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Archivo para la categoría ‘Arte’

Artefactos

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Villegas Editores, que con admirable consagración defiende el arte y las tradiciones de Colombia, da un nuevo paso, al poco tiempo de originar otros importantes sucesos edito­riales, con la salida del precioso libro Artefactosobjetos artesanales de Colombia-, impreso en Ja­pón, y cuya traducción en inglés fue presentada hace poco en Nueva York. La versión inglesa es de Rizzoli Internacional, considera­da la mejor editorial del mundo en los temas de arquitectura y artes aplicadas, y es famosa por sus librerías en Estados Unidos y en Europa.

Liliana y Benjamín Villegas, coautores de la obra, captan en ella, con su magia artística, el maravilloso patrimonio artesanal que nos envidian otros países. Y que va a ser admirado mucho más en estas páginas fascinantes que tendrán amplia circulación mundial. La artesanía colombiana, tan notable en nuestro devenir cultural, está pegada a las raíces mismas del pueblo e identifica una tradición histórica que se remonta a tiempos  inmemoriales.

Este libro de Villegas Editores, producto de varios años de investigación y de un decantado proce­so artístico, recoge más de 500 años en imágenes de numerosos artefactos, desde las épocas prehispánicas hasta nuestros días. Imágenes que se ofrecen con el realismo mágico de la fotografía espectacular, muy de la época nuestra, que deslumbra y con­mueve.

Este mundo esplendoroso se explica, como si no fuera sufi­ciente lo visual, con textos de excelente elaboración, sobrios y refinados, de que es autor Enri­que Pulecio. Tanto en la parte de la dirección general y del diseño gráfico, como en la fotografía, la impresión editorial, la investiga­ción histórica y la redacción literaria, han tenido que unirse mu­chos talentos para presentar un acabado perfecto.

El colombiano ha de sentirse orgulloso con este inventario de objetos rituales, herramientas, muebles, joyas, sombreros, va­sijas, canastos, hamacas y múltiples artículos elaborados por el ingenio creativo, que van a exhi­birse por todo el mundo. La riqueza nacional se convierte en arte, en elemento estético, al mos­trar ante propios y extraños el portento de la madera, el barro, los metales, las fibras, el cuero, la piedra y los infinitos componentes con que está arma­do nuestro patrimonio artesanal.

Todo esto es arte, pero el libro lleva además sentido de patria. Es un canto a la natura­leza y un tributo a la capacidad creadora del colombiano. Aquí se despierta el amor por la tierra y se acentúa el sentimiento hacia la cultura y las tradiciones. Está bien explotar el renglón de las artesanías en los mercados nacionales e internacionales, pe­ro sobre lo material debe desta­carse el criterio artístico que per­petúa los ritos y ennoblece el alma de la patria.

El Espectador, Bogotá, 17-VI-1992

 

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¡Pobre Rebeca!

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El 26 de octubre de 1928 fue instalada La Rebeca en Bogotá, obra del escultor quindiano Ro­berto Henao Buriticá. De paso por París, el doctor Laureano Gómez había visitado el taller del artista y allí descubrió la famosa escultu­ra, aún sin terminar, ante cuya belleza extraordinaria quedó deslumbrado. La compró como obsequio a Bogotá en su cuarto centenario.

Desde entonces –y han trans­currido 63 años– La Rebeca se quedó como un símbolo amable de Bogotá. Es una referencia que recogen las postales para ponerle embrujo femenino a la ciudad. La estatua reposa hoy en el sector de San Diego. Varias veces, para protegerla, se ha pensado trasla­darla a otro lugar. Mientras tanto, la novia de los bogotanos –que así se le llamó en otra época, y que ya no merece serlo– vive en el abandono y sometida al atropello callejero.

