Personaje quindiano
Por: Gustavo Páez Escobar
Para hablar de Carlos Botero Herrera tengo que retroceder medio siglo en la historia del Quindío. Lo conocí en 1969, cuando me establecí en Armenia. Carlos era gerente de la Nacional de Seguros y además sobresalía en otras actividades: compositor, cantante, poeta, periodista, líder cultural y cívico. Cabe aplicar el refrán: “De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”.
Nació en Samaná (Caldas), y desde muy joven se residenció en Medellín, donde cursó los estudios primarios y de bachillerato. Luego se trasladó a Armenia, donde ha permanecido por el resto de su vida.
En la capital antioqueña, como lo cuenta con la sencillez y la simpatía que le son características, se inició como mensajero del bufete de Fernando Mora, donde tuvo oportunidad de conocer y hacerse estimar de figuras eminentes del país, como Diego Luis Córdoba, Belisario Betancur, Gustavo Vasco, el “tuso” Luis Navarro Ospina, Gil Miller Puyo y el poeta Rafael Ortiz González. En Medellín comenzó a escalar posiciones en el campo laboral.
En 1956 llegó al Quindío. Años después le fue ofrecida la gerencia de la Nacional de Seguros, que ejercería durante 25 años. En su época de retiro fue asesor de varias firmas aseguradoras.
En el Quindío se embriagó de paisajes, belleza y emociones. El mayor éxito en el arte lo obtuvo hace 60 años con el bambuco Campesinita quindiana, convertido en himno regional de la vida agrícola. Con Caña azucarada conquistó el primer puesto en el festival de la canción en Villavicencio, junto a José A. Morales, premiado con su bambuco Ayer me echaron del pueblo.
Años después, Sangre de café, con letra del escritor caldense Iván Cocherín y música de Botero Herrera, fue la ganadora del Centauro de Oro en el mismo festival. Un día, Carlos se hallaba en San Andrés disfrutando de una movida fiesta a la orilla del mar. Contagiado de trópico y acuciado por sus amigos para que le pusiera poesía al paisaje, pidió papel y lápiz y en minutos escribió su famoso Jhonny Kay, que en los años 60 sería una de las canciones resonantes de Leonor González Mina –la Negra Grande de Colombia–.
Cumbias, bambucos, pasillos, boleros y baladas del autor quindiano han vibrado en las voces y los instrumentos de grandes intérpretes de la canción: Dueto de Antaño, Cantares de Colombia, la Negra Grande de Colombia, Trío Martino, Lucho Ramírez, Víctor Hugo Ayala.
En 1963, la Gobernación de Caldas le publicó el volumen de poesía que lleva por título Mares de fuego. Desde entonces, no ha vuelto a aparecer un nuevo libro suyo, a pesar de que su producción literaria es numerosa, al igual que la musical. Es autor de delicados poemas inéditos, de corte romántico, que he tenido el privilegio de conocer.
Sobre la poesía que se explaya en las canciones, y que los críticos suelen no verla, me viene a la mente el caso del reciente nóbel de literatura, el compositor y cantante Boy Dylan, sobre quien la academia sueca expresó el siguiente criterio al otorgarle el galardón: “Haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición americana de la canción”.
¿Qué ha sucedido para que la obra del autor quindiano duerma en el olvido? Ojalá tomen nota los promotores de la cultura regional y rescaten su poesía con motivo de los 90 años que cumple en el 2017.
El Espectador, Bogotá, 20-I-2017.
Eje 21, Manizales, 20-I-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 22-I-2017.
Academia de Historia del Quindío.
Comentarios
Leí con atención y emoción tus letras sobre Carlos Botero Herrera. Me pareció estar viendo su figura campechana recorriendo aún las calles de Armenia con su sombrero de tela, la camisa abotonada al cuello, su mirada paisa y afabilidad eterna. Representa, siempre alegre y entusiasta, al abuelo de un pueblo, de una sociedad, que lleva con orgullo su cultura y habla con humildad y sabiduría. Carlos vibra con todo, él tiene la cualidad de ver en cada cosa, por pequeña que sea, universos infinitos que goza como un niño. Armando Rodríguez Jaramillo, Armenia.
Me gustó mucho el artículo sobre Carlos Botero Herrera. Hay que rescatar muchas cosas hermosas que tenemos en Colombia: los valores, el folclor, etc. Se trata del legado que han dejado nuestros padres. Joaquín Gómez, Santa Marta.
Con tu magnífica nota me has removido recuerdos sobre los logros artísticos e intelectuales del inolvidable compositor. Gracias por añorarlo de tan bella manera. Alpher Rojas, Bogotá.
Un merecido reconocimiento y recuerdo para quien en sus canciones exalta a nuestra tierra y sus nobles sentimientos. César Hoyos Salazar, Bogotá.
Hermosa semblanza de un hombre hoy casi invisible. María Eugenia Beltrán Franco, Armenia.
Leí tu columna sobre el querido amigo, compositor y poeta Carlos Botero. Aunque hace muchos años no hablo con él, siempre lo he apreciado y admirado como intelectual y excelente amigo. Considero la columna como un homenaje muy justo a quien toda su vida la ha dedicado a la creación artística tan incomprendida y mal remunerada. William Piedrahíta González, colombiano residente en Estados Unidos.