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Las mujeres de Álvarez Gardeazábal

martes, 21 de mayo de 2024 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

 Dice Gustavo Álvarez Gardeazábal en el libro que voy a reseñar: “Mis lectores y mis oyentes han sabido siempre que no he tenido apetencias sexuales por las mujeres. Ellas, empero, han sido los soportes de mis afectos, los pilares de mis gestas y los grandes personajes de mis narraciones”.

Dicho libro hace parte de los doce que acaba de editar El Tiempo –con su sello Intermedio– para conformar la Biblioteca Gustavo Álvarez Gardeazábal. Entre ellos se encuentran títulos descollantes como Cóndores no entierran todos los días, Las guerras de Tuluá, Dabeiba, Comandante Paraíso, El divino. Un aplauso merece el periódico al rendir el justo homenaje que merece uno de nuestros grandes escritores.

Las mujeres de la muerte es otro de los títulos de esta serie. El escenario es Tuluá, la tierra natal del novelista. Nadie como él ha contado con tanta propiedad e indignación la violencia que desde tiempos pretéritos se ha ensañado en su pueblo. Como estigma de ese desastre, inmortalizó en su novela cumbre la figura siniestra del cóndor. La Tuluá de entonces es la misma de ahora, formada por delincuentes que causan regueros de sangre y exterminan la paz bajo la arremetida del odio, el atropello, el suplicio y la muerte.

En medio de balaceras, revólveres, bombas y metralletas, allí la gente vive aterrorizada a toda hora. Ayer eran los pájaros, hoy son los asesinos de La Inmaculada. Tuluá está vuelta un infierno. Huele a muerte. Los personajes que ventila Álvarez Gardeazábal en estos relatos escalofriantes son mujeres que llevan a rastras el dolor comunitario que nunca se extingue.

Ellas han perdurado en las entrañas del novelista amante de su pueblo. Estas mujeres simbólicas (Ana Dolores, Merceditas, Marianita, Bolivia González, la Potes, la señorita Raquel…) no solo sufren sus propios dramas, sino que los irradian a la familia y a la comunidad. Y producen un estallido social. A través del tiempo desaparecen de la escena como hojas secas que se lleva el viento, y llegan otras a remplazarlas. Reales unas y otras de ficción, el narrador ha escrito estos relatos como testimonios descarnados de lo que sucede no solo en su comarca, sino en el país. Tuluá es Colombia.

Y resalta su afecto hacia mujeres con quienes ha tenido trato deferente en el campo literario y en los altos cargos que ha ejercido. De hecho, libros suyos están dedicados a ellas. El que aquí comento lleva la dedicatoria para Rubiela Pérez Castillo, quien “me iluminó con su serenidad –dice él– en los momentos de gloria y en los duros episodios a que fui sometido”. A la periodista española Pilar Narvión le dedicó El tiritero, y Dabeiba a la escritora caleña Carmiña Navia. Hay varios casos más.

Especial atención me causa la historia de la señorita Raquel, la embalsamadora de Tuluá. Ella sabía todos los secretos de la gente, ya que por sus manos pasaban todos los muertos. No cambiaba su oficio por ningún otro. Todos la querían y la requerían, y ella vivía feliz con su afianzada dignidad. Era la indeclinable memorialista de la muerte, y se llevó a la tumba, a sus 89 años, la satisfacción de haberles dado la mano a sus paisanos en el trance final.

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Eje 21, Manizales, 17-V-2024.  Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 27-V-2024.

Comentarios

 Espléndido comentario a mis mujeres. Como diría la señorita Raquel en su quehacer mortuorio: «Más que generoso». Mil gracias. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

La Tuluá del Cóndor que me tocó vivir con la muerte alfabética de los firmantes de la carta a Rojas Pinilla pidiendo protección. Empezando con el ilustre abogado Aristides Arrieta. Violencia reencauchada hoy día con la banda de la Inmaculada. La Colombia violenta de siempre alimentada por políticos corruptos a quienes les conviene que nada cambie y seguir engordando sus bolsillos ¡Cruel realidad! William Piedrahíta, desde Estados Unidos.

