De muletillas y otros vicios
Gustavo Páez Escobar
Una de las acepciones de muletilla es: “Voz o frase que se repite mucho por hábito”. Es un recurso legítimo del idioma, pero su abuso denota pobreza lingüística. Quienes incurren en ese vicio no se toman el trabajo de buscar la palabra o frase precisas, sino que se apoyan en expresiones trilladas, de relleno, a veces sin sentido, para salir del paso y seguir exponiendo las ideas.
La muletilla se ha vuelto un tic intelectual. Una de las palabras más deterioradas en este maltrato de la lengua es “digamos”. Alguien dice: “Estuve dedicado a estudiar el asunto agrario con absoluta reflexión, y “digamos”, con sacrificio de otros problemas no menos importantes”. Sobra el “digamos”. No será raro que esa persona repita varias veces el mismo término en corto espacio.
Otros términos manidos: “entonces”, “y luego”, “por supuesto”, “tema”, “desde luego”, “súper”, “puntual”, “este”, “espectacular”, “increíble”. El periodista que transmite en vivo algún suceso informa que “en este momento…” y volverá a repetir la misma expresión tres, cuatro, diez veces, como si el oyente no conociera ya el dato del tiempo. Lo mismo sucede con el “hábleme un poco” que se le formula al entrevistado. Estos comodines, fuera de empobrecer el idioma, causan desagrado. Un expresidente del país repite no pocas veces, en breves minutos, el adverbio “ciertamente”, y otro expresidente lo hace con el verbo “reitero”.
Estos adefesios se han extendido como una plaga: “recuérdeme su nombre”, dice la recepcionista del hotel, cuando es la primera vez que nos vemos con ella; “regáleme la fecha de su nacimiento”, o “el número de su cédula”, como si datos tan privados se regalaran a cualquier persona. A la empleada de la droguería se le pregunta por la cuenta, y ella contesta mirando la registradora: “esto costaría $ 15.800”.
En el campo de las abreviaciones, nuestro bello idioma ha perdido el poder de la precisión. Parece que se hablara en un trabalenguas: “porfa” (por favor), “deli” (delicioso), “peli” (película”), “celu” (celular), “compu” (computador), “boli” (bolígrafo), “díver” (divertido), “profe” (profesor), “vacas” (vacaciones), “info” (información), “bici” (bicicleta”), “ka” (qué haces), “finde” (fin de semana), “nospi” (“nos pillamos”: nos vemos luego), “ Vivi” (Viviana), “Rebe” (Rebeca), “Mari” (Mariana, o María Isabel, o Marisol, etcétera).
No he podido dar con el significado de los siguientes términos, y lo dejo para que el lector los traduzca: “sisas”, “parce”, “pirobo”, “gonorrea”. Hay que ponerle punto a este artículo (no puntos suspensivos, que es otro recurso gramatical del que también se abusa) para afirmar que hemos llegado a un bajón del idioma que debería hacernos reflexionar. No se trata de una gazmoñería. No, por favor (“porfa”, según el lenguaje de moda). De lo que se trata es de reconquistar la categoría del bien decir.
El Espectador, Bogotá, 22-XI-2013.
Eje 21, Manizales, 22-XI-2013.
La Crónica del Quindío, 23-XI-2013.
Mirador del Suroeste, N° 51, Medellín, julio/2014.
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Comentarios:
Necesitamos de escritos como el suyo para mirarnos al espejo de nuestras propias falencias. Gracias por ello. Le recomiendo que se pegue una pasadita por los diccionarios del lunfardo y el parlache para que conozca los significados de las palabras que usted dice no saber de dónde salen. Josetenene (correo a El Espectador).
Hay un tema que no sé si ha sido estudiado por los lingüistas, y es el de cómo hablaba la gente en otros tiempos: sabemos cómo escribían, sí, pero ¿cómo hablaban? Yo tengo la convicción de que entre los griegos antiguos bien podría darse este diálogo en Atenas: «¿Nos vemos a la tarde en la Acro?». «No, me cité para esta tarde con Milci», donde a la Acrópolis y a Milcíades también se nombrarían abreviados (…) En cuanto a bici, por ejemplo, es una abreviatura que conozco desde niño, y tengo ya 74 años. A mí no me extrañaría nada que José, el carpintero de Nazaret, a su esposa la llamase Mary. Ricardo Bada, Colonia (Alemania).
