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Archivo para lunes, 28 de octubre de 2013

Guillermo Cano y su dolor de patria

lunes, 28 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El libro que publica Alberto Donadío en homenaje a Guillermo Cano en los 25 años de su vil asesinato, ocurrido el 17 de diciembre de 1986 al abandonar las instalaciones de El Espectador, se convierte en vivo reflejo de la valerosa campaña que libraba el periodista contra las fuerzas del narcotráfico y la corrupción del país.

La obra, que lleva por título Guillermo Cano, el periodista y su libreta, se suma a otros libros que Donadío ha publicado como resultado de su exploración de cruciales temas de la vida colombiana, como estos: Banqueros en el banquillo, ¿Por qué cayó Jaime Michelsen?, El uñilargo, la corrupción en el régimen de Rojas Pinilla. Tenemos, pues, en los profundos análisis de este periodismo investigativo de la mejor estirpe, todo un itinerario de desgracias nacionales acaecidas en los últimos cincuenta años.

El narcotráfico había irrumpido en Colombia en los primeros años de la década del setenta. Hasta tal punto invadió la atmósfera del país, que todo giraba bajo su dominio. Grandes capos, como Pablo Escobar, los Rodríguez Orejuela y Carlos Lehder, para no hablar de otras figuras de inferior jerarquía –todas devastadoras–, establecieron el mando del dinero corrupto que, sin cortapisas,  todo lo compraba y todo lo dislocaba, tanto en el campo de la política y de la administración pública, como de la vida ciudadana.

En los ochenta, el país había caído en los peores grados de corrupción bajo el imperio de los narcóticos y las artimañas de algunos institutos bancarios contra miles de pequeños ahorradores. Se llegó a la peor época de inseguridad y miedo: por un lado estaba la guerra desatada por Pablo Escobar que bañó de sangre al país, y por el otro, el pánico financiero que llevó a la ruina a mucha gente y menoscabó la confianza pública.

Mientras el capo mayor sembraba el terror con sus bandas asesinas, siniestros personajes de cuello blanco, como Jaime Michelsen Uribe, cometían audaces tropelías para incrementar sus fortunas apoderándose de los dineros desprevenidos. Hasta que en el panorama del país surgió una voz clamorosa que entró a combatir a los mafiosos de las drogas, desenmascarar a los piratas de la banca y defender a la población desvalida y atemorizada.

Era la voz de Guillermo Cano que desde los editoriales de El Espectador y su Libreta de Apuntes puso en la picota pública a los matones y a los timadores del pueblo. Donadío rescata, de los años 1982 a 1986, documentos ejemplares que pusieron a tambalear a los capos y a los explotadores de la banca.

Lo que El Espectador llamó “la tenaza económica” era la patética realidad: al ser retiradas del periódico, como arma vengativa, las pautas publicitarias de las sociedades que manejaba el Grupo Grancolombiano, el periódico sufrió grave impacto. Pero ni aun así cesó en su campaña moralizadora. Maltrecho en sus cifras, conservó la dignidad. Más adelante, el Grupo fue intervenido (hasta llegar a su disolución legal) y su presidente huyó del país.

Guillermo Cano se quedó solo en estas cruzadas. Los otros periódicos callaban, mientras él no retrocedía en sus denuncias. En El Tiempo –cosa inaudita–, Enrique Santos Calderón llegó a manifestar, en artículo de 1983, que la campaña de El Espectador había sido “personalista”, había tenido “tono de sensacionalismo gritón” y había “exagerado la nota”.

Guillermo Cano fue el gran abanderado de la moral pública. El insomne fiscal de la nación. Es difícil que vuelva a haber un periodista de su talla, de sus convicciones, de su carácter independiente y su acendrado amor por Colombia. Le dolía Colombia: este acopio de artículos que recoge el libro de Donadío es el mejor testimonio de sus luchas y su espíritu social. Lo mataron las balas del narcotráfico, pero sus ideas y su figuración histórica son imperecederas.

