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Archivo para junio, 2023

Adiós a El Espectador

miércoles, 21 de junio de 2023 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 (Carta a don Fidel Cano Correa)

Con mucho pesar me veo en el caso de comunicarle que he decidido retirarme de El Espectador después de 52 años de vinculación. Debo confesarle que no me atrae el blog que usted me ofrece, lo mismo que a otros periodistas, en lugar del espacio que ocupo como columnista habitual de la edición de internet. No me amañaría en él y, por lo tanto, lo indicado es el retiro.

Evoco con honda nostalgia e infinita gratitud el día en que don Guillermo Cano me abrió, en 1971, las puertas de El Espectador. En ese entonces era yo gerente de un banco en Armenia, y además tenía marcada mi vocación por la literatura y el periodismo. Actitud prodigiosa esta de don Guillermo que hizo destacar mis escritos tanto en la página editorial como en el Magazín Dominical durante los años 70 y 80. Esta es mi época dorada en el periodismo.

Por aquellos días, don Guillermo me envió este mensaje a propósito de un grave percance que sufrí en Armenia: “Lamentando profundamente el accidente que todos sus amigos y admiradores esperamos no tenga gravedad para continuar deleitándonos con su excelente prosa y su acertado criterio para tratar los diversos temas de actualidad nacional”. Años atrás, don José Salgar, subdirector del diario, me decía: “Ese estilo de lecturas es el que quisiéramos siempre ofrecer en nuestras páginas y en adelante estaremos atentos a prestar la mayor acogida a las colaboraciones que usted nos envíe”. Los tiempos eran otros.

Si traigo hoy a cuento estas nobles y gallardas expresiones, no lo hago por insana vanidad, sino para resaltarlas como los mejores galardones de mi desempeño en el periódico. Desempeño que se traduce en 1.235 artículos escritos en sus páginas (el 61 %) de los 2.026 que constituyen la totalidad de mis notas en la prensa nacional. Dos de mis primeros libros contienen material publicado en El Espectador y fueron escogidos para integrar la Cápsula de El Tiempo. Todo esto honra mi carrera periodística y lleva la marca de El Espectador, que me enaltece.

En el 2006, quise retirarme del periódico a raíz de una serie de fallas que presentaba la página virtual y que me causaban frecuentes molestias. Y usted, en forma muy gentil que supe valorar, me convenció de que no renunciara. Hoy, 17 años después, me comunica el traslado al blog. Le soy sincero: considero el blog un sistema marginal. Mi fibra es la de columnista de opinión dedicado de preferencia a los temas sociales y culturales. Seguiré exponiendo mis ideas en otros predios periodísticos.

Mi decisión de retirarme de El Espectador obedece, ante todo, a que juzgo ya concluido mi ciclo en sus páginas. Llegó la hora de desocupar. O como se dice en el lenguaje taurino: llegó la hora del arrastre. Es la propia ley de la vida. Todos mis artículos están guardados en mi página web, y además tengo los recortes de ellos en dieciocho volúmenes que fui formando a través del tiempo y luego mandaba empastar. No creo que ningún otro escritor o periodista mantenga esta organización. Mi archivo es una rareza. Queda de legado para mis hijos.

Expreso a usted mi gratitud por la publicación de mis notas, y lamento las dificultades de edición que me cuenta, que espero se solucionen pronto. Usted ha hecho, sin duda, ingentes esfuerzos por la subsistencia del periódico, y esto es digno de aplauso. Buena suerte, don Fidel.

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Eje 21, Manizales, 16-VI-2023. Nueva Crónica del Quindío, Armenia, 18-VI-2023. El Muro, Bogotá, 18-VI-2023.

Comentarios

Es una pena tu retiro después de verter tu inteligencia y actitudes por tanto tiempo. Como persona envidiablemente organizada lamentamos esa ausencia de un diario tan querido. Jaime Lopera Gutiérrez (exgobernador del Quindío, expresidente de la Academia de Historia del Quindío).

