructura de última tecnología y una pista para vuelos internacionales, además de vías de acceso impecables y poco tráfico. Jonvel (correo a El Espectador).

Están la Nubia, Matecaña, El Edén, el de Palestina y el de Cartago, este último requeriría menor inversión. Cinco aeropuertos para una pequeña región. Parece que tener aeropuerto, aunque no le lleguen aviones, da estatus. Igual sucedió en España con aeropuertos en Castellón y Ciudad Real que costaron un potosí, y ahora no hay ni un vuelo a esas ciudades. ¡Y España quebrada…! ¿Dónde está Planeación Nacional para que ponga sensatez a semejante polémica? locomercurio (correo a El Espectador).

Aquí es donde veremos la capacidad de respuesta del empresariado del sector turismo para enfrentar estos embates regionales y trabajar por el posicionamiento del Quindío en el escenario nacional. guiarcolombia (correo a La Crónica del Quindío).

Necesitamos una doble calzada que pase cerca de nuestro aeropuerto, hay que mejorar la vía Armenia El Edén, transformándola en doble calzada con separador central y bien iluminada, y entregarle a Aerocivil los predios que solicita para que amplíe las instalaciones y avance en el terminal de carga aéreo. El Edén es el mejor aeropuerto de los tres, posee la pista más larga, las mejores condiciones meteorológicas y de seguridad, la mejor aproximación. El de Pereira presenta un problema de hundimiento en su cabecera. La noticia es muy mala para nuestro turismo. Hay que luchar para que LAN regrese.  Cgaviriag (correo a La Crónica del Quindío).

Usted que fue un banquero de larga trayectoria, sabe muy bien que en cuestiones de intereses comerciales y de las inversiones que demandaría mantener una línea aérea que no resulta productiva, no existen motivos de sentimientos regionales. Se trata de una empresa privada, cuyos dueños son inversionistas, normalmente anónimos, a quienes sólo les interesa la productividad de su empresa. Así es de simple y de frío el manejo de ese tipo de empresas y situaciones. Gustavo Valencia García, Armenia.

La representación política de Armenia en el Congreso no es garantía para unir esfuerzos en pro de una campaña por el terminal de El Edén. Este adolece hace tiempo de muchas falencias: baños dañados, pisos en mal estado… El futuro aeropuerto de Palestina afronta investigaciones de tipo fiscal. Pero para no hacernos ilusiones, el dueño de los aviones, don Efraín Efromovich, dijo muy clarito no estar interesado en los de Armenia, Manizales y Palestina. Gilberto Cifuentes (correo a La Crónica del Quindío).

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Un ala histórica

jueves, 31 de octubre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Hace cuarenta años sucedió el primer accidente aéreo en Armenia. Es el único que ha ocurrido allí. En aquella época sólo volaban en la región avionetas de Aerotaxi, de capacidad muy reducida.

Yo debía viajar a Bogotá, con mi esposa y los tres hijos, en la avioneta accidentada,  para asistir al día siguiente (17 de diciembre de 1971) al matrimonio de un hermano mío. Y había adquirido los tiquetes con suficiente anticipación. De pronto, por una de esas corazonadas que a veces suelo sentir, me dio por adelantar un día la fecha del viaje.

El gerente de Avianca me manifestó que eso era muy difícil, ya que todos los vuelos estaban copados. De todas maneras, me avisaría si a última hora alguien cancelaba el viaje. La llamada se produjo faltando pocos minutos para las seis de la tarde. Me volvió entonces el alma al cuerpo (presionado como estaba por aquel presentimiento que me tenía intranquilo): un viajero acababa de dejar disponibles los puestos precisos para que toda mi familia pudiera viajar un día antes.

Desde Bogotá llamé por teléfono a mi secretaria, y al otro lado de la línea escuché un grito prolongado e indefinible. En medio de mi desconcierto, no acertaba a saber qué sucedía. Mi secretaria, llena de terror, balbuceaba palabras inconexas. Cuando al fin logré que se serenara –y con dificultad se convenció de que no hablaba con un muerto–, me contó que momentos antes se había accidentado la avioneta y habían perecido todos sus ocupantes.