Libros de la Serpiente Emplumada

lunes, 14 de agosto de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Se cumplen 35 años de la publicación del libro Un vestido rojo para bailar boleros, con el que Carmen Cecilia Suárez conquistó la fama en el género de la poesía erótica. Esta obra nació en Pijao Editores, de Ibagué, y ha tenido 10 ediciones en español y 2 en español-inglés. La segunda edición bilingüe apareció en la pasada Feria Internacional del Libro.

El éxito creciente llevó a la autora a fundar su propia editorial, la Serpiente Emplumada, la que ha cumplido 22 años y lleva publicados más de 120 títulos, tanto de escritores ya consagrados como de otros que apenas se iniciaban en el mundo de las letras. Como lo he dicho otras veces, es significativo el hecho de que con el nombre de Laura Victoria –la pionera en Colombia de la poesía erótica en los años 20 y 30 del siglo pasado– haya bautizado Carmen Cecilia una de sus colecciones.

En las palabras de presentación de la segunda edición bilingüe, hace 3 meses, evocaba José Luis Díaz Granados las tertulias literarias que en los años 80 se llevaron a cabo en Bogotá entre un grupo de autores de poemas, cuentos y escenas teatrales, en las que comenzaron a aparecer nuevas figuras de las letras que con el tiempo adquirirían notoriedad. Una de ellas era Carmen Cecilia Suárez, que leyó varios de los textos que integrarían su obra famosa. Y fue José Luis quien le sugirió que reuniera esos trabajos en un libro.

Pasados los años, tenemos hoy una poetisa de prestigio que no solo ha acrecentado su propia producción, sino que se ha convertido en desvelada impulsora de los autores que le han confiado sus textos. Por supuesto, ella ha tenido que luchar con grandes dificultades económicas en el campo editorial, pero como es mujer de armas tomar, ha vencido todos los obstáculos y hoy sostiene su altruismo y su espíritu de lucha contra viento y marea.

Uno de tales infortunios fue la pandemia de la época apocalíptica que tanta desgracia causó en el mundo entero, y que la poetisa rememora en Poemas del tiempo del silencio 2020-2022, bella obra que fue también presentada en la reciente feria. A este título se me pegan otros de su autoría que tengo a la vista y que salieron a la luz en distintos años: Poemas para leerte ante de morir, Luz de lluvia, Retazos en el tiempo, Espacios secretos, Poemas del insomnio (después del vino). Así nació la escritora, en forma silenciosa, en aquel ya lejano 1988.

Otro libro de la misma editorial y que también fue presentado en la feria citada es el titulado Método psicopedagógico para la autogestión de emociones, de María Teresa Ibarra Triana y Mario Alberto Ibarra Soledad, docentes universitarios. Este método es el resultado de más de 2 décadas de trabajo y tiene el propósito de prevenir la violencia y las adicciones tanto en el área escolar como en la comunitaria.

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 Eje 21, Manizales, 28-VII-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 30-VII-2023. El Muro, Bogotá, 30-VII-2023.

Comentarios

Te agradezco tu excelente columna sobre la editorial La Serpiente Emplumada y sus libros, incluyendo Un vestido rojo para bailar boleros. Tu reconocimiento a mi labor es muy estimulante, pues a veces me desmotivo con las dificultades propias de este oficio. Carmen Cecilia Suárez, Bogotá.

Excelente texto, y merecido reconocimiento al libro estelar de Carmen Cecilia Suárez: Un vestido rojo para bailar boleros. José Luis Díaz Granados, Bogotá.

Ignoraba que la editorial Serpiente Emplumada todavía «estuviera vivita y coleando». Celebro mucho que esté aún en esa dura lucha de publicación y divulgación de autores y sus obras. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Esta columna me llama en especial la atención pues a un amigo mío le publicaron allí una novela. La editora es una mujer muy creativa y gran emprendedora. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Cartas entre Pellicer y Arciniegas

jueves, 1 de septiembre de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Hace un siglo, época en que tienen lugar los sucesos que van a ventilarse en estas líneas, el género epistolar cumplía su función como lazo elegante del amor, de la amistad o de los negocios. Poco a poco la correspondencia fue perdiendo ese sentido, y al paso del tiempo terminó degradándose en forma deplorable. El correo electrónico deformó los moldes antiguos e impuso un estilo chabacano e incluso incomprensible.

