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El Diario del Otún

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Con una edición gigante de 56 páginas, el Diario del Otún ha celebrado sus diez años de vida.

Fundado el primero de febrero de 1982, esta gaceta de los pereiranos registra brillante trayectoria que le ha hecho ganar, por su seriedad, espíritu de servicio y calidad editorial, sitio de privilegio en la prensa colombiana. No es poca cosa este tránsito a lo largo de 2.970 días cumplidos el 10 de abril, fecha de esta edición especial donde se repasan los orígenes del periódico y se recuer­dan los hechos más importantes que durante esta década marcaron la vida del departamento de Risaralda.

Es el periódico, por excelencia, el medio más propicio para escribir la historia de los pueblos, por ser el que llega con mayor propiedad al nervio de las noticias y sabe interpretar, como brújula de la sociedad, las esperanzas y las angustias de la comunidad. El Diario del Otún almacena hoy el registro detallado de los principales sucesos que a partir de 1982 surgieron en la región, en el país y en el mundo, y ha sabido presentarlos con objetividad y buen criterio.

El fundador de la tribuna pereirana, Javier Ramírez González, murió seis años después de haber creado la empresa, viejo sueño que logró realizar con fortuna. Llevaba el periodismo en la sangre, como inquieto batallador de cuartillas pertinaces, y por eso le regaló a Pereira este diario de altura.

Su espíritu está vivo en la rotativa, la que no sólo se ha superado en técnica sino que ha aprendido el arte de la supervivencia con páginas bien escritas, con pulcritud idiomática y apropiado diseño editorial.

El reto del fundador lo prosiguen hoy, con todo éxito, los diligentes di­rectores, Luis Carlos y Javier Ignacio Ramírez Múnera, quienes con sus colaboradores y columnistas han sabido mantener encendida la llama de las ideas para prestarles a la ciu­dad, al departamento y a Colombia un servicio de lujo.

* * *

Encuentro de escritores

De la ciudad de Armenia recibo la siguiente comunicación: «Respecto a su comentario reciente sobre el foro de escritores, le manifiesto que nin­gún escritor quindiano fue invitado, de ahí nuestra ausencia. Jesús Arango Cano».

La Crónica del Quindío, Armenia, 21.IV-1992.
Diario del Otún, Pereira, 25-IV-1992.

 

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La Crónica del Quindío

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

A partir de octubre de 1991 entró en circulación na­cional La Crónica del Quindío, diario que le hacía falta a la región. Está dirigi­do, con sentido crítico y ánimo batallador, por Rodrigo Gómez Jaramillo. Con motivo de la re­ciente visita del presidente Gavi­na, el diario tituló así su primera página: “Señor presidente: el Quin­dío también es Colombia”. Y en el editorial se recuerda al primer mandatario el abandono en que el Gobierno nacional ha mantenido al departamento durante los últi­mos años.

Repasando varios ejemplares del periódico, veo desfilar por sus páginas el rostro amable de esta región progresista, muy cara a mis afectos, y el contacto a distancia con los hechos y las personas me ha situado de nuevo en la noble comarca donde residí, como gerente bancario, por espacio de 15 años.

Complacido he aceptado, como deber de gratitud hacia la tierra hospitalaria, la invitación para colaborar con una columna semanal. Grato se vuelve el compromiso, tanto por mis entrañables nexos con la región como por mi amistad con Gómez Jaramillo, quien me dispensó, siendo gober­nador del Quindío en 1985, el honor de la Medalla al Mérito Artístico como estímulo a mi perseverante labor literaria, que había tenido sus albores silenciosos en la comarca cafetera, al lado de las frenéticas cifras bancarias.

No es fácil la supervivencia de los periódicos de provincia. Hay, sin embargo, esfuerzos de largo alcance, como el del perió­dico La Patria de Manizales, que circula con énfasis regional por los tres departamentos del antiguo Caldas. Otro tanto hay que augurar para La Crónica del Quindío, cuya filosofía se expresa en la siguiente carta:

 «No es un periódico que pretenda competir con otras publicaciones simila­res. Es el auténtico periódico del Quindío en el que además de consignarse los acontecimientos diarios, se destaca el pensamien­to de personas estudiosas y deci­didas, como usted, que estén dis­puestas a compartir puntos de vista sobre temas específicos de interés general. La Crónica del Quindío es un periódico de nues­tro departamento para Colom­bia».

