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Archivo para febrero, 2012

Mesada de los pensionados

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Circula por internet un correo enviado por Antonio Guihur Porto, en el cual anuncia la presentación de un derecho de petición ante la Corte Constitucional para que se revise, con base en el derecho a la igualdad, el incremento de las pensiones de jubilación (el 3,17%, o sea, el índice de la inflación). Su petición cobija otros aspectos del régimen pensional.

En las discusiones del  salario mínimo, al cual se le fijó en principio un aumento del 3,4%, y luego, por intervención del Presidente de la República, se elevó al 4%, nadie tuvo en cuenta a los jubilados. Por su parte, las empresas planean subir los sueldos el 4,3%, en promedio. Mientras tanto, las pensiones de jubilación pierden cada vez mayor poder adquisitivo, sin que existan voceros que defiendan a este sector.

En la petición del señor Guihur Porto hay cuentas muy claras, y perjudiciales para los jubilados, sobre la depreciación de las pensiones en razón de los mecanismos existentes. Este es el texto de dicho documento, el que además fue remitido al vicepresidente Angelino Garzón y a los ministros de Protección Social y de Hacienda:

* * *

“¿Es justo que a los pensionados en Colombia se les incremente anualmente sus mesadas pensionales en un porcentaje inferior al pactado para el aumento del salario mínimo? ¿Cuál es el fundamento legal para esta discriminación con los pensionados? Como se sabe, a los pensionados se les aumenta su mesada pensional al inicio de cada año con base en el IPC (índice de precios al consumidor), un porcentaje que además de estar siempre fuera de la realidad económica del país, cada año está por debajo del porcentaje que se conviene para el incremento del salario mínimo. ¿Por qué? ¿Dónde queda el derecho fundamental de la igualdad expresamente establecido en la Constitución Política de la República?

“Los pensionados, durante toda su actividad laboral productiva, siempre aportaron, al igual que los trabajadores activos actuales, los mismos porcentajes para aportes parafiscales, y teniendo en cuenta que los pensionados por su edad ya no son elegibles como trabajadores, ¿por qué se les discrimina de esta manera mermándoles cada el valor adquisitivo de su mesada pensional con relación al salario mínimo legal? El sólo hecho de estar pensionado en Colombia, el pensionado ya ha tenido una merma considerable de sus ingresos económicos con relación a su último salario alcanzado; veamos por qué:

“1) Tanto el Seguro Social como las otras entidades oficiales y privadas obligadas a reconocer pensión calculan el valor de la mesada pensional  de acuerdo con el ingreso base de liquidación(IBL) alcanzado por el afiliado, que como es obvio, por ser un promedio de los últimos 10 años, el tal ingreso base de liquidación siempre será inferior al último salario del afiliado (primera causal de la merma salarial).

“2) Sobre este ingreso base de liquidación (IBL) se aplica el 75%, es decir, se disminuyen más aún los ingresos salariales que tenía el afiliado en un 25% cuando se pensiona (segunda causal de la merma salarial en un 25%).

“3) Sobre el valor de la mesada pensional liquidada, al pensionado se le descuenta directamente de su pensión el 12% para aporte de salud, es decir, un 8% más que cuando era empleado porque como tal, para aporte de salud solamente se le descontaba de su salario el 4% ya que el empleador aportaba el otro 8% (tercera causal de la merma salarial en un 8%).

“Si tan sólo sumamos los anteriores porcentajes de las mermas salariales (25% + 8%), esto representa un total de merma salarial de un 33%, o sea, que el pensionado recibe una mesada equivalente, aparentemente, a tan sólo 67% de lo que eran sus ingresos reales como trabajador y esto sin tener en cuenta la disminución que implica el cálculo del ingreso base de liquidación (IBL).

“Veamos el ejemplo de un trabajador modesto que su último salario fue de $ 3.000.000. Su pensión, sin incluir el cálculo del IBL, queda en $ 1.980.000, resultado de: 75% de $ 3.000.000 = $ 2.250.000, menos el 12%  de $ 2.250.000 = $ 1.980.000 que representa el 66% de su último salario de $ 3.000.000.

