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Archivo para viernes, 22 de noviembre de 2013

La mudanza

viernes, 22 de noviembre de 2013 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Pues sí: llegó la hora de la mudanza. Una amiga mía dice que no hay nada tan parecido a una hecatombe como un trasteo. Esto de dejar el sitio donde hemos visto transcurrir gratos años de nuestra existencia, para enfrentarnos a lo incógnito, a lo sorpresivo e impredecible, produce nostalgia.

La tortura de la mudanza empieza desde el día en que empacamos la primera caja. De ahí en adelante no cesamos en la carrera loca de hacer caber todo nuestro mundo en la hilera de cajas que nos aguardan. Mi ama de casa, tan minuciosa, tan detallista, tan previsiva, comienza a bajar de los estantes las vajillas que solo usamos en circunstancias especiales. Después viene el desfile implacable de los artículos de uso diario. A los tres días de esta tarea, ya no se encuentran, dentro del terrible revoltijo en que ha quedado convertido todo el apartamento, ni los platos para el desayuno, ni el pocillo para el café, ni el azúcar para endulzarnos la vida.

Se alterna la labor del empaque con la desocupación de los clósets colmados de ropa que no usamos desde hace varios años, y que ya “está pasada de moda”, como dice mi señora. Es entonces cuando descubrimos que nos hemos llenado de una cantidad de ajuares, de trapos, de cosas innecesarias que es preciso eliminar si pretendemos caber en el nuevo espacio, que es cómodo y suficiente. En esta labor de limpieza de los objetos inútiles, viene el sentido de la poda, de la destrucción de papeles, de la simplificación de nuestro cotidiano modo de vivir.

 Hace veinte años nos trasladamos a un lugar tranquilo, delicioso, rodeado de preciosa arboleda. Pocos años después, el ímpetu del “progreso” destruyó la arboleda para darle salida a una arteria necesaria para hacer avanzar la ciudad, abrió la calle cerrada, invadió el ambiente de estrépitos, de toxinas, de pitos y carros desaforados, de sirenas en eterna estridencia.

Los depredadores del urbanismo comenzaron a reemplazar las bellas casas coloniales por airosos edificios. El barrio se desfiguró. Con esta metamorfosis, llegó la época de los hoteles de lujo, de los grandes almacenes, de los emporios empresariales. El sosiego del paraíso fue trocado por el arrebato del modernismo.

Ahora, el mismo escritor de hace veinte años tiene que enfrentarse al traslado de sus libros, los que han crecido de manera providencial, pero inmanejable. Por eso, parte de la biblioteca la traslada a la casa campestre de Villa de Leiva. Otra parte la obsequia a la Casa de Cultura de Choachí, como homenaje al poeta Germán Pardo García, cuya memoria se enaltece en el museo que lleva su nombre.

El resto de los libros ya está en el nuevo apartamento, en infinidad de cajas henchidas de letras resignadas, y al mismo tiempo victoriosas, por haberse salvado del naufragio que significa el cambio de residencia. Dentro del caos imperante no se localiza nada, todo se enreda, a cada rato nos tropezamos unos contra otros y nos sacamos chispas.

 A pesar de todo, ya estoy en el nuevo apartamento, escondido detrás de una caja donde he logrado instalar el computador para comunicarme con mis lectores. Y para que sepan que no he naufragado, pues me acompañan mis libros, los amigos que nunca fallan. Esto representa un triunfo grande en medio de la hecatombe de que habla mi amiga. Hemos vuelto a un sitio sosegado, encantador, con calle cerrada y arboleda al frente de las ventanas. Como hace veinte años.

Solo siento que Bogotá se haya deshumanizado cada vez más y haya perdido la amabilidad de otras épocas, para volverse la ciudad áspera de hoy en día, que parece salírsele de las manos al alcalde Petro. De todas maneras, es una urbe esplendorosa en muchos aspectos, en medio de infinidad de problemas que, por falta de soluciones oportunas, asfixian hoy la vida de los ciudadanos.

El Espectador, Bogotá, 30-IX-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 30-XI-2012.
Eje 21, Manizales, 1-XII-2012.  

