La peste de Orán
Por: Gustavo Páez Escobar
Si Albert Camus viviera en este momento sabría que el relato que hace en su novela La peste, publicada en 1947, tiene mucha semejanza con el drama que se vive hoy a consecuencia del cóvid-19. Dicha descripción tuvo como enfoque la epidemia de cólera que diezmó a la ciudad de Orán, Argelia, en 1849.
La naturaleza del mal no ha variado. Si miramos hacia atrás, lo mismo ha ocurrido en todas las épocas de la humanidad con este tipo de contagio. Debe admitirse que el ser humano está condenado a una peste eterna, si bien aparecen curas transitorias para cada momento, que a veces destierran el flagelo durante años, pero no lo erradican: sufrirá una mutación y aparecerá con otro nombre.
En el caso de Orán, la población fue azotada por varias epidemias repetidas entre 1849 y 1947, antes de aparecer la novela de Camus. En la parte final de la obra, el novelista pone en boca del médico Rieux, quien como verdadero apóstol de la medicina estuvo al frente de los enfermos y los moribundos, esta terrible reflexión: “…él sabía que el bacilo de la peste ni muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles o en la ropa, que espera pacientemente en las habitaciones, las bodegas, los baúles, los pañuelos y los papeles…”
Sorprende la aguda penetración que Camus muestra sobre la epidemia arrasadora que en pocos días se extendió por el puerto de Orán y causó la desgracia de la comunidad, la que se encontró con la noticia de que una rata muerta traía desolación y muerte. La intensidad narrativa con que está plasmada esta obra maestra conmovió –y continúa conmoviendo– al mundo entero.
El suceso de Orán es similar al de la peste actual. Situados en Colombia, la gente oía sin mayor afán el rumor sobre la aparición del primer contagio en China, remoto lugar del planeta que no permitiría el vuelo del virus. Más tarde, se hablaba sobre la posibilidad de que el mal se extendiera a otros países. Cuando llegó al nuestro, ya no era epidemia sino pandemia. Aun así, no había consciencia sobre lo que esto significaba. Las primeras medidas severas de las autoridades abrieron los ojos de la ciudadanía frente a la realidad del desastre.
La tragedia de Orán, pintada de manera magistral por Camus –quien convirtió su crónica en una novela–, la sufrimos hoy, 171 años después. Hasta en los actos operativos y los mandatos gubernamentales el cuadro de ambas situaciones es idéntico. En Orán fueron impuestos el aislamiento, el toque de queda y la cuarentena de seguridad. Aquí se hizo lo mismo.
En Orán no se podía esperar la ayuda del vecino y cada cual vivía su propia soledad. Los enfermos morían sin la presencia de sus familiares y estaban prohibidos los rituales velatorios. “A partir de ese momento –dice Camus– se vio que la miseria era más fuerte que el miedo”. ¿No es acaso lo mismo que aquí sucede? Y escribió en su novela esta frase estremecedora: “Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras; y pese a ello, las pestes y las guerras siguen pillando a todo el mundo por sorpresa”.
Después de esta serie de calamidades, un día se abrieron las puertas de la ciudad, en una mañana esplendorosa. El virus había sido derrotado. Volvía la esperanza. Es lo que aquí pronto ocurrirá. En 1957, 10 años después de editada La peste, Albert Camus obtuvo el Premio Nóbel de Literatura.
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El Espectador, Bogotá, 21-XI-2020.
Eje 21, Manizales, 20-XI-2020.
La Crónica del Quindío, 22-XI-2020.
Aristos Internacional, n.° 38, Alicante (España), dic/2020.
Comentarios
Qué buena rememoración de la estupenda novela de Camus. Y muy precisa la comparación con la actual pandemia. Ojalá esta nota despierte el interés de las personas por leer La peste. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
La peste de Albert Camus nos sitúa en esta nueva realidad. Afortunadamente en estos más de 100 años la ciencia ha avanzado y nos permitirá muy pronto proteger la vida dejando de lado el distanciamiento físico, que es lo que me parece más duro en este 2020. Liliana Páez Silva, Bogotá.
La Peste de Albert Camus registra una de las más pavorosas infecciones, que ha azotado, en este caso, a Orán. Nos correspondió ser testigos de una de ellas con la covid-19, doloroso evento que ha enlutado al mundo entero. Es alarmante cómo encontramos entre los fallecidos gente cercana, conocida y amigos. La impotencia y el miedo se han apoderado de las familias, sin distingo de raza, credo o posición social. Inés Blanco, Bogotá.
Estremecedora la posibilidad de una prolongada demora para terminar, al menos en un lapso prolongado, la terrible pandemia que nos correspondió presenciar o padecer. Gustavo Valencia García, Armenia.