Archivo

Archivo para la categoría ‘Cuento’

Otro cuentista quindiano

lunes, 21 de noviembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Nunca me imaginé, durante mis quince años de estadía en el Quindío, que en César Hincapié Silva se escondía un cuentista.

Siempre lo conocí como político y economista. Trasladado yo a la capital del país, un día lo encontré en el acto académico que se le tributó al escultor Rodrigo Arenas Betancourt días después de su secuestro. Era el primer acto cultural donde veía a Hincapié Silva y su presencia me causó sorpresa.

Tiempo después estuve en el Quindío, y él me obsequió su libro recién editado: El camello de la planeación (1993). Título novedoso, donde el autor expo­ne interesantes tesis sobre esta ciencia del derecho económico, en la que es experto. Como Hincapié Silva es un planeador –o sea, un futurista–, se adelantó con su camello al elefante de estos días, el del proceso 8.000, que tantas «camelladas» peligrosas le pro­duce al presidente Samper.

Hincapié Silva ocupa ahora la pre­sidencia del Concejo de Armenia, y este es otro de sus campos naturales. En síntesis, el amigo ha sido político, abogado, economista, domesticador de camellos… ¿Pero cuentista? He leído varios cuentos suyos en La Crónica del Quindío. Y vuelvo a sentir sorpresa ante sus incursiones en la narrativa breve.

Se mueve con acierto en este cam­po. Era una fibra que mantenía ocul­ta, y por eso no parece improvisada. Además, el cuentista sorpresivo –y sor­prendente– surge del Quindío, tierra fértil para este género. Cuando ya han desaparecido los maestros del cuento que tanto brillo le dieron a la región, con Eduardo Arias Suárez a la cabeza, que sea bienvenido el nue­vo discípulo de esta escuela en extin­ción, que no puede dejarse acabar.

Y voy a formularle una cordial invitación, aprovechando su liderazgo en el Concejo. Como las nuevas generaciones no saben quién es Eduardo Arias Suárez, hay que recor­dárselo: el mejor cuentista que tuvo Colombia, con renombre internacio­nal. Ya que Hincapié Silva lleva la vena literaria del precursor, lo cual es una herencia y al mismo tiempo un reto, se encargará de revivir su nombre en la propia tierra nativa, que lo tiene ol­vidado.

Si a Tigrero, el fundador de la ciu­dad, el alcalde actual le va a erigir un monumento –acto digno de alabanzas–, ¿por qué no hacerlo con Eduardo Arias Suárez, maestro insu­perable de cuentistas?

La Crónica del Quindío, Armenia, 17-VI-1996.

 

Categories: Cuento Tags:

Los sueños de Gloria Chávez

lunes, 21 de noviembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Trece años después de su publicación en Tercer Mundo de Bogotá, aparece en Nueva York, donde la autora reside hace 26 años, la segunda edición de Akum, la magia de los sueños, de Gloria Chávez Vásquez. La obra, que obtuvo valiosos comentarios en su primera salida, ha sido ampliada con nuevos capítulos y presenta la novedosa circunstancia de traer los textos tanto en español como en inglés. Además, está engalanada con una serie de ilustraciones de la propia mano de la escritora.

Todo esto convierte la obra en precioso libro intimista, donde la presencia de Gloria Chávez se encuentra en todas partes, como uno de los duendes encantados que vuelan por sus páginas y producen fascinación. Los sueños de Gloria, que se aglutinan aquí alrededor de una narración hechizada, son los de la emigrante que no ha dejado, desde su llegada a Estados Unidos, de recrear la vida con tono de leyenda.

Pienso que en las intimidades de su alma se abanican hoy, como un viento fresco de la campiña cafetera, los recuerdos vivificantes de su niñez y juventud en sus lares quindianos. Por eso hace de sus personajes seres alados y mágicos que le evocan la patria lejana y la ayudan a vivir en medio de los rigores apabullantes de Nueva York. Víctima de la gran ciudad ajena, como es la suerte de todos los inmigrantes, Gloria ha sabido hacer de su destino una parábola amable: es la parábola del escritor que tiene como horizonte el mundo entero y entiende la literatura como un ejercicio sin fronteras.