 * * *

 Comentarios:

Ah, vida miserable la de los pobres que tienen que «trastearse». Nosotros los de la realeza tenemos villas, palacios, cotos de caza, pied de terre, piso en el centro y un avión privado tanqueado para salir volando cuando nos aburrimos. Dolores Edelmyra (correo a El Espectador). Respuesta: Menos mal que el corresponsal posee sentido del humor. GPE

Para la pobre víctima del trasteo hay dos sentimientos bien opuestos: lo positivo y renovador que resulta, generalmente, ese tipo de cambio de residencia, con el buen añadido en su caso de hacer la generosa donación en Choachí, y el dejar un vecindario ya no agradable, para ubicarse en un lugar mucho mejor, frente a lo molesto e incómodo que resulta ese inevitable trajín con enseres. Su columna, tan hermosa y descriptiva, tiene para mí ese valor. Sobre todo que la presentó cuando estamos fatigados de noticias tan negativas, en estos días. Obró como un bálsamo. Gustavo Valencia García, Armenia.

Tú retratas tu mudanza, pero retratas las de todo el mundo: la hecatombe, la locura.   Me reí con eso que dices: que estás escondido detrás de una caja, usando la computadora casi a hurtadillas, en una vivienda bella pero que aún no termina de estar arreglada del todo  por las manos hábiles de tu excelente ama de casa, mientras a tu alrededor todavía reina el caos. Diana López de Zumaya, Méjico, D. F.

Completamente de acuerdo con los trajines del trasteo. Por las cosas sin utilidad  que acumulamos con el tiempo y por el despojo de los libros, que son nuestros compañeros, que nos cobijan en días de soledades, que están ahí…  pero de todo hay que ir desprendiéndonos. Elvira Lozano Torres, Tunja.

En esta región le decimos a la mudanza trasteo o coroteo. Cosas del lenguaje coloquial. Pablo Mejía Arango, Manizales. Respuesta: También en Bogotá la palabra trasteo es la más empleada. Coroteo, según aprendí en el Quindío, es término muy paisa y muy auténtico. Yo utilicé mudanza, sinónimo legítimo de trasteo, aunque no tan usado como este, para despertar cierto interés sobre mi nota. De todas maneras, cualquiera de los tres vocablos nos saca chispas cuando tenemos que trasladar nuestros corotos. Así califica Euclides Jaramillo Arango (tan paisa él y tan genial) el verbo corotiar, en Un extraño diccionario (1980): “Trastear. Cambiar de domicilio y llevar, del antiguo al nuevo, todos los enseres del hogar. Se dice que tres corotiadas equivalen a un incendio”. GPE

Si en Choachí hay una Casa de la Cultura que lleva el nombre de alguien tan querido como lo fue para mí Germán Pardo García, me gustaría mucho aportarles algunos libros. Dime cómo puedo entrar en contacto con ellos y espero que el trasteo, que tan estupendamente describes, te sea cada vez más leve. Maruja Vieira, Bogotá.

Leer sobre tu trasteo es volver a generar los fantasmas que creía haber enterrado hace mucho tiempo. Te compadezco. Gustavo Álvarez Gardeazábal, Tuluá.

Toda mudanza o trasteo nos hace descubrir  que tenemos cosas que queremos mucho, otras de las cuales ni siquiera recordábamos nada, y algunas que creemos que definitivamente nos sobran. Pero, en segundo lugar, la mudanza también nos recuerda, yendo un poco a lo filosófico y sobre todo cuando nuestro calendario está avanzado, que somos peregrinos, que estamos de paso y que de todo eso que vemos y que hemos acumulado, en la mudanza final no nos llevaremos nada como no sea la esperanza, basada en la fe, de un encuentro con los seres que hemos amado. Jorge Rafael Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.

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El perrito vagabundo

viernes, 22 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En el video que se divulgó por internet se oyen las voces de cinco soldados del Batallón de Infantería No. 27, con sede en Pitalito, que preparan una operación de tiro al blanco tomando como objetivo a un cachorro que lleva por nombre Largo, y por apodo, Garra. Se sabe por esa conversación que se trata de un perro antiexplosivos, es decir, de un compañero de los soldados en su lucha contra las guerrillas. Por lo tanto, preparado para dar la vida por ellos.

