El perrito vagabundo
Por: Gustavo Páez Escobar
En el video que se divulgó por internet se oyen las voces de cinco soldados del Batallón de Infantería No. 27, con sede en Pitalito, que preparan una operación de tiro al blanco tomando como objetivo a un cachorro que lleva por nombre Largo, y por apodo, Garra. Se sabe por esa conversación que se trata de un perro antiexplosivos, es decir, de un compañero de los soldados en su lucha contra las guerrillas. Por lo tanto, preparado para dar la vida por ellos.
En las imágenes transmitidas por internet y grabadas por uno de los soldados, he distinguido con absoluta precisión dos aspectos escalofriantes: en primer lugar está Largo, con su figura lánguida y su mirada triste y resignada, como presintiendo la desgracia que se avecina, y luego, los cinco soldados, muy bien nutridos, que entre risas, groserías, sarcasmos e increíble sangre fría atan al perro del árbol y se preparan para su ejecución. ¡Van a matar al amigo que los defiende contra las minas explosivas sembradas en los campos del Huila!
Cuatro de los soldados se identifican como Chilito, Orozco, Castillo y Vargas (se ignora el apellido de quien los dirige). Quizá el apodo de Garra que lleva el perro se lo pusieron ellos mismos interpretando una de las acepciones que da el diccionario a dicho vocablo: “objeto de mala calidad”. Como quien dice, perro plebeyo, perro vagabundo, perro paria, sin categoría ni dolientes. Y que por mala fortuna cayó en manos de estos desalmados que lo llevaron al patíbulo de la ignominia.
Como uno de los reclutas “no pudo hacer polígono” (según se oye en la atroz conversación), el jefe del grupo dispone lo necesario para cumplir el ejercicio, esta vez con un ser viviente, con el mísero can que bien pueden sacrificar en aras de la práctica militar. Lo atan al árbol, lo ponen de frente al verdugo, y suena la orden de disparar…
En la oquedad del monte repercute el tiro fatal, mientras el pobre cachorro lanza un alarido desgarrador, que las bestias humanas celebran entre risas. Ellos se solazan con este espectro de la muerte, que tal vez asimilan a una muerte humana. Esto les produce frenesí. Están en la guerra, y así hay que matar al enemigo, ¿verdad, soldados de la patria? Victoriosos, se abalanzan sobre el animal caído, para comprobar el éxito de la operación. Pero el perro no ha muerto: se estremece en medio del dolor. Uno de ellos lo patea, otro lo asegura por la boca y le detiene la respiración.
Y se oyen –¡otra vez el maldito video!– expresiones tajantes como “está vivo… dele duro… mátelo…” Con el fusil le descargan el golpe brutal en la cabeza, con la fuerza energúmena de los monstruos. Se ven las botas de los soldados que andan presurosos de un lugar para otro, como testimonio degradante de la milicia y de la propia guerra. Y se intuye el silbido acusador del viento en la montaña perpleja.
Pero Largo –o Garra– vive aún, a pesar de la ferocidad de sus verdugos. Dura vida la de este perrito vagabundo, convertido en héroe, cuya imagen lánguida ha pasado a las páginas de los periódicos, incluso del exterior, como prueba salvaje de la crueldad del hombre (en este caso, de cinco fiesteros soldados de la patria) contra los animales. Uno de los soldados grabó la escena, y no se sabe por qué motivo fue a dar a las redes de internet.
No es la primera vez que esto sucede en las filas de la Fuerza Pública. Como siempre, se anuncian medidas disciplinarias contra los culpables. Después, todo quedará en silencio.
Hubiera querido no hacer este crudo recuento de los hechos. Sentí el ánimo conturbado al ver en internet este sartal de horrores, y quise comerme mi propia congoja. Luego pensé que como escritor y defensor de los animales no era posible acallar la indignación frente a semejante iniquidad.
El Espectador, Bogotá, 23-XI-2012.
Eje 21, Manizales, 23-VI-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 24-XI-2012.