El Espectador, Bogotá, 15-III-2012.
Eje 21, Manizales, 16-III-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 17-III-2012.

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Comentarios:

Personas como don Guillermo Cano son los escasos faros que algunas veces surgen en las sociedades y por eso, por su valor civil para enfrentar el mal, terminan eliminados por los temibles enemigos que enfrentan. Su sacrificio no ha sido valorado por una sociedad ingrata e indiferente, muchas veces, por su tolerancia, cómplice de ellos. Considero que los reconocimientos a sus «catilinarias» contra el narcotráfico y los abusos de los pulpos financieros son pocos. Debe ser muy bueno el libro del señor Alberto Donadío, pues es periodista y escritor serio y acucioso. Gustavo Valencia, Armenia.

De la corrupción a todos los niveles, pienso que como la materia, nunca desaparece sino que se transforma. Pareciera que este mundo no es más que una escuela donde todos venimos a aprender nuestras lecciones de turno. Puede que esto sea el purgatorio y el infierno de los que habló Dante. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

Por dar una fecha cualquiera, desde  el asesinato de Gaitán en 1948, nada ha cambiado en Colombia y todo sigue peor. La guerrilla, el narcotráfico, los paramilitares y la rampante corrupción a todo nivel siguen campantes. Ni la muerte de Gaitán, ni de Cano, ni de Lara Bonilla, ni de Galán han servido absolutamente para nada. Y que siga la fiesta, porque la vida sigue igual. Luis Quijano, Houston.

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Cien años de historia

lunes, 28 de octubre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

Grata sorpresa nos proporciona Luis Carlos Adames, investigador silencioso del periodismo de antaño, lo mismo que de los hechos históricos que giran en derredor, con la publicación del libro que lleva por título Del centenario al bicentenario, al que le agrega la siguiente anotación: Historias de gobiernos, periódicos y periodistas, 1910-2010.

Varios años le demandó al autor la confección de este trabajo minucioso que hoy ve la luz en denso volumen de 518 páginas en gran tamaño, impreso por la Editorial Lealon, de Medellín. Al programa se vinculó la Asociación Nacional de Linotipistas (Andel), de la que es presidente Luis Carlos Adames desde 1997. Andel es una entidad casi centenaria, pues nació en 1923, lo que indica que se trata de un gremio que corre casi parejo con el recorrido de la obra. Es la agrupación gremial más antigua de Colombia.

Adames es uno de los mayores representantes de la linotipia que quedan en el país. Inició su actividad en Cromos y en El Tiempo, y en este último se convirtió en la mano derecha de Calibán en cuanto a la comprensión de sus artículos se refiere, los cuales, escritos en letra menuda e indescifrable, nadie más que Adames era capaz de traducirlos para llevarlos a las páginas del periódico. El asesor de Calibán se había especializado en Sao Paulo, y años después de su labor en El Tiempo pasó a dirigir durante dos décadas la Imprenta del Banco Popular, la que iniciaba la extraordinaria labor que se llevó a cabo con la serie bibliográfica que bajo los auspicios del presidente de la institución, Eduardo Nieto Calderón, tanto beneplácito recibió en el país.

La maestría de Adames fue fundamental para dicho cometido. Él mismo realizó dos grandes  ejecuciones dentro de la serie mencionada: las antologías Escritos escogidos de L.E.N.C (5 tomos) y Obra escogida de Alfonso Bonilla Naar (2 tomos). Además, es autor de los siguientes libros: Calibán y la prensa de opinión, Periodistas, violencias y censuras, y Otto, el periodista que negoció la paz.

Luis Carlos Adames sale ahora con la obra gigante a que se refiere esta nota. Esto de reseñar los hechos sobresalientes que han ocurrido en los gobiernos y en el periodismo del país en los últimos cien años es tarea colosal. No es un tratado de historia, sino la relación sucinta de los principales sucesos, con análisis ágiles sobre cada caso y cada persona, y con prescindencia de juicios críticos, pues tal no es el objetivo de la obra.