A esa hora mi nombre y los de mi familia corrían de boca en boca por toda la ciudad. Las emisoras no cesaban de transmitir la trágica noticia. Sin embargo, nosotros éramos los únicos que nos habíamos salvado de la lista siniestra, donde figurábamos a pesar de la cancelación de los cupos para aquel día.

Después se sabrían varias historias insólitas. En la misma nave pensaban viajar Ómar Giraldo Ramírez, exalcalde de Armenia, junto con Óscar Jaramillo, José Mejía y otros conocidos hombres de negocios, a las exequias de Mario Jaramillo Uribe en Bogotá. Al no obtener cupo en Aerotaxi, contrataron una avioneta expresa, y también se salvaron.

El comerciante bogotano Jaime Francisco Velilla, de visita en Armenia, iba a viajar esa noche por el aeropuerto de Pereira, atendido por modernos aviones jet, pero como le urgía llegar a Bogotá, lo hizo por el de Armenia y encontró la muerte. Un joven de Sevilla, hijo de un carpintero, estaba feliz con el regalo del tiquete aéreo que con esfuerzo le había prometido su padre para cuando obtuviera el grado de bachiller. Era el primer viaje que hacía por avión, y la muerte le truncó la dicha.

Inés de Hincapié tomaba clases de pintura con mi esposa, y se alegró al saber que viajarían las dos en el mismo vuelo. Iba acompañada de su hijo, el arquitecto Carlos Hernando Hincapié, a quien su novia se quedó esperando en Bogotá para la ceremonia del compromiso matrimonial. La ironía del destino determinó que en  la autopista que conduce a la zona de los cementerios del norte, nos cruzáramos, mi esposa y yo, con el cortejo fúnebre del capitán Sánchez Roa, piloto de la nave.

La frágil avioneta se accidentó a dos minutos del aeropuerto El Edén y cayó sobre la hacienda El Cabrero, célebre en la región. Al tratar de buscar la pista debido a la falla de un motor, la nave perdió el equilibrio y se precipitó a tierra. Un ala salió disparada por el aire y llegó hasta el Club Campestre, situado a corta distancia del aeropuerto. Allí se levantó un monumento con el ala mirando al cielo, que evoca  esta página luctuosa en la historia del Quindío.

Dentro de los designios inescrutables de la muerte, toda una familia se salvó de milagro, gracias a Dios, aquel 16 de diciembre. Días atrás había publicado mi primer libro, Destinos cruzados, y me faltaba mucho camino por recorrer en el campo de las letras. Mi hijo varón tenía diez meses, y las dos hijas eran unas niñas que despertaban a la vida. Todo un semillero de esperanzas, como los verdes campos del Quindío con sus cosechas en flor y sus agraciadas chapoleras.

La muerte es un visitante repentino e insospechado, que llega cuando menos se espera y clausura a veces los mejores sueños. El destino anda en contravía es el título de un libro del escritor quindiano Euclides Jaramillo Arango. Por su parte, Julio Flórez anota: “Todo nos llega tarde… ¡hasta la muerte!”.

El Espectador, Bogotá, 9-VI-2012.
Eje 21, Manizales, 8-VI-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 9-VI-2012.

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Comentarios:

Magnífico relato. Me acuerdo además que en ese viaje pereció la esposa del dueño del almacén Don Mario, quien ese día se ganó la lotería de Manizales, hecho que dio lugar a que el ingenio maligno de algunos paisanos hiciera circular chistes macabros. Óscar Jiménez Leal, Bogotá.