“Luego entonces, a ese trabajador, ya pensionado, se le rebaja su calidad de vida y la de su familia, y si a esto le incluimos el hecho de que anualmente al pensionado se le incrementa su mesada con base en el porcentaje del IPC y no con base en el porcentaje del incremento del salario mínimo, cada año irán quedando rezagados los ingresos de un pensionado. ¿Es justa esta situación de los pensionados en Colombia? La Honorable Corte Constitucional tiene la palabra. Antonio Guihur Porto – C.C. 9.057.983 – Email: aguihur@gmail.com.

El Espectador, Bogotá, 25-I-2011.
Eje 21, Manizales, 25-I-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 29-I-2011.
Mirador del Suroeste, No. 38, Medellín, marzo de 2011.

 

 

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Antigua Bogotá

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Denodado defensor de los monumentos históricos de Bogotá e infatigable propulsor de su desarrollo fue José Joaquín Herrera Pérez, muerto en marzo de 2005. Su amor por Bogotá era obsesivo. Pocas personas como él han cumplido labor tan perseverante y decidida por el progreso de la capital. Está considerado como el mejor amigo de Bogotá.

Dejó huellas de su paso por diferentes entidades a las que estuvo vinculado, como el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, la Sociedad de Mejoras y Ornato, el Planetario Distrital y el Museo de Desarrollo Urbano. Fiel a esa vocación, hace muchos años fundó la Sociedad de Amigos de Bogotá, encargada de preservar el patrimonio histórico, señalar abusos públicos –de las autoridades o los ciudadanos– y promover la preservación de la memoria histórica y el desarrollo armónico y amable de la pujante y bella metrópoli que es la capital colombiana.

El nervio de esta actividad se encuentra en la casa situada en la calle 12 con carrera 6ª, dotada de  excelente biblioteca y donde se guarda inmensa cantidad de fotos de la vieja Bogotá, lo mismo que de personajes históricos de la ciudad y del país. Allí se ofrecen exposiciones y se cumplen diversos actos culturales. Este es el legado que Herrera Pérez le dejó a Bogotá, y que por otra parte queda recogido en dos libros de su autoría: un estudio sobre los monumentos públicos y la historia del Palacio Municipal y del edificio Liévano.

Ahora, dos hijos suyos, Gabriel y María Elvira Herrera Herrera, que llevan en sus venas la rica semilla que sembró su padre, prosiguen esta obra de maravilloso contenido cívico. Como primer paso, revivieron la Fundación Amigos de Bogotá e impulsaron la tarea trazada por su fundador, a través de la intensa vida cultural que se vive en la sede de la organización.

E hicieron imprimir en los últimos meses del año pasado, con el sello de Editorial Planeta, un precioso libro, en pasta dura y con exquisita confección artística, que lleva por título Antigua Bogotá, 1880-1948. En él reúnen 48 postales con fotos memorables de la ciudad, correspondientes a la vieja Bogotá que se ha venido desvaneciendo al paso de los días, pero que conserva en muchas de sus facetas la imagen perdurable de un sitio de gratísima memoria.

Los arañazos del tiempo no han conseguido borrar la cara entrañable, tal vez envejecida –pero perenne y diáfana para quienes la conocemos de vieja data–, de esa sosegada Bogotá de la era  colonial, inconcebible para las generaciones actuales. Hoy la vida es de ruido,  afán y velocidad. Las añejas construcciones se cambiaron por las líneas vertiginosas que implantó el urbanismo apabullante de estos días. Ese contraste entre lo antiguo y lo nuevo es lo que plasma el encanto de esta ciudad que no se deja robar la esencia primitiva y tampoco impide el gigantismo de la época moderna.

Muy bien define esta metamorfosis de la ciudad el profesor e historiador Germán R. Mejía Pavony en las palabras de presentación de la obra: “Sus edificios, calles y decenas de otros objetos y lugares pueden sobrevivir a sus creadores pues están hechos de materiales más duraderos que la piel que nos protege a nosotros, los constructores de ciudad”.

Adentrarnos en el alma de la ciudad que quedó detenida en 1948, cuando la barbarie incendiaria destruyó casonas y edificios coloniales, y se inició una nueva era, es –me parece– el fin esencial de esta serie de fotografías que evocan el pasado sin ignorar el presente y el futuro. Los cambios de piel de Bogotá significan el proceso natural que lo mismo en las ciudades que en las personas imprime la evolución de los años.

La belleza de estas fotos recopiladas por los hermanos Herrera es el testimonio  elocuente con que ellos honran la imagen de su padre y al mismo tiempo enriquecen y exaltan la historia bogotana.

