Después de Bolívar
Por Gustavo Páez Escobar
Eduardo Lozano Torres ha sido ferviente apasionado de la Historia colombiana. Publicó en 2015, en Intermedio Editores, el texto Bolívar, mujeriego empedernido. Y dice que varias personas le preguntaron: ¿Y después de Bolívar, qué? Esto dio lugar a que escribiera el nuevo libro a que se refiere esta columna, el que bautizó con la frase antes citada.
La ingratitud y el oprobio fueron los mayores factores que aceleraron la muerte de Bolívar. Dividido el país entre bolivarianos y santanderistas, se desató contra el Libertador la más implacable arremetida contra los logros que había obtenido, cuando ya carecía de fuerzas y mando para mantenerse en la batalla No solo se ignoraron sus eminentes realizaciones, sino que sus enemigos le cobraron los errores que había cometido, los que de modo alguno eran determinantes para opacar su gloria.
Bolívar mantuvo hasta el último momento de su vida plena conciencia sobre la crueldad y la saña con que se le juzgaba, y veía cómo su existencia se apagaba como una llama al viento en la soledad de Santa Marta, alejado de Manuelita, del pueblo y de sus seguidores. Fue entonces cuando pronunció esta frase angustiada: “¿Carajo! ¿Cómo voy a salir de este laberinto?”. Exclamación que inspiraría a García Márquez a escribir, 159 años después, la novela El general en su laberinto.
Una semana antes de su muerte, Bolívar había dictado su testamento y su última proclama, y en esta se despedía con el alma desgarrada: “He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. El historiador Lozano Torres se dedica a investigar en su libro qué sucedió, tras la muerte del prócer, en Colombia y en los países por los que luchó.
Veamos algunos casos de gran sensibilidad humana. Manuelita fue desterrada de Colombia y terminó su vida, pobre y enferma, en el puerto peruano de Paita. El general Hermógenes Maza murió alcoholizado en Mompós. Luis Perú de Lacroix, su mano derecha y confidente –autor del libro Diario de Bucaramanga, que cuenta los sucesos de la Convención de Ocaña–, se trasladó a París, donde se suicidó.
¿Qué pasó en Venezuela? En marzo de 1831, el general Páez fue elegido presidente de la república. Evaporado el sueño de Bolívar de crear la Gran Colombia, en 1832 nacía la Nueva Granada. ¿Qué pasó en Ecuador? El presidente Juan José Flores pretendió anexar a su país las provincias granadinas de Pasto, Popayán y Buenaventura, pero no lo logró. Después de la muerte del Libertador se tornaron más difíciles las relaciones entre los pueblos hermanos, puede decirse que hasta el día de hoy.
El general Santander, el principal antagonista de Bolívar, que fue condenado a muerte junto con otros 14 acusados por la conjuración septembrina, pena que le fue conmutada por la del destierro, volvió a Colombia en julio de 1832 y se posesionó como presidente de la nación por un período de cuatro años. No fue fácil su gobierno. No obstante, realizó obras de progreso nacional, sobre todo en el sector de la educación pública (Colombia era en aquellos años un país de analfabetos). Santander está reconocido como el pionero del espíritu civil del país.
Entre Bolívar y Santander concurren curiosas circunstancias: el primero murió de 47 años, y el segundo, de 48; ambos fallecieron a raíz de graves enfermedades: Bolívar, de tisis tuberculosa, y Santander, de una vieja deficiencia hepática; ambos tuvieron amores con Nicolasa y Bernardina Ibáñez; ambos pertenecían a familias prestantes y poseían sólida formación militar e intelectual. A la postre, luego de librar decisivas batallas por la libertad, ambos próceres tuvieron serias divergencias en torno al centralismo y el federalismo, y así concluyó su amistad.
Lozano Torres formula esta apreciación sobre Bolívar que comparto por completo: “Murió odiado, proscrito y vejado por muchos, pero también admirado y estimado por otros. Pero muy pronto se convertiría en una leyenda y las generaciones venideras le reconocerían póstumamente su denodada lucha”.
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El Espectador, Bogotá, 11-III-2023. Eje 21, Manizales, 9-III-2023. La Crónica del Quindío, 12-III-2023.
Comentarios
Desde niño he admirado a Bolívar. Con todos sus defectos y errores, porque ellos forman también parte de todo ser humano y por ello no podían estar exentos de su vida. Uno de los rasgos prominentes de su talante fue la tozudez, rayana en la terquedad, que imponía en sus acciones y proyectos y tal vez por eso obtuvo los triunfos y resultados positivos que pronto lo convirtieron en el indiscutible líder que fue.
También desde niño aprendí a formarme un criterio muy negativo sobre Santander, hasta que comencé a leer acerca de él. A medida que fui conociendo su vida, su carácter y sus actuaciones, esa silueta fue cambiando y pude, ya con juicio analítico, concluir que fue una persona muy valiosa y con múltiples cualidades en la lucha independentista. Fue un gran hombre, pero su mérito fue opacado por la figura de Bolívar y por la culpa, nunca comprobada, que le atribuyeron en el nefasto atentado septembrino. No dudo que quienes rodearon a uno y otro fueron los culpables del distanciamiento que tuvieron. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
Abarcar la trayectoria de Bolívar es labor muy compleja. A veces queda uno confundido con tanto episodio que protagonizaba a cada paso. Sus ejecuciones son increíbles. También Santander ha dejado rastros firmes en la Historia sobre su eminente personalidad. Estos personajes son irrepetibles. Se duele uno en los tiempos actuales sobre la carencia de verdaderos líderes, si no a la altura de Bolívar y Santander, que logren por lo menos tocarnos las fibras esenciales del patriotismo que hace mucho tiempo desapareció. Este es mi criterio sobre los dos próceres: mientras Santander es un prohombre, Bolívar es un genio. Gustavo Páez Escobar.