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Archivo para la categoría ‘Quindío’

Quiebra moral

jueves, 15 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Más que a la quiebra física que hoy amenaza a los cafete­ros quindianos, hay que te­merle a la quiebra moral que ronda por la región. El comandante de la Policía de­nuncia la invasión de mafiosos que se apoderan de este edén tropical, entregado a ellos por los propios quindianos en for­ma silenciosa. Helio Martínez Márquez clama por la caída de los valores y se duele por el silencio ciudada­no y cómplice que permite esta distorsión de la conciencia colectiva.

El resquebrajamiento moral del Quindío no es de ahora sino que arranca de hace va­rios años. Todo comenzó con la tristemente célebre Piper Navajo. El señor Ledher, con su tentadora avioneta ejecuti­va que ofrecía en regalo al gobernador de entonces, y que por casualidad es el mismo mandatario actual, comenzó a hacerle coqueteos a la socie­dad quindiana. De ahí en ade­lante parte su hábil penetra­ción en el medio. Con el disfraz de benefactor social, líder deportivo y protector de los pobres, se inicia su carrera de corruptor público.

Jóvenes pertenecientes a destacadas familias, halaga­dos por la vida muelle y el po­der del dinero, vendieron su conciencia al diablo. Sobre los cielos quindianos comenzaron a verse insólitas apariciones de lujosas avionetas con las que el dueño del capital imponía su trono de la concupiscencia. Después, toda la ciudad le ren­día culto al amo de los nue­vos tiempos. Jóvenes y vie­jos veneraban el becerro de oro que todo lo compraba y todo lo pervertía.

Ahora, cuando sigue la invasión con otros prota­gonistas, es preciso saber que, dislocada la moral co­lectiva, no es fácil purificar el ambiente. Pero hay que intentarlo. Ante todo, es necesario que sus dirigentes (cívicos, intelectuales, políticos, religiosos) tomen conciencia de la ur­gencia inaplazable de sal­var la región, para ellos mismos y para sus descen­dientes.

La Crónica del Quindío, Armenia, 15-IV-1994.

 

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Carmelina Soto

jueves, 15 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Si cuanto soy ya no ha de ser mañana,

qué me importa el recuerdo y qué el olvido.

Así remata Carmelina Soto el soneto Autorretrato con el que inicia la producción de veinte años (1953-1973) recogida en el tercero de sus libros,  Tiempo inmóvil, que la coronó de gloria. Hoy, con su muerte, las letras del Quin­ta se estremecen. Con ella se va una de las más grandes poeti­sas de Colombia, que elaboró en silencio una de las obras de mayor acento lírico –por su emoción, origi­nalidad y hondo sentido humano– que se hayan escrito en los últimos tiempos. Lino Gil Jaramillo anotó en este mismo periódico, el 17 de marzo de 1975: «Voz lírica de auténtica entonación, sin tintineos de cuentecitas de vidrio».

Es posible que en la propia ciudad de Armenia, de donde Carmelina es oriunda, no aprecien la ascendencia poética de esta extraña mujer a quien se veía deambular por sus calles como un viento trasnochado, envuelta en soledad e inmersa en su mundo lleno de distancias. Ella define así su habitual porte introvertido: “No lla­mo la atención con mi figura y paso de las gentes muy lejana, al desgai­re el cabello y el vestido”.

No era mujer de fácil trato para el común de la gente, y sólo quienes en horas íntimas tenían acceso a su perso­nalidad rebelde y desdeñosa lograban entenderla y gozar con su amistad franca y su ademán des­creído.

En parque de Armenia per­manece esculpido el bello poe­ma que le deja a su ciudad nativa. Es posible que el ajeno transeúnte no repare en la evocación emotiva de esta dama errátil que no apren­dió la lisonja ligera sino el canto profundo: “Ciudad de mi regazo y de mi almohada, de mi techo y mi brizna de dulzura, al andar por tus calles con premura, mi infancia en ella se quedó enredada”.

