Los enredos de los dioses
Por: Gustavo Páez Escobar
Regocijante lectura me brindó el libro Los dioses también pecan, de Eduardo Lozano Torres, publicado por Intermedio Editores. El solo título es sugestivo para penetrar en la vida de estas figuras mitológicas que la imaginación sitúa en mundos que suenan más etéreos que reales. A través de los siglos, los dioses del Olimpo han vivido cerca del hombre, y este, a su vez, se ha entusiasmado en tal forma con su existencia fantástica, que los ha idealizado en famosas obras literarias –como la Ilíada, la Odisea y la Eneida–, lo mismo que en los campos de la escultura, la pintura, la música y el teatro.
Lozano Torres es un enamorado de los dioses desde su época juvenil, y a partir de entonces se interesó en cuanto texto de esta índole caía en sus manos. Más tarde, cuando cesó en su vida laboral, intensificó el estudio y la investigación hasta descubrir el misterio de sus ídolos y familiarizarse con ellos. Así lo prueban sus libros La caja de Pandora, Diccionario de mitología griega y romana y el que se menciona en esta nota.
Zeus y Poseidón son los dioses más importantes de la mitología griega, que equivalen a Júpiter y Neptuno en la mitología romana. Zeus, denominado el padre de los dioses y los hombres, ejercía poder arrollador tanto en el gobierno del Olimpo como en la conquista femenina. Enamoradizo y hábil para el cortejo, no había mujer que escapara a sus deseos, y así mismo iba dejando hijos por todas partes. Movido por insaciable lujuria, seducía tanto a las mujeres de los otros dioses como a las de su propia familia.
En este aspecto sobresale Hera, su hermana y esposa, que sufrió toda la vida la infidelidad conyugal. Debe anotarse que en el Olimpo no se conocía el incesto, hecho que se reflejaba en la frecuente relación sexual entre personas de la misma sangre. El festín de los dioses semejaba una orgía eterna. En este paraíso libertino eran, por supuesto, inevitables los celos, la traición, la infidelidad, la ira y la venganza.
Lozano Torres, fiel intérprete de lo que sucedía más allá de las fronteras terrenas, enfoca su obra a describir a los dioses con sus pasiones y sus debilidades, sus pecados y sus desenfrenos, e incluso con sus amores puros, porque de todo había en aquella sociedad. Por encima de todo, el historiador realza el amor como la génesis de la estirpe humana. Las artes amatorias, que algunas veces practicaban los dioses con crudo realismo, no son otra cosa que la viva expresión de la naturaleza erótica de que están dotados tanto los dioses como los hombres.
Los mitos existen como evidencia de lo invisible y lo enigmático y sirven para explicar el origen del universo y el sentido de la vida. Los dioses tenían asignados diversos oficios o características que cumplían a cabalidad, y los transfirieron a los humanos. De este modo nació Argos en la Gazapera de El Espectador, quien con sus cien ojos descubría cuanto gazapo cometían los columnistas, y es además autor de su delicioso Cursillo de mitología (1983). Por su parte, Hefesto, dios del fuego y los volcanes, aterrizó en Nueva Frontera como consejero de Carlos Lleras Restrepo, director del periódico, quien llevaba en la sangre a Aries, el signo del fuego, y no ignoraba que esta marca definía su personalidad.
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El Espectador, Bogotá, 14-III- 2020.
Eje 21, Manizales, Manizales, 13-III-2020.
La Crónica del Quindío, Armenia, 15-III-2020.
Comentarios
Todas las religiones son mitologías, todos los dioses son mitos, no solo los del Olimpo. La humanidad ha tenido más de quinientos mil dioses en su historia, además de los trescientos treinta millones de dioses del hinduismo (¿quién los contó?), de los cuales el cristianismo apenas aporta tres dioses o uno, según como se mire. Sebastián Felipe (forista de El Espectador).
Personalmente pienso que esto de las religiones en realidad tiene origen mitológico, pues sea la que sea, tiene dentro de sus enseñanzas, dogmas, principios, postulados o como se quieran llamar, episodios increíbles y fantasiosos que escapan a la lógica. Para no ir tan lejos, pienso que nuestra religión católica y romana nos enseñó episodios (en este caso llamados misterios) como el de la Santísima Trinidad, el de la concepción de Jesús por una mujer virgen y la misma creación del hombre. En forma similar, en otras religiones como el hinduismo, con sus miles de dioses, también existen creencias que están más alineadas con el campo de lo inverosímil. Y todo esto, como lo menciono en el libro, tuvo que originarse en la ignorancia de los hombres primitivos, quienes, sin explicaciones para muchos fenómenos naturales, atribuyeron a seres fantásticos y todopoderosos su ocurrencia. Este es un tema espinoso y de nunca acabar, pero yo me contento con disfrutar de las mitologías por la amenidad de sus narraciones, de sus protagonistas y de los curiosos entramados que reflejan la creatividad e imaginación humanas. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
El hombre hizo del Olimpo su patio de desperdicios, atribuyendo a los dioses sus bajas pasiones. Voltaire lo expresó con sarcasmo y profunda sabiduría: «Dios creó al hombre y este le devolvió el favor». leticiagomezpaz (forista de El Espectador).