Se fue al país del norte cuando todavía era niña, provista del cartón de bachillerato y un cúmulo de ensueños, y allí triunfó. Pero antes tuvo que sufrir inmensas penalidades. Se enfrentó a los medios adversos del monstruo neoyorquino, y con su fibra de combatiente intelectual, que ha sido su mayor enseña, salió vencedora de todos los apremios.

Hoy es escritora, educadora y periodista que llama la atención en los medios culturales y ha sobresalido por sus denodadas batallas a favor de las causas del hombre. Entiende el alma del niño –y de ello da amplia muestra en esta maravillosa fábula que es Akum–. Y se volvió formadora de juventudes.

En el campo periodístico se ha desempeñado con garra y categoría mental. Sus ideas son claras y sus luchas, contundentes. No echa pie atrás cuando se trata de defender principios. Ataca con valentía y sin tregua, exponiendo su propia tranquilidad, a quienes en el periodismo atentan contra las normas éticas y morales. En este momento se le ha ofrecido en Nueva York la dirección de la revista Vía, al frente de la cual desarrollará, sin duda, fructífera actividad.

Gloria Chávez Vásquez es ilustre hija de la ciudad de Armenia. Al Quindío le ha cantado en sus cuentos como una motivación para su alma soñadora. Su haber literario es ya significativo, y en sus planes próximos está la publicación de un libro de ensayos periodísticos. Es el suyo un caso notorio de superación y conquista, que bien vale la pena enaltecer.

El Espectador, Bogotá, 20-VIII-1996.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-VIII-1996.

 

Categories: Cuento Tags:

Memoria de Eduardo Arias Suárez

lunes, 21 de noviembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Conozco por una noticia de La Crónica que el Quindío, con motivo de los cien años del naci­miento de Eduardo Arias Suárez, hijo ilustre de Armenia, inauguró a la entrada de la Asamblea departamental un salón cultural que lleva el nombre del escritor. Reconocimiento tardío, pero de todas maneras reparador del ol­vido que envolvió durante tanto tiempo la me­moria de este inmenso cuentista, sin duda el mejor de su época –en todo el país–, y que acaso lo siga siendo en la actualidad, a quien como ironía no conocen las generaciones contem­poráneas.

Sus libros no volvieron a editarse. Sólo de tarde en tarde se publica algún cuento suyo, como ha sucedido en estos días con los apareci­dos en La Crónica. Maestro por excelencia del cuento, sus producciones poseen gran sensibi­lidad y recogen, con ejemplar sencillez, escenas de la vida corriente llevadas al escenario de las obras de arte que nunca mueren.

Siempre me pregunté por qué el Quindío se había olvidado de mantener la memoria del insigne escritor. Muchas veces critiqué en artículos de prensa esta falla inexplicable y reclamé un monumento suyo en algún sitio de Armenia. Calarcá, en cambio, conserva el recuerdo pe­renne de su poeta Baudilio Montoya, quien, sin ser oriundo de la ciudad, se considera calarqueño auténtico por haber residido allí hasta su muerte, y por haber escrito allí su obra.

La memoria de los pueblos se prolonga y engrandece conservando la imagen de sus hijos preclaros. Hombre ilustre es el que hace ilus­tre a su región. La historia la hacen los hom­bres. Cuando se camina por las calles de Ciu­dad de Méjico, y por el país entero, se maravilla uno de la cantidad de monumentos erigidos en recuerdo de sus próceres, escritores y artistas. El nacionalismo mejicano es el nervio mayor que ha movido su progreso.