A mí me produce escozor el uso de las muletillas, es como un golpe seco en mis oídos y sobre todo en personas que con cierta arrogancia encubierta hacen alarde de su ignorancia. ¡Qué tal esto!: «¿Me entiende?». O el saludito impersonal: «Buenas». heliodoro escudero (correo a El Espectador).
La nota es un decantado ejercicio crítico de lo que es la neogramática postmoderna que, al igual que en las ciencias sociales, quienes la ejercen distorsionan su sentido. Con cierta frecuencia, leo y escucho en los medios de comunicación que, al referirse a los miembros de una corporación, los denominan con el barbarismo de «corporados», lo mismo que a los integrantes de un directorio los distinguen como «directoristas». Poco a poco van demoliendo la lengua clásica por la tontería de la imitación o el esnobismo. Alpher Rojas Carvajal, Bogotá.
Y cómo le parecen los periodistas y funcionarios con el manido “en este orden de ideas…”; o los costeños que cuando se quedan sin qué decir, recurren al “ajá”: “íbamos tranquilos por la calle y ajá…”.Ni hablar en lo que ha quedado del idioma en las redes sociales, donde no se respeta ningún tipo de regla. Dan ganas de llorar. Pablo Mejía Arango, Manizales.
Es chocante escuchar a personajes pertenecientes o relacionados con la farándula, o que viven presentándose en los medios, tratar sus asuntos personales no en primera persona sino en segunda, así por ejemplo: “Cuando tú recibes un premio te emocionas”, por: “Cuando recibí el premio me emocioné”. Karissa (correo a El Espectador).
Lamentablemente en nuestras instituciones educativas ya no se enseña gramática y menos se lleva a los alumnos a enriquecer nuestro léxico, que es tan abundante. Por el contrario, son ahora los jovencitos los que enseñan a los profesores toda esa malhablada palabrería que se inventan. Y como si fuera poco, las redes sociales se han encargado de proliferar estas manías. En aras de la brevedad con que han de escribirse los mensajes, se permite todo abuso y maltrato de nuestro bello idioma español. María Teresa Lancheros Duque.
Empecemos por los mismos medios de comunicación: se habla y se escribe pésimo. Hace unos años Colombia era modelo en América Latina en la enseñanza del castellano. Hay la mala costumbre de copiar lo que dicen los demás y lo convertimos en algo propio. Muletillas por montones. Hay pereza mental hasta en los educadores. Guiarcolombia (correo a La Crónica del Quindío).
He hecho una colección de frases y expresiones básicas para hacer periodismo en Colombia. Estas son algunas: final de infarto; espectáculo dantesco; tragedia griega; emblemático; ícono, icónico; diva; para alquilar balcón; una fuente que pidió reserva de su nombre; mítico; prendió el ventilador; inquilino de la Casa de Nariño; en el ojo del huracán; es apenas la punta del iceberg; cumbre (ya no se habla de reunión de alto nivel); agenda, hoja de ruta; investigación exhaustiva; ubicado en un exclusivo sector del norte de Bogotá; el búnker de la Fiscalía; fulano hizo historia ayer; fulano salpica o fue salpicado; crónica de un (a) anunciado (a); la mala hora; tantos años sin fulano; mesa de negociación, mesa de La Habana; «que todo cambie para que todo siga igual»; paz en su tumba; periplo… Diego Moreno Jaramillo, Bogotá.
Muletillas de los políticos en tiempos electorales: «mi gobierno será una urna de cristal»; «no morirá gente en la puerta de los hospitales»; «la educación será el camino para la equidad»; «la paz es el camino»; «paz sí, sin impunidad»; «mi prioridad serán los menos favorecidos»; «no entregaremos nuestros mares»; «yo soy la confianza inversionista, la verdadera seguridad, la verdadera paz». Jorge Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.
Me desagrada escuchar en noticieros de la tv y por la radio «en vivo y en directo» y ni se diga de las expresiones «comicios electorales» y también «vamos a ir». Jorge Enrique Giraldo Acevedo, Bogotá.