Archivo

Archivo para octubre, 2019

Furia contra las canecas

lunes, 28 de octubre de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Cuando Enrique Peñalosa fue por segunda vez alcalde de Bogotá, solo había en la ciudad 6.000 canecas, la mayoría en pésimo estado. Cuatro años después, deja cerca de 81.000, de las que ya se han instalado más de 23.000. Además, el programa comprende cerca de 11.000 contenedores que se fijarán en todas las localidades. Es uno de los grandes legados de su administración, que representa un evidente logro en el aseo y ornato de la capital.

En mi sector, que colinda con el deprimido de la calle 94, el desaseo era deplorable,  causado en parte por la construcción de la obra. Esta fue presupuestada en $45 mil millones y ocho años después terminó en $186 mil millones, o sea, cuatro veces más. Esta es una radiografía de lo que sucede en el país con las obras públicas, tanto por las conocidas trabas y atrasos, como por los sobrecostos impuestos por los corruptos.

Si se gastaron ocho años para construir el deprimido, el que abarca una mínima porción de terreno, ¿cuántos se gastarían para el metro subterráneo? En este caso, hubo por fortuna sensatez, y es hora de reconocerle al alcalde Peñalosa su tesón, paciencia y destreza para sacar adelante el metro elevado, tras los 77 años que han corrido desde que se pensó por primera vez en esta idea.

Un día me encontré con una serie de relucientes canecas colocadas en el sendero por donde salgo a caminar. No eran cualquier clase de artefactos, sino que estaban elaborados con alta técnica y material sólido para que tuvieran larga duración. Por cierto, me asombró el hecho de hallar un número considerable de ellos durante el recorrido. Sabría después que están fabricados con acero inoxidable y polietileno inyectado, y que en los sitios de mayor tránsito se instala una caneca cada 25 metros.

El programa contempla una caneca por cada 90 habitantes (antes había una por cada 1.200 habitantes). Este privilegio no lo tienen otras ciudades del mundo, como Nueva York (una por cada 318 habitantes). Las nuestras, fuera de su estructura resistente a la par que estética y ornamental, han sido concebidas para hacer más grata la vida urbana e infundir conciencia ambiental.

Se ha pensado con proyección futurista y con la mira puesta en la urbe que crece a ritmo acelerado en medio de la confusión y el gigantismo, y que debe, por eso mismo, controlar el desorden e impulsar el desarrollo humano y el ambiente armónico. Esa es la Bogotá que queremos. Es la Bogotá en la que el alcalde Peñalosa ha puesto una alta  cuota de urbanismo, que se verá con mayor claridad en el futuro.

Otro día quedé perplejo ante el brutal atropello que mostraba una de las canecas: esta había sido golpeada con una piedra, un hierro o algo similar, al pretenderse arrancarla de su base. Y no era una sola, sino tres o cuatro en el mismo lugar, sometidas a igual acto de vandalismo. Este año han sido robadas más de 100 canecas nuevas, y en el barrio Galán fue detenido un camión que transportaba cuatro pares. Como cada par cuesta $1’839.000, el robo asciende a $7’356.000. Por supuesto, detrás de esta piratería existen compradores ocultos que incentivan el hurto.

Los vándalos llevan en la sangre fermentos dañinos que buscan la destrucción de la sociedad y utilizan  cuanto sistema encuentran para atentar contra el mobiliario urbano y la propiedad ajena. Son resentidos sociales que desafían las normas sin dárseles nada, y hoy andan campantes por las calles atacando las útiles y preciadas canecas –símbolo de cultura y progreso– que debemos consentir y proteger.

__________

El Espectador, Bogotá, 26-X-2019.
Eje 21, Manizales, 25-X-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 27-X-2019.

Comentarios 

No hay conciencia de estos pícaros que solo piensan en lucrarse y dañar cuanto beneficio se establezca por parte de la Alcaldía para el bienestar general. En el sector de La Colina norte y ahora aquí en El Batán, la situación es idéntica a la descrita en el artículo. Es como si siempre tuviéramos que vivir en medio de la basura: no hay quién detenga a los vándalos. Inés Blanco, Bogotá.

Mi punto de vista consiste en que esta gran inversión (algo así como $150 mil millones) va a ser en parte perdida debido al vandalismo ya conocido de muchos desadaptados que creen que con destruirlas o dañarlas sientan una protesta de su inconformidad con la sociedad, mientras que otros las robarán para conseguir algún dinero. Yo hubiera preferido que esa inversión, o al menos parte de ella, se hubiese dirigido a realizar una campaña de educación (televisión, radio, prensa, etc.) para que la gente aprenda a no tirar desechos a la calle. Aquí lo que falta es cultura cívica y hay que enseñarla. Está el caso de Japón en donde no existen canecas para basura en las calles y estas permanecen limpias. También el de ciudades y poblaciones pequeñas de Europa en las que no se ve basura en las calles. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Categories: Bogotá Tags:

El drama de Aura Lucy

miércoles, 16 de octubre de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Aura Lucy Garzón, de 49 años y madre de dos hijas, se levanta muy temprano para cumplir su labor como mensajera de una empresa del norte de Bogotá. Es la típica mujer trabajadora que se gana la vida en un oficio modesto y se siente contenta por tener empleo.