Hay que aplaudir, por consiguiente, la deci­sión de abrir este salón cultural con el nombre del cuentista más brillante que ha tenido el Quin­dío. Y pedir a los dirigentes de la cultura regio­nal que se vuelvan a publicar los libros –hoy desconocidos– de este genio de la cuentística nacio­nal, los cuales, para orgullo de su patria chica, están traducidos a otras lenguas.

Eduardo Arias Suárez dejó obras inéditas, como la novela Bajo la luna negra,  escrita en la Guayana venezolana en 1929 y rescatada por el Comité de Cafeteros del Quindío bajo la presi­dencia de Hernán Palacio Jaramillo, 50 años después. Me cupo entonces el honor de dirigir dicha publicación. Hay otro libro suyo que aún permanece inédito, hecho que he señalado en varias oportunidades, y es el titulado Cuentos heteróclitos. El mismo Comité de Cafeteros, que tanto se ha preocupado por la cultura quindiana, ojalá sea de nuevo el editor de dicha obra.

Este 5 de febrero de 1997, cuando se cum­plen cien años del natalicio de Eduardo Arias Suárez, es como si el personaje renaciera en su patria chica con el tributo que se le rinde con la apertura de este recinto cultural.

La Crónica del Quindío, Armenia, 25-II-1997.

 

Categories: Cuento Tags:

Cuentos sobre el tapete

lunes, 21 de noviembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

César Hincapié Silva, experto en cien­cias jurídicas y económicas y que por lar­gos años ha incursionado en la política de su tierra, nos ha sorprendido con una faceta que man­tenía oculta: la de cuentista. De un momento a otro comenzaron a aparecer en las páginas de La Crónica amenas narraciones de tipo lugareño, sin duda extractadas de sus largas vivencias en su comarca nativa, que fueron conformando lo que es hoy el libro que acaba de publicar con el título de Cuentos sobre el tapete, salido de los talleres de Quingráficas, como los dos anteriores: El camello de la Planeación (1993) e Inmigrantes extranjeros en el desarrollo del Quindío (1995).

La frecuencia de estas publicaciones denota una fecunda labor literaria y académica en quien se ha empeñado en dejar obra trascendente como legado para sus coterráneos. En el género del cuento, esto de rescatar episodios memorables valiéndose de personajes comunes que emergen de la vida cotidiana, y que no todos los escritores tienen el poder de revestir de ropaje literario, es de por sí empeño valioso.

César Hincapié Silva tiene vena de cuentista. Quizá marche hoy de carrera en la escritura de sus historias, y por eso mismo no le ha dedicado más tiempo a la depuración de algunas páginas, pero es preciso reconocerle aciertos en este género. Posee una característica primordial que deseo resaltar: el manejo del humor y la ironía. Con este condimento hace gratas sus historias y deja, en la mayoría de los re­latos, abierta una interrogación para que el lector busque la paradoja que el cuen­tista ha tramado. Puede decirse que cuento sin paradoja no es cuento.

El autor traslada al papel una serie ce sucesos regionales y hace de ellos, valiéndose de la ficción pero sin faltar a la autenticidad, caricaturas sociales que es fácil identificar en la vida de los pueblos.

Héctor Ocampo Marín, autor del pró­logo y también cuentista, que en 1995 dio a la luz su libro de cuentos Cicerón y el jabalí, hace unas reflexiones sobre la proximidad que existe entre relato, cuento y crónica. Comentario de gran validez que apunta a señalar que los trabajos reuni­dos en el libro de Hincapié Silva tienen una mezcla de los tres géneros. En efec­to, el cuento, visto bajo la lupa de los cá­nones modernos, es de las materias lite­rarias de más compleja ubicación.

Cuando en la época prehistórica na­ció el cuento, era una narración oral que se encargaba de llevar de boca en boca los sucesos de la comunidad. Su carácter era más de crónica, con fondo de historia. En Colombia, el cuento, en sus inicios, se confundió con el cuadro de costumbres. Más tarde se hermanó con la crónica y la novela corta. Y adquirió su propia vestimenta, que es la que define Ocampo Marín. También hay quienes afirman que el cuento es un poema narrado. En estos días leí otra definición de un gran escri­tor latinoamericano: el cuento es un en­sayo.

