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Archivo para diciembre, 2013

La fulgurante Rosa Montero

domingo, 22 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

A la escritora y periodista española Rosa Montero (Madrid, 1951) la conocí por La loca de la casa (Alfaguara, 2003). Es libro alucinante que se mueve entre la novela, el ensayo y la autobiografía y representa un manual para el arte de escribir. Al mismo tiempo que deleita, le enseña al escritor normas valiosas para su oficio.

Leo ahora este nuevo libro suyo, tan fascinante como el anterior: La ridícula idea de no volver a verte (Seix Barral, 2013). Como él, es obra que no puede situarse en un género preciso, y de hecho posee los mismos ingredientes que se hallan en el título atrás citado. En este lapso de diez años no son muchos los libros que ha escrito Rosa Montero, y así practica una de las reglas que pregona: que al escritor no le conviene crecer demasiado y debe preocuparse más por la calidad que por la cantidad si aspira a conquistar el favor del lector. Al público no hay que fatigarlo.

Ella gasta entre tres y cuatro años en la redacción de la nueva novela y solo la entrega al público cuando está convencida de que ha sabido emplear todos los recursos de la buena escritura. De lo contrario, vuelve a comenzar. “El buen artista –dice– sólo sabe escribir bien, de la misma manera que el malo sólo es capaz de escribir mal”. De este modo, sigue las reglas de Flaubert, cuya obra trasciende –siglo y medio después de su tiempo– por la brevedad, la concisión, el rigor y la elocuencia de su contenido.

En las 237 páginas de La ridícula idea de no volver a verte, que he leído de un tirón y con absoluto placer, establezco dos factores primordiales de la existencia: el amor y la muerte. Son ellos los que configuran el tránsito del hombre sobre el planeta. El amor concluye en la muerte, es una verdad inexorable. Sin amor no tendría sentido la vida. La propia muerte en un acto de amor.

La escritora describe en prosa tersa e impactante la vida de Marie Curie, laureada dos veces con el Premio Nóbel, en Física y Química, y se siente deslumbrada por la personalidad de esta mujer admirable que, contra múltiples obstáculos, no solo desarrolla los avances de su ciencia, sino que se defiende como mujer en aquel mundo dominado por el predominio machista de sus días.

Marie Curie va de la mano de su marido Pierre Curie. Con él obtiene el Nóbel en Física. La pareja protagoniza un caso excepcional de consagración al estudio, de convivencia ejemplar, de desafío y superación del medio estrecho en que deben cumplir sus investigaciones y subsistir al mismo tiempo. Cuando fallece el esposo, Marie se siente desolada. Su terrible viudez se hunde en la soledad más pavorosa. Más tarde le aparece un amor súbito, un compañero de ruta, y ella vuelve a vivir. Está en su derecho. Pero la rigurosa y mojigata sociedad de la época la condena y la maltrata por ser él hombre casado, en plan de separación.

Un día Rosa Montero descubre el breve y estremecedor diario escrito por Marie Curie en su primer año de viudez. Y se siente sobrecogida. Es un diario movido por el dolor, el desamparo y el recuerdo de su esposo, hechos que la mueven a trabajar la imagen del amor y la muerte, que es la vértebra de su nuevo libro.

También Rosa Montero ha tenido su propia tragedia al perder a su compañero de 21 años de convivencia. Esto le ha truncado la vida, lo mismo que le sucedió a Marie Curie. Son dos casos paralelos que unen a estas mujeres que se encuentran en la distancia del tiempo, y que la española solo menciona en forma incidental, sin darle mayor realce a su propio dolor, pero que de todas maneras establecen un destino común entre ambas. El amor y el dolor –como la muerte– son los compañeros más seguros en el recorrido del hombre sobre la tierra.

El Espectador, Bogotá, 18-X-2013.
Eje 21, Manizales, 18-X-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 19-X-2013.

* * *

Comentarios:

Carmen Sotomayor, colega española de mi Universidad, ha escrito mucho sobre Rosa Montero. La he leído varias veces a través de El País. A ella he trasladado tu artículo, y sé que le encantará leerlo. Ramiro Lagos, Greensboro (USA).

El libro Historias de mujeres, de Rosa Montero, es bellísimo. Muy concreta tu referencia sobre la escritora, donde destacas sus méritos esenciales. Hay que leer esta nueva obra. Esperanza Jaramillo, Armenia.

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Cartas de amor

domingo, 22 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Bajo la dirección de los hermanos Alberto y Lucía Donadío –propietaria en Medellín de Sílaba Editores–, se publicó en dicha editorial el libro que lleva por título Me he traído tu alma. Se trata del epistolario amoroso de Alejandro Galvis Galvis con su novia, y luego su esposa, Alicia Ramírez Nava, que ella guardaba en el cofre secreto que por casualidad fue encontrado por sus hijas Hortensia y Silvia durante los días en que la destinataria de las cartas estaba muy enferma (moriría en octubre de 2008, a los 86 años de edad).

Alejandro Galvis fundó en Bucaramanga, en 1919, el periódico Vanguardia Liberal; en 1938 se casó en Méjico con Tita Baroni, y meses después quedó viudo. A su regreso a Bucaramanga luego de desempeñar su misión diplomática, se recogió en su finca Galvisia y desde allí se desplazaba a cumplir su oficio periodístico.

En junio de 1940, a la edad de 49 años, conoció a Alicia Ramírez, linda joven de 19 años que apenas acababa de salir del colegio, y de inmediato se enamoró de ella. Amor a primera vista. “Un corazón apenas entreabierto, como un botón de rosa, una chiquilla sin casi malicia, ni conocimiento de la vida y los hombres (…) un alma blanca”, así la define el pretendiente. El amor se tornó mutuo, y la amada hizo caso omiso de la diferencia de treinta años de edad que había entre ellos.

La mayor intensidad de este amor súbito, cumplido en noviazgo de siete meses, se realizó por cartas entre Bogotá, donde Alejandro Galvis desarrollaba su actividad política en el Senado, y Santander, donde residía su novia. La primera carta que a ella dirigió está fechada el 14 de agosto de 1940. El matrimonio tuvo lugar en Curití, en enero de 1941, y duró cuarenta años en absoluta armonía. Así se vivía el amor de entonces.

Las cartas eran el canal más genuino, más delicado y entrañable para que los enamorados se expresaran sus sentimientos. Hoy la correspondencia afectiva ha desaparecido de las costumbres, y es preciso hacer un réquiem sentido, frente a este recobrado tesoro sentimental, por el idilio tierno y fantástico, inexistente en nuestros días, que nos dejan ver los herederos de Alejandro Galvis en estas cartas íntimas. Una nota gallarda que engalanaba la vida social de hace siete décadas. El amor será siempre el cemento más sólido que une a la humanidad. En el lado opuesto están el odio y la destrucción.

Se trata, cómo no, de una curiosidad doméstica que dejó perder nuestra época deshumanizada. Y retrata muy bien los finos hábitos del ayer, tan contrarios a la frivolidad y la ligereza –por no decir la tosquedad o la rudeza– que suelen mover las relaciones de pareja en la actualidad. Son pocos los epistolarios amorosos editados  en el país. Otro es el de Silvio Villegas con Carlota, recogido en la obra El hada Melusina (Panamericana, 1996). En España está el de Antonio Machado con Guiomar, hoy de difícil consecución, y muy apetecido en el mundo de las letras.

Gracias a la gentileza del escritor y periodista investigativo Alberto Donadío, yerno de los esposos Alejandro Galvis Galvis y Alicia Ramírez Nava (y cuya esposa Silvia Galvis, directora que fue de Vanguardia Liberal, murió hace cuatro años), me he deleitado con esta preciosa edición. Con ella, Sílaba Editores inicia la colección  En voz baja, dedicada a epistolarios, biografías, diarios, memorias, libretas de apuntes y otros textos similares. Maravillosa idea.

Coincide esta columna con la celebración del Día Mundial del Correo, este 9 de octubre. La ocasión no puede ser más propicia para rendir honores a las cartas de antaño representadas en el bello epistolario que da lugar a estas líneas.

El Espectador, Bogotá, 11-X-2013.
Eje 21, Manizales, 11-X-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 12-X-2013.

* * *

Comentarios:

Es imposible describir la ansiedad que nos despertaba el recibir una carta. Ese lapso mientras buscábamos con qué abrir el sobre, o si tocaba romperlo, hacerlo con mucho cuidado para no ir a dañar el texto. Si la misiva era de la novia, olerla, tocarla, mimarla… Pablo Mejía Arango, Manizales.

Muy acertadas reflexiones sobre el amor de ayer y el de doy, «tan pagano», quiero decir, tan poco espiritualizado y romántico, como los concebimos nosotros los viejos amantes de la poesía en carne de espíritu y en espejos de perfumados donaires. Ramiro Lagos, Greenboro (USA).

Me apasiona el género epistolar. Muy interesante que en medio de tanto silencio se haya publicado esta obra; casi nunca es posible hacerlo, y se pierden en el olvido estas  cartas de amor por el secreto implícito que conllevan. Inés Blanco, Bogotá.

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Vicente Landínez (1922–2013)

domingo, 22 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Las letras de Boyacá están de duelo con la muerte súbita de Vicente Landínez Castro, ocurrida en Duitama el pasado 28 de septiembre. Se aproximaba a los 92 años de edad. Su vida transcurrió entre Villa de Leiva, lugar de su nacimiento; Tunja, donde ejerció durante largo tiempo brillante labor cultural; Barichara, adonde se trasladó en busca de reposo y meditación, y Duitama, donde pasó sus últimos años.

Al incorporar hace poco a mi página web la correspondencia que me he cruzado con mis amigos, le envié a Duitama por una mensajería (sabedor de que él no usaba el computador) la circular en que informaba dicha noticia. Vicente fue uno de mis corresponsales más preciados, y sus cartas enriquecen el espacio que dedico, con honores, al género epistolar. Me hallaba fuera de Bogotá cuando sucedió su muerte, y a mi regreso me encontré con la respuesta inmediata que daba a mi correo, un día antes de su deceso. Fue la última carta que escribió en su vida.

Maestro en diversas facetas del arte literario, lo fue con excelencia en el quehacer de escribir cartas, que él hacía con deleite intelectual, rigor estilístico y exquisitas dotes de gallardía y efusión humana. Las numerosas cartas que salieron de su pluma son preciosos ensayos literarios y filosóficos, y hoy darían lugar a no pocos volúmenes si algún editor supiera utilizar esta riqueza inapreciable.

Hace años lo visité en Barichara. En la entrada de la casona colonial, una placa de piedra identificaba el lugar con esta leyenda: “Villa Laura” (el nombre de su esposa, a quien, como cabeza de su distinguida familia, expreso mi hondo pesar por la ida del entrañable amigo de siempre). En el frontis de su ilustrada y copiosa biblioteca se leía esta inscripción: “Remedios del alma”. El universo de los libros era su refugio más seguro y más apetecido.

Con él se va el último de los grandes estilistas boyacenses, hermanado con ese otro prohombre –cantor perenne de la tierra, el paisaje y las virtudes de la comarca– que fue Eduardo Torres Quintero. Fueron dos almas gemelas que vivieron en función de la cultura, la creación artística y la apología de los valores literarios. Sus nombres integran la nómina más valiosa que ha tenido Boyacá, como ensayistas, críticos, poetas, catedráticos, historiadores y prosistas de castiza y diáfana expresión.

Vicente era miembro de la Academia Boyacense de Historia, Academia Colombiana de la Lengua, Academia Colombiana de Historia y de las Academias de Historia de Santander, Norte de Santander, Cundinamarca y Táchira (Venezuela). La Universidad Nacional de Panamá lo condecoró con la medalla Octavio Méndez Pereira por la “efectividad de su apoyo a la cultura del continente”.

En 1958 publicó su primer libro, Almas de dos mundos, al que seguirían diversos títulos, como Primera antología de la poesía boyacense, Testigos del tiempo, El lector boyacense, Novelando la historia, Estampas, Miradas y aproximaciones a la obra múltiple de Otto Morales Benítez, Bocetos y vivencias, Síntesis panorámica de la literatura boyacense.

Su vida plena estuvo dedicada a la literatura, la cátedra y la cultura. Gran señor de las letras, las dejó plasmadas lo mismo en sus libros que en sus incontables cartas. Yo las llamo cartas-ensayo, y sobrada razón me asiste. “Hasta donde yo conozco –dijo Germán Arciniegas en su columna de El Tiempo–, no hay otro colombiano que escriba un castellano más perfecto, expresivo, elegante y jugoso como el suyo”.

El Espectador, Bogotá, 4-X-2013.
Eje 21, Manizales, 4-X-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 5-X-2013.

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Comentarios:

Permítame expresarle, en nombre de todos y cada uno de los miembros de la familia Landínez Lara, el infinito agradecimiento que sentimos por la silueta que con aprecio fraterno realizó de nuestro baluarte familiar, en el diario El Espectador, con ocasión de su súbito deceso. Supo usted, como ningún otro, comprender las dos razones de su existencia: su familia y la literatura. Con la misma delicadeza que siempre mostró en el trato a sus amigos, nos enseñó a volar, también a soñar y al mismo tiempo el valor de la palabra, haciéndonos comprender que ella es símbolo eterno de la vida y nutriente sustancia del hombre. También nos incitó a vivir y es por ello que en cada vida y sueño nuestro perdurará por siempre la huella del camino que nos enseñó. Su forma de morir fue digna y justa, lo que nos llena de gran consuelo. Vicente Landínez Lara, Medellín.

Lamento mucho el fallecimiento de Vicente Landínez Castro. Trabajé en ese grupo de Extensión Cultural de Boyacá durante los años 1964-1965 y pude conocerlo de cerca. No era solamente una pluma pulcra, sino un caballero de una gran nobleza y de una extraordinaria sencillez. Con todo lo que sabía, jamás vi que quisiera hacer sentir mal a quien no estuviese a la altura de sus conocimientos. Yo lo admiraba y lo estimaba de verdad. Jorge Mora Forero, colombiano residente en Weston (USA). 

Parece que la súbita muerte, no obstante su larga trayectoria vital, es para un hombre aquilatado de méritos, como seguramente lo fue Vicente Landínez Castro, el mejor premio al que se puede aspirar y con el cual esa misma vida premia a sus mejores mortales. Gustavo Valencia García, Armenia.

Qué efímera es la vida: con menos, quizá, de veinticuatro horas de haber firmado su última carta, Vicente ya no está. Pero  el color y el matiz de sus palabras también nos obligan a sentir, frente a lo efímero del tiempo cronológico, cuán  maravillosa es la vida y qué importante no postergar los deseos… No postergó su respuesta, hubiera sido demasiado tarde.  Marta Nalús Feres, Bogotá.

Una gran pérdida para las letras. Se va un caballero y un amigo, y nos deja su grandiosa calidad como escritor, su sencillez y una alta cifra en la amistad. Te dejó para tu alegría el regalo de la última carta escrita, muy bella como toda su obra y como su excelente correspondencia. Inés Blanco, Bogotá.

La cárcel de Lecumberri

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Álvaro Mutis nace en Bogotá en agosto de 1923. Sus antepasados registran una larga tradición agrícola, y sólo él y su padre han nacido en la ciudad. El resto de la familia se desarrolló en la vida de las haciendas. Su padre, hasta hace poco secretario de la Presidencia de la República, es nombrado diplomático en Bruselas cuando el futuro escritor se encuentra en edad escolar, lo que determina que sus estudios de primaria y bachillerato los adelante en la urbe europea.

Desde muy joven se muestra lector voraz de toda clase de libros clásicos y siente especial atracción por los autores rusos y franceses, en el campo de la narrativa, y por figuras como Neruda, Rilke, Juan Ramón Jiménez y Aurelio Arturo, en las lides poéticas. Bien pronto brotará de su propia cosecha la figura de Maqroll el Gaviero, su álter ego, personaje aventurero y romántico que conducirá su obra a las cumbres de la fama.

Al mismo tiempo que el nuevo literato conquista aplausos en Colombia y en los países latinoamericanos, el dandi que hay en él –con su talante gallardo y su gran facilidad de palabra– irrumpe en los salones sociales y se vuelve miembro apetecido de los círculos sociales. No es su mayor éxito el matrimonio que contrae a temprana edad, al que habrá de seguir una serie de fracasos sentimentales, sino su figuración constante en los mundillos de la lisonja y el privilegio.

Un día ejerce la jefatura de relaciones públicas de la compañía petrolera Esso, posición que parece diseñada para él. El poeta-relacionista se mueve allí como pez en el agua. Lo que todo el mundo ve en el flamante directivo: distinción, prebenda, suerte, destreza para mover la imagen de la empresa poderosa, dista mucho de coincidir con el infortunio que ha de sobrevenirle por el manejo indelicado de los fondos a él confiados, a raíz de lo cual huye del país y se radica en Méjico. Mutis ha incurrido en el desfalco para sacar de apuros a unos amigos. Cuando la situación se torna crítica y no halla facilidad para reintegrar el faltante, toma el camino de la fuga.

Poco tiempo después es apresado en Méjico, a la edad de 36 años, y va a dar a la cárcel de Lecumberri. Presidio pavoroso para este hijo de la burguesía cuyo tránsito por los salones dorados y por los floridos jardines de las letras no dejaba presentir semejante revés.

Este hecho parte en dos su existencia, al saltar del boato y la falacia social a la cruda realidad del  presidio. Los infinitos vejámenes y humillaciones sufridos por Óscar Wilde en la cárcel de Reading, los padece ahora Álvaro Mutis en la cárcel de Lecumberri. Uno y otro son figuras sobresalientes de la sociedad, brillantes poetas, perfectos petimetres. Ambos mantienen relaciones sentimentales con personas de la nobleza, el uno como homosexual declarado, el otro como mujeriego exquisito.

Los amores de Mutis con la condesa y escritora mejicana Elena Poniatowska, de origen polaco, que se encuentra casada, discurren con discreción durante los días del encierro penitenciario (1959), y queda constancia de que la condesa lo visitaba todos los domingos. Julio César Londoño, periodista colombiano que a lo largo de los años ha seguido este idilio con ojo penetrante, expresa lo siguiente en La Revista de El Espectador (23-VI-2002), a propósito de los encuentros furtivos en la cárcel: “Ella es una mujer precozmente adulta, él un hombre mayor. Ambos están de regreso. Han amado, engañado, sufrido. Conocen los deleites y las zozobras del Paraíso y los rigores del Infierno”.

De la cruel experiencia carcelaria sale un testimonio desgarrador: Diario de Lecumberri (1960), donde el colombiano describe el mundo sórdido de los presos y muestra su propia desventura, luego de haber probado los néctares de la lisonja social. Cuando un día amanece apuñalado ‘Palitos’, su habitual amigo y frágil vecino de celda, la noticia le produce honda conmoción y le agranda el fantasma de la soledad. Con todo, la prisión le permite conocer en toda su intensidad el destino trágico del hombre y apreciar lo que hay de bueno en cada individuo, sin la careta de las falsías y los engaños.

La temperatura de este desastre la traslada Mutis a su obra futura, tras los 15 meses de reclusión en Lecumberri. Muchos años después, gozando ya de la fama de su obra perdurable, Mutis sentiría, al recibir en Italia y España los premios Cavour, Príncipe de Asturias y Cervantes, que sobre sus hombros y su alma gravita el peso de la prisión, generadora de sombras y luces. Wilde y Mutis, viajeros de la misma nave azarosa del destino, parecen caídos de la misma estrella y resultan víctimas del mismo desequilibrio de sus vidas gloriosas y al mismo tiempo desdichadas.

El Espectador, Bogotá, 27-IX-2013.
Eje 21, Manizales, 27-IX-2013.
La Crónica del Quindío, Armenia, 28-IX-2013.

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Comentarios:

La columna está escrita con la belleza de un literato y con la imparcialidad de un buen periodista. Qué golpe tan fuerte le dio la vida, o mejor, la ley del karma, la ley de causa y efecto, a nuestro querido Álvaro Mutis. El paso por la cárcel siempre deja una profunda huella en el alma. Lecumberri en México cumpliría en Mutis su misión. Colombia Páez, Miami.

Esta bella página condensa todos los elementos que marcaron al hombre en su tránsito por la vida. El cierre es bellísimo, muy poético. Me conmovió. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Magnífico artículo evocador de Álvaro Mutis, a quien conocí en Bogotá y volví a ver dos veces en España. Es lamentable para las letras latinoamericanas este fallecimiento de un escritor colombiano tan importante. Ramiro Lagos, Greensboro (USA).

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El detestable 4 x 1.000

sábado, 21 de diciembre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Uno de los impuestos más aborrecidos por los colombianos es el del 4 x 1.000 sobre los movimientos financieros. ¿Qué economista o político fue el autor de esta singular iniciativa? Ojalá alguien nos lo cuente. Se creó en el gobierno de Andrés Pastrana mediante el decreto 2331 del 16 de noviembre de 1998, en una cuantía del 2 x 1.000 y con carácter transitorio de un año. Y va a cumplir quince años.

Su finalidad era resolver la aguda crisis financiera que se vivía en aquellos días. Luego vinieron la recesión económica y el terremoto del Quindío, y para remediar sus efectos se echó mano a este tributo que ya había mostrado su eficacia y no causaba mayor resistencia en la opinión pública. La ley 633 del año 2000 mantuvo el impuesto para la reconstrucción del Eje Cafetero, lo elevó al 3 x 1.000, y lo volvió permanente.

La sabiduría popular dice que la mejor manera de hacer permanente una norma es crearla con carácter temporal. A veces solo se necesita agregarle el “articulito” a que se refirió hace pocos años un célebre personaje del país. De ese facilismo nacen la improvisación, el atropello, la sinrazón y la injusticia con que muchos legisladores y altos funcionarios manejan la suerte de los ciudadanos.

Veamos qué más ha ocurrido con el mentado impuesto que hoy produce el rechazo y la ira del país entero. Como se trata de un gravamen silencioso y continuo que afecta las operaciones bancarias, se volvió cómodo para los gobernantes. En el año 2003 vino un nuevo incremento, al 4 x 1.000, esta vez para conjurar la crisis de las finanzas públicas. Siempre habrá un motivo. En el 2010 se aprueba desmontarlo, con lo que 1se cumpliría la oferta del presidente Santos en su campaña presidencial. Pero surge la emergencia por la ola invernal, y no se toca. ¿De dónde se sacaría la plata para semejante catástrofe? El motivo de siempre. La burla de siempre.

Llegamos al 2013. El Presidente tenía previsto bajar dos puntos en el presupuesto del 2014, y los otros dos puntos (hasta eliminar el odioso tributo) en los años 2015 y 2016. Pero llegó el paro obrero, y los beneficios ofrecidos al gremio ascendían a 3,1 billones de pesos. ¿De dónde sacarlos? ¡Del 4 x 1.000, obvio! Oigamos esta victoriosa –a la par que ligera e insensible– declaración del ministro de Hacienda: “Si el impuesto sirvió para rescatar a los bancos cuando se creó, ahora debe servir para rescatar el agro”.

Lo de siempre: el facilismo. ¿Por qué no se piensa en un impuesto a los dividendos, del 4 o el 5 por ciento, como lo propone el representante a la Cámara David Burguil? ¿Por qué no se reduce el gasto público? ¿Por qué no se idea una medida sensata, en lugar de acudir a la cuerda de menor resistencia? Dice el senador Juan Mario Laserna que “el 4 por 1.000 no es la fuente de financiación ideal, porque es un impuesto distorsionante”. Impuesto que, por otra parte, atenta contra el ahorro del país, ya que mucha gente prefiere guardar la plata “bajo el colchón”, en lugar de pagar contribuciones absurdas.

Así de fácil se maneja la paciencia de los colombianos. Se administra en función de la conveniencia personal, del afán del momento, del menor esfuerzo, no del bien público. Lo que ha sucedido con el 4 x 1.000 (que se decretó para un año y hoy llega a quince) pertenece al estilo irresponsable con que se dictan muchas normas. Esto no corresponde a un ejercicio serio, planeado y eficiente, sino, por el contrario, a falta de estudio, de reflexión y de tino para saber encontrar las fórmulas maestras.

El Espectador, Bogotá, 18-IX-2013.
Eje 21 (editorial), Manizales, 19, IX-2913.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-IX-2013.
Mirador del Suroeste, N° 49, Medellín, diciembre;2013.

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Comentarios:

Muy interesante punto de vista. Creo que el tema debe mover a la reflexión sobre las soluciones de fondo y de largo plazo, en lugar de las que salen de la creatividad de nuestros ilustres dirigentes que solo miran un poco más allá de las narices. Luis Fernando Jaramillo Arias, Bogotá.

Artículo muy acorde con la realidad del país: lo que es transitorio se vuelve permanente (hasta los presidentes lo saben, hacen el primer periodo como transitorio para reelegirse en un segundo periodo permanente…)  José David Arango F., Bogotá.

Si el 2 por 1.000 que impuso Pastrana a los colombianos fue para salvar a los banqueros, ¿por qué ahora que todos los trimestres anuncian utilidades de 3, 4, 5 billones no nos llaman a los colombianos a participar de ellas? Se socializan las pérdidas pero no las utilidades. Justicia para los de ruana. Nemizaque (correo a El Espectador).

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