En estos días, ella se volvió noticia. El suceso tuvo lugar cuando se abría paso, por entre una multitud de gente vociferante, para llegar al cajero de Davivienda. Allí se realizaba una manifestación de estudiantes frente a la Universidad Pedagógica situada en el sector, dentro de un movimiento integrado por alumnos de varias universidades que denunciaban graves actos de corrupción en la Universidad Distrital.

El movimiento llevaba varios días de agitación callejera y había causado problemas en la movilización vehicular y cometido desmanes con la ciudadanía. Las imágenes mostraban a jóvenes con carteles que lanzaban consignas en relativo orden. Mezclados con ellos, aparecía buena cantidad de encapuchados que se enfrentaban a la policía con artefactos incendiarios en medio de furiosos denuestos.

Al entrar al cajero, Aura Lucy escuchó una explosión y quiso abandonar el lugar. Pero no pudo hacerlo, ya que otro artefacto estalló en la puerta de la entidad bancaria. Las terribles ‘papas bomba’ accionadas por bazucas están elaboradas con pólvora y otros elementos lesivos. Pueden mutilar y desfigurar, e incluso causar la muerte. La diligente mensajera, humilde mujer de pueblo ajena a lo que ocurría, sintió cerca un fogonazo,  al tiempo que las esquirlas de los vidrios rotos se insertaban en su cuerpo.

Cubierta de sangre y con serias heridas en la cara, yo la vi, atribulado, en algún video  pasado por la televisión. Presa del shock y sufriendo intenso dolor, la nueva víctima de la violencia se sentía morir. Por fortuna, un joven que por allí pasaba –su ángel de la guarda– le prestó auxilio en medio de la revuelta, mientras otros huían en desbandada. No la dejó un momento sola, hasta que llegó la ambulancia y la transportó a la clínica. Aura Lucy, que había recibido heridas en el 90% de la cara, fue sometida a una cirugía de reconstrucción de los tejidos.

Convulsionada y presa del dolor y la angustia, la laboriosa trabajadora no sabe qué pensar: la fatalidad la tiene consternada. El mundo se le vino encima en el preciso instante en que ingresaba a la cabina bancaria, como tantas veces lo había hecho, a retirar un dinero dentro de su oficio de todos los días. Más tarde, en medio de sollozos y palabras sobrecogedoras, le contó su drama al periodista que la interrogaba.

Yo vi en ese rostro sangrante, y en esa mirada lánguida, y en esa voz entrecortada, la imagen del país. Es el país que no logra contener la demencia de las calles ni la locura humana. Es el país de la violencia incrustada en todas partes, del atropello callejero, de la injusticia perenne, de la inequidad y la infamia. Mientras tanto, los corruptos y los usufructuarios del poder y el dinero hacen de las suyas a la vista de todos, sin que los políticos y los gobernantes consigan fórmulas de salvación.

Nadie ignora que estos encapuchados pertenecen a grupos anarquistas que buscan, mediante pedreas, explosivos, ataques a la policía, daños a las instituciones, los edificios y los vehículos, sembrar el caos y perturbar la tranquilidad pública. Embisten con rabia contra personas inocentes y cometen toda clase de actos vandálicos. Quizás Aura Lucy se cure de las heridas. Pero el alma nunca dejará de sangrarle. Esa es la propia cara de la Colombia doliente que gime entre las tinieblas de los odios y la barbarie.

__________

El Espectador, Bogotá, 12-X-2019.
Eje 21, Manizales, 11-X-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-X-2019.

Comentarios 

Conmovedor. Pobre mujer. Pobre Colombia. Pobre mundo. Muy linda esta crónica. La compartiré. Los encapuchados son terroristas urbanos de profesión. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Es a esa gleba de anarquistas, vándalos y criminales en curso que forman parte de las milicias guerrilleras urbanas a quienes se les debe dar, como a las víboras, en la cabeza. E igual que las tales marchas pacíficas de estudiantes enredados en sofismas de justos reclamos tienen que someterse al orden legal. El derecho a la sana protesta está establecido, mas no en esas condiciones que propician actos criminales. Carlosmoralej (correo a El Espectador).

