Al día siguiente de las elecciones
Por: Gustavo Páez Escobar
En horas de la mañana del lunes 30 de octubre, un día después del desarrollo de la jornada electoral, me trasladé en un taxi, junto con mi hija Fabiola, al barrio La Candelaria, a donde íbamos a cumplir una diligencia. Por supuesto, el tema obligado fue el de las elecciones, que por fortuna habían transcurrido con relativo sosiego en gran parte del país. Colombia amanecía con un nuevo aire.
El taxista nos escuchaba en silencio. Notamos que le interesaba la conversación. De pronto, se integró al tema. Le preguntamos si había votado, y nos contó que lo hacía desde años atrás. Nos confesó que no creía en los políticos y, por lo tanto, había votado en blanco. Y entró a enjuiciar a la clase dirigente como la responsable de los desastres que ocurren en el país, causados por la corrupción, el saboteo de los bienes públicos, los abusos del poder, la impunidad y tanto desafuero que todo el mundo conoce y nadie castiga.
Quedamos sorprendidos con su discurso, que en verdad fue un gran discurso: incisivo, claro y vehemente. Lo hacía con absoluta convicción. Desde luego, nos habíamos equivocado con el personaje, a quien en principio consideramos un petrista más. Por el contrario, lanzó pestes contra el mandatario. Como nos quedó sonando lo del voto en blanco, le pedimos que nos explicara dicha actitud, que parecía insólita. Nos manifestó que sentía dolor de patria con la misma intensidad con que repudiaba a los políticos, y pensaba que ese era un medio legítimo de protesta, insatisfacción y rechazo de la conducta perversa que ejercen los gobernantes.
Pensé entonces que para el taxista seríamos nosotros –mi hija y yo– integrantes de la clase alta que él abominaba. Tal vez nuestro aspecto le creaba esa suposición. Sin embargo, sus palabras le fluían con respeto, con calma y sinceridad. Fue una charla útil y aleccionadora, cómo no, en la que vimos un eco del clamor nacional que aleja de las urnas a más de la mitad del electorado. Y nos hallamos frente al hecho excepcional de un taxista alejado del sectarismo y el conformismo y que tiene la entereza de utilizar el voto en blanco como una herramienta democrática, de opinión y al mismo tiempo de censura.
Ese voto sumó cerca de un millón de sufragantes en las elecciones que acaban de pasar. Es un resultado funesto que debe preocupar a políticos y gobernantes. Es la voz de la gente inconforme y apática que se suma a la abstención rampante que ha perdido la fe en la democracia. En Maicao y Gamarra el voto en blanco ocupó el primer lugar, lo que obliga a repetir las elecciones. En algunos municipios o departamentos obtuvo cifras elevadas, como rechazo a los aspirantes que, a pesar de todo, han llegado ufanos al poder. Ojalá la voz del taxista, que representa a millones de colombianos, sirviera como motivo de reflexión un día después de las votaciones.
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Eje 21, Manizales, 3-XI-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 5-XI-2023.
Comentarios
Lo que les sucedió a ustedes con el conductor del taxi me pasó a mí en Cali con el taxista que me transportaba hacia el aeropuerto en las pasadas elecciones para presidente. Asumí que el señor era petrista, pero cuando le pregunté por quién sería su voto, me respondió que votaría por Rodolfo Hernández, aun sabiendo que no era la persona indicada, pero que lo prefería al peligro que Petro encarnaba. Además, catalogó a Petro como uno de esos «politiqueros de siempre», de quienes renegó casi todo el trayecto. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
La mayoría de los taxistas colombianos son los mejores voceros de los problemas en las grandes ciudades del mundo y es a este gremio que han tenido que ingresar muchos profesionales por la escasez de trabajo, exmilitares, pensionados y una que otra persona por rebuscarse. Jorge Enrique Giraldo Acevedo, Fusagasugá.
Esta columna es una buena radiografía de lo que ocurre con muchas personas. En los casos de Maicao y Gamarra, el voto en blanco ganó porque así lo impulsaron líderes que no querían que en esa jornada alguien ganara. A los que votan en blanco, con razón o sin ella, con frecuencia los llaman “tibios”. En general, considero que el péndulo viene de regreso. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.
En realidad, la opinión de un hombre como ese taxista nos sirve de termómetro para medir la opinión del pueblo pensante. Mercedes Medina, Bogotá.