Tus lectores de El Espectador te van a extrañar mucho. Diego Moreno Jaramillo (exministro de Desarrollo Económico, exgobernador del Quindío).

Cuando tocaban la diana de retirada, las tropas adiestradas para la guerra salían con el rabo entre las patas convencidos de una derrota. No es este su caso, mi querido y admirado amigo. Somos unos muebles viejos que libramos batallas abstractas por conseguir que no nos tiren al carro recolector de basuras. Yo me inventé mis crónicas diarias que solo llegaban a un grupo de wasap. Parece que ahora las reproducen como pódcast y como texto en muchos focos de provincia y hasta en Radio Melodía de Bogotá, otra sobreviviente de la hecatombe que nos está tocando presenciar y que aspiro a narrar. Honró usted las páginas de El Espectador con cariño especial. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Entiendo tus sentimientos, pues se trata prácticamente de toda una vida bajo un acogedor alero al que hay que renunciar. La vida sigue y la Providencia nos permita poder leerte por muchos años. Josué López Jaramillo, Bogotá.

Estos 52 años son un recorrido de un trabajo extraordinario, hecho con entrega, dedicación, profesionalismo. En todas las columnas se refleja el respeto por una profesión que es un arte. El escribir, creo yo, viene de una inspiración no de este plano terrenal, es una conexión propia al hacerlo con amor, pero siento que hay “musas inspiradoras” que les dictan a los elegidos para poder encontrar en cada página en blanco, ahora pantalla en blanco, un tema y poder desarrollarlo. Mi papá es de esos elegidos que sintió desde joven que así era y puso todas las condiciones para poder llevar a cabo ese don. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Me quedé tremendamente admirado por la cantidad de artículos y por el tiempo total que lleva siendo columnista de El Espectador. Quiero felicitarlo por esta labor que requiere muchísimo trabajo y constancia, algo muy marcado en su personalidad. Pedro Galvis Castillo, Bogotá.

Aunque no hemos visto algunos de los últimos artículos por fallas en el internet, lamentamos mucho el retiro como columnista de El Espectador. Lo disfrutamos mucho. Pedro Elías y Ligia, Bogotá.

Muy buena su carta de despedida. Bien sabe que eso lo siento en el alma. Jorge Rafael Mora Forero, Estados Unidos.

Estoy seguro de que muchos lectores y admiradores de tu brillante prosa, de tus ecuánimes opiniones y de tu impecable estilo te extrañaremos en nuestros buzones electrónicos. Pero, tal como lo expresas en tu nota, a todos nos llega «la hora de desocupar». Fueron largos años de producción periodística y cultural y sin duda te quedará una gran y permanente satisfacción por la labor realizada. Astrid y tus hijos siempre se sentirán orgullosos de ti. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

En París, en donde estoy de vacaciones en estos días, me entero de tu retiro como columnista de El Espectador, después de haber tenido esa responsabilidad durante 52 años, tiempo durante el cual deleitaste a tus lectores, entre ellos a mí con muchas columnas que he leído. Quiero expresarte mi sincero reconocimiento y felicitarte por tu destacada trayectoria como columnista en tan importante periódico nacional. Tu incansable dedicación y valiosa contribución al periodismo han dejado una huella imborrable. Admiro tu pasión, perspicacia y compromiso con la verdad. Si bien te retiras como columnista de ese medio, tu legado seguirá y perdurará también en cada línea escrita en otros canales. Mauricio Borja Ávila, París.

Acuso recibo de tu carta de despedida de El Espectador. A todos nos llega el tiempo de retiro, y muy seguramente seguirás escribiendo para todos nosotros, quienes te leemos con mucha atención. Arq. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.

Lamento tu retiro de El Espectador, después de tantos años de permanencia en estas páginas. Miguel Ángel Rojas Arias, director de El Quindiano, Armenia.

Debe ser doloroso el retiro, pero necesario ante el traslado de su columna. Solidario, le acompaño en su decisión. Gustavo Valencia García, Armenia.