El Espectador, Bogotá, 12-III-1992

 

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Raíces periodísticas

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Mirando desde mi televisor la reu­nión realizada en el Teatro Colón para celebrar el día del periodista en los 200 años que ha cumplido la pren­sa colombiana, recordé mis inicios como cronista en cier­ne, hace 36 años, de un periódico tunjano. El hoy aboga­do Alberto Mantilla Vargas, por aquel entonces estudian­te de la Universidad Tecnológica y Pedagógica de Colom­bia, había fundado El Momento, un periódico muy bien elaborado, en el que colaborábamos, en vínculo estrecho con el director, Jaime Jaramillo Cogollos, Octavio Ro­dríguez Sosa y el suscrito.

Allí hice mis primeras armas en el periodismo, a la edad de 18 años. Casi tengo la misma edad periodística de Carlos Eduardo Vargas Rubiano, y esto es mucho de­cir. Con esto quiero destacar que quien es periodista o escritor –dos géneros que se confunden– se ha iniciado desde joven en la dura y regocijante labor que en estos momentos pone muchos mártires, y no se detiene. El verdadero periodismo se lleva en la sangre y es impo­sible improvisarlo.

*

He hallado, escarbando viejos papeles, y para cele­brar en la intimidad mi propio día del periodista, mi primera incursión en aquel periódico de Tunja, en nota publicada el 23 de enero de 1955 con el título El perio­dismo:

“Acaba de salir a la calle la última edición de un diario, un semanario o un quincenario. Por las calles los voceadores de prensa venden el nuevo número y poco a poco va quedando éste en poder del público. Mientras esto sucede en cualquier ciudad, por áridas carreteras el periódico se encuentra coronando alturas, descen­diendo al valle o cruzando los aires, al borde del bus, el ferrocarril o el avión que lo han de transportar al poblado más lejano. En poco tiempo centenares de perso­nas se encuentran provistas del periódico, y vemos a éste penetrar al hogar a informar la última noticia, o deambular por las calles bajo el brazo de los transeún­tes. Poderosa es la fuerza del periódico y muchas veces su acción es destructora. Este órgano es quizá la tribuna más fuerte de la difusión del pensamiento y su constitución lo convierte en la cátedra sacra desde donde se rinde devoción a las ideas.

«La materia que forma un periódico puede ser políti­ca, literaria, artística, comercial, etcétera, y a tra­vés de sus escritos se libran campañas o polémicas que el periódico sostiene por interés propio. Otras veces el fin de un periódico es la controversia y la critica literaria, y en este caso, cuando tal fin está orienta­do por la justicia y la pulcritud, el periódico viene a ser uno de los mejores campos para la instrucción. Es, pues, muy variado el género de cada periódico.

«Delicada y ardua es la labor del periodista. Quie­nes se dedican a ella han de estar dotados de un gran espíritu de responsabilidad y constancia. De constancia, porque el periodismo es una campaña pesada en la que a diario se sostienen duras luchas para llevar a flote la subsistencia del periódico. Los periodistas carentes de constancia van camino del fracaso Por eso, con frecuencia vemos que muchos periódicos mue­ren en los gérmenes de su nacimiento. Ser periodista no es tarea fácil. El periodista debe estar preparado para hacer frente a serios obstáculos que luchan contra la subsistencia del periódico, y si el periodista no obra con un proceder sereno y mesurado, los enemigos saldrán triunfadores en sus intentos.

«Ser periodista no es una profesión, es un sacerdocio.  Ser periodista es un oficio de sacrificios y lucha cons­tante por el logro y cristalización de un ideal. El pe­riodista debe saber que su labor es una senda sembrada de dificultades.

