El puño del arrebato
Por: Gustavo Páez Escobar
El periodista barcelonés Xavi Ayén inicia con el siguiente diálogo el capítulo titulado Gabo y Mario. Historia de un fratricidio, de su obra Aquellos años del boom (RBA Libros, Barcelona, 2014):
José Carvajal: ¿Qué fue lo que ocurrió realmente entre usted y García Márquez? ¿Por qué fue que se enemistaron?
Vargas Llosa: Bueno, eso vamos a dejárselo a los historiadores… (carcajada).
Cabe decir que los historiadores, a partir del 12 de febrero de 1976, cuando se produjo el famoso puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de Méjico, no han hecho otra cosa que indagar la veracidad de los hechos. Y se han tejido diversas versiones, que los protagonistas no han refrendado ni han desmentido. Como buenos novelistas, han dejado que el suceso siga en el misterio.
Ahora bien, el relato que trae el libro de Ayén, producto de exhaustiva investigación, tiene visos de ser el verdadero. En un solo instante, y a raíz de aquel puñetazo fenomenal, se hundió la estrecha amistad que unía a los dos principales integrantes del boom, e ipso facto se disolvió la sociedad de escritores.
La admiración del peruano por el colombiano durante los años sesenta y setenta queda evidenciada en el libro Historia de un deicidio (1971) –tesis doctoral de Vargas Llosa en la Universidad Complutense de Madrid–, lo mismo que en el hecho de que el segundo de sus hijos recibió el nombre de Gabriel Rodrigo Gonzalo (los nombres de García Márquez y sus dos hijos). Los Gabos fueron padrinos del bautizo. Amor correspondido.
El primer encuentro entre ambos escritores ocurrió en el aeropuerto de Maiquetía, en agosto de 1967, cuando Vargas Llosa iba a recibir el premio Rómulo Gallegos por La casa verde. Entonces el peruano era más conocido que García Márquez. En junio de ese mismo año había aparecido Cien años de soledad, y el nombre del autor comenzaba a tomar altura. Poco después, la novela se convertiría en el hecho más fulgurante de las letras latinoamericanas y Gabo recibiría el Nóbel de Literatura.
Desde entonces, ellos estrecharon cada vez más su amistad, en asocio de sus esposas, y compartieron premios y aplausos por sus triunfos literarios. Las primeras fisuras en su relación se presentaron al no coincidir en sus ideas políticas: mientras García Márquez era decidido partidario de la causa castrista, Vargas Llosa se oponía a los gobiernos totalitarios. Esta línea divisoria se acentuó con el paso de los días.
La separación comienza a surgir en 1974, y no se origina en causas políticas sino en un asunto privado. El 12 de junio de ese año, listos los esposos Vargas Llosa a volver por barco a Lima desde Barcelona, fueron agasajados por Carmen Balcells con una cena de despedida. Por su parte, el capitán del barco ofreció una cena de gala en honor del escritor, y a su lado, en la mesa principal, situó a una dama importante que se dirigía al mismo destino.
Era Susana D. C. (el libro suministra su nombre, pero no sus apellidos), casada con el arquitecto Andrés B. (tampoco se revela su apellido), amigo de Bryce Echenique. La pareja vivía en Madrid. La atracción del novelista con la dama “es mutua, aunque tal vez no repentina pues ya se conocían de antes”, afirma el autor de la obra. Vargas Llosa baila varias veces con la dama, y esto enfurece a Patricia. Ya en Lima, el escritor se separa de su esposa y efectúa un viaje junto a su amante.
El escándalo se vuelve público entre los miembros del boom. Sin embargo, con el tiempo aparecen versiones desenfocadas, como estas: unos dicen que la misteriosa dama era una azafata sueca, y otros, que una modelo norteamericana. Y otra más absurda: Mario y Patricia habían viajado a Lima en barcos diferentes.
La nueva pareja se instala por un tiempo en Barcelona. A los dos meses, Susana regresa a Madrid. Mario se va detrás de ella, en plan de raptarla en el aeropuerto, como afirma el escritor Jorge Edwards. Allí los tres (la amante, Mario y Edwards) toman un taxi a Barcelona.
