Los ríos rebeldes del Quindío
Por: Gustavo Páez Escobar
La lectura del libro titulado Desde el río Arma hasta el Quindío, de Diego Arango Mora, sobre el cual hice un comentario en marzo pasado, me llevó a la relectura de la novela El río corre hacia atrás (1980), de Benjamín Baena Hoyos, quien nació en Pereira en 1907 y murió en la misma ciudad en 1987. Su infancia transcurrió en Armenia. Fue representante a la Cámara, magistrado del Tribunal Superior de Manizales, diputado de la Asamblea de Caldas, notario de Pereira, profesor de literatura. Poco antes de morir, escribió el poemario Otoño de tu ausencia, que solo vino a conocerse muchos años después, y hoy se ignora.
Su novela –reimpresa en 2017 por la Universidad Tecnológica de Pereira– es la narración más vigorosa, certera y sobrecogedora que se ha escrito sobre la colonización del Quindío. En ella se mueven, con lacerante dramatismo, las corrientes de colonos procedentes de Antioquia que llegaron a desbrozar los terrenos baldíos en busca de mejores medios de vida, atraídos por la fertilidad ecológica y el oro escondido en las guacas indígenas. Como esas tierras no tenían dueño, serían ellos quienes iban a cultivarlas para buscar el sustento y el bienestar de sus familias.
A esa tarea se dedicaron con las mayores dosis de esfuerzo, coraje y entusiasmo. De sol a sol dejaban en los campos las desgarraduras causadas por el duro laboreo que los premiaba con el florecimiento de sus plantíos y la mejora de sus viviendas. Había sudores, y plagas, y dolencias, y angustias, y lluvias inclementes, y muertes brutales, pero sus faenas se traducían en la conquista y el amor a la tierra. El azadón y el machete eran sus elementos de combate y redención.
En 1884, apareció en el panorama un ave siniestra: Burila, compañía latifundista fundada en Manizales por socios de gran influencia local y nacional, cuyo propósito era apoderarse de la inmensa cantidad de terreno de que era rica la región. De entrada, habían adquirido un latifundio de 125.000 hectáreas que se iniciaba en Zarzal (Valle) y abarcaba buena parte del mapa quindiano. Sus enemigos eran los colonos, quienes se habían posesionado de los campos baldíos.
Y llegaron días atroces marcados por los atropellos y la crueldad con que Burila se enfrentó a los pobladores. Con astucia y la complicidad de algunas autoridades, la compañía llevó a cabo pleitos ignominiosos contra aquella gente desprotegida que pedía a gritos el derecho a la vida. Con despojos, hostigamientos, torturas y muertes, la compañía impuso una época de terror. ¡Tierra…, tierra…, tierra…!, era el clamor furioso que salía de miles de gargantas. Esto es lo que Baena Hoyos pinta en su novela magistral. Personajes suyos como Severiano y Nicanor son humildes labriegos que luchan a brazo partido por retener las propiedades que han conquistado con el sudor de la frente.
Libro de profundo carácter social, se convierte en un grito masivo contra la injusticia y la barbarie, y reconstruye la epopeya de aquel éxodo que puso los cimientos para el desarrollo y prosperidad del Eje Cafetero. Frente a semejante ola de iniquidad, El río corre hacia atrás es el símbolo exacto para afirmar que los dieciséis ríos de la región impulsaron sus aguas hacia atrás en señal de protesta y rebeldía.
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Eje 21, Manizales, 3-V-2024. Nueva Crónica del Quindío, Manizales, 5-V-2024.
Comentarios
Indudablemente, El río corre hacia atrás es uno de los más bellos libros escritos sobre la colonización del Quindío. Bello por su magnífica prosa descriptiva de paisajes, costumbres y quehaceres de esos labriegos que construyeron esta región. Dolorosa hasta lo más profundo, pues a las carencias y sufrimientos de un proceso colonizador sumaron la violencia que Burila desató contra ellos. ¡Cuántos años de violencia insensata en nuestra tierra! Diego Arango Mora, Armenia.
Muy buena descripción histórica del desarrollo luchador del Eje Cafetero. Rebeldía que ojalá se tuviera para contrarrestar el retroceso en que está nuestro querido país. Humberto Escobar Molano, Villa de Leiva.