En las imágenes transmitidas por internet y grabadas por uno de los soldados, he distinguido con absoluta precisión dos aspectos escalofriantes: en primer lugar está Largo, con su figura lánguida y su mirada triste y resignada, como presintiendo la desgracia que se avecina, y luego, los cinco soldados, muy bien nutridos, que entre risas, groserías, sarcasmos e increíble sangre fría atan al perro del árbol y se preparan para su ejecución. ¡Van a matar al amigo que los defiende contra las minas explosivas sembradas en los campos del Huila!

Cuatro de los soldados se identifican como Chilito, Orozco, Castillo y Vargas (se ignora el apellido de quien los dirige). Quizá el apodo de Garra que lleva el perro se lo pusieron ellos mismos interpretando una de las acepciones que da el diccionario a dicho vocablo: “objeto de mala calidad”. Como quien dice, perro plebeyo, perro vagabundo, perro paria, sin categoría ni dolientes. Y que por mala fortuna cayó en manos de estos desalmados que lo llevaron al patíbulo de la ignominia.

Como uno de los reclutas “no pudo hacer polígono” (según se oye en la atroz conversación), el jefe del grupo dispone lo necesario para cumplir el ejercicio, esta vez con un ser viviente, con el mísero can que bien pueden sacrificar en aras de la práctica militar. Lo atan al árbol, lo ponen de frente al verdugo, y suena la orden de disparar…

En la oquedad del monte repercute el tiro fatal, mientras el pobre cachorro lanza un alarido desgarrador, que las bestias humanas celebran entre risas. Ellos se solazan con este espectro de la muerte, que tal vez asimilan a una muerte humana. Esto les produce frenesí. Están en la guerra, y así hay que matar al enemigo, ¿verdad, soldados de la patria? Victoriosos, se abalanzan sobre el animal caído, para comprobar el éxito de la operación. Pero el perro no ha muerto: se estremece en medio del dolor. Uno de ellos lo patea, otro lo asegura por la boca y le detiene la respiración.

Y se oyen –¡otra vez el maldito video!– expresiones tajantes como “está vivo… dele duro… mátelo…” Con el fusil le descargan el golpe brutal en la cabeza, con la fuerza energúmena de los monstruos. Se ven las botas de los soldados que andan presurosos de un lugar para otro, como testimonio degradante de la milicia y de la propia guerra. Y se intuye el silbido acusador del viento en la montaña perpleja.

Pero Largo –o Garra– vive aún, a pesar de la ferocidad de sus verdugos. Dura vida la de este perrito vagabundo, convertido en héroe, cuya imagen lánguida ha pasado a las páginas de los periódicos, incluso del exterior, como prueba salvaje de la crueldad del hombre (en este caso, de cinco fiesteros soldados de la patria) contra los animales. Uno de los soldados grabó la escena, y no se sabe por qué motivo fue a dar a las redes de internet.

No es la primera vez que esto sucede en las filas de la Fuerza Pública. Como siempre, se anuncian medidas disciplinarias contra los culpables. Después, todo quedará en silencio.

Hubiera querido no hacer este crudo recuento de los hechos. Sentí el ánimo conturbado al ver en internet este sartal de horrores, y quise comerme mi propia congoja. Luego pensé que como escritor y defensor de los animales no era posible acallar la indignación frente a semejante iniquidad.

El Espectador, Bogotá, 23-XI-2012.
Eje 21, Manizales, 23-VI-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 24-XI-2012.

* * *

Comentarios:

¡Qué dolor y qué impotencia ante estos criminales, mal llamados humanos y mal llamados soldados! Lo que son: verdaderos monstruos. Ante hechos de este calibre se queda uno mudo, con lágrimas en el alma. Y lo peor de todo: no pasa nada, nadie los  castiga y reina el silencio cómplice. Inés Blanco, Bogotá.

Yo también me estremecí, como me estremecen las manifestaciones de violencia que a diario veo y que ocurren en Colombia y en algunos países vecinos. De tantos años de violencia se ha heredado más violencia. Álvaro León Pérez Franco, colombiano residente en París.

No he visto el video completo, pero como usted sentí horror al ver las imágenes en la televisión de estos desalmados ignorantes. ¿Para dónde va la humanidad?, me pregunto a diario. Pablo Mejía Arango, Manizales.