Su obra, que no es extensa en palabras, es intensa en lirismo: Campanas del alba, Octubre y Tiem­po inmóvil. Era reacia a la edición y pulía cada verso con la paciencia del orfebre. Duraba meses fabricando un soneto, y es posible que antes de considerarlo termina­do lo hubiera vuelto a elaborar muchas veces. Cuando en octubre de 1979 (aniversario de Armenia) la agasajamos con ocasión de la Medalla al Mérito Literario que le otorgó la Gobernación del Quindío, me obsequió, al calor de unas copas de whisky, dos poemas candentes: Llama y Brasa. (En realidad, no me los obsequió, sino que yo los extraje del libro donde los guardaba, luego de habérmelos leído).

Los de­nomino candentes no tanto por sus títulos de fuego, sino porque, siempre que los leo, siento que la piel se me incendia. Creo que continúan inéditos, y sospecho que en medio del rigorismo de la autora hayan sido transformados. O lo que es peor, lanzados al fuego que les dio vida.

Es preciso decir, para afirmar el concepto anterior, que Carmelina Soto era llamarada y vida. Las pasiones las volvió canción. Entre las ráfagas de soledad que azotaron su existencia, siempre permaneció prendida la llama del amor. Más que amor vivo era un amor poético y filosófico. El sentido de la vida lo interpretó a través de diversos símbolos: los espejos, los vasos, el vino, las llamas, la rosa…

Despreciaba la vida, pero la quería. Para ella lo fundamental, sin importar que fuera inútil, era vivir: “No he muerto. ¡Vivo! Vivir es maravilloso. ¡Puede ser hasta inútil pero es bello! Es ocupar un sitio bajo el sol… Un sitio… Y esto del sitio bajo el sol, no es poco”.

* * *

Como maestra de la paradoja, a lo Óscar Wilde, su poesía se mueve entre la explosión y el arrebato, entre la contradicción y la claridad, entre la canción airada y el calor silencioso del amor.

La utopía escueta, la reflexión profunda, la soledad irremediable, el concepto amargo, la triste alegría de vivir… son tópicos que se encuentran tanto en su vida insular como en su obra de prodigio. Tal vez en su propia patria chica muchos no se den cuenta de que la dama distante, a quien se acostumbraron a ver con boina y bufanda al cuello, ya apagó, con su voz cansada, la inmortalidad del poema.

El Espectador, Bogotá, 9-IV-1994.

 

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Aires quindianos

jueves, 15 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

La atracción de la tierra quindiana me retornó a sus lares, en octubre pasado, para cele­brarle a Armenia sus 104 años de vida. Caras amigas y los aires siem­pre frescos del afecto y la hospitalidad vivificaron en mi esposa y en mí la añoranza de lejanos días imborra­bles. Este encuentro alborozado con la ciudad amada nos permitió palpar una realidad grata al corazón: que el Quindío, como no cesan de repetírnoslo sus gentes, es nuestra segunda patria chica.

Recuerdo que una vez me dijo Braulio Botero Londoño, gran señor de la hidalguía, que en su Cementerio Libre de Circasia, también llamado Panteón de la Libertad, me tenía reservado un terreno. Este ofreci­miento entraña el deseo del noble amigo por albergarnos en su parcela de paz, donde la vida y la muerte se confunden en abrazo fraterno, en medio del colorido y el sosiego de la verde campiña cafetera. Hay que resaltar aquí el sentido del color verde como símbolo de la esperanza.

La ciudad condecoraba ahora a Braulio Botero Londoño, que fue al­calde de Armenia en época remota, con el Cordón de los Fundadores. El filántropo y destacado hombre cívico, de 92 años, erguido como una de esas palmas de cera que se levantan airosas por los cielos de Salento, rememoró con voz emocionada la vieja aldea de los menudos afanes parroquiales y el firme andar hacia el progreso, hasta situarse en la briosa urbe actual que no encuentra un minuto de reposo en medio de su gigantismo arrollador.

Cuando vuelvo a Armenia y me hallo con la noticia de que el Quindío, en forma silenciosa, se entrega todos los días a las fuerzas ocultas del narcotráfico, hay algo que se rebela en mis intimidades.