El Espectador, Bogotá, 20-I-2011.
Eje 21, Manizales, 22-I-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 22-I-2011.

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Comentarios:

Hace ya 12 años que no piso las calles bogotanas, pero como nací allá en el 40, me acuerdo con mucha nostalgia de todos sus rincones, principalmente del centro y alrededores donde viví por cerca de 13 anos. Luis Quijano, Houston (Estados Unidos).

Dan ganas de salir corriendo a comprar el libro que parece ser un verdadero tesoro digno de la mesa de centro de cualquier sala que se respete. Estas notas devuelven la alegría al alma. Colombia Páez, Miami.

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El ‘niño’ Miguel Lesmes

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La edad cronológica no ha contado en la vida de Miguel Lesmes, un niño grande que acaba de cumplir 87 años con absoluta lucidez mental y dedicado de lleno a su labor periodística en medio del aprecio de la ciudadanía de Armenia, donde publica desde hace mucho tiempo la Revista El Niño.

Caso singular el de esta publicación nacida en Manizales en febrero de 1954, y que con la edición número 381 de diciembre pasado cumple 56 años de ejercicio continuo. Más significativo aún es el caso de Miguel Lesmes, quien como cabo 2° de la Policía, vinculado en Manizales como agente de protección infantil, acomete la idea de fundar esta revista como abanderada de la niñez, y que trasladada años después a la ciudad de Armenia, incrementa su misión con énfasis en el servicio social a la comunidad.

Lesmes se retiró de la Policía luego de 31 años de servicios, algunos de los cuales trascurrieron en comisiones de orden público, donde tuvo que afrontar los rigores de la violencia que se enseñoreaba del país. En su desempeño policivo realizó diversos oficios, algunos de modesta condición, como palafrenero, sastre y mozo de mandados. Hoy se jacta, además, de haber aprendido la ciencia culinaria y haberse formado, bajo la disciplina de la entidad, como hombre práctico para la vida civil.

Escogido por sus maneras amables para el área de protección de los niños, allí forjó su futuro. En esta tarea pasó varios años en los parques de Manizales, donde en convivencia estrecha y afectuosa con la población infantil descubrió el alma pura del niño y se convirtió en apóstol de su causa. Desde entonces le surgió el propósito de crear una revista dedicada a los niños, como puente espiritual para seguir velando por ellos e inculcándoles normas de conducta ciudadana.

No se ha dejado abatir por los años, porque su alma se conserva juvenil. Ahí está su secreto. Recuerdo a Miguel Lesmes, durante mi estadía en Armenia, como perfecto caballero que mantenía excelente trato con la gente, dentro de su espíritu siempre jovial que le ha permitido ganarse la simpatía de la población. Vinculado al periodismo, su mira son las causas cívicas.

Difícil entender cómo ha logrado sostener durante 56 años su pequeña revista, que se asimila al tamaño de un niño, para la que debe sudar los avisos publicitarios, poco generosos para tales fines. Aun así, no se ha dejado ganar la partida. Este milagro de supervivencia no solo es para él, que le ha tendido una trampa a la edad cronológica, sino para su entrañable publicación, que tampoco envejece.

El número de diciembre está matizado, como es habitual en El Niño, con páginas amenas, formativas y culturales, tanto para chicos como para grandes. En un espacio destinado al saludo navideño y de Año Nuevo para los lectores, se lee: “Hemos procurado siempre que los artículos impresos en cada edición sean de gran aceptación por niños de cinco a cien años”. Hay de todo un poco en la revista: normas cívicas, historia, urbanidad, humor, poesía, crónica literaria…

También está el saludo del general Óscar Naranjo Trujillo, director general de la Policía, quien expresa lo siguiente al antiguo cabo 2°, dedicado hoy al noble oficio del periodismo y a su cruzada como defensor de los niños: “Aprovecho la oportunidad para expresarle mis felicitaciones por la edición del número 380 de la Revista El Niño, documento que a través del tiempo ha permitido la libre expresión de las ideas”.

Aleccionador este ejemplo de un hombre sencillo y emprendedor que ha sido capaz de sacar de la nada una empresa dedicada al bien común y sobre todo al mundo de la niñez.

El Espectador, Bogotá, 12-I-2011.
Eje 21, Manizales, 12-I-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 15-I-2011.

