Integración del Viejo Caldas
Por: Gustavo Páez Escobar
Habla la prensa en estos días de una integración financiera del Viejo Caldas, promovida por el doctor Roberto Rivas Salazar, conocido y prestante dirigente empresarial de la ciudad de Manizales. La idea es plausible y merece respaldo. Y no es la primera vez que se intenta.
Llevarla a cabo, sin embargo, con la necesaria efectividad para que surta reales efectos, no se ve tan fácil. La vinculación de entidades, como una compañía de financiamiento comercial, unos almacenes generales de depósito, una corporación de ahorro y vivienda y una agencia general de aduana, comunes a los tres departamentos, como se proyecta en el esbozo inicial, sólo sería benéfica en la medida en que estos organismos tuvieran el suficiente aliento para que en la práctica significaran progreso regional.
Las tres ciudades capitales, hay que reconocerlo con sinceridad, son recelosas del progreso que se pinta fácilmente desde la vecindad. Cada cual defiende y empuja su propio territorio. El Quindío, el primer departamento segregado, lo hizo con la convicción de que así rompía la dependencia administrativa que estaba concentrada en Manizales. Lo siguió Risaralda. Se desvertebraba un importante territorio, pero surgían al propio tiempo otros empujes, otras iniciativas, que trajeron transformación.
La emulación entre las ciudades suele ser constructiva. Se convierte en motor de arranque. Ya se ve que Armenia y Pereira, antes pueblos rezagados, son hoy importantes centros. Cada cual tiene perfiles muy señalados, y aquí habría que subestimar los problemas porque ellos son propios de la evolución. Los pueblos, conforme crecen, se enredan. Esto es inevitable.
¿Qué beneficios reales traería al Quindío la proyectada integración financiera? El Quindío es pueblo de marcada vocación agrícola, reacio a la industrialización y también a las prisas. Hay que reconocer que necesita industrializarse. Pero esto será un cambio lento. Lo ideal es montar, al lado de la industria grande del café, otras empresas pesadas que conduzcan a la región hacia derroteros más consistentes. Lograrlo, siendo una necesidad, es complejo.
Ir contra la idiosincrasia de los pueblos no es fórmula sabia. El quindiano recibió de sus antepasados la lección del café y no quiere cambiarla por otras desconocidas o sospechosas. Pero se montan nuevas industrias y existe otra conciencia. El resto será obra de las futuras generaciones.
Aunque el Quindío atraviesa por dificultades, que son consecuencia del progreso, viene superándose con dinamismo. El Comité de Cafeteros es autor de buena parte de ese desarrollo. Las vías rurales, los acueductos, la electrificación, las escuelas veredales, la salud pública son hechos ponderados por propios y extraños. ¿Qué tal si el Comité de Cafeteros propiciara una industria grande, complementaria del café?
La instalación de algunas entidades, como se sugiere, ojalá no se convierta en algo accesorio, que no llegue al fondo de la situación. Hay entidades que se establecen con magníficos programas y que a la larga se convierten en medios únicamente de captación de recursos. Ya hay experiencias. De todas maneras, es bueno preguntar por la verdadera eficacia de organismos como los citados, para el Quindío, valga de nuevo el ejemplo. Del Quindío suelen extraerse recursos que no se irrigan en la región.
Esta actitud en modo alguno es pesimista. Es práctica. Consulta la verdad regional. El Viejo Caldas, convertido en tres esfuerzos, es una sola conciencia espiritual y cultural. Lo unen lazos indestructibles, por imperativos de la sangre y de sus hondos ancestros. Si algún día se lograra esa integración económica que buscan los promotores de Caldas, se habría dado un gran salto. Pero como debemos ser conscientes de nuestras realidades, nada tan saludable como desear que no sea un salto al vacío.
La Patria, Manizales, 28-III-1980.