No han existido ni autoridades ni organismos cívicos que se acuer­den de la pobre huérfana. Hace varios años vi que le habían puesto corbata y bigote. Más tarde le trazaron rayas y la desfigura­ron. Con estas manifestaciones se retrata el vandalismo de la plebe. En abril de 1986 publiqué en este diario una nota de protesta con el título El abandono de La Rebeca, y nadie acudió en defensa de la reina mancillada.

La escultura se encuentra en el peor estado de deterioro. Parece una triste harapienta que a todos in­comodara. La piedra, carcomida por la pátina del tiempo, no sos­tiene un monumento sino un es­combro. La dulce mirada de antaño está hoy sombría y la expresión, mustia, y los labios, marchitos, y el alma, enferma.

Las espléndidas formas femeninas están ajadas. La lejana novia, toda frescura y sensualidad en sus épocas de esplendor, languidece ahora entre el maltrato, la frialdad y la ingrati­tud de los bogotanos. ¡El arte ha sido vilipendiado! Dicen que la van a restaurar. Alguien, tal vez, advirtió una lágrima de soledad en un rincón de Bogotá.

En Armenia, cuna del artista, se ha iniciado un movimiento pa­ra que La Rebeca sea trasladada a esa ciudad ante el ultraje perma­nente que vive en las calles bogo­tanas.

El Espectador, Bogotá, 26-III-1992.

 

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En una galería de arte

viernes, 11 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Quienes no somos críticos de arte, pero amamos el arte, la obra pictórica vale por sí sola, sin la ata­dura de reglas académicas. Al fin y al cabo la ciencia y la técnica, lo mismo en pintura que en cualquiera de las bellas artes, lo que hacen es encauzar el talento y la habilidad de la persona para que sus realizaciones produzcan goce estético. Y éste es subjetivo y se con­vierte en una especie de bocado para cada paladar.

Cuando yo residía en el Quindío, se organizó un con­curso de escultura con jurados de la categoría de Anto­nio Montaña y Pedro Restrepo Peláez. Como es lógico, el suceso reunió a conocidos artistas, que en su mayoría poseían larga trayectoria y podían exhibir obra desta­cada. Para sorpresa general, el galardonado con el pri­mer premio fue un obrero de las Empresas Públicas de Armenia, escultor anónimo que no había estudiado ningu­na técnica ni registraba antecedentes en ese campo del arte.

Ante la protesta de los demás concursantes, los ju­rados explicaron que en la obra presentada por el novel escultor (unas figuras en relieve esculpidas en plena roca) habían encontrado arte puro. Quien hoy viaje por el Quindío tendrá oportunidad de admirar esos grabados en una curva de la carretera entre Armenia y Calarcá. A su autor, que no había estudiado escultura en ninguna escuela, lo guiaba el arte intuitivo.

Cuando observo una obra de arte, me acuerdo del episodio del Quindío. Esto me ocurre ahora ante la exposición de pintura que se realiza en el Fondo de Empleados de la Occidental de Colombia (carrera 13 con calle 76), por parte de tres pintores nuevos: Clara Inés Segura Pinzón, Rafael Garrido Garrido y Hernando Riaño Sanabria. El solo hecho de ser nuevos –y esto nos ha sucedido a quienes incursionamos por primera vez en cualquier rama del arte– hace más difícil la apari­ción ante el público. No faltará el critico que des­califique sus cuadros.

La galería citada se halla hoy engalanada con pintu­ras al óleo y al pastel aplaudidas por los numerosos asistentes al acto inaugural, y por quienes en los días siguientes las siguen visitando. Sorprende que dos de los autores, Clara Inés y Rafael, sean muy jóvenes. Esto mismo sucedía con el escultor de Armenia. Sin embargo, se observan en ellos signos de vocaciones claras. Los cuadros de Clara Inés recogen sobre todo la figura humana y el paisaje. Rafael Garrido, de apenas 21 años de edad, es ya  excelente paisajista. Supongo que de perseverar en su vocación llegará muy lejos.