En estos días tuve el placer de leer el libro Correspondencia entre Carlos Pellicer y Germán Arciniegas, editado en Méjico en el 2002, que recibí por gentileza de mi amigo Eduardo Arcila Rivera, y que reúne las cartas que se cruzaron los dos escritores entre 1920 y 1974. El recopilador de estas cartas es el profesor e investigador francés Serge I. Zaitzeff, editor de otros célebres epistolarios. Pellicer y Arciniegas se conocieron a comienzos del siglo XX, cuando el primero de ellos llegó a Bogotá y fundó, con el apoyo de Arciniegas, la Federación de Estudiantes Colombianos.

Pellicer es autor de los libros Colores en el mar y otros poemas, Hora de junio, Piedra de sacrificios, Práctica de vuelo, entre otras obras. En 1954 recibió en su país el Premio Nacional de Literatura. Sobresalió en el campo de la museografía como organizador, entre otros, de los museos de Tabasco y el de Frida. En 1976 fue elegido senador de la república, y murió el año siguiente.

Germán Arciniegas fue periodista desde su juventud y creó varias revistas en las que colaboró Pellicer. Tuvo renombre como ensayista, historiador y político. Ocupó varios ministerios y embajadas. Autor de diversos libros, entre ellos El estudiante de la mesa redonda, El continente de los siete colores, Biografía del Caribe, Bolívar y la revolución. El cruce epistolar entre ellos nació después del regreso de Pellicer a su patria. Ambos visitaron Europa y otras latitudes, compartieron sus experiencias viajeras, los asuntos políticos de sus países, sus ideas y proyectos.

La llegada de Pellicer a Colombia fomentó una ardiente atmósfera cultural. Fue un enamorado pertinaz de Colombia, de su gente, sus gestas y paisajes. En carta de marzo de 1946, manifestó: “En ninguna otra parte tengo las raíces tan hondamente echadas como en Colombia”. Bolívar fue su pasión obsesiva, y nunca dejó de referirse a él como el gran líder de la libertad.

El pensamiento y la identidad intelectual fueron el nexo mayor que unió a estos dos personajes. Su mundo estaba integrado por grandes figuras de la época: Pellicer, Arciniegas, Germán Pardo García, León de Greiff, Gustavo Arcila Uribe (escultor), los hermanos Juan y Carlos Lozano, y varios más. En suma, una combustión espiritual. Arciniegas murió en 1999.

Esa era la esencia de las cartas de antaño, que el viento se llevó: escribir la historia, estrechar la amistad, embellecer la vida. En el epistolario entre Pellicer y Arciniegas, hay, además, gracia, encanto, broma, efusividad. Cartas simpáticas, rebosantes de sinceridad y afecto, descriptivas y de alta alcurnia. Pintan una época y una amistad.

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Además: Eje 21, Manizales, 26-VIII-2022. La Crónica del Quindío, Armenia, 28-VIII-2022.

Comentarios 

Comparto la nostalgia de que el género epistolar haya sido cambiado por una comunicación pobre de fondo y de forma. Me da tristeza ver cómo gentes aun de las academias escriben mensajes de Whatsapp en los que usan un símbolo o una sola letra en vez de las hermosas palabras de nuestro idioma. Gracias por hacernos reflexionar sobre esto. Mercedes Medina de Pacheco, Bogotá.

¡Qué interesante reconocer los méritos del género epistolar! Ese género es enriquecedor y muy agradable. Cuando el computador se daña sentimos pánico verdadero. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Te escribo para agradecerte la importante columna que escribiste sobre la relación epistolar entre el maestro Germán Arciniegas y el poeta mejicano Carlos Pellicer. Este libro es un documento fundamental para entender el surgimiento de varios procesos intelectuales en nuestro país. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.