«Como fruto de un profundo criterio, el gran perio­dista norteamericano José Pulitzer, propietario del New York Word, ha dicho acerca del periodismo:  ‘El pe­riódico debe ser una institución que luche siempre por el progreso y la reforma, que nunca tolere la injusti­cia o la corrupción, que combata siempre a los demago­gos de todos los partidos, que no pertenezca a ninguno, opuesto siempre a los privilegios de clase y a los explotadores públicos, con simpatías siempre para los pobres, siempre dedicado al bien público, no satisfecho nunca con la simple impresión de noticias, siempre ra­biosamente independiente, nunca temeroso de atacar la sinrazón de la pobreza rapaz y de la aristocracia depredadora”.

El Espectador, Bogotá, 28-II-1991

 

 

 

 

 

 

 

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Mesa de redacción

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Luis Tejada, cronista por excelencia, murió en Girardot, víctima de la sífilis y la tuberculosis, el 17 de septiembre de 1924. Todavía no había cumplido 27 años de edad. Sin embargo, era reconocido como el escritor estrella de la prensa colombiana. Hizo célebre en El Espectador su columna Gotas de Tinta. Sus primeras cola­boraciones para este periódico las publica en Medellín, donde se las pagan a sesenta centavos.

En 1920 se vincula al diario de los Cano, que son sus parientes, como redactor de planta de la página Mesa de Redacción. Pronto se destaca por su ingenio, su amenidad y la originalidad de sus ideas. Con notas ági­les y de asombrosa brevedad logra retratos perfectos so­bre el mundo que lo rodea. Se especializa en el juicio certero y en la descripción incisiva, como si la practi­cara con bisturí, sobre los hechos cotidianos que circu­lan a su alrededor. No hay tema, por menudo o insignifi­cante que sea, que no quede transformado y embellecido con su pluma mágica.

«La mesa de redacción –anota José Gers– era para él el centro del universo». Había nacido, en efecto, pre­destinado para el periodismo de ideas. Es una especie de placer voluptuoso que le enardece las venas y le ensancha la visión del mundo. Es experto en la paradoja y con ella vuelve novedosas sus agudas tesis sobre el discurrir del tiempo. Una vez exclama: «Hadas gentiles, bellas ha­das: concededme un tonel amplio y vacío y una buena do­sis del espíritu de contradicción (…) No me negaréis que en el fondo de toda inconformidad hay siempre un ger­men de progreso y liberación».

Utiliza la ironía con discreción y sutileza, como uno de esos finos floretes que deben manejarse con buen pul­so en la esgrima de la inteligencia. Como no sabe odiar, sus frases ignoran la ofensa personal y ennoblecen la dignidad de la vida. Cuando no está de acuerdo con al­guien, como sucede con Guillermo Valencia y Marco Fidel Suárez, a quienes fustiga con vehemencia, lo hace con respeto y altura. Nunca incurre en la ramplonería y sí en el sortilegio de la elegancia.

Nada tan acertado como bautizar con el título de Mesa de Redacción el volumen con que la Universidad de Antioquia y la Biblioteca Pública Piloto de Medellín rescatan, 66 años después de muerto el autor, serie de crónicas que por primera vez se recogen en libro. Esta joya se la debo a Gloria Inés Palomino, la insupe­rable directora de la Biblioteca, que en forma silen­ciosa y desconcertante cumple una de las tareas más po­sitivas de la cultura nacional.

Este libro destellante de Antioquia (y recuérdese que el autor era de Barbosa, donde nació el 7 de febrero de 1898), contiene 164 textos de Tejada, escritos entre 1918 y 1924, año de su muerte. Aparte de las crónicas de prensa hay también dos cuentos y un poema. Si hubiera seguido como cuentista, es posible que hubiera competido con Eduardo Arias Suárez (también de su época, nacido en Armenia un año antes). Por lo que veo, Tejada tenía garra y sensibilidad para la narración breve.