Se habla de la invasión de pu­dientes familias llegadas de otros sitios en persecución de las apeteci­das fincas y terrenos urbanos que deberían protegerse como la mayor riqueza regional. La tierra se vende a extraños, sin penetrar demasiado en sus antecedentes ni en sus intencio­nes, porque la pagan bien. En los mejores puntos de la ciudad se levan­tan apartamentos increíbles, con pre­cios superiores a $200 millones, hecho desconcertante que nunca previeron los pobladores de la recatada villa que evoca Braulio Botero Londo­ño con voz estremecida.

Con Rodrigo Gómez Jaramillo, exalcalde de Armenia, analizo este fenó­meno doloroso y llegamos a la triste conclusión de que la historia local ha quedado dividida en dos: antes de Ledher y después de Ledher. Tremen­da verdad, que ojalá la gente de bien, que es mucha, contrarreste con la acción cívica que hoy parece adorme­cida en la Ciudad Milagro. El mayor milagro del momento seria éste: bo­rrar la semilla del mal y continuar produciendo café bueno. El obispo de la diócesis, monseñor Roberto López Londoño, clamó en su homilía por que se purifique el ramo de la construc­ción de los dineros dañinos que contaminan el ambiente.

La ciudad tiene varios periódicos a quienes corresponde, como voceros de la sociedad, preservar la moral pública. Con sus directores compartí la alegría del breve retorno: Rodrigo Gómez Jaramillo, de La Crónica; Al­berto Duque Ochoa, de El Quindiano; Ernesto Acero Cadena, de El Informa­dor Socio-económico; César Hincapié Silva, de Hoy.

Este último, que se ha desempeñado en los campos de la abogacía, las finanzas públicas, el periodismo, la diplomacia y la cátedra universitaria, acaba de publicar un libro de palpitante actualidad, con prólogo del ex ministro Diego Moreno Jaramillo y presentación del escritor y periodista Ovidio Rincón Peláez, que recibí como una primicia quindiana: El camello de la planeación. Se trata de un estudio profundo y polé­mico sobre el régimen legal de la planeación en Colombia, obra de gran utilidad para profesores universitarios, hombres de empresa y funcionarios públicos.

*

La joven ciudad que dejé hace diez años, hoy centenaria, conserva la lozanía y el encanto de entonces. La gente no ha perdido su tradicional señorío. En la plaza principal tremo­la, como una oración del trabajo honrado, el Monumento al Esfuerzo, de Rodrigo Arenas Betancourt. Es un símbolo del pasado creativo y un reto para el futuro nebuloso. En la epider­mis de la ciudad cayó alguna mancha, y ésta debe limpiarse para que no le ensucie el alma.

El Espectador, Bogotá, 25-XI-1993.

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Quindío turístico

martes, 13 de diciembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Se piensa, para superar la emergencia económica que vive el Quindío como resul­tado del deterioro cafetero, trabajar su inmenso potencial turístico. Es fórmula ideal para una región que cuenta con exuberantes tierras y espléndidos paisajes, y además con la amabilidad de su gente y el sentido de hospitalidad que allí se cultiva como flor silvestre. Puede decirse que el departamento ha desaprovechado estas ventajas excepcionales para explotar, con el vigor que ahora se propone hacerlo, la mina de bienes ecológicos que le ha regalado la naturaleza.

Se planea habilitar en los cam­pos próximos a Armenia (en el Quindío todo es cercano y familiar) las viejas casas que sus propietarios conservan como tesoros ina­preciables, para albergues turísticos en pleno corazón del café. Los visitantes gozarían, en el contacto con las fincas, de grandes atractivos.

Esas casas coloniales, verdaderos palacios de la montaña, están rodeadas de panoramas ensoñado­res y el embrujo de las verdes campiñas cafeteras. La arquitectu­ra de la guadua, la majestad de la naturaleza tropical, la maravilla del clima, el sosiego de los atardeceres indianos, todo incita al placer de la vida  bucólica.