Interesante columna acerca del video del cachorro que tomaron para prueba de polígono los soldados del Huila. Cuando vi el video tuve la misma percepción: que así como tomaban la vida de un indefenso animal, lo harían con un ser humano, caso los famosos «falsos positivos». Alguien comentaba en twiter que son costumbre de los soldados estos actos reprochables. Gracias por ser amigo de los animales. Esperanza Cobos Amaya.

¡Qué desgracia tener defensores de la Patria con estos sentimientos!  Sólo se escuchan “las voces del silencio” de sus superiores, para los cuales esta acción no merece atención y mucho menos castigo, ya que se trata de un mísero can.  Felicitaciones por haber tenido el carácter de denunciar a estos cobardes “héroes de la Patria”. Jaime Vásquez Restrepo, Medellín.

Soy amigo de los animales y desde que tengo uso de razón en mi casa hemos tenido perros. Supe del video y me negué a verlo, como me niego a ver cualquier escena de violencia extrema. Aunque antropólogo, y aunque interesado en la violencia como objeto de estudio, las imágenes de violencia logran perturbarme y, algo curioso, cuando son contra animales (animalitos diría en mi conversación cotidiana) me perturban aún más. La reacción en las redes sociales ha sido enorme, y me parece bien. La crueldad con los animales y tal comportamiento de parte de miembros de las fuerzas de seguridad del Estado (esas que pagamos con nuestros impuestos) deben ser repudiados. Nicolás Espinosa Menéndez.

No hay una sola prueba de que el perrito vagabundo vive. Esta villanía no puede serme más triste. El noble animal, mucho más leal y franco que cualquier ser humano, es asesinado a sangre fría y agonizó en la soledad y desesperación. Mientras tanto, las alimañas siguen riendo. 31337 (correo enviado a El Espectador.

Yo creo que la labor del periodista debe ir un poco más allá al hecho simple de comentar un acontecimiento de la gravedad como el que usted denuncia y cumplir su cuota semanal de producir una columna de opinión para este medio. Si pensó «que como escritor y defensor de los animales no era posible acallar la indignación frente a semejante iniquidad», ¿no cree, con todo respeto, que debería enviar un derecho de petición al Comandante del Batallón de Ingeniería No. 27, para que informe qué medidas disciplinarias aplicó a los bárbaros delincuentes y remitir copia de esa petición al señor Procurador? gusvaga (correo a El Espectador).

Eso es lo que vemos, un video, una muerte registrada (dudo totalmente de la sobrevivencia del perro). ¿Cuántas canalladas más suceden sin que sepamos? ¿Cuántos animales habrán pasado por lo mismo a manos de los «héroes de la patria»? digoall (correo a El Espectador).

Lo que hicieron estos dizque «soldados» –en realidad sádicos vulgares– es vergonzoso. Lo peor es que seguramente el ejército colombiano no les castigará de ninguna forma y seguirán muchísimo tiempo dañando a otros seres vivos (humanos o animales). Ese video es otra muestra de la podredumbre en medio de la cual se hunde Colombia. samueld (correo a ElEspectador).

Esto es aberrante, esos soldados de la patria merecen estar en el mismo árbol, amarrados y fusilados. Ewar Gordillo (correo a El Espectador).

Pobres ricos

viernes, 22 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Las autoridades calculan que la fortuna del ‘Loco’ Barrera supera los 834 millones de dólares. Cifra amasada en su vertiginosa carrera en el tráfico de los narcóticos. Por informes que condujeran a su captura, el Gobierno colombiano ofrecía $5.000 millones, y el de Estados Unidos, US $5 millones.

Estas elevadas cuantías (más de 14.000 millones de pesos colombianos) miden la importancia y peligrosidad del delincuente dentro del azaroso terreno de las drogas. Los señuelos del dinero destruyen lealtades. Esto fue lo que sucedió en este caso: personas cercanas a él suministraron datos valiosos para rastrear sus huellas. El capo no tenía sosiego, ni territorio seguro, ni posibilidad de escape. Y sospechaba que sus propios amigos podían ser sus mayores delatores.