De lo que se trata es de presentar el curso de los días bajo el liderazgo de los gobernantes y de los protagonistas del periodismo (ramas esenciales en toda democracia, y que deben ser independientes), donde se hace énfasis en los capítulos más notorios que han marcado la historia colombiana en el ciclo referido. Se ofrecen datos biográficos de los personajes y abundante material gráfico, a fin de que el lector se oriente con facilidad y amenidad dentro de este inventario objetivo y bien discernido. Y busque, si lo desea, otras fuentes de estudio, que las hallará sobre todo en obras de estricto orden académico.

“La información genera la opinión”, se anota en las palabras liminares. A pesar de su extensión, la obra se deja leer con interés y agrado. Es una guía, una síntesis, un libro informativo, elaborado a base de textos breves, concisos y definidores. Es esta condición notable en la escritura del autor, y de ella ha hecho gala en sus libros anteriores. Por lo tanto, es obra valiosa para toda clase de lectores, y merece nuestra voz de aplauso.

El Espectador, Bogotá, 9-III-2012.
Eje 21, Manizales, 9-III-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 10-III-2012.
Revista El Velero, Coempopular, # 21, agosto de 2012.

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Comentario:

Con mucho interés leí la nota sobre el libro que acaba de editar Luis Carlos Adames, y sentí mucha nostalgia pues hace muchos años compré el libro sobre Calibán –a quien leí y admiré mucho– también escrito por Adames. El libro sobre Calibán lo releo de vez en cuando pues jamás pasará de moda. En verdad haces un justo homenaje a un escritor tan talentoso como Adames, que ha pasado desapercibido por el grueso del público, mas nunca ignorado  por el gremio de las letras. Luis Quijano, Houston.

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Los destrozos de la selva

lunes, 28 de octubre de 2013 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Cuando en julio de 2008 fue rescatada Íngrid Betancourt de su prisión en la selva después de permanecer seis años en poder de las Farc, dijo que lo que allí hubiera podido ocurrir en el terreno sentimental, allí se quedaba. A partir de ese momento iniciaba una nueva vida. Esto equivale al borrón y cuenta nueva que en determinadas ocasiones es preciso ejecutar para olvidar los actos, disgustos o errores del pasado, y seguir camino adelante como si nunca hubieran existido.

No sé hasta dónde sea posible lavar la mente y la psique para prescindir de los recuerdos incómodos que en el presente caso giran alrededor de las experiencias selváticas que vivió la protagonista. Lo que sí sé es que la selva no es un mundo común, sino un mundo lejano y misterioso, a veces fantástico y otras tétrico, que solo pueden definirlo las personas que allí han morado. Cuando esas personas han estado sometidas a los vejámenes y las torturas de que fueron víctimas Íngrid y sus compañeros de cautiverio, la situación toma contornos mucho más dramáticos.

Antes de caer en poder de las Farc, Íngrid llevaba un matrimonio feliz con su esposo Juan Carlos Lecompte. Así lo sostiene ella en la declaración que dio a la revista Bocas, en la edición de febrero. Pero el amor se acabó en la selva. Diversos factores se interpusieron para que la armonía conyugal se hubiera deshecho en corto tiempo. “Yo lo quería mucho. Él era mi llave”, exclama Íngrid, y revela que un día su ídolo se vino al suelo cuando supo que andaba de novio. Mientras tanto, ella padecía los suplicios de la selva.

Por su parte, Juan Carlos le atribuye una posible infidelidad conyugal durante el cautiverio. La misma Íngrid narra –en su libro testimonial No hay silencio que no termine– algunos vínculos suyos, que podrían considerarse sentimentales, con amigos en desgracia surgidos bajo la tremenda soledad y el implacable desamparo de la manigua. El país recuerda el momento en que los esposos se encontraron después de los seis años de la separación, donde se les vio fríos y distantes.