Tremendo, impresionante testimonio. Yo me salvé de la misma manera, pues iba a viajar en el vuelo de Avianca que terminó trágicamente cerca del aeropuerto de Madrid, a finales de 1983. En ese accidente murieron muchos valiosos intelectuales latinoamericanos, entre ellos Ángel Rama, Martha Traba y Manuel Scorza. Yo me quedé en París y a la mañana siguiente me llamó un amigo para darme la espantosa noticia. Carlos Vidales, Estocolmo, Suecia.

Me quedo sorprendida por los hechos que narras. Sí, tienes razón: al corazón hay que ponerle atención, muchas cosas se pueden o se podrían evitar si las personas escucháramos esa voz interior o premonición que anuncia, por lo general, cosas no muy buenas. Gracias a tu intuición salvaste la familia y el futuro de todos. Inés Blanco, Bogotá.

El fantasma del banco

martes, 29 de octubre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Si no se hubiera tratado de Leonel Gómez, el celador más calificado de la oficina, tal vez no habría creído yo en la historia del fantasma. Esto ocurría en el Banco Popular en Armenia, donde Leonel consideró un día que dentro de las novedades del servicio debía reportar la aparición del fantasma al gerente de la oficina, que era yo.

Lo escuché en silencio y con incredulidad. Cuando me dio la sensación de que la cosa era en serio, ya no tuve duda de que el celador no sufría de ninguna alucinación. Él me aseguró: en las noches, cuando el banco permanecía en silencio, comenzaban a sentirse movimientos extraños, como abrir y cerrar escritorios, toser, caminar de un lado al otro.

Avezado como era Leonel en el desempeño de su cargo, creyó al principio que se trataba de una persona, y con su arma se preparó para el ataque. Luego, se convenció de que era un fantasma. Y recordó que algo similar le había ocurrido cuando prestaba sus servicios en orden público como suboficial del Ejército. En aquella ocasión, el caballo a su servicio se encabritaba al pasar por cierto lugar del camino. El caso se volvió rutinario y terrorífico.

Alguien le aconsejó que llevara consigo un frasco de agua bendita, y cuando el caballo se ofuscara, lanzara el agua en los alrededores de la bestia. Con esa acción, desapareció el fantasma, o el espíritu, o el espectro, o el duende, que de todas estas maneras se conocen dichas visiones paranormales.

En el banco, los golpes, ruidos, voces y movimientos misteriosos se volvieron  persistentes. Hasta que la situación se tornó casi familiar. Me puse a estudiar entonces textos sobre la materia y llegué al convencimiento de que en el banco vagaba un alma en pena, otro de los sinónimos de la lista antes anotada.

El suceso llegó al clímax una noche en que el celador sintió el tecleo de una máquina de escribir. A la noche siguiente, con otro celador, volvió a repetirse el episodio, pero esta vez con una adición: el carro de la máquina se movía solo, de un extremo al otro, como si lo manejara la mano de la mecanógrafa (que a esa hora dormía el sueño de los justos).

Cuando me enteré de tal novedad, me formulé esta conjetura: me había llegado competencia. Pero no en las cifras, los préstamos y las rentabilidades. ¡Aparecía un nuevo escritor en el banco! Y él me aliviaría de la carga de sentirme tan solo. Alcancé incluso a alegrarme, pero luego me situé en la triste realidad: se trataba de un escritor fantasma. Por lo tanto, había que continuar explorando el campo de los espíritus. Imposible dejar de creer en ellos, si Leonel y sus compañeros certificaban lo mismo. Y me acordé del dicho popular: “No hay que creer en brujas, pero que las hay, las hay”.

Como en el banco había un fantasma real –y no fabricado por la imaginación–, en modo alguno podía ignorarse su existencia. Para familiarizarme más con el tema y sentirme yo mismo fantasma, salí disparado a la librería y adquirí dos obras famosas: El fantasma de Canterville, de Óscar Wilde, y El fantasma de la ópera, de Gastón Leroux.

Deduje que había un alma en pena que, asfixiada en la atmósfera calenturienta del dinero, buscaba su liberación. El pobre fantasma hacía todo lo posible para que lo sacaran de su prisión, y nadie lo entendía, nadie lo compadecía. Abría y cerraba escritorios, tosía, daba pasos de persona grande, tecleaba las máquinas… y era como si nadie lo escuchara.