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Comentarios:

Sumamente merecida esta columna sobre ese apóstol que es Miguel Lesmes. La región está en mora de hacerle, en vida,  el homenaje que se merece. Hay una marcada tendencia en nuestra idiosincrasia a realizar los homenajes y reconocimientos cuando los mejores hijos de nuestra sociedad han partido. Diego Ramírez Mejía, Manizales.

Puedo asegurar que nadie le había hecho antes un reconocimiento a Miguel Lesmes. Su altruismo y su dedicación son admirables. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Loable este reconocimiento a Lesmes, periodista menospreciado por gacetilleros de pedigrí impostado. Ángel Castaño Guzmán, Armenia.

 

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Una silenciosa editorial

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Era vago mi conocimiento sobre la Editorial La Serpiente Emplumada, dirigida por la cuentista y poetisa Carmen Cecilia Suárez, y vine a fortalecerlo en la pasada Feria Internacional del Libro al asistir al acto donde fueron presentados varios de sus títulos recientes.

Tres de esas obras ya fueron comentadas en esta columna: La agonía de una flor, novela de Fernando Soto Aparicio; 7 días en El Olvido, novela de Nelson Ogliastri, y Nidos de oropéndola, crónicas de viajes de la escritora holandesa –con amplios nexos colombianos– Loretta van Iterson.

Por otra parte, tuve oportunidad de conocer otros textos publicados este año: Acuarela de sentimientos, de Kathy Durán; Duélete del mal de otro, de Giovanny Sánchez Osorio; El tiempo se gasta buscando lo concreto, de Daniel Zapata; La revolución de los chircales, de Armando José del Valle Rodríguez; El adiós de Otto, de Mauricio Botero Montoya; Que tiren la primera piedra, de Wilson Moreno Palacios; La sirena cuenta cuentos, de Margarita María Suárez; y el segundo libro de poemas de Carmen Cecilia Suárez, titulado Retazos en el tiempo. Ella es autora,  además, de cuatro libros de cuentos, entre ellos el que le abrió los caminos de la fama: Un vestido rojo para bailar boleros (1988).

Sorprenden, fuera de las continuas publicaciones que salen de esta silenciosa  editorial ubicada en el barrio La Candelaria de Bogotá, la alta calidad literaria y el esmero gráfico de las obras. En esta tarea se han comprometido, bajo el liderazgo de Carmen Cecilia Suárez, varios escritores empeñados en impulsar el talento colombiano, grupo del que hacen parte, entre otros, Gloria Díaz Salom, Benhur Sánchez Suárez, Agustín Morales Riveira, Clemencia Montalvo. Su afán abarca también a escritores latinoamericanos, y de hecho ya han sido publicadas varias obras de autores oriundos de otros países.

Las colecciones están rotuladas con títulos apropiados para los distintos géneros literarios. El de poesía lleva el nombre de Laura Victoria, idea que debe celebrarse como muy acertada, al destacar la imagen de la inmensa poetisa boyacense cuya fama traspasó las fronteras patrias en las décadas del 30 y 40 del siglo pasado. Hay un hecho coincidente: conforme Laura Victoria fue la pionera de la poesía erótica en Colombia, Carmen Cecilia Suárez tiene alta figuración como autora de cuentos eróticos.

En su caso, sin embargo, habría que decir que aunque ostenta la fama de cuentista erótica a raíz de Un vestido rojo para bailar boleros, la mayoría de sus cuentos no pertenece a dicha modalidad. Me parece que su cuentística en general, aunque movida por fuertes emociones del alma, está dirigida a acentuar la soledad, la nostalgia, la tristeza y la evocación. Su énfasis está puesto en la naturaleza femenina, en el alma vehemente de la mujer, y de ahí se derivan la ternura, el ensueño, la intimidad de muchos de sus relatos, e incluso los tintes de pasión amorosa –lindantes algunos con la patética escena sexual–, sin que por ello pueda afirmarse que toda su literatura está manejada por el erotismo.

Algunos de los trabajos de Carmen Cecilia tienen más el carácter de crónicas, y otros de cartas o poemas de amor, que de cuentos estrictos en el usual  sentido literario. Pero hay emoción y belleza, y tales ingredientes crean momentos gratos, primer requisito de la narrativa. La brevedad y agilidad de gran parte de los