Encuentro con Guillermo Cano
Por: Gustavo Páez Escobar
En 1971 se inició en Armenia mi carrera periodística en El Espectador, la que se traduce en 1.235 artículos de los 2.026 que he escrito en la prensa nacional. En nota de estos días comenté a mis lectores el motivo que tuve para retirarme este mes de dicha labor.
Desde mucho antes de pertenecer a la nómina de escritores del diario sentía profunda admiración por la figura de su director, Guillermo Cano, el periodista magistral que pasó a la historia por sus valientes actuaciones y vibrantes editoriales en los que defendía a todo trance la moral y atacaba los abusos de políticos y gobernantes. Fue un incansable jinete de la democracia, la justicia y el humanismo. Con su inmolación por Pablo Escobar conquistó la gloria eterna. Su brazo derecho era José Salgar, subdirector del diario, otro maestro de periodistas y practicante desde muy joven de las reglas de la comunicación.
Dentro de un concurso promovido por el Magazín Dominical tuve la suerte de ver, en mayo de 1971, galardonado en sus páginas el cuento que elaboré para dicho efecto, el cual me abrió las puertas de la literatura. A partir de entonces vieron la luz en el Magazín continuos escritos de mi autoría que alternaban con mis notas de opinión en la página editorial.
Sin embargo, yo no conocía a nadie en el periódico ni contaba con padrino alguno que me impulsara. Mis escritos se abrían camino por sí solos, y a la larga me permitieron asegurar bases firmes para afianzarme en la historia de El Espectador durante más de medio siglo. Los años 70 y 80 representan mi época dorada en el periodismo, y toda esta amplia trayectoria está ennoblecida por la entrega vital –ejercida con toda disciplina, rigor, ética y carácter– al que Albert Camus llamó “el oficio más bello del mundo”.
Dos o tres escritores envidiosos de Armenia –elementos que no faltan en ninguna parte–, al ver el éxito de mis artículos, se dieron a la tarea de difundir el infundio de que ese hecho obedecía a la palanca que yo tenía con los directivos del periódico. Ese rumor maligno llegaba con frecuencia a mis oídos, y yo lo dejaba pasar. No tenía por qué inmutarme.
Después de dos o tres años de incursionar en las páginas del diario, le pedí a Otto Morales Benítez, en un viaje que hice a Bogotá, que me consiguiera una entrevista con Guillermo Cano. Ardía en deseos de conocerlo, y las condiciones no se habían dado. Él me mandó decir que, aunque sufría un quebranto de salud en su residencia, con el mayor gusto me esperaba en su oficina del periódico. Por supuesto, me sentí apenado con su gentileza, y al mismo tiempo honrado con semejante gesto de generosidad.
Fue un encuentro hermoso, sensible e inolvidable, en el cual Guillermo Cano me manifestó que el periódico era el mío y que se sentía grato con mis colaboraciones. Al despedirme, sentí que algo grandioso había ocurrido.
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Eje 21, Manizales, 1-VII-2023. Nueva Crónica del Quindío, 2-VII-2023.
Comentarios
Gracias por este lindo recuerdo que hoy nos compartes. Felicitaciones, y honra a tus escritos y al gran Guillermo Cano. Eduardo Arcila Rivera, Bogotá.
Desde todo punto de vista eres merecedor de una enorme felicitación por la actividad periodística y cultural que por espacio de cincuenta y dos años realizaste en El Espectador. Los temas de tus columnas siempre gozaron de gran acogida por los lectores, como lo comprueba este hecho de haber permanecido vigente más de medio siglo. Siempre recibo tus escritos con placer de lector agradecido. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.