Una noche, después de una tertulia de trabajo con los jefes de sección, al llegar a la puerta del edificio y encontrarnos con Leonel Gómez, nos pusimos a bromear sobre la historia fantasmal. Al día siguiente, Leonel me contó que el espíritu se había indignado con nuestras chanzas e irrespetos, y después de agitarse como un ciclón por todo el recinto de la oficina, se había encerrado en la pieza de los celadores.

Leonel, que estaba preparado con el frasco de agua bendita, se enfrentó al personaje y roció el contenido mientras de la pieza salía una corriente impetuosa (llamada “cúmulo de energía negativa”) que lo hubiera derribado si lo coge de frente, y que fue a desintegrarse contra la pared adyacente.

Desde entonces desapareció el fantasma. Y aquí, treinta años después, estoy yo contando la historia.

El Espectador, Bogotá, 10-V-2012.
Eje 21, Manizales, 11-V-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 12-V-2012.
Revista El Velero, Cooperativa del Banco Popular, n.° 22, diciembre de 2012.
El Qindiano, Armenia, 6-VIII-2021.


Este artículo lo volvió a publicar el periódico El Quindiano, el 6 de agosto de 2021, con la siguiente nota introductoria:

En el banco Popular de Armenia también hay fantasmas

El exgerente del banco Popular de Armenia, escritor Gustavo Páez Escobar, recordó un episodio donde un vigilante de la entidad relató la existencia de fantasmas en el edificio de la entidad, ubicado en la calle 21 entre carreras 16 y 17, centro de la capital quindiana. Este episodio fue recordado por Gustavo Páez a propósito del ya famoso fantasma de la alcaldía de Armenia, que hizo su aparición el pasado lunes.

Presentamos el texto del escritor y exgerente del banco Popular Gustavo Páez Escobar:


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Yo tenía 14 años y mi primo 16, estábamos jugando en casa de mi abuela, de repente miramos hacia el cuarto de mi difunta tía y la vimos como buscando algo en una esquina donde antes de su muerte había un baúl, volteó y nos miró –una mirada indescriptible, aterradora– y salió rumbo al corredor, iba con las manos pegadas al cuerpo, como encajonada y al llegar a un punto se hundió bajo el piso de la casa. Los dos –mi primo y yo– vimos exactamente lo mismo…  Patecaucho Cybernético (correo a El Espectador).

Espíritus de personas que habitaron ese lugar, en el cual pudieron haber muerto padeciendo grandes sufrimientos. Los ruidos y voces producidos por esas entidades se llaman sicofonías. Erudito (correo a El Espectador).

Muy simpática la anécdota. Soy incrédulo de estos sucesos paranormales, aunque conozco a varias personas que aseguran con mucha convicción haberlas vivido, o a su vez, haber conocido a quienes tuvieron alguna experiencia de este tipo. Por tanto, me adhiero al famoso refrán “no hay que creer en brujas, pero que las hay, las hay”. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Fantástica anécdota. En Armenia hay muchos cuentos de fantasmas. Y este último ha quedado en vídeo para no dejar dudas. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Qué bueno que este artículo cobre de nuevo vida, lo hace de manera paralela al protagonista de la historia, ser fantasmagórico que asustó a Leonel durante varias noches y que seguramente era un alma perdida y con el toque del agua bendita se fue a descansar, sin imaginarse que 39 años después aún seguirían de él hablando.  Liliana Páez Silva, Bogotá.

Qué maravilla de artículo escrito hace tantos años y qué bueno que el periódico lo haya vuelto a publicar. Datos históricos entretenidos, y propicios por la noticia del fantasma de la alcaldía de Armenia. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

 

 

 

El Quindío y su diario

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Con motivo de los 20 años de vida de La Crónica del Quindío, que se celebran con la presencia del presidente Santos, el diario resalta esta frase que representa la piedra angular de su filosofía: “La historia se construye con la verdad de sus protagonistas”. Y acentúa su fibra regional con este lema que condensa su ideario: “El periódico de los quindianos”.