Drama es drama y dolor es dolor. Pienso que como sociedad es bueno que nos sensibilicemos con el dolor de los demás. Debemos a toda costa evitarlo. Hherazo (correo a El Espectador).

Los fantasmas de Guayacanal

martes, 1 de octubre de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

Conforme avanzaba yo por Guayacanal, la reciente novela de William Ospina editada por Panguin Random House, surgía de la entraña de los montes y del encanto de los paisajes un mundo alucinante. Son 248 páginas movidas por el asombro, el embrujo y la poesía. Lo que el novelista sintió al descubrir la historia de sus bisabuelos lo transmitió con autenticidad para que el lector sintiera su propia emoción, como si fuera un miembro más del grupo de colonos que a mediados del siglo XIX salió de Sonsón, Antioquia, a descuajar montañas en las tierras vírgenes del norte de Tolima.

Esta corriente de antioqueños sintió el deseo de buscar un nuevo mundo más allá de  los horizontes azarosos. Era preciso desafiar los peligros si querían obtener las riquezas que se escondían en el territorio indómito. Los seducían las guacas en que los indígenas habían enterrado sus tesoros, y sabían que en la exuberancia de las tierras baldías estaba el futuro para ellos y sus descendientes.

Largos días transcurrieron en medio de grandes penalidades. Caminaron sometidos a las enfermedades de la selva, el hambre y el asalto de las fieras, antes de llegar a la tierra presentida. Benedicto, el bisabuelo, hombre duro y visionario, puso el pie firme en el terreno conquistado y ayudó a Rafaela, su mujer formidable, a desfilar por entre matorrales y laderas de horror. No supo cómo hicieron para atravesar la hondonada que carecía de puente, para llegar a la finca, ni qué espíritu lo iluminó para saber que aquella tierra sería la futura morada.

Lo que sí tuvo claro fue el encuentro de una plantación de guayacanes, y ahí mismo resolvió que el predio se llamaría Guayacanal. El nombre pasó de generación en generación hasta el día de hoy, y el escritor, que siempre había soñado con rescatar la memoria de sus antepasados, con ese título bautizó la novela. Manera genuina para sacar del olvido las historias fantásticas y crear de paso otro pueblo mítico, como Tipacoque, Comala o Macondo.

En este contorno tolimense se retrata, por otra parte, la historia del país. Se pinta el éxodo de gentes sencillas y laboriosas manejadas por la aventura y el ansia de progreso. En su tránsito por otras latitudes fundaban pueblos y sembraban sus propias raíces. La colonización antioqueña es un hecho histórico que definió la suerte de varias comunidades y formó núcleos familiares que impulsaron la vida social de pueblos y regiones.

En Guayacanal se estrechó la convivencia de varias familias –mejor: de una sola familia con diversas ramificaciones– en medio de sudores, esfuerzos, penas y alegrías. La novela se encarga de revivir el pasado, y en sus páginas vibran la música, los tiples, los tangos, los amores y desamores de antaño. Allí se vivieron largos días de paz, pero en los años 50 estalló en los alrededores, y en el país entero, el fragor de la violencia, del odio y las pasiones. Famosos bandoleros surgieron en la zona y acabaron con la paz edénica.

Guayacanal es Colombia. Es la patria de todos, vapuleada por la insania y la maldad humana. Estos reflejos agitaban la mente del novelista, y este no recobró el sosiego hasta dialogar con sus propios fantasmas –los de la finca y los de su espíritu–, para saber sobre sus ancestros. Y forjó su novela, la más personal de todas, escrita con magia, pulso sereno, alegría y ánimo emotivo, con la que muestra una época y una familia fabulosa.

________

El Espectador, Bogotá, 28-IX-2019.
Eje 21, Manizales, 27-IX-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 29-IX-2019.

Comentarios

Guayacanal es la memoria de un país que se mueve entre el olvido y el miedo. Es una radiografía de una sociedad que no ha nacido para ser país. Tan solo somos intentos fallidos. Sin embargo, sus gentes son el tesoro y su territorio, aunque violado constantemente, aún da la esperanza y el compromiso de quedarse para insistir en el arado y el abono en pro de un país mejor. Gracias, William Ospina: la historia es una buena vieja que nos invita a dialogar con el tiempo vivido y los sueños por cumplir. a.puentes (correo a El Espectador).

Bella y sentida columna sobre la hermosa novela-reportaje Guayacanal del escritor grande, William Ospina. Carlos-Enrique Ruiz, Manizales.

Información explícita y concisa acerca de Guayacanal. He leído varios libros de Ospina y me encanta su forma de pensar, expresar y describir. Además, su amplio conocimiento de la Historia se refleja en ellos para deleite del lector. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Categories: Evocaciones, Novela Tags: ,