Bien sabía que el dinero se hizo no solo para comprar bienes suntuosos, sino para corromper a la gente. ¿Cómo ignorarlo, si transitaba por los oscuros senderos de la inmoralidad, donde no existen principios sino billetes de banco? Sus inversiones en finca raíz, carros lujosos, fincas de recreo, papeles bursátiles se esparcían por muchas partes.

Buscó escondederos en varios países, siempre en plan de fuga y con breve residencia en cada lugar para que no descubrieran su presencia. Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Uruguay, Venezuela figuran en la lista de este nervioso transeúnte que en ninguna parte encontraba tranquilidad. Viajaba con pasaportes falsos porque sentía los ojos de las autoridades puestos en él. Y descubrió que tanto dinero, en lugar de protegerlo, lo denunciaba. Pero no podía prescindir de él y cada vez lo incrementaba con voluminosos negocios que no lograba controlar.

Tenía dos grandes debilidades, como todo capo que se respete: las mujeres y los automóviles deslumbrantes. En Venezuela mantenía un lote de las mejores marcas: Porsche, BMW, Mercedes Benz, Alfa Romeo y Jaguar. Los que no podía disfrutar, porque este capricho le estaba prohibido dentro de las precauciones elementales que le imponía su vida clandestina. Para no llamar la atención, se movilizaba en carros corrientes. Tremendo sacrificio para este ricachón que pensaba que todo podía adquirirlo con su fortuna desbordada.

Varias amantes discretas llegaban hasta sus viviendas en Venezuela, mientras su esposa residía con dos de sus hijos en Argentina. Una de esas amantes vivía en Bogotá y desde allí viajaba a visitarlo. Estos viajes frecuentes permitieron detectar la presencia del prófugo en Venezuela. Otra amante descubrió las heridas que el ‘Loco’ se había causado en las manos, en su propósito de destruir sus huellas dactilares. Todos los caminos estaban taponados. El mafioso no tenía por dónde escapar, y aun así se hacía ilusiones con el poder de su riqueza compradora de conciencias.

Cuando la guardia venezolana le dio captura en una cabina telefónica, ofreció a los policías la bolsa de panes que portaba, revelándoles que ese había sido su único alimento en los últimos días y “no quería que se perdieran”. Así llegó a su final este pobre acaudalado que en su eterno peregrinaje de los últimos años no encontró un sitio de reposo.

Se repite la historia de otros grandes narcotraficantes, como Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y Carlos Ledher, que prisioneros de sus astronómicos caudales terminaron como simples delincuentes en desgracia, sin hallar un minuto de paz. Con todo, la lección no se aprende.

El Espectador, Bogotá, 16-XI-2012.
Eje 21, Manizales, 16-XI-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 17-XI-2012.

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Comentarios:

Curioso que nadie dijo nada de cómo vive la mamá del Loco Barrera. Una señora que tiene dos hijos con discapacidades mentales («uno como mucho hace mandados y al otro tengo que bañarlo todavía», dice la señora en un paupérrimo español cundiboyacense), un pedacito de finca y una escopeta sin cartuchos –pero tranquila–. Sin educación definitivamente toda la plata del mundo se va como agua en las manos, pero valorar la tranquilidad es algo que no enseñan en el colegio. El de la H (correo a El Espectador).

Columnistas como usted hacen que nosotros los lectores anónimos –ya no tanto, desde cuando gracias a estos espacios entramos en contacto con quienes eran inaccesibles habitantes de torres de marfil–, sintamos La Crónica más cerca de nuestra vida intelectual y social. Este texto de hoy es ejemplo de su capacidad de leer, asimilar, deducir y compartir con sentido crítico una noticia. Faustino Echeverría (correo a La Crónica del Quindío).

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El futuro del libro

viernes, 22 de noviembre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Como lo muestran las cifras de las últimas décadas, el libro digital registra en el mundo un incremento acelerado. En contraposición, el libro impreso, cuya vida se acerca a 570 años a partir de la invención de la imprenta por Juan Gutenberg, se encuentra amenazado (así se dice) por la irrupción cada vez más novedosa de los sistemas electrónicos.

El temor no debería formarse bajo dicha consideración, sino frente a la tendencia que muestra la humanidad hacia la disminución de lectores. Hoy el mundo camina muy rápido, a veces a velocidades supersónicas, y por eso el tiempo que se dedica a la lectura es cada vez más escaso.

El hombre contemporáneo se ha dejado atrapar por diversos fenómenos de esta era deslumbrante y superficial, como la televisión, la telefonía inteligente, las tabletas, el universo de los juegos electrónicos. Y ha descuidado el cultivo del espíritu. La televisión divierte. El libro divierte y forma al mismo tiempo. La sola televisión, como hábito rutinario y obsesivo, se convierte en vicio y deforma la mente.

Según la Cámara Colombiana del Libro, los colombianos leen en promedio al año 1,2 libros. Situación alarmante en un país que en otras épocas exhibía uno de los índices culturales más altos entre las naciones latinoamericanas. Miremos este otro dato perturbador: el 67 por ciento de los colombianos no lee ningún libro por la sencilla razón de que no les gusta la lectura. No fueron educados para leer.

Dice la misma Cámara que en España se leen 10,3 libros al año, en Chile 5,3 libros,  en Argentina 4,6 y en Perú 3. Mientras tanto, el 31 por ciento de los bogotanos nunca lee ningún libro. ¿Hacia dónde caminamos con semejante pobreza intelectual? ¿Interesaría cuál de los dos métodos se escoge para culturizarse, el impreso o el digital? La amarga realidad que aquí se resalta indica que la inmensa masa de la población colombiana está por completo ausente de la lectura.

La competencia entre el libro tradicional y el que impone la era cibernética, conocido como e-book, sirve para alimentar fantasías y no va al verdadero fondo del problema que es el de admitir que el mundo se está quedando sin lectores. En Colombia están en vía de extinción. La aparente rivalidad entre los dos sistemas está movida más que todo por los medios de comunicación. Debe tenerse en cuenta que el libro en general está desterrado de la vida actual, y esta se divierte más con la frivolidad y la ligereza, al mismo tiempo que se desentiende de las disciplinas formadoras de la mente.

En tres años, consideran algunos analistas, las ventas de libros electrónicos serán mayores que las de los impresos en papel. Esto parece inevitable. Lo cual no quiere decir que el libro impreso vaya a desaparecer. Este nunca morirá. Ambos van a convivir como buenos hermanos, sin que ninguno le haga daño al otro. Por más que las costumbres y los gustos cambien al impulso de la absorbente tecnología, los dos mercados subsistirán con su propia vitalidad.

¿Qué mayor placer que el de abrir el libro antiguo, oler sus páginas, acariciar sus hojas y sus lomos, subrayar algún renglón seductor y recrearse con ese algo indefinible que dispensa el papel añejo?

La coexistencia de estos dos productos es maravillosa por sí sola, pero lo ideal sería que dicha alianza sirviera para atraer a esas multitudes de lectores que se han dejado perder en las arenas movedizas de lo inconsistente, por falta de mayores sistemas y halagos culturales. Hay que despertar al hombre moderno para que piense más con la mente, para que lea. Y se deje seducir menos por lo superfluo, por más encantador que parezca.

El Espectador, Bogotá, 9-XI-2012.
Eje 21, Manizales, 9-XI-2012.
La Crónica del Quindío,
Armenia, 10-XI-2012.
Revista Mefisto, No. 72, Pereira, diciembre de 2012.

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Comentarios:

La juventud actual, según los pedagogos, es más visual que lectora, eso influye en la pobreza argumentativa, en la escasa ortografía y en la ignorancia del significado de las palabras. Además de lo anterior súmese el costo de los libros bajo la disculpa de que para  la ecología es mejor el libro digital, pues no gasta recursos naturales, ni ocupa un espacio en la biblioteca, pues el digital se puede almacenar en un red o en una memoria. Fabio Hernando Pardo Díaz, Choachí.

El hombre actual que anda por vías telemáticas, no piensa, no razona y menos lee. Por esta razón tiene la mente deformada. No es entonces que el libro digital vaya en aumento, es que muy contados son los que se interesan en la lectura. En un tren va la gente inmersa en sus tabletas, pero unos chateando y otros embebidos en los juegos. Con excepción de quienes leen el diario, nadie lee algo útil. karissa (correo a El Espectador).

No estoy de acuerdo en un punto: hoy hay más y mejor información educativa online que en papel porque puede actualizarse y buscarse casi con solo hacer la pregunta. Por eso mueren primero las revistas y periódicos, luego los diccionarios gordos, luego los de traducción, luego los libros de mapas y almanaques, etc. Las novelas en papel se irán de últimas y el libro de papel compartirá el destino de las películas en Betamax y VHS, pero un libro online sigue siendo un libro aunque no se pueda tener en un armario y si no se lee más es por falta de ganas porque los libros digitales son más fáciles de cargar y conseguir que los impresos y pronto serán más baratos. El de la H (correo a El Espectador).

Jamás va a desaparecer el libro impreso, si bien el modernismo nos está imponiendo la nueva técnica de lectura con el libro electrónico. Es muy agradable leer un libro viejo subrayado y con anotaciones al lado o abajo de la página, lo cual en ocasiones nos ayuda a entender mejor la lectura y nos permite conocer las ideas y pensamientos de otros lectores. Anotaciones y subrayados que no permite hacer el libro electrónico. Me aterra saber el elevado nivel de analfabetismo que impera en el mundo actual: hay millones de personas que no saben leer, que ni siquiera conocen un abecedario. En mi concepto, en parte por este analfabetismo es que hay tanta violencia en nuestro país. Álvaro León Pérez Franco, colombiano residente en París.

Cierto: al libro como al novio (a) hay que «manosearlos» para disfrutarlos. La tableta es rígida, hay que cuidarla, no se siente como cuando se pasan las hojas… me aburre leer en el monitor. marthace (correo a La Crónica del Quindío).

No tengo Ipad, ni Iphone, ni Ipod, todavía compro libros, encargo libros a otros países y escucho mis cds. como en otras épocas lo hice con mis amigos de Colombia. Ahora bien, mi vida ya no es de acelere, puedo dedicarle tiempo a la lectura, me agrada tener ese libro en las manos y mirar las ofertas que hay en las vitrinas de las librerías con nuevas obras y nuevos escritores. Me gustó mucho su artículo, créame que lo he disfrutado porque el libro de papel es lo más importante en mi tiempo desde hace muchos años. Amparo E. López, colombiana residente en Estados Unidos.

Yo era muy reacio a caer en la lectura digital, hasta que mi hijo me convenció con la razón ecológica. Pues ahora no me cambio por nadie con mi Kindle Fire; por cómodo, por el bajo costo de los libros, por la facilidad para buscar el significado de las palabras, porque puedo leer de noche sin prender la luz y muchas otras ventajas. Pablo Mejía Arango, Manizales.

Los tiempos cambian y los jóvenes aprecian más su teléfono inteligente que un texto al estilo Gutenberg. No lloremos por los demás. Hay un problema correlacionado: la adquisición de libros. Hay que tener un criterio acertado para no comprar demasiados libros, que no alcanzamos a leer, con la pérdida del dinero invertido en ellos. Los libros deben estar en bibliotecas públicas de calidad. Ramiro Madrid Benítez (correo a El Espectador).

Yo, que amo los libros con toda la herencia que me dejó mi padre, Humberto Jaramillo Ángel, y conservo su biblioteca y la acreciento cada día más; yo, que no puedo entrar a una librería y salir de allí sin uno o varios libros entre una bolsa, feliz, tocándolos, esperando el momento de subrayarlos; yo, que no puedo pasar por lugares donde venden libros reposando sobre el andén o en un rincón de algún parque, de alguna avenida, sin quedarme allí a su lado durante largo tiempo, leyendo título por título… descubro que reduje mi lectura de libros por lo menos el 80% desde cuando consulto en internet. Hablo de consultas serias. De lecturas con dedicación. Internet, con cuanto ofrece, me ha transformado en otro tipo de lector, profundo, amplio, detallista, universal. No me ha hecho desaparecer el libro: me lo presenta en otras dimensiones. La Web ha sido para nosotros un regalo de la vida y la ciencia. Como escritores, mejora cuanto hacíamos y hacemos. Los libros que nunca pudimos tener están por millares a nuestro lado. Y no por eso dejamos de amar el papel. Los viejos volúmenes con diversas encuadernaciones. Gozamos publicando en papel aunque sabemos que serán cada día menos quienes van a leernos. Umberto Senegal, Calarcá.

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