Las entidades patrocinadoras del suceso cultural que aquí se comenta han hecho el milagro de las resurrecciones. No sólo resucita un autor sino su estilo y su época. La recopilación, selección, prólogo y cronología estuvieron a cargo de Miguel Escobar Calle, y el director de la colección es Juan José Hoyos.

Hoy, estos trabajos de Tejada pueden considerarse iné­ditos. Han pasado 72 años desde sus primeros escarceos en 1918. He sido siempre gran admirador de Tejada y lo tengo como maestro de mi periodismo batallador. Hace 12 años largos –en mayo de 1978– escribí en el Magazín Dominical una página de admiración: Al rescate de Luis Tejada, y más tarde la recogí en mi libro Caminos.

Este es otro rescate. Como Tejada es inagotable en su cátedra de cronista magistral, se me hace imprescin­dible dedicarle segundo capítulo a esta primicia bi­bliográfica que la suerte ha traído, como  viento fres­co, a mi asombrada mesa de redacción.

* * *

El Instituto Colombiano de Cultura publica de Luis Tejada, en 1977, bajo el titulo Gotas de Tinta, una co­lección de crónicas recopiladas por Hernando Mejía Arias. Esta edición reproduce el material del Libro de Cróni­cas,  publicado el mismo año de la muerte del autor, y agrega 80 escritos más, tomados de El Espectador y El Sol (trabajos que, según el prologuista de la obra de Colcultura, señor Cobo Borda, corresponden a los años de 1921 a 1924).

El señor Borda anota lo siguiente: «En esta prehis­toria de Tejada (se refiere a la producción anterior a 1921), que bien vale la pena olvidar, no asoma por nin­gún lado el futuro cronista”. Concepto equivocado, ya que 15 de las 47 crónicas que componen el libro edita­do en 1924 (año de la muerte de Tejada) corresponden a 1920.

Ahora, con el rescate que hacen la Biblioteca Pública Piloto y la Universidad de Antioquia en el libro Mesa de Redacción, se recogen escritos anteriores a la época de fama de Tejada y se adicionan otras páginas desconocidas de años posteriores, hasta su muerte. La llamada “prehistoria” del au­tor, que Cobo descalifica con el comentario de que es mejor olvidarla, es tan valiosa para la literatura como la que años después lo consagra como periodista estrella del país. En esta “prehistoria” se sitúan páginas magis­trales que ahora divulgan las dos entidades atrás seña­ladas.

Tejada es escritor polifacético. Escribe sobre cuanto tema aparece en su camino de observador perspi­caz y filósofo de la vida cotidiana. Y lo hace en distintos medios de comunicación, momo El Espectador (de Medellín y Bogotá), El Correo Liberal (Medellín), El Sol (Bogotá), El Gráfico (Bogotá), Sábado (Medellín), Cromos (Bogotá), Universidad (Bogotá).

Se dice que sus últimas crónicas fueron de carácter político, por ha­llarse comprometido en vigorosas campañas de tipo so­cial. Si bien militó con entusiasmo en las ideas socialistas que venían de ultramar, debe rectificarse la noticia de que sólo hubiera escrito sobre tesis políticas en su última época, ya que a ese período corres­ponden grandes crónicas literarias que vieron la luz en la revista Cromos. Sobre todo esto hace precisión Miguel Escobar Calle en el prólogo de Mesa de Redacción.

La capacidad de trabajo de Luis Tejada era asombro­sa. Escribía hasta cuatro crónicas en un día, y luego las sometía a severa labor de depuración hasta moldearlas –con sentido perfeccionista, a lo Flaubert– en los filtros de la autocrítica y la artesanía creadoras. La propensión a la ligereza, tan común en el periodismo veloz, fue rechazada por este cro­nista profundo.

Por eso, su nombre ha resistido la pá­tina del tiempo destructor. Supo apartarse del afán intrascendente de la hora. Su periodismo es razonador. Ya a los 11 años devoraba las novelas de Arthur Conan Doyle, y años después sería lector apasionado de los grandes maestros de la literatura universal. Con se­mejante bagaje intelectual no podía producir naderías, y sin él no hubiera llegado hasta los tiempos actuales.