El amor intenso de sus días felices se lo llevó el viento de la selva. Ante eso, no quedó otra fórmula que el divorcio, que se formalizó en noviembre pasado. Hoy están enfrentados por asuntos económicos, y no de poca monta, ya que Juan Carlos no solo busca el 50 por ciento de los bienes adquiridos durante el matrimonio, sino la misma proporción por las regalías que han reportado los dos libros famosos de su exesposa. Regalías que representan una cifra considerable, ya que por el último de los libros la autora ha recibido más de seis millones de dólares.

Ella, por su parte, rechaza semejante pretensión con el argumento de las capitulaciones que firmaron antes de casarse. “Lo de él es lo de él y lo mío es lo mío”, le dice Íngrid a la revista Bocas. Sea como fuere, lo cierto y deplorable es que el epílogo del romance haya llegado al vulgar terreno de la plata. Como el pleito lo mueven expertos abogados, la reyerta es seria. Y amarga, claro está.

Extinguida la unión conyugal, los destrozos de la selva son evidentes. Esa selva cantada por José Eustasio Rivera –“esposa del silencio, madre de la soledad y la neblina”– produce en este caso y en otros conocidos, o que se mantienen en silencio, graves desgarros en el alma de las parejas. Cada secuestrado arrastra un drama a veces catastrófico. Las secuelas del secuestro, que suelen quedar en el secreto de los hogares, no respetan siquiera los dominios del amor. Aquí se prueba que el amor no es eterno, por lo mismo que el corazón es incierto e impredecible.

El Espectador, Bogotá, 1-III-2012.
Eje 21, Manizales, 2-III-2012.
La Crónica del Quindío, Armenia, 3-III-2012.

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Comentarios:

Su columna me pareció muy bien escrita, como corresponde a un escritor y periodista de su trayectoria. El tema no fue de mi agrado. Ya leímos el libro de doña Íngrid y ya conocimos detalles suficientes del término de su relación con don Juan Carlos. La parte mezquina, y un poco miserable, de las ambiciones de ambos, para mí, carecen de importancia y considero que no son ni noticia ni tema de interés. Gustavo Valencia Garcóa, Armenia.

Eso pasa cuando estas relaciones están pegadas con babas: con la primera dificultad, se rompen, y cada quien le tira la culpa al otro, siendo todos, los culpables de este rompimiento; y si hay dinero o protagonismo de por medio, los dos, o cualquiera de ellos, se sienten con más derecho a opinar o a reclamar, y en ese orden de ideas, le echamos la culpa a la selva, mas no a nuestra relación salvaje. Pachopacho (correo a El Espectador).

Habrá que estar en la ropa de un secuestrado para saber lo que se siente. Por eso yo le perdonaría a Íngrid, pero no esa imagen de subestimación de su pareja. Aunque él reciba mucho dinero, creo que le falta carácter. Tenemos que respetar a las mujeres, pero también a los hombres. Marmota Perezosa (correo a El Espectador).

Creo que las condiciones que se viven como secuestrado en la selva son excepcionales y se debe relativizar cualquier acto o palabra dicha durante este lapso. Dalilo (correo a El Espectador).

Solo agregar la enseñanza bíblica: «El que esté libre de culpa que tire la primera piedra” Rodrigo Otálora Bueno (correo a El Espectador).

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Mujer

lunes, 28 de octubre de 2013 Comments off

Gustavo Páez Escobar

La mujer ha subyugado al mundo. Admiro en ella la sutileza, la fragancia, el porte airoso, su fe­minidad. La mujer es el bálsamo de la vida. No le exijamos mucho, como no se le pide a la rosa que deje de tener espinas para que sea deslumbrante. Por un rostro hermoso, por un talle esbelto, por una sonrisa acariciadora, el hombre es capaz de brin­dar un imperio. Y agreguémosle un alma sensitiva y un corazón apasionado y tendremos la mayor maravilla del universo. Su delicadeza se parece mu­cho a los finos cristales que brillan porque son re­fulgentes, pero que se rompen porque son frágiles.

Armenia, 1977.

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