Horacio Quiroga dice que «un cuento es una novela depurada de ripios». Euclides Jaramillo Arango manifiesta que «el cuento es hoy cualquier cosa, pero debe ser bien contado». Javier Arango Ferrer agrega que «fácilmente el escritor planea el cuento y sale con un mal relato, o planea un relato y sale con un buen cuento».

¡Vaya diversidad de pareceres, y todos respetables!

Sea como fuere, Hincapié Silva le ha aportado a la literatura quindiana una obra valiosa. Es un libro-testimonio so­bre su tiempo, que le van a agradecer las futuras generaciones.

La Crónica del Quindío, Armenia, 29-I-1998.

Categories: Cuento Tags:

Héctor Ocampo Marín

lunes, 21 de noviembre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Lo conocí en el Quindío hace cerca de 30 años. Por aquellas calendas ocupaba yo la gerencia de un banco en Armenia, y Héctor Ocampo Marín era el síndico del hospital de Calarcá. Ninguno de los dos habíamos nacido en el Quindío, y ambos llegaríamos a echar hondas raíces en la región.

Cuando en 1971 publiqué mi primera obra, Destinos cruzados, este hecho nos unió como escritores. Ocampo Marín editaría al año siguiente, en la misma editorial que yo había descubierto –la formidable Quingráficas–, su libro de ensayos Pasión creadora. Esas son las obras iniciales de nuestras producciones. Por aquellos días él había mojado tinta en el Magazín Dominical de El Especta­dor como crítico literario, y yo comenzaba mi carrera de cuentista en el mismo suplemento.

Desde entonces mucha agua ha corri­do bajo los puentes. Ambos nos vinimos del Quindío y nos radicamos en Bogotá. Culminadas las metas labora­les, nuestro compromiso vital es el mun­do de las letras. Yo he visto ascender al amigo en el ámbito de las academias –de la Lengua, de Historia, de la Sociedad Bolivariana– y soy testigo y admirador de su fecunda tarea en periódicos y revistas, y de su escritura de libros.

Ha incursionado en casi todos los gé­neros literarios y esto lo convierte en es­critor universal, tanto por la vastedad de los temas que domina como por la pro­fundidad de su obra. Aparte de crítico li­terario (su destacada actitud inicial), maneja con buen éxito el ensayo, la novela, el cuento, la biografía, la historia y el periodismo. Y ha hecho sus primeras revelaciones poéticas, que está a punto de ampliar en su libro Las esclusas del tiempo. No sería extraño que mañana nos sorprendiera con una obra de teatro.

Tiene ocho libros inéditos. Este bagaje, que se suma a su obra editada, es demostrativo de su resuelta vocación literaria. Ratón de biblioteca, que pasa horas in­tensas entre montañas de libros y la confección de escritos suyos de toda índole, parece que fuera un alma insomne.

Estos comentarios se me ocu­rren después de leer su último li­bro, Cicerón y el jabalí. Son 24 cuentos de admirable brevedad, que dibujan escenas comunes, tomadas sin duda de la comar­ca quindiana donde fue por varios años atento observador del me­nudo acontecer parroquial. La sen­cilla y en ocasiones perturbadora cotidianidad está calcada aquí con gracia y geniales toques de fi­losofía. Esos cuadros dibujan las costumbres y la pintoresca historia de los pueblos.

En prosa amena y descriptiva –con la invención de curiosos nom­bre de personajes, tan caracterís­ticos del Quindío–, el narrador re­sulta ágil creador de ambien­tes. Y hace de lo fugaz, como debe ser el fin del cuento, materia per­durable para el goce de los lectores.

La Crónica del Quindío, Armenia, 28-II-1998.

 

Categories: Cuento Tags: