El voto en blanco
Por: Gustavo Páez Escobar
Colombia es uno de los países que tienen establecido el voto en blanco. Este sistema ha sido polémico y ofrece diferentes interpretaciones, desde quienes opinan que es un medio para la indiferencia, hasta los que piensan que es el camino para manifestar inconformidad ante los candidatos o el sistema de gobierno.
Según la sentencia C-490 de 2011 de la Corte Constitucional, el voto en blanco es “una expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad”. Este principio está contemplado en la Constitución de Colombia y ha tenido aplicación en todos los comicios desde 1994. Si ese voto obtiene la mayoría absoluta, deberá repetirse la votación por una sola vez, y no podrán participar en la nueva elección los anteriores candidatos.
Por lo tanto, el voto en blanco representa otra opción, y esta puede ser la ganadora. No es fácil que esto ocurra, pero tampoco es imposible. Veamos. En el 2003 hubo necesidad de repetir las elecciones para alcalde de Susa (Cundinamarca) por haberse impuesto el voto en blanco. Otro tanto sucedió en el 2011 respecto al alcalde de Bello (Antioquia). Y ocurre lo mismo con las circunscripciones indígenas en las elecciones que acaban de pasar, en las que el voto en blanco obtuvo amplia ventaja tanto para Senado como para Cámara.
En estas mismas elecciones, el total de votos en blanco para los órganos legislativos llega a 835.000, cifra que debe mover a reflexión. Los votos nulos y los no marcados superan los 2 millones. Entre estos habrá cantidad apreciable de personas que iban a votar en blanco pero se enredaron por la complejidad de los tarjetones, y su voto se perdió.
Debe saberse que el voto en blanco es útil dentro de la democracia. Sirve para llamar la atención, para poner el dedo en la llaga. Existe hoy en Colombia fuerte repudio por la clase política. La gente está cansada con tanta corrupción, con tanta impunidad. A mañana y tarde se destapan nuevos y monstruosos negociados. Algunos políticos ya están en la cárcel, y para otros se activan los respectivos juicios. El imperio de los ´Ñoños´, los Musas Besaile, Oneida Pinto, etcétera, es pavoroso. Como si fuera poco, varios de los candidatos cuestionados consiguieron curules el domingo pasado.
Este mismo panorama existía en 1998, y el entonces presidente del Congreso, Fabio Valencia Cossio, pronunció esta frase que hizo carrera: “O cambiamos o nos cambian”. ¿Qué ha sucedido en los 20 años siguientes? Que ni cambiaron ni los cambiaron. El desprestigio político en nada ha cambiado. Así define la situación Fernando Cepeda Ulloa: “Lo que asombra es la indiferencia de los partidos políticos frente a los temas más candentes de la política nacional. Es un vacío aterrador”.
Entiéndase que los 835.000 votos en blanco (más los que se perdieron en los laberintos de los cartelones mal elaborados) son una protesta por este terrible estado de descomposición que nadie logra enderezar. Esta cifra es superior a los votos por el Polo Democrático. Guillermo Perry, en su columna El último tren, en la que se traslada a lo que podría acontecer en la segunda vuelta de la elección presidencial si ninguno de los dos candidatos satisface las esperanzas, dice que “la opción sería votar en blanco para expresar nuestra inconformidad ante semejante disyuntiva”.
El Espectador, Bogotá, 16-III-2018.
Eje 21, Manizales, 16-III-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-III-2018.
Comentarios
A los políticos no les conviene que la gente vote en blanco. Hay muchos motivos que ahora no voy a comentar, y este es uno de ellos: prefieren la abstención porque esta no los perjudica; mientras menos votantes haya, para ellos es más fácil manipular a esa gente. Édgar Victoria González, Cali.
Me alegró mucho leer su columna del pasado sábado en El Espectador, pues pude evidenciar que no estoy solo «pensando con el deseo» al considerar que la única salida política que en la actual coyuntura puede sacar al país del atasco en que lo tienen los políticos que, sin sonrojarse, separan la ética de la política, es una masiva votación en blanco en las próximas elecciones. Carlos Alfonso Velásquez Romero, Bogotá.
Mucha gente prefiere votar «por el menos pior» y con esto se le hace más perjuicio a la democracia, teniendo el poder del voto en blanco, y si lo utilizáramos para nuestro beneficio, con él podríamos sacar a los ineptos y corruptos, pero tenemos que hacerlo en masa y que sea mayoría. Jesús Escobar (correo a La Crónica del Quindío).
Creo más, como forma de protesta, en la abstención que por lo general siempre es mayoría, permitiendo que sea la minoría la que casi siempre elige (elegimos) a los gobernantes. Pero me pregunto: ¿Por qué no se ha decretado que si la abstención obtiene el 50% más uno, se deberían repetir las votaciones y cambiar de candidatos? ¿O por qué no han decretado el voto obligatorio? Nuestro sistema electoral es imperfecto y nuestros ladinos políticos nunca optarían por una reforma con los dos puntos anotados, pues peligraría su sempiterna reelección. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.
Con todo respeto, me permito sugerirle utilizar sus dones creativos con la pluma en otro tema que no sea el de la política. En Colombia, eso es tiempo muerto. Cuando uno mira allí, las ruinas de la política (politiquería), como al Jeremías bíblico, le dan ganas de llorar. Jorge Rafael Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.