La figura de Lleras
Por: Gustavo Páez Escobar
Superados los absurdos antagonismos políticos que no permitían reconocer en el partido contrario los valores de los caudillos nacionales, hoy es posible formular con desaprensión un juicio sereno sobre la historia contemporánea. Si en épocas de bárbara recordación el estar marcado con cualquier barniz partidista representaba un escollo para ser respetado en el bando contrario, la civilización de las costumbres deja ahora encontrar prohombres dondequiera que estén situados.
El servicio al país debe estimarse por encima de matrículas y de afanes secundarios. Si revisamos las barreras que dividen a los partidos, tenemos que admitir con honradez que en uno y otro hay nobles empeños nacionalistas. Las diferencias son apenas de matiz, mas no de tal profundidad como para que liberales o conservadores se consideren, con validez, los abanderados de exclusivas y privilegiadas fórmulas redentoras, si bien es preciso que los líderes del pueblo sean agresivos, pero constructivamente agresivos, en sus campañas y en la exposición y defensa de sus tesis.
El colombiano sensato tiene que hallar en el doctor Carlos Lleras Restrepo –uno de los más tenaces y aguerridos luchadores del país– a un paladín de la democracia. Combatiente por temperamento y formación, su presencia ha sido definitiva en no pocos de los sucesos públicos de los últimos cincuenta años. Vencedor o vencido, y siempre militante, es uno de los autores de la historia contemporánea al lado de relevantes figuras de ambos partidos. Ha saboreado el triunfo pero solo después de arduas jornadas, y no se ha dormido con la gloria porque su misión está en la lucha, en el enfrentamiento de tesis y programas, y jamás en el reposo improductivo.
Cuenta él mismo, y así lo sabe el país, que su vida pública no ha sido fácil. Todo se lo ha ganado con esfuerzo y nada lo ha conseguido gratuitamente.
Acaso le han fallado en ocasiones las estrategias del combate, y más bien los amigos, pero nunca se ha impuesto límites para su propia batalla. Sucedido el descalabro electoral y comprobadas las deserciones, enarbola pronto sus banderas y salta a defender sus principios, sin importarle demasiado quiénes lo acompañarán.
Al mando de sus carabelas, vuelve a sentirse el peso de su autoridad y el empuje de su carácter, seguido por enésima vez por quienes solo buscan dividendos políticos, aunque también por leales defensores de principios inquebrantables, y sin temer la desbandada de aquellos, cuando arrecie la tempestad. El doctor Lleras es, en esencia, un hombre de tempestades.
Hay que admirar su resistencia para insistir en el bien del país. No se retira fácilmente de la contienda, porque no nació para la derrota y tampoco para el ocio. Se parece mucho a esos caballeros de antaño que se abrían paso por todos los caminos con acerada lanza, que jamás se dejaban arrebatar. Insomne vigilante de la moral pública, arremete contra los desvíos oficiales y los abusos de los políticos, con intransigencia y sin desfallecimientos.
Su pluma, temible y purificadora, es una garantía para el país. Ha aprendido a combatir los vicios con la misma facilidad con que escribe en los intervalos trozos de historia o traduce a un poeta lejano. Su fortaleza, indomable independencia, aplomado juicio, capacidad de estadista lo convierten en la conciencia critica que Colombia necesita si aspira a ser libre y digna.
Al leer el volumen Los días y los años, selección de sus «prosas de lucha, de estudio, de servicio», que editó la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, bajo la inquieta y acertada dirección del doctor Alejandro González, es preciso detenerse ante uno de los hombres grandes de este siglo que la pasión de otros días no dejaba apreciar en toda su dimensión.
Buen servicio le presta al país este escritor agudo, castizo y profundo en el manejo del idioma, que ha aprendido el arte de la prosa humorística y satírica, según las circunstancias, para fustigar, corregir y ponderar. Si es exigente, también es magnánimo. Civilizadas las costumbres, podemos reconocer el mérito donde se encuentre, adelantándonos al fallo imparcial de la historia.
La Patria, Manizales, 21-IX-1979.
El Espectador, Bogotá, 15-X-1979.
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Misiva:
El doctor Otto Morales Benítez tuvo la amabilidad de hacerme llegar el artículo que usted publicó. Ha sido usted extremadamente generoso conmigo y le ruego aceptar mis más rendidos agradecimientos. Carlos Lleras Restrepo.