Hernando Riaño Sanabria, de mayor edad que sus com­pañeros de salón, trabaja la pintura hace diez años y no es la primera vez que presenta sus óleos. Me contaba él los momentos regocijantes que, al margen de la ocupa­ción laboral que desempeña en importante empresa, obtiene en sus días de creación. En el concurso patro­cinado por el Club de Leones de Bogotá, obtuvo entre 80 pinturas el 2° puesto con el cuadro El machete, que también se exhibe en la sala cultural de la Occidental. Su mayor habilidad está en la elaboración de bodegones, desnudos y figuras femeninas. La noche de la presentación fueron vendidos tres de sus cuadros, entre ellos Tania, seductora adolescente disputada por varios de los invitados.

Dijo Gide: «En arte, lo que al público le gusta es, sobre todo, lo que reconoce».

El Espectador, Bogotá, 10-X-1990.

 

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Artistas mutilados

jueves, 10 de noviembre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Entramos en otro diciembre tras un largo año de an­gustia nacional. Cuando la zozobra es intensa, parece que el tiempo no pasara. Se aproximan de nuevo los aguinaldos y los villancicos, con sus destellos de luz y alegría, de paz y solidaridad. Diciembre es algo más: un mes triste. Todos estos ingredientes, reunidos, caben en una sola palabra: Navidad.

Voy a escribir un mensaje navideño. Y lo haré uniendo la alegría con la tristeza. De lo contrario no estaríamos en el mes de las mayores desproporciones. He halla­do, entre tanto capítulo tragicómico de la humanidad, un motivo poderoso para colgarlo en mi árbol navideño. Es el de Everin Quintero, niña de 17 años, todavía con cara de muñeca, que nació sin brazos ni piernas: y sin embargo, es feliz. Escribe con la boca. Y yo agrego que con el corazón. Desde que tenía cinco años pintaba al óleo y acrílico.

Para este diciembre ha escrito, con su propia boca candorosa y en envidiable caligrafía, esta tarjeta para los colombianos: «Nací para pintar. Que lo deba hacer con la boca porque no tengo manos, me tiene sin cuidado. Lo que cuenta es el resultado y ustedes pueden apreciar­lo. Everin Quintero».

Esta niña bogotana, que se halla en plena edad de la ilusión, no conoció las muñecas. Carecía de manos para arrullarlas y de pies para empujarlas. Pero tuvo pince­les. Pertenece, junto con doscientos veinte seres mutila­dos por el infortunio, a la Asociación de Artistas que Pintan con la Roca o con el Pie, cuya sede está situada en la carrera 22 # 36-12 de Bogotá (teléfono 268 0614). Desde hace varios años adquiero allí, pintadas por ellos con hermosas alegorías, mis tarjetas de Navidad.

Grupo de artistas inválidos, unos de nacimien­to y otros por enfermedad o accidente. Carlos Arturo, de 36 años, sufrió cuando cursaba cuarto semestre de arquitectura un accidente que lo dejó paralizado por com­pleto, y hoy, con la ayuda de una terapista, ya pinta sujetando el pincel con la boca. Diego Armando nació ha­ce cinco años sin brazos ni piernas y hoy aprende pintu­ra en el taller de Comfenalco. Luis quedó paralizado a los 18 años cuando prestaba el servicio militar y ahora ya mueve el pincel. Cada caso es un mundo, una tragedia.

Como muchos se volvieron maestros de la pintura, sus obras se reproducen en tarjetas de Navidad y en calenda­rios artísticos. Viven de su trabajo y no quieren depen­der de la caridad pública. Diciembre, por eso, a pesar de venir para ellos sin luces de bengala ni regalos de fascinación, es un mes alegre. Sus mayores ventas, como comerciantes organizados que son, las realizan en esta época. Y como también conocen los halagos mercantiles, ofrecen rifas de televisores, licuadoras y obras de ar­te para incrementar el ritmo del negocio.