Energía positiva

viernes, 4 de febrero de 2022 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

Mauricio Borja Ávila, ingeniero industrial, magíster en Administración de Empresas y especialista en Mercadeo y en Banca, me comentó que iba a escribir un cuento. Se había jubilado como ejecutivo del Banco Popular en la casa matriz después de 45 años de labores. En esta entidad ocupó, entre otros cargos, las gerencias de Mercadeo y de Vivienda. Hoy continúa como profesor de la Universidad de los Andes, donde ha laborado durante más de tres décadas; es presidente del Club de Banqueros y Empresarios y pertenece a varias juntas.

La noticia del cuento me causó curiosidad por cuanto no le conocía ningún trabajo en ese género. Meses después me contó que había comenzado a forjar el cuento, pero a medida que avanzaba notó que se le fue volviendo un texto empresarial. Y estructuró esta idea en el libro Así sí –con el subtítulo El camino y el mantenimiento del éxito y de la felicidad, obra editada en octubre pasado por la editorial Letra Minúscula y que puede conseguirse en Amazon. La regla que se impuso fue severa y estricta: iniciaba la escritura desde bien temprano, y la concluía por la tarde.

Un año después estaba cumplido su programa. De paso, demostró que sabía emplear el tiempo del jubilado. Esto le hace honor a la disciplina que desde muy joven adoptó como compromiso con la vida. La fijación de metas, el esfuerzo, la constancia y la realización son, en efecto, herramientas necesarias para el triunfo y la formación personal, y él las ha manejado a la perfección. Su progreso en el sector financiero se lo ganó con tales virtudes, hasta coronar el destacado nivel al que llegó.

Su libro es un texto de motivación que resalta además los valores éticos y morales que deben regir el comportamiento en la sociedad y en el trabajo. Todo lo que  practicó en el sector bancario lo difunde ahora como un reglamento, o un ideario, para quienes aspiren al liderazgo. Bien sabe él que solo con esfuerzo, paciencia e ideales se logra superar los grandes retos y alcanzar la satisfacción. Dijo Churchill: “El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.

La obra me hace recordar El monje que vendió su Ferrari, de Robin Sharma, por la similitud que guardan como tratados de autoayuda y orientación que conducen a la conquista de la felicidad. Habrá fracasos y frustraciones, reveses y desalientos, ya que los caminos de la vida son arduos, pero la lucha consiste en no desfallecer, levantarse y seguir adelante. El fracaso hace parte del triunfo. Hay que continuar la marcha con optimismo y energía positiva, recursos vitales que vienen a propósito al comenzar este nuevo año.

Debo decir que el libro Así sí adquiere características de cuento. No es el cuento literario propiamente dicho, sino el entretenido relato, con sabor a fábula, de sucesos protagonizados por personas empeñadas en superar los tropiezos, tomar aliento y enderezar el camino que lleva al éxito. Felicitaciones, Mauricio.

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El Espectador, Bogotá, 29-I-2022.
Eje 21, Manizales, 28-I-2022.
La Crónica del Quindío, Armenia, 30-I-2022.

Comentarios 

Muchas gracias por participar el nacimiento del libro del doctor Mauricio Borja. De un cuento salió una crónica, una referencia histórica, unas memorias que se rescatan de la amplia experiencia laboral y de la  vida misma, en su calidad de humanista y docente. Interesante trabajo. Inés Blanco, Bogotá. 

Gracias, muchas gracias. Su escrito llega justo en el momento en que necesitaba una voz de aliento. Dora (mensaje a El Espectador).

El tema del libro de Mauricio Borja, Así sí, seguro es la manera de saber vivir ante las dificultades, las adversidades y los problemas de vida que todos tenemos. Un merecido artículo para Mauricio que es un referente para las personas a su alrededor. Liliana Páez Silva, Bogotá.

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Marulanda en anécdotas

miércoles, 24 de noviembre de 2021 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

En la plaza de Marulanda se encuentra un monumento al fundador del pueblo, general Cosme Marulanda. En el salón del Concejo está entronizado un óleo que lo presenta vestido de pantalón oscuro, ruana de paño, camisa blanca y con los pies descalzos, como era la moda en aquella época. En el libro Mi Marulanda inolvidable (1999), Josué López Jaramillo, su autor, hace emocionada evocación de su patria chica.