Si el Quindío perdió la prosperi­dad de otros tiempos, hasta conver­tirse hoy en uno de los departamen­tos con mayores problemas sociales, que piense en sus reservas turísticas. Desvanecida la bonanza cafetera, que pasó como un espejismo para la región, es preciso levantarse de la caída en la época de las vacas flacas. El elemento quindiano, que pertenece a una raza progresista, no se arredra ante las dificultades ni se deja ganar de los retos.

El dirigente cafetero Diego Arango Mora menciona el proyecto del teleférico que saldría de Salento (la zona más hermosa del departamen­to), pasaría por el Valle y termina­ría en un refugio entre los volcanes del Tolima, Santa Isabel y Quindío, al pie de la laguna El Encanto. La idea de atracción turística es ambiciosa. Y también realizable.

Encuentro de cine y video. – La Universidad del Quindío, cuyo rec­tor es Henry Valencia Naranjo, exalcalde de Armenia y exrector de la Universidad La Gran Colombia –y además, autor del libro de poe­sía Evasiones y soledades–, ade­lanta preparativos para la realiza­ción del V Encuentro Nacional de Cine y Vídeo y II Iberoamericano, que tendrá lugar en Armenia entre el 24 y el 28 de agosto y que cuenta con el apoyo de la Asociación Co­lombiana de Universidades y del Icfes.

Su objetivo es propiciar un en­cuentro de instituciones educativas de nivel superior y de profesionales de las artes visuales para reflexio­nar sobre la participación de las universidades en los canales regio­nales de televisión como una alter­nativa de comunicación. El progra­ma se desarrollará a través de mesas redondas, talleres y mues­tras de cine y video. Los organizado­res del evento, Gundizalbo Blanco Abril y Carlos Alberto Villegas, fun­cionarios de la Universidad del Quindío, informan que están abier­tas las inscripciones, que tienen distinto costo para estudian­tes y para profesionales.

El Espectador, Bogotá, 26-VI-1993.

 

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Signos preocupantes

lunes, 12 de diciembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La revista Semana divulga una investigación sobre el consumo de sustancias sicoactivas en el país, de la qque se desprenden serias revelaciones para el Quindío. Este estudio, realizado por el Centro Nacional de Consultoría, se considera el más amplio que se ha hecho en Colombia. Ante estos resultados alarmantes surge la necesidad de adelantar campañas vigorosas para combatir la drogadicción, uno de los peores lastres que desestabilizan la familia y atentan contra la sociedad.

Para las autoridades del Quindío, y desde luego para los padres de familia, la preocupación que plantean los diversos enfoques que trae la revista (edición número 574) debe conducir a hondas reflexiones. Baste señalar que de los nueve factores analizados, el Quindío ocupa los primeros puestos, en forma negativa, en siete de ellos.

En las demás áreas, esta es la realidad de la región en el consumo de sustancias que causan dependencia, frente al resto de departamentos: bebidas alcohólicas, primer puesto; estimulantes, primer puesto; marihuana, segundo puesto; basuco, segundo puesto; cocaína, segundo puesto; tranquilizantes, tercer puesto; cigarrillo, cuarto puesto. Sólo se halla ausente de esa triste figuración en los campos de la heroína y las sustancias inhaladas.

En el plano nacional, el consumo de tranquilizantes es mayor en las mujeres que en los hombres, y quienes más ingieren bebidas alcohólicas son los jóvenes, a partir de los 15 años y hasta los 29. Hoy los colombianos en general beben más que hace cinco años. En cambio, han disminuido los fumadores, como consecuencia de las campañas intensificadas en los últimos tiempos.

El consumo de cigarrillo y licor (conocidos como vicios legales) arrastra, sin que por lo general la persona se dé cuenta, a los vicios prohibidos por la ley. El basuco, que es la materia más ordinaria y por eso mismo la más económica de cuantas pululan en el mercado, es la que más víctimas hace en los bajos niveles de la población.

Es preciso, ante tan dolorosa verdad, tomar conciencia de la responsabilidad que a todos nos corresponde para levantar familias sanas y buscar un mejor rumbo para la patria.

La Crónica del Quindío, Armenia, 17-V-1993.

 

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