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El anarquista Moncaleano

miércoles, 7 de junio de 2023 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar 

El paso inexorable del tiempo va borrando la memoria de la gente notable, ejecutora muchas veces de hechos sobresalientes y que por eso mismo debería ser recordada en los años futuros. Sin embargo, eso no sucede sino en contados casos. Es la triste realidad humana. Hoy las nuevas generaciones ignoran, en su inmensa mayoría, la vida de los próceres que nos dieron la libertad, y hay quienes no saben, incluso, quiénes fueron Bolívar, Santander o Sucre.

¿Conoce alguien quién fue el anarquista colombiano Juan Francisco Moncaleano? Me surge esta inquietud frente a la biografía de este personaje escrita por el profesor e historiador Orlando Villanueva Martínez, la que fue publicada en estos días en Bogotá por la Valija de Fuego, en edición de 656 páginas. Moncaleano nació en Líbano o en Honda, Tolima, en junio de 1881 –otras fuentes señalan que en 1883–. En palabras de su biógrafo, “fue un hombre controvertido y controvertible. Es el anarquista más importante de Colombia en toda su historia y uno de los más reconocidos de América Latina”.

A la corta edad de 14 años hizo parte de los ejércitos liberales y actuó en las guerras de finales del siglo XIX y comienzos del XX, en las que obtuvo alto rango militar. Se habla de que se desempeñó luego como profesor y filósofo, funcionario público, periodista, tipógrafo y comerciante. Su presencia en la vida pública le abrió poco a poco las puertas como agitador político, faceta que ejerció con absoluta convicción y que tuvo alta resonancia.

Para divulgar su pensamiento y librar sus denodadas luchas, fundó en 1910 el periódico El Revachol, que más adelante dejaría solo como Revachol, en honor de un anarquista francés. El anarquismo lo llevaba en la sangre y sería su razón de ser como ideólogo, combatiente, justiciero y revolucionario. Con su palabra demoledora arremetía sin tregua contra los poderosos, los tiranos, los burgueses, y mantenía la lanza enhiesta para defender a los pobres, los trabajadores, los artesanos, los plebeyos y, en general, a la población marginada.

Ese actuar incesante e implacable le acarreaba, por supuesto, fieras persecuciones, a la par que cárceles, torturas y vejámenes, tanto en Colombia como en otros países a los que se desplazó. A Méjico llegó en junio de 1912, atraído por su famosa revolución, y tres meses después fue expulsado con el rótulo de “anarquista peligroso”. Allí fundó la Casa del Obrero Internacional, y también el periódico ¡Luz!, mientras su esposa dirigía el periódico Pluma Roja.

Su expulsión del país azteca fue argumentada en el llamado Expediente n.º 8, nombre con el que el historiador Villanueva bautizó su biografía, seguido del subtítulo Juan Francisco Moncaleano: anarquista indomable. Los documentos auténticos de dicho expediente están recogidos como un anexo de la obra, lo mismo que los numerosos escritos del anarquista, lo cual constituye una novedad. Moncaleano murió en Massachusetts el 1.º de enero de 1916 –hace 107 años– a raíz de una operación del apéndice. Tenía 33 años.

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El Espectador, Bogotá, 3-VI-2023. Eje 21, Manizales, 1-VI-2023. La Crónica del Quindío, 4-VI-2023.

Comentarios 

Excelente artículo. Hay que recordar que hubo otro anarquista colombiano famoso, Biófilo Panclasta, dos años mayor que Juan Francisco Moncaleano. ¿Se habrán encontrado alguna vez? Bernardo Mayorga, Bogotá.

Me he llevado una sorpresa sobre el anarquista Moncaleano, porque desconocía la vida de este personaje. Ignoraba también la existencia de El Revanchol y los otros periódicos que él publicó. Me parece increíble que, siendo un personaje de tanta resonancia, no haya llegado hasta mis lecturas, máxime que soy un aficionado de antaño por la Historia. El saber es ilimitado y solamente podemos abarcar una ínfima parte. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.