Este Tejada de los inicios y de la fama, que hoy re­sucita 66 años después de su muerte gracias al aporte antioqueño, es el modelo perfecto del periodismo de ideas matizado de gracia y erudición que tanto se echa de menos en nuestros días. Hay que volver a Tejada, y además descubrir en él las pautas señeras de su cátedra inextinguible.

El Espectador, Bogotá, 3 y 11-I-1991.

 

 

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Mi Thesaurus 1990

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El cronista, que a final de año gusta repasar sus propios escritos, entresaca como homenaje a sus lecto­res algunas frases que definen hechos especiales o ex­presan pensamientos y emociones entrañables. El espacio de periódico es tierra abonada para sembrar ideas y fo­mentar la comunicación humana. Con un brindis de felicidad por el nuevo año, Salpicón aguzará la mente para re­dondear en 1991, dentro de este diálogo motivador con los lectores, nuevas cuartillas de esperanza en la suerte de Colombia.

*

° El hombre, que nunca se sacia, ha cambiado el pla­cer de la vida por la persecución del dinero. Vivir es más difícil que conseguir capital.

° La esclavitud del café es una victoria sobre la tierra. Y la pasión del café, como toda pasión, conmue­ve y estremece.

* (Sobre Alberto Lleras): Sin boato, sin cámaras ardien­tes –y majestuoso en medio de su pobreza regocijante–, ha llegado a una sencilla tumba, por él mismo diseñada, este coloso de América que le enseñó a Colombia el cami­no de la grandeza.

° Los grandes jefes colombianos del narcoterrorismo, que sobresalen en el mundo entero como los fabricantes más hábiles y más veloces de incalculables tesoros mal habidos, no cuentan con un metro de tierra de tranqui­lidad.

° Esta vitalidad asombrosa con que Germán Arciniegas arriba a la edad nonagenaria, como uno de esos bajeles de la conquista americana, se la otorga, y con creces, su espíritu joven.

° El escritor es animal de resistencia y de fuerzas increíbles, y tal vez su mejor comparación es con el buey, modelo de paciencia y mansedumbre, que entre pa­los y maltratos resiste sufridas jornadas y transporta pesados cargamentos.

• Termina el banquero y sigue el escritor, el que, por fortuna, no se dejó deshumanizar entre la frialdad y la seducción de las cifras. Esto es garantía de supervivencia.

° Medellín toca a duelo. La ciudad es una solemne ple­garia que se repliega por las noches silenciosas, sólo alteradas por el fragor de las metralletas, pidiendo que vuelva la sensatez.

• Los pueblos sólo se desarrollarán y hallarán progre­so si existe el sentido de la cooperación y la equidad.

• El furor de las multitudes, pero furor de paz, ha proclamado que Colombia rechaza la guerra y vibra con la alegría de un auténtico motivo de unión.

• De tanto repetir alcobas fugaces y mujeres livia­nas sin hallar el amor, el hombre –este azotacalles de los centros urbanos– se encontrará solitario.

• En Armenia todo se hace armónico, estructurado, sin vacilaciones. Su raza es de brío y visión. No conoz­co elemento más desprendido y generoso que el quindiano.

• No creo que exista arma más poderosa que la palabra. En ella está concentrada la mayor dosis de invención de que es capaz el hombre.

• Las discriminaciones sociales, las injusticias y los atropellos son los mayores causantes del malestar público. En muchos sectores parece que se viviera todavía en épocas de esclavitud.

* Hoy por hoy la sonrisa Hommes es sinónimo de acidez.

° La ética es virtud que ya no se practica. Y la moral, menos. De ahí nacen todos los problemas.

° El boyacense es por naturaleza un ser creativo, pero no se le estimula para crear empresa grande. Es necesario que pase de los hilados manuales a las fá­bricas  tecnificadas.

° El país anda por las nubes. Con estas alzas progre­sivas el pueblo se resiente ante las medidas bruscas del Gobierno que se inicia. Comienza el malestar.

El Espectador, Bogotá, 19-XII-1990.

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