La holandesa que amó a Colombia
Por: Gustavo Páez Escobar
Hay personas que en su tránsito por el mundo realizan actos destacados y estos no siempre se conocen y aprecian en su justo valor. El correr de los años trae olvido. Es el caso del personaje que hoy traigo a mi columna, cuyo nombre tal vez resulte extraño para el lector. Se trata de la ciudadana holandesa Siny van Iterson, que vivió 30 años en Colombia (1958-1988), amó a nuestro país y aquí escribió 11 de los 13 libros de cuentos enfocados sobre la población juvenil colombiana. Todos sus libros fueron escritos en idioma holandés, y varios se tradujeron al danés, alemán e inglés.
Solo uno fue traducido al español: Pulga, ayudante de camionero (1967), que fue galardonado en Holanda con el Premio de Literatura Infantil de 1968. La autora fue nominada para el Premio Hans Christian Andersen en 1972. En Holanda se le considera una de las escritoras de libros juveniles más notables en los años 60 y 70.
Otras de sus obras son Sombra sobre Chocamata, Bajo el hechizo del alcantilado del diablo, La caña de azúcar dorada (sobre el pueblo colombiano de Agua de Dios), El susto de las grandes llanuras (sobre los Llanos orientales de Colombia), El oro de los quimbayas y Los contrabandistas de Buenaventura (otros dos temas colombianos). Siny quería a nuestro país como su segunda patria y nunca dejó de pensar en él. Han pasado 30 años desde que regresó a Holanda, y es natural que por esa situación se haya evaporado su recuerdo en la Colombia actual.
Nació en Curazao, el 5 de octubre de 1919, de padres holandeses, y a los 2 años se trasladó a los Países Bajos. Se casó con Gerrit van Iterson, ingeniero de puertos y caminos. En 1958, Gerrit viajó a Colombia en unión de Siny y los tres hijos del matrimonio (el cuarto hijo lo tendrían en este país). Aquí nace la conexión de esta familia holandesa con Colombia.
Cuando en 1968 recibió Siny el premio literario otorgado por su país, uno de los asistentes que acudieron a celebrar el suceso en la casa de Teusaquillo, aristocrático barrio bogotano donde moraba la escritora, fue el prestigioso escritor Eduardo Caballero Calderón, vecino del sector. He tenido oportunidad de conocer una foto de aquella época en la que aparece Siny –mujer bella y distinguida– rodeada de libros en su biblioteca de Teusaquillo.
Ella no solo se interesó en el país, sino que aquí tuvo gratas experiencias durante los 30 años de su residencia. En viajes a los Llanos, le gustaba observar cómo se marca el ganado y se ejecutan los oficios pecuarios. Admiraba, en compañía de su esposo y sus hijos, el proceso del arroz en la finca de unos amigos en el Meta, escuchaba los monos aulladores al amanecer, y vivía fascinada con los paisajes y las creencias de la región.
Dice su hija Loretta que los mejores años de su mamá fueron los pasados en Colombia entregada al quehacer literario. Fue justamente en Pulga, ayudante de camionero, que escribió esta dedicatoria para sus cuatro hijos: “Este libro es para ustedes, y para Colombia, el país que ustedes tuvieron el privilegio de conocer”.
Por una feliz circunstancia me relacioné con Loretta cuando vino a Colombia a presentar su libro Nidos de oropéndola, publicado en Bogotá por la editorial La Serpiente Emplumada. Esto sucedió en el año 2010. Loretta aprendió de su mamá el arte de escribir. En este precioso libro relata el viaje que efectuó con una amiga por los Andes de Colombia y Venezuela. Es viajera incansable que ha recorrido muchos países, sobre todo los suramericanos, y de preferencia el nuestro. En Bogotá adelantó los estudios primarios y secundarios, y después volvió a Holanda, donde se especializó en neuropsicología infantil. Y viaja con frecuencia a Colombia.
Por Loretta me enteré de la muerte de su mamá, ocurrida en La Haya el pasado 7 de agosto, faltándole dos meses para cumplir 99 años de edad. Esto me movió a hacer esta justa evocación sobre la ilustre escritora que por múltiples méritos podría considerarse colombiana. Desde muy corta edad, Siny se apasionó por los libros y la escritura de cuentos, y en Colombia encontró el ambiente indicado para desarrollar su vocación. Sé que los lectores lamentarán la desaparición de esta gran amiga del país que un día pasó por el suelo colombiano y se identificó con nuestra idiosincrasia. Dejó huella, y esta no puede pasar inadvertida.
El Espectador, Bogotá, 27-X-2018.
Eje 21, Manizales, 26-X-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28-X-2018.
Comentarios
Qué bueno que le hayas dedicado a Siny van Iterson tu magnífica columna de hoy. En mi casa, en mi familia, donde el tercer idioma es el neerlandés, conocemos su obra y sabemos de sus grandes méritos, así es que nos ha alegrado mucho ver cómo es que se le reconocen también en Colombia, tierra que tanto amó. Un abrazo sabatino desde la orilla buena del Rhin, en Colonia, cuya catedral «tiene tanto a la vez de piedra y nube». Ricardo Bada, Colonia (Alemania).
Me encantó el artículo La holandesa que amó a Colombia. Muy merecido el homenaje que usted le hace. Basta que hubiera amado a Colombia. Se percibe muy fácilmente en su escrito la sensibilidad exquisita de que era poseedora. Un ser muy especial. Diego Ramírez Lema, Manizales.
Qué buen homenaje para una persona que sin ser de acá destacó tanto a nuestro país y que con sus cuentos hizo seguramente felices a muchas personas. Increíble coincidencia la de conocer a Loretta, lo que ratifica que todo tiene su razón de ser, en especial las personas que nos acompañan en cada camino. Liliana Páez Silva, Bogotá.
Buen homenaje a una extranjera que quiso a Colombia más que muchos de nosotros y no como los bandidos que tenemos que andan por el mundo acabando con nuestra imagen. vigaes1951 (correo a El Espectador).
Gracias por tamaña evocación para tan distinguida dama holandesa-colombiana. Felicitaciones por tu magnanimidad de corazón y la manera de hacernos entender cómo es de inspiradora Colombia. Carlos Martínez Vargas, Fusagasugá.
Otro personaje desconocido por mí y que merced a un escrito tuyo puedo conocer. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
Interesante historia de esta gran escritora, desconocida en nuestro país, pero que dejó gratos recuerdos a través de sus libros. Ligia González, Bogotá.