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Comentarios:
¡Qué dolor y qué impotencia ante estos criminales, mal llamados humanos y mal llamados soldados! Lo que son: verdaderos monstruos. Ante hechos de este calibre se queda uno mudo, con lágrimas en el alma. Y lo peor de todo: no pasa nada, nadie los castiga y reina el silencio cómplice. Inés Blanco, Bogotá.
Yo también me estremecí, como me estremecen las manifestaciones de violencia que a diario veo y que ocurren en Colombia y en algunos países vecinos. De tantos años de violencia se ha heredado más violencia. Álvaro León Pérez Franco, colombiano residente en París.
No he visto el video completo, pero como usted sentí horror al ver las imágenes en la televisión de estos desalmados ignorantes. ¿Para dónde va la humanidad?, me pregunto a diario. Pablo Mejía Arango, Manizales.
Interesante columna acerca del video del cachorro que tomaron para prueba de polígono los soldados del Huila. Cuando vi el video tuve la misma percepción: que así como tomaban la vida de un indefenso animal, lo harían con un ser humano, caso los famosos «falsos positivos». Alguien comentaba en twiter que son costumbre de los soldados estos actos reprochables. Gracias por ser amigo de los animales. Esperanza Cobos Amaya.
¡Qué desgracia tener defensores de la Patria con estos sentimientos! Sólo se escuchan “las voces del silencio” de sus superiores, para los cuales esta acción no merece atención y mucho menos castigo, ya que se trata de un mísero can. Felicitaciones por haber tenido el carácter de denunciar a estos cobardes “héroes de la Patria”. Jaime Vásquez Restrepo, Medellín.
Soy amigo de los animales y desde que tengo uso de razón en mi casa hemos tenido perros. Supe del video y me negué a verlo, como me niego a ver cualquier escena de violencia extrema. Aunque antropólogo, y aunque interesado en la violencia como objeto de estudio, las imágenes de violencia logran perturbarme y, algo curioso, cuando son contra animales (animalitos diría en mi conversación cotidiana) me perturban aún más. La reacción en las redes sociales ha sido enorme, y me parece bien. La crueldad con los animales y tal comportamiento de parte de miembros de las fuerzas de seguridad del Estado (esas que pagamos con nuestros impuestos) deben ser repudiados. Nicolás Espinosa Menéndez.
No hay una sola prueba de que el perrito vagabundo vive. Esta villanía no puede serme más triste. El noble animal, mucho más leal y franco que cualquier ser humano, es asesinado a sangre fría y agonizó en la soledad y desesperación. Mientras tanto, las alimañas siguen riendo. 31337 (correo enviado a El Espectador.
Yo creo que la labor del periodista debe ir un poco más allá al hecho simple de comentar un acontecimiento de la gravedad como el que usted denuncia y cumplir su cuota semanal de producir una columna de opinión para este medio. Si pensó «que como escritor y defensor de los animales no era posible acallar la indignación frente a semejante iniquidad», ¿no cree, con todo respeto, que debería enviar un derecho de petición al Comandante del Batallón de Ingeniería No. 27, para que informe qué medidas disciplinarias aplicó a los bárbaros delincuentes y remitir copia de esa petición al señor Procurador? gusvaga (correo a El Espectador).
Eso es lo que vemos, un video, una muerte registrada (dudo totalmente de la sobrevivencia del perro). ¿Cuántas canalladas más suceden sin que sepamos? ¿Cuántos animales habrán pasado por lo mismo a manos de los «héroes de la patria»? digoall (correo a El Espectador).
Lo que hicieron estos dizque «soldados» –en realidad sádicos vulgares– es vergonzoso. Lo peor es que seguramente el ejército colombiano no les castigará de ninguna forma y seguirán muchísimo tiempo dañando a otros seres vivos (humanos o animales). Ese video es otra muestra de la podredumbre en medio de la cual se hunde Colombia. samueld (correo a ElEspectador).
Esto es aberrante, esos soldados de la patria merecen estar en el mismo árbol, amarrados y fusilados. Ewar Gordillo (correo a El Espectador).