*

La Asociación se fundó en el año de 1956 y ha crecido a fuerza de sacrificio, voluntad y perseverancia. Sus so­cios (porque esto es una agrupación laboral, con estatu­tos y disciplinas) tienen como lema la dignidad. No piden limosna y tampoco regalan su trabajo. Algunos son casados y sostienen sus familias con el sudor del arte. Se dan el lujo de hacer exposiciones nacionales y llevarlas ade­más a países como Suiza y España.

Estamos en diciembre. Caminemos, entonces, al nacimien­to del Dios Niño sobre la tierra. Apaguemos, por un momen­to, si esto es posible, el estampido de las armas y el re­tumbar de la dinamita, para que el párvulo pueda escuchar la sinfonía del mundo. Apacigüemos el odio en una ráfaga de esperanza. Que caiga luego una estrella en medio de estos artistas mutilados –y en un remanso para la patria adolo­rida y también mutilada–, como una bendición del cielo.

El Espectador, Bogotá, 4-XII-1989.

 

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La escultura sobre alas

domingo, 30 de octubre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Alicia Tafur, la célebre escultora colombiana que ha creado su propio estilo por la dinámica y el carácter aéreo de sus obras, acaba de entregar al Minuto de Dios, donde se quedará como testimonio de arte volátil e imperecedero, la hermosa y gigantesca paloma que representa al Espíritu Santo. Es la primera vez que en una iglesia se suspende, como si en realidad la figura se hallara en vuelo, una escultura de estas dimensiones (cuatro por tres metros) y de esta originalidad.

Su patrocinador, el padre Rafael García Herreros, que tantas mani­festaciones ha tenido para los artis­tas nacionales, sabe que con este mensaje se recordará el soplo cósmico de la paloma de Pentecostés a través de la lluvia de llamas y luces que se derraman sobre la humanidad. Varios meses empleó la artista desarrollando la idea y contó para su ejecución con la ayuda de sus hijos Diego y Ricardo, que ya inician su propia vida creativa.

La escultura está concebida dentro del estilo que ella denomina «sono-óptico», consistente en la difusión de fulgores y sonidos cuando el vi­brátil habitante de los vientos se mueve en su inmensidad. Es enton­as cuando se ven caer sobre la tie­rra, como lenguas vivificantes de fuego —el sentido poético de esta imagen bíblica— los resplandores que irradian el bronce y la plata fundidos en arte. Alicia es, por así decirlo, especialista en viajes aéreos. Sus criaturas miran hacia el infinito y buscan la libertad. «Perforan la atmósfera como las agujas de las torres góticas», dijo Martha Traba.

Las alas son la mejor argumenta­ción de su obra. Alas en ascenso, rítmicas, alas ondulantes, alas ma­jestuosas, con ellas parece que su alma se mantuviera en ac­titud de liberación. Y si también ejecuta alas en reposo y alas heridas —todo un universo alado y sobrena­tural—, es esta la manera de plasmar la quietud y la sangría del amor, que no pueden estar ausentes de los instintos de libertad.

Ha sido Alicia Tafur propietaria y directora de galerías de arte, pro­fesora y conferencista, y en años pasados, agregada cultural de nuestra embajada en Venezuela. Ha expuesto en diferentes países y muchas de sus realizaciones pertenecen a mu­seos y colecciones particulares de Europa, Estados Unidos y América Latina. Su vida ha sido una perma­nente ebullición de ideas y alegorías. Sus aves tienen la luz propia que ella les inyecta.

Exhibe ahora sus últimas crea­ciones, en exposición conjunta con exalumnas del Colegio Mayor de Cundinamarca, en la Casa Julio E. Lleras, del Banco Central Hipote­cario. Esta presencia de alas y mo­vimientos, de destellos e impulsos siderales, tan característica en las representaciones de la escultora ca­leña radicada por tantos años en Bogotá, define el concepto de que el arte, que es ante todo elevación de espíritu, nunca podrá vivir encade­nado.

El Espectador, Bogotá, 16-VI-1986.

 

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