Hace 20 años un grupo de dirigentes de Armenia se reunió con el propósito de crear su diario propio, al igual que lo tenían las otras dos capitales del Antiguo Caldas. Durante muchos años, La Patria cumplió el papel de diario para toda la región y tuvo, por cierto, gran desempeño. Después, Pereira fundaría su propio periódico. Faltaba el Quindío.

Se me ocurre pensar que los mismos anhelos de autonomía administrativa que dieron origen a la segregación de Caldas en tres territorios afines, pero no iguales, primaron para la independencia periodística. Quienes conocemos de cerca este proceso histórico, sabemos que por encima de ciertas intenciones  políticas que se han aducido en el curso del tiempo para explicar aquellos hechos, estaba la legítima aspiración de manejar cada cual su propio destino.

La Crónica del Quindío, que en sus inicios era una publicación modesta a la que no se le auguraba mayor alcance, ha superado no pocos obstáculos hasta alcanzar la madurez que hoy exhibe. Muchos escépticos de la región la veían como un proyecto endeble que fracasaría en corto tiempo. Según ellos, llegaría, si acaso, al año de existencia. Pasó esta prueba, y cuatro años después recibía la Orden de la Democracia otorgada por la Cámara de Representantes por su seriedad editorial, gráfica y noticiosa; su carácter independiente; su condición de vocero de los problemas regionales y su lucha contra la corrupción y la inmoralidad.

Permítame el lector traer a cuento un hecho personal que refleja el espíritu vigilante con que el periódico ha actuado frente a los desvíos de la moral pública y la distorsión de las sanas costumbres. En septiembre de 1998, siendo director de La Crónica el exgobernador Rodrigo Gómez Jaramillo, este escribió un editorial relacionado con mi novela La noche de Zamira (que registra los desastres causados por la bonanza cafetera y la fiebre del dinero envilecedor que se vivió en aquella época), donde dice lo siguiente:

“La súbita irrupción del dinero a canastadas, provocada por la cotización exagerada de los precios internacionales del café, crea una cultura del despilfarro, del consumo irracional, de las inversiones exóticas, de la prostitución y el despilfarro. Pasada la ‘bonanza’ se inicia la época del narcotráfico con efectos más devastadores porque este flagelo distorsiona el valor real de la propiedad inmueble, crea una demanda coyuntural artificiosa y enajena la conciencia de grandes conglomerados humanos convirtiéndolos en delincuentes. Si a la sucesión de estos flagelos agregamos la corrupción que está de moda, tenemos que concluir que Colombia en los últimos años ha estado asediada por todos los males modernos”. Voz profética la suya.

Es hoy La Crónica del Quindío un periódico moderno, bien escrito y bien orientado, cuyo afán primordial ha sido el de mantenerse en sintonía con los afanes, las luchas y las esperanzas de la comarca y no decaer en la denuncia de la corrupción y del abuso de la clase dirigente. Sus creadores  de hace 20 años han hecho posible, en lo económico, que el diario subsista y prospere.

Sus directores, personas destacadas en la vida regional: Rodrigo Gómez Jaramillo, Evelio Henao Ospina, Jaime Lopera Gutiérrez y Jorge Eliécer Orozco Dávila (director actual, de amplia trayectoria en el periodismo radial y escrito), han sabido conservar el espíritu motivador de este loable empeño de la sociedad quindiana. A ellos se suma el personal de periodistas y colaboradores, lo mismo que el presidente de la entidad, Luis Carlos Ramírez Múnera, y su gerente, Sandra Cecilia Macías Palacio. La Crónica está de plácemes, y con ella, el pueblo quindiano.

El Espectador, Bogotá, 12-X-2011.
Eje 21, Manizales, 22-X-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 14-X-2011.

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