Él vivió allí gratos sucesos de su niñez y adolescencia, que recoge en el texto citado y amplía en nuevo libro con el relato de sabrosas crónicas rescatadas del olvido. En la portada reluce un ensoñador parque en el que aparece, como una bandera al viento, la majestuosa palma de cera, de alto cultivo en la región y que fue adoptada por ley como el árbol nacional de Colombia.

Estamos en Marulanda, pintoresco y apacible pueblo situado en lo más alto de la geografía caldense. Su territorio es montañoso, bucólico y de clima glacial, y tiene como tradición las ovejas que pastorean en los alrededores desde tiempos remotos, las que fuera de abrigar a los habitantes y constituir el mayor renglón económico, son un memorable emblema de la región.

Según cuenta Josué López, la población solo vino a conocer la energía eléctrica en 1940, al instalarse una pequeña hidroeléctrica sobre la ribera del río Guarinó. Así comenzó el vecindario a ver el crepitar de las estufas eléctricas, abandonando los malsanos y ancestrales fogones de leña.

Años después, se notó que en la vida local ocurrían muy escasas bodas y decesos. Parecía un pueblo inerte. Para despertar a la comunidad del marasmo, el párroco planeó la visita de la Virgen de Apicalá, hecho extraordinario que llevó a los vecinos a reparar las fachadas, los portones y las ventanas de sus viviendas.

La Virgen, acompañada de una corte de asnos retozones, viajó por los escarpados caminos que desembocan en el río Hondo, y de allí se trasladó en hombro de los  habitantes hasta las calles del pueblo. Y explotó el júbilo general. A su regreso, la población la despidió con pesadumbre y gratitud, y desde la distancia la vio alejarse montada a caballo, para no irse al abismo. Esa es Marulanda: precipicio y cielo.

En febrero de 1944, año bisiesto, se estrelló un avión militar en el cerro Las Tres Marías, a 3.000 metros de altura, y murieron dos asesores de la Policía en Bogotá. Días más tarde, llegaron dos pesadas losas de piedra con los nombres de los muertos. Años después, en una remodelación del cementerio desaparecieron las tumbas y las lápidas, y hoy poca gente conoce el siniestro aéreo que estremeció a la localidad.

Lo que no cuenta Josué es quiénes eran esas tres Marías convertidas en cerro. Hoy, hacen parte del paisaje. Para terminar, mi amigo recrea la historia de los fantasmas que tanto abundan en la zona cafetera. Debo decir que mucho he gozado con las brujas de la tía Anafeliz, todo un personaje de la mitología regional.

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El Espectador, Bogotá, 20-XI-2021.
Eje 21, Manizales, 19-XI-2021.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-XI-2021.

Comentarios 

Cuando narras lo del monumento en el parque principal, no sé por qué pensé que además de la emblemática palma de cera  podría haber una oveja, o una familia de papá, mamá e hijito ovejunos, como símbolo de riqueza  de la región y como soporte físico para el frío de las montañas. Quizás algún escultor decida hacerlo como señal de gratitud y reconocimiento a este bello animal. Inés Blanco, Bogotá.

Inés: Muy bello tu elogio de la oveja. Ahora te queda el compromiso de hacerle un poema. Eres muy amiga de los animales, bien lo sé, y la oveja falta en tu poemario. ¡Piénsalo! GPE

Como respuesta a esta invitación, Inés Blanco elaboró el siguiente poema: 

 

MARULANDA

Las montañas de Marulanda

 tienen el corazón de lana.

Artesanos y tejedores

poseen un cálido tesoro

junto a sus rebaños.

 

Con hilos ancestrales

de variados colores y texturas

van tejiendo ruanas,

ponchos, cobijas, bufandas,

gorros y sacones.

 

Desde niños aprenden pastoreo;

también amor por las ovejas

que con sus bellas crías

retozan muy felices

por montes y laderas.

 

Las ovejas muy contentas

 proveen abrigo y alimento.

Marulanda: apacible lugar

de calles solitarias, silenciosas…

donde el afán no existe.

 

Coloridas son sus casas;

los telares son la música

que acompaña las horas;

y en medio de corderos y balidos

crecen el amor y los rebaños.

INÉS BLANCO
LUNA DE ABRIL