Museo del Oro Quimbaya
Por Gustavo Páez Escobar
Fue fundado en la ciudad de Armenia por el Banco de la República, en julio de 1986, y el diseño arquitectónico lo elaboró Rogelio Salmona, obra que lo hizo acreedor al Premio Nacional de Arquitectura de 1988. Tuvo un cierre cercano a los 3 años, debido a un programa de recuperación y preservación que obedeció al desgaste natural producido por 36 años de funcionamiento y a la necesidad de fortalecer la estructura.
El museo contó con la valiosa gestión de Hugo Palacios Mejía, oriundo del Quindío, quien como gerente general del Banco de la República puso todo su empeño para sacar adelante la construcción con la grandiosidad que hoy ostenta, y fue inaugurado en el gobierno de Belisario Betancur. Era gerente regional del banco el agrónomo Josué López Jaramillo, otro entusiasta eslabón de este gran suceso cultural.
La importante colección arqueológica está situada en sitio ideal, que es el Quindío, para resguardar el patrimonio aportado por las civilizaciones quimbaya, calima, muisca, tairona, tumaco, nariño y otras tribus indígenas. En estas piezas de inestimable valor, constituidas por infinidad de objetos en cerámica, esculturas de piedra, madera, hueso, textiles y diferentes elementos, resurge todo un pasado guerrero, laborioso y artístico, que de todo eso había en aquellas mentes y voluntades que hoy no alcanzamos a comprender en su exacta dimensión.
Los poporos indígenas son reales piezas de arte aborigen concebidas como utensilios útiles para la vida cotidiana, y encierran misterio y fascinación. Se calcula que el poporo quimbaya exhibido en el Museo del Oro de Bogotá fue fabricado hacia el año 301 a. C. Su proyección en el tiempo hace pensar en la propia inmortalidad del espíritu indígena.
Si pasamos a los artículos de oro, que los hay en las formas más diversas, extrañas y deslumbrantes, tenemos que inclinarnos ante la magnificencia del ingenio creativo que viene de las comunidades indígenas. Este hecho certifica la identidad cultural de la región, que a veces se olvida. Es el Quindío tierra de guacas por excelencia. Allí se escarba y se escarba la tierra y siguen saliendo tesoros y más tesoros que brillan como una fantasía. Nada tan indicado, por lo tanto, como que el Museo del Oro Quimbaya esté erigido en este territorio legendario, cuna de mitos, leyendas, patasolas y lloronas en eterna cofradía.
Este 16 de junio se abrieron de nuevo las puertas del museo. Allí surgirán nuevas atracciones: un centro de documentación virtual, auditorio con tecnología y acústica de máxima calidad, sala infantil, jardín botánico, moderna sala de exposiciones, todo rodeado de plantas y palmeras ornamentales, de senderos y surcos de agua.
Sin embargo, Josué López Jaramillo, que como exgerente del Banco de la República conoce muy bien la obra, me hace esta observación: “El municipio no ha sido capaz de abrir la calle por el costado sur, conformado por matorrales y chamizas, lo que constituye motivo de inseguridad, además de ofrecer mal aspecto estético”. Ojalá la alcaldía local revise esta falla.
El Espectador, Bogotá, 2-VII-2022.
Eje 21, Manizales, 1-VII-2022.
La Crónica del Quindío, 3-VII-2022.
Comentarios
Con alegría y un poco de pesar he leído la columna acerca de la reapertura del Museo del Oro Quimbaya. Digo alegría porque se abre remodelado y con nuevas propuestas y salas para su disfrute. Y digo tristeza por la desidia de las autoridades para acatar la sugerencia de encerrar la parte sur que representa un peligro enorme para los tesoros que en él se conservan, según lo manifiesta el doctor Josué López Jaramillo. Conocí el museo hace unos 15 años. Es maravilloso y la edificación, magnífica. Gracias por rescatar estas memorias. Inés Blanco, Bogotá.