En mayo de 1975, Patricia viaja a Barcelona con el fin de recoger algunas cosas, y se instala en un hotel, donde la visitan Gabo, Carmen Balcells y Jorge Edwars. Luego se trasladan a la discoteca Bocaccio, donde abundan las copas. Al día siguiente, Patricia tenía que tomar el avión de regreso a Lima. A las tres y media de la mañana, llegan sus tres amigos, y Gabo se ofrece a llevarla al aeropuerto. Pero pierde el avión. Vargas Llosa dirá que García Márquez intentó llevarse a Patricia a un hotel.
La noche anterior, Patricia le había confesado a García Márquez la frustración que sentía por el affaire de Mario y Susana. Y Gabo bromea: “Pues para vengarte de Mario, nos hacemos amantes”. En el viaje al aeropuerto, él cometió la indiscreción de contarle alguna aventura cometida por su marido en sus años de Barcelona. De esto se enterará Vargas Llosa y sentirá que su amigo de tantos años “ha corrompido la amistad”.
12 de febrero de 1976. Vargas Llosa llega al Palacio de Bellas Artes de Ciudad de Méjico, y García Márquez, al verlo, le extiende los brazos y exclama: “Hermano”. Vargas Llosa le responde con un derechazo en la cara, lo derriba y le dice: “Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”. Algunas versiones, entre ellas la de Gerald Martin, autor de la biografía Gabriel García Márquez, una vida (2009), han variado la frase: “Esto, por lo que le dijiste a Patricia”. La frase cambia de sentido.
Este fue el final dramático de una honda amistad. Las dos figuras principales del círculo de novelistas nunca se reconciliaron. Fueron los iniciadores y los sepultureros del boom. A finales de 2005 le preguntaron a Gabo, en Méjico, si sería posible una reconciliación, y Mercedes Barcha se anticipó a responder: “Hemos vivido tan felices treinta años sin él que no lo necesitamos para nada”.
Tras el descarrío llegó la reconciliación entre Mario y su prima Patricia Llosa. Vino la reflexión. Se impuso la madurez. Desde entonces, se les ve como una pareja sólida. ¿Qué había sucedido? Las alturas marean, distorsionan la personalidad. No se trataba, por cierto, del “demonio de mediodía”, ya que Mario apenas tenía 38 años. Edad peligrosa cuando se está rodeado de oropeles y se es víctima de la fama y la vanagloria. Pregunta: ¿Quién es Susana D. C.? ¿Quién es Andrés B.? Algún lector nos lo contará, y ampliará la historia.
Al recibir el premio Nóbel en Estocolmo, en el 2010, así se refirió Vargas Llosa a Patricia (el escritor tiene 74 años, el doble de la edad que tenía cuando ocurrió su aventura):
…”la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace cuarenta y cinco años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia”.
El Espectador, Bogotá, 6-II-2015.
Eje 21, Manizales, 6-II-2015.
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Comentarios:
Otro asunto es que Vargas Llosa fue una persona violenta y su mujer muchas veces no tenía adónde ir, de manera que la casa de Gabo y su esposa fue el mejor y tal vez único lugar, cuando el peruano andaba embrutecido por el alcohol o sus amoríos. Claro, la otra razón interesante es, naturalmente, que Vargas Llosa, criado en violencia militarista y amigo del neoliberalismo, siempre ha sido amirador de la vena anglosajona, y Gabo tenía una visión política totalmente opuesta, de manera que el asunto no era fácil. Como escritor Vargas Llosa es formidable, como persona es un poco dudoso. Jorge Enrique Ángel Delgado (correo a El Espectador.com).
Quedé bien enterado de cómo fue el asunto. Pero sin tapujos ni esguinces la cosa parece muy clara: Gabo intentó (¿o lo logró?) seducir a Patricia. Ella si no me equivoco era una mujer atractiva. Esto y las circunstancias que favorecían un escarceo hacen pensar que por lo menos Gabo le propuso a Patricia una aventurilla (así en diminutivo, a manera de eufemismo). Si la tuvieron o no, ya es cosa que posiblemente no se sabrá. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.