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Archivo para miércoles, 12 de noviembre de 2014

Padres asesinos

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Producen escalofrío los casos que registran las noticias de los últimos días acerca de la muerte de inocentes criaturas a manos de sus padres. La sana razón se niega a admitir que esto pueda suceder en la sociedad. Sin embargo, el hecho se presenta con increíble frecuencia, no solo en Colombia, sino en países de mayor cultura social, como Estados Unidos. Ninguna nación está exenta de esta barbarie.

Son diversas las causas que llevan a los padres a matar a sus hijos. Entre las más notorias están la violencia conyugal y el maltrato infantil, generadores de odios, de resentimientos y de trastornos síquicos, que incubados durante largo tiempo, como suele ocurrir, pueden desencadenar la tragedia en el momento menos pensado. Esta situación corrosiva se agrava cuando la persona está poseída por los celos, la ira, la  depresión, el desespero por la pobreza o la falta de trabajo, el hábito alcohólico o el consumo de narcóticos.

Hay padres que al no poder dispensar bienestar a sus hijos y verlos sufrir por su responsabilidad, prefieren matarlos para que no sufran en el futuro, y después se matan ellos mismos e incluso matan a su esposa. Esto se conoce como filicidio altruista. Siendo noble la calificación, el desenlace es pavoroso para la familia y la sociedad. ¿Cómo aceptar que el creador de la vida de un niño termine siendo su destructor? Esta conducta macabra no la practican los animales, pero sí el hombre.

Otras veces la madre del hijo no deseado produce su muerte apenas el recién nacido llega al mundo. ¿Cuántas veces los despojos desaparecen en las canecas de la basura, las lagunas o los abismos?, ¿y cuántas las conciencias depravadas tienen que sufrir los horrores del crimen por el resto de sus días?

En días pasados, la mamá de Johan Sebastián Rugeles, niño de siete años que fue asesinado en un potrero del sur de Bogotá, confesó su participación en el hecho. Las autoridades descubrieron que otro hijo, de 23 años, que había estado en la cárcel y era consumidor y expendedor de bazuco, fue el autor material del infanticidio. Madre e hijo determinaron la muerte de Johan Sebastián por haber sido testigo de un hecho delictuoso que los vinculaba a los dos, y que el pequeño podía delatar. Mayor grado de salvajismo no se puede concebir.

Hay quienes cometen este tipo de aberraciones sin sufrir ningún trastorno mental y sin ingerir licor. Algunos buscan vengarse del compañero o la compañera y solo esperan la ocasión para hacerlo. Llevan al asesino adentro. No se trata de sicópatas, sino de asesinos redomados que actúan bajo el impulso de la venganza (unas veces por celos, otras por violencia familiar, otras por un disgusto pasajero).

Si el asesino padece alguna enfermedad sicótica, debe ser tratado en un centro de salud. Caso improbable en un país con tantas carencias sanitarias y con tan poco sentido humanitario como el nuestro. Si no es un enfermo mental, debe ser recluido en la cárcel. Lo más grave en este caso –dice Mónica Pérez Trujillo, experta en criminología y violencia interpersonal– es que “las cárceles de Bogotá no cuentan con especialistas que manejen este tipo de delitos de una manera particular desde el área psicosocial”.

“No matarás”, dice el quinto mandamiento de la Ley de Dios. La vida es sagrada y nadie tiene derecho a disponer de ella. Es el mayor tesoro que tenemos. Pero el hombre es carnicero de la humanidad desde tiempos inmemoriales. El filicidio, que según estadísticas produce 500 muertes anuales en Estados Unidos, y no sabemos cuántas en Colombia, está convertido en uno de los grandes dramas de la época.

“No matarás a tus hijos”, habría que agregar al mandato bíblico en estos días de tanto odio, de tanto desastre social y familiar. La sociedad es la más herida, la más avergonzada y la más indefensa cuando son los padres quienes matan a sus propios hijos. ¡Qué horror!

El Espectador, Bogotá, 7-XI-2014.
Eje 21, Manizales, 7-XI-2014.

 * * *

Comentarios:

Es una situación muy dolorosa. Pero me temo que cada uno de estos delincuentes está mostrando el rostro de esa sociedad herida. Creo que es hora de mirar a la Psicología Social, para ver dónde y por qué se están engendrando estas patologías. En alguna forma, vacío existencial en  en el sujeto que delinque. Y vacío de sentidos en la sociedad de la que forma parte. Jorge Mora Forero, Weston (USA).

Qué cosa tan macabra que esto esté sucediendo en nuestro país. Qué depravación la que lleva a un ser humano a terminar con la vida de su propio hijo. De verdad que uno queda anonadado al enterarse de estos casos. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

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El mundo ingrato de los actores

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En Colombia el actor es un ser desprotegido por las normas elementales del trabajo. De él se acuerdan las programadoras de televisión y otras entidades cuando se trata de explotar su arte, con gran provecho para las cifras empresariales, y se olvidan de ofrecerle condiciones dignas para su subsistencia y seguridad social.

Para los actores no hay regulación de las jornadas laborales (que pueden extenderse hasta 16 horas diarias), ni sistemas de seguridad social (ellos mismos tienen que sufragar estos costos), ni honorarios justos, ni contratos estables. Los trabajadores del arte viven en la infamante situación del rebusque en la que se mueven, para vergüenza del país, otros sectores marginados de la sociedad.

Las programadoras de televisión otorgan los honorarios que ellas mismas fijan por un papel actoral, sin mayor campo para la negociación entre las partes, y de esa suma el actor debe pagar las cuotas para pensión, salud y riesgos profesionales, los honorarios del mánager y del entrenador y otros conceptos.

Una actriz dice en declaración para El Tiempo que si recibe honorarios por 5 millones de pesos, el saldo que le queda se reduce a un millón 800 mil (es decir, a la tercera parte), de donde debería tomar al menos 700 mil como ahorro para el tiempo que esté sin trabajo. Pero no puede hacerlo. ¿Cómo se puede vivir en condiciones tan precarias?

Ahora bien, conseguir trabajo no es nada fácil. Lo corriente es permanecer vacante durante meses y más meses, o desempeñar papeles de poca monta. Si la telenovela repite su presentación, el actor no recibe regalías. La ley del embudo. Desde mucho tiempo atrás los actores vienen luchando por el reconocimiento de sus justos derechos, mientras gobernantes y legisladores se muestran de oídos sordos. Los “oídos sordos” se han convertido en un talante nacional.

Esta flagrante injusticia ha llevado a cerca de 1.000 intérpretes a afiliarse al sindicato denominado Asociación Colombiana de Actores (ACÁ), cuya obvia finalidad es la de  obtener la redención del gremio. Su voz ha llegado a la opinión pública y se hace sentir en el ámbito parlamentario, donde se abre campo un proyecto de ley que proteja a esta población abandonada.

La Sociedad Colombiana de Gestión, creada en 1987 con 42 socios fundadores, logró en 2010 la aprobación de la ley 1403 que le permite recaudar fondos para beneficio de estos trabajadores explotados. Entrelazadas ambas fuerzas, se da un paso adelante en el mismo propósito reivindicador del trabajo. Lo que hay de por medio es un aberrante estado de injusticia social. Por eso, Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo. Muy poco se hace para romper esa barrera.

Están a la vista casos lastimosos como los de Vicky Hernández, Pepe Sánchez y María Eugenia Dávila, figuras muy queridas de los colombianos, que viven hoy en medio de grandes necesidades en su edad mayor, y que indican hasta qué grado de apatía e indolencia puede llegarse cuando se carece de humanidad para apoyar a  personas útiles y creativas como son los actores, tan incorporados a la vida de los hogares.

El primer actor de la historia fue Tespis, en la Grecia del siglo VI a.C., creador del monólogo en plena Dionisíaca. Los griegos enaltecieron a los actores con altos cargos de la república. A través de los tiempos, el actor ha sido un dechado de gracia, amenidad y talento. Sin él, el mundo viviría triste. Surgió como una fórmula para entretener a la gente y disipar sus pesares, y también para ponerla a pensar.

David Garrick (1717-1779) fue un destacado actor y dramaturgo británico. Autor de 40 obras de teatro. Su arte llenaba de regocijo al pueblo. En el poema Reír llorando, de Juan de Dios Peza, llega un hombre abatido por la adversidad ante un médico famoso al que le cuenta su desespero y falta de entusiasmo por la vida. El médico le da como receta buscar a Garrick: “Solo viendo a Garrick podréis curaros”, le dice. Y el enfermo responde: “¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta”.

 El Espectador, Bogotá, 24-X-2014.
Eje 21, Manizales, 24-X-2014.

 Comentarios:

Muy justa y bien lograda esta nota, que revela un sistema inhumano que abandona a sus ciudadanos no sólo en el ámbito cultural sino en general a quienes segrega el mismo Estado después de una vida dedicada al trabajo creativo. Alpher Rojas, Bogotá.

Existe toda la razón sobre la inequidad con la que se maltrata a quienes trabajan en el arte. Estos pulpos que se forman manipulan a su antojo a las personas que con estudio, preparación y profesionalismo les generan altas ganancias. Es la vieja y aún vigente «explotación del hombre por el hombre». Deplorable. Muy bueno el artículo y con un final ingenioso. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Es una manifiesta injusticia la asignación que reciben estos destacados personajes por su trabajo honesto y difícil. Ojalá con la reciente creación de una entidad que los aglutine, logren las reivindicaciones sociales que merecen. Gustavo Valencia García, Armenia.

Aquí pasa lo mismo con el gremio de camarógrafos y gente de la industria del cine y la TV en el mundo latino. Es lamentable cómo los explotan. Colombia Páez, columnista de El Nuevo Herald, Miami.

Aquí en Francia, si bien hay actores muy bien pagados, los llamados intermitentes (extras, utileros y auxiliares de los actores) tienen que efectuar varias huelgas al año con el fin de obtener algunos beneficios, pues son muy mal pagados por las empresas promotoras de espectáculos. Me encantó el parágrafo sobre David Garrick. Álvaro Pérez Franco, colombiano residente en París.

Yo vi la entrevista que le hicieron a Vicky Hernández.  Me sorprendió que una actriz tan reconocida terminara tan desilusionada, desempleada y desprotegida. Siquiera se asociaron: así pueden ejercer alguna presión. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

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El casco

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El vicepresidente Germán Vargas Lleras anda de casco por todo el país. Aprendió a usarlo como ministro de Vivienda, al liderar con evidente éxito el programa de construcción y entrega de las 100.000 casas gratis ofrecidas a los pobres por el presidente Santos. Y le quedó gustando. Tanto, que ya no se siente bien sin casco, según se lo confiesa a María Isabel Rueda. Ella le hace esta anotación: “A veces hasta creo que duerme con el casco puesto”.

“Mire –responde Vargas Lleras–, a mí me encanta visitar las regiones, ir a las obras, reunirme con la gente, constatar en terreno lo que se avanza y lo que falta, es lo que siempre he hecho. Y lo del casco, que tanta risa le da, también lo convertimos en un símbolo. Ridículo me vería de corrosca o sombrero en las obras, que es donde ahora me la paso”.

El casco, pues, queda instituido como insignia del Gobierno. Lo mismo la paloma de la paz, que con tanto énfasis, y con claro desafío para el expresidente Uribe, ostenta Santos en el ojal de sus sacos. Dudo, sin embargo, que los ministros se matriculen en la moda del casco. Ellos prefieren el vestido de corte inglés, la camisa extrafina, los zapatos de alta etiqueta. ¿Qué necesidad tienen de meterse en el barro? ¿Por qué rebajarse a la condición de obreros, como pretende serlo Vargas Lleras? Asunto de conveniencia, claro está.

Lo que pasa es que los ministros, o la mayoría de ellos, no tienen ambiciones o posibilidades presidenciales. En cambio, Vargas Lleras sí las tiene. Y como las tiene, le luce el casco. Este símbolo dará votos dentro de cuatro años, por qué no. Lo cual no significa que él vaya a parapetarse en un rótulo ficticio. No: él sabe trabajar por el país. Ya lo demostró. Y también por su futuro político.

Con casco, va a enfrentar el reto de las carreteras, del agua potable y de la vivienda popular. Piensa revolucionar el atraso vergonzoso de la infraestructura, concluir  el túnel de La Línea, impulsar las obras de Cuarta Generación, 4 G… Grandes proyectos, con inversiones billonarias, caben en el casco vicepresidencial.

Veo al Vicepresidente muy activo, muy ejecutivo, muy empujador del progreso. El casco le imprime bríos, sin duda. Con él puesto, le da paladas a la transformación social que anuncia. Y que ojalá cumpla. Lo único que lamento, y lamentamos muchos, es que haya olvidado su promesa de hacerle justicia al sector de los pensionados. Oigamos sus propias palabras:

“No hay derecho y no puede ser que cualquier trabajador colombiano esté cotizando en materia de salud el 4% y los jubilados el 12%. Los jubilados en Colombia no tienen ingresos diferentes, por lo que vamos a unificar el régimen para que los pensionados coticen en igualdad de condiciones a como lo hacen todos los trabajadores del país”.

Lindo enunciado. Fue la misma posición del candidato Santos. Ambos, claro, estaban en campaña electoral. Buscaban votos. Ya elegidos, sus palabras se las llevó el viento. Ahora sale el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, como voz cantante del Gobierno (con facultades para mandar y desmandar, lo que no se entiende), a pedir que se archive el proyecto de ley 183 de 2014 que busca corregir la injusticia del régimen pensional.

 ¿Será que el casco sirve también para no dejar oír la inconformidad popular? ¿Será que el casco hace olvidar con tanta facilidad las promesas electorales? La gente pide que se cumpla la palabra empeñada, y la respuesta se ha hecho esperar. Este símbolo que exhibe por todo el país el vicepresidente Vargas Lleras no debería ser elemento de ilusionismo, y menos de engaño.

 El Espectador, Bogotá, 3-X-2014.
Eje 21, Manizales, 3-X-2014.

 * * *

Comentarios:

Increíble que al pensionado, que la gran mayoría es con lo único con que cuenta mes a mes, le vayan a incumplir las promesas de campaña de unificar al 4% el pago por salud. ¿Será que la insensibilidad de nuestro Congreso llegará al punto de archivar un proyecto más que justo y que los pensionados llevan reclamando con todo derecho hace años? Guicama (correo a El Espectador).

Nuestros políticos se ponen cascos, botas y todo lo que necesiten con tal de simpatizar a los electores. ¿Nos hemos preguntado cuánto nos cuesta un congresista?, ¿cuánto nos cuesta sostener a un magistrado?, ¿y cuál es el beneficio para el país por su trabajo? ¡Qué desigualdad tan grande entre el colombiano del común y muchos funcionarios! Dios ayude a esta pobre Colombia adolorida y desigual. Orlando Páez Barón, Bogotá.

Me parece que da usted en el clavo, con su fina ironía, al describir los recorridos del Vicepresidente con un casco en la cabeza, preparando su campaña presidencial. Hace muy bien al citar la promesa que él y Santos hicieron a los pensionados, cuando buscaban, y con mucho afán, sus votos. Como usted dice, este engaño no puede tolerarse. Los pensionados no podemos seguir siendo los «trompos de poner». Que se quiten no sólo el casco, sino la máscara que les ha permitido llegar  a donde están. El Vicepresidente debe ir  al Congreso y defender lo que él, y el Presidente, prometieron en campaña. En cuanto al ministro Cárdenas, creo que debemos declararlo «persona non grata… ad aeternum«. Jorge Mora Forero, Weston (USA).

Vargas Lleras anda por el país haciendo politiquería ventiada. Quiere que su Cambio Radical sea sólo de nombre para seguir de lado de las élites que tienen sumido a Colombia desde 1819 en sangre y corrupción. Es por eso que se ‘mueve’ tanto, pero en el fondo, muy en su interior, desprecia las manos callosas que estrecha de la gente humilde. Nadie, pero nadie de la aristocracia criolla podrá convencernos de su ‘filantropía’. Demagogia. Agualongo (correo a El Espectador).

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Rocky

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Un ser minúsculo e indefenso como Rocky fue capaz de desafiar el caos y la dureza de la urbe monumental y no se dejó apabullar por las multitudes con que se tropezaba en las estaciones de TransMilenio. Se subía a los buses, circulaba con la gente, miraba hacia todas partes, y al no encontrar a la persona que buscaba, descendía en la próxima estación. Y allí tomaba otra ruta.

 Así duró tres días, de estación en estación. De tristeza en tristeza, porque nadie le daba la mano. De soledad en soledad, a pesar del tumulto. No hablaba con nadie, y nadie le preguntaba qué le sucedía. La gente va abstraída en sus propios problemas e inundada por sus propias iras y asperezas, y no le importa lo que le pasa al vecino.

Lo veía, eso sí, como un paria, de los tantos que ruedan por las calles de Bogotá. Y si era un paria, lo mejor era dejarlo así, porque los parias no tienen dolientes. Lo mejor es que sigan vagando de sitio en sitio, callados, sumisos, relegados. Y sin hacerle mal al transeúnte, como le sucedía a Rocky, que no ofendía a nadie.

Una señora cargada de paquetes y de intemperancia estuvo a punto de agredirlo, porque Rocky le interceptó el paso y le gruñó. En realidad, era ella la que había pisado al leve caminante de los buses. La señora se detuvo, recapacitó, y para sus adentros se arrepintió de la crueldad que iba a cometer, cuando Rocky le devolvió su frialdad con una mirada de ternura.

Y descubrió que Rocky no era una persona, sino un perro. Rocky tiene nombre de boxeador, pero no pelea con nadie. Mejor: la señora descubrió que era una persona, porque ella también tiene su mascota y sabe lo que ellas valen como seres humanizados que son. Pero su mascota no era desgreñada, ni sucia y famélica, como aquel perro plebeyo. Cosas del destino.

Mientras tanto, Sandra Patricia Hernández, la dueña del can extraviado, lo buscaba desesperada. Se le había perdido en un descuido y no dejó el menor rastro. Ella publicó la foto en Facebook, recorrió el barrio, fue de casa en casa hablando con los vecinos, y nadie le daba razón de su bebé, que así lo ve. «Me ataqué a llorar –cuenta Sandra–. Me lo imaginaba muy indefenso; nunca había pasado una noche en la calle, nunca había cruzado una avenida».

El instinto condujo a Rocky por buses y estaciones en busca de su ama, de su mamá. La necesitaba: sin ella era imposible su vida perruna. Él sabía que la iba a encontrar. El olfato de los perros –tan pegado a su afecto y su fidelidad con el hombre– no falla, y le hizo rastrear todos los caminos. Sufrió hambre, sed, pisotones, indolencia. Pero no se quejó.

Valérie Trierweiler, excompañera de Hollande, presidente de Francia, revela en libro que acaba de publicar que durante su vida de pareja él llamaba a los pobres «los desdentados». El perro bogotano no tiene dientes, más por el almanaque que se le vino encima, y que a pesar de sus 14 años biológicos acusa vejez, que por pobre. De todas maneras, es pobre. Mala figura para Hollande, según Valérie, que bien lo conoce.

Rocky deambuló durante tres días, y sus largas noches, abandonado, aterido y triste por la ciudad impía, la ciudad insolidaria. Y lloró. Los animales lloran, y la gente lo ignora. El escritor quindiano Eduardo Arias Suárez (1897-1958) vio llorar a La vaca sarda (su cuento magistral), y así lo describe: «Todos nosotros vimos que cuando la vaca lamía aquella piel, iba vertiendo gruesas lágrimas de sus ojazos espirituales».

Cuando Rocky se reencontró con su dueña y señora, gracias a la divulgación de su foto por las redes sociales, sus lágrimas de orfandad se volvieron perlas de amor.

El Espectador, Bogotá, 20-IX-2014.
Eje 21, Manizales, 19-IX-2014.
ADDA Defiende los Animales, Madrid (España), diciembre/2014.
Mirador del Suroeste, n.° 60, Medellín, marzo/2017.

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 Comentarios:

Artículo tristemente hermoso. Creo que retratar, por un lado, la espiritualidad animal y, por otro, la bestialidad humana con la insolidaridad que nos conduce a ese infierno en vida que es la soledad. Jorge Rafael Mora Forero, Weston (USA).

Cuán real cuadro de sufrimiento, ternura y amor en el que la mascotica representa estampas humanas tan bien pintadas. Carlos Martínez Vargas, Fusagasugá.

Lindo artículo que nos llega a lo más profundo del corazón, especialmente a los que tenemos mascota. Ellos con su proceder y sentimientos nos hacen conocer su lealtad y nobleza. William Piedrahíta González, colombiano residente en Estados Unidos.

Los pensionados cuentan

miércoles, 12 de noviembre de 2014 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hay más de 1 millón 200 mil colombianos que reciben mesada en Colpensiones, y con las otras entidades que cubren esta prestación, la cifra se eleva a 2 millones. No es mucho el número de beneficiados, sobre la base de 47 millones de habitantes. Sin embargo, este sector se ha convertido en una carga para las finanzas públicas y en un dolor de cabeza para los gobernantes.

El trabajador cotiza para su jubilación durante toda una vida laboral, y cuando le llega la época del retiro, el ingreso que recibía sufre sensible disminución, tanto por el mecanismo de la liquidación, como por el aumento de la cuota para salud, que pasa del 4% al 12%. Además, el sistema del reajuste anual de la pensión, que se hace con el índice de la inflación y no con el factor del salario mínimo que efectúa la generalidad de las empresas, deprecia más aún la mesada.

Gracias a la eficaz labor del exministro de Trabajo Rafael Pardo Rueda, la Comisión  Séptima de la Cámara de Representantes aprobó en mayo, en primer debate, el proyecto de ley 183 de 2014, que busca disminuir la cotización para el régimen de salud del 12% al 4%.

Con esta medida, podría pensarse que los pensionados cuentan. Sí: cuentan en la época electoral. Cuentan como población desamparada de la que no se acuerdan ni los gobiernos, ni los políticos, ni los legisladores. Los pensionados no tienen dolientes. Se les trata como un sector marginal de la sociedad.

Los paros agrario, cafetero y papero, que pusieron en jaque al país, fueron resueltos mediante la asignación de recursos del presupuesto nacional. Pero como los pensionados ya no tienen fuerzas para hacer huelgas, sus justas peticiones son ignoradas. Sin embargo, ellos producen votos. Esto movió al candidato Santos a hacer esta manifestación en los momentos de la mayor agitación electoral:

 “Sé que un anhelo de todos los pensionados es que se reduzca la contribución a la salud. Hay un proyecto de ley en el Congreso de la República, y yo voy a apoyar ese proyecto de ley. Eso en plata blanca quiere decir que se aumenta el ingreso (…)  Ustedes han sido las víctimas de un sistema lleno de dificultades, de burocracias, inclusive de corrupción”.

 En el mismo sentido se pronunció el candidato a la Vicepresidencia, Germán Vargas Lleras: “No hay derecho y no puede ser que cualquier trabajador colombiano esté cotizando en materia de salud el 4% y los jubilados el 12%. Los jubilados en Colombia no tienen ingresos diferentes, por lo que vamos a unificar el régimen para que los pensionados coticen en igualdad de condiciones a como lo hacen todos los trabajadores del país”.

A solo pocos meses de extinguirse el fragor de las urnas, el ministro de Hacienda adopta la decisión contraria: pide que se archive el proyecto de ley por “amenazar la sostenibilidad fiscal”. La pregunta es obvia: ¿qué vale la palabra del presidente y del vicepresidente? Que se sepa, ellos no han dicho nada. La voz divergente dentro del mismo Gobierno causa desconcierto y frustración en el gremio de los pensionados. Los sacrificados de siempre. Queda de relieve el afán de imponer el ánimo fiscalista sobre la equidad social.

El Espectador, Bogotá, 5-IX-2014.
Eje 21, Manizales, 5-IX-2014.

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 Comentarios:

 Gracias, muchas gracias por su interesante columna publicada hoy en El Espectador en la que expone con claridad y elocuencia la justicia que clamamos los pensionados al Gobierno Nacional. Su importante columna ya está circulando en las redes de pensionados. Ojalá pudiera subirse a las redes sociales. Antonio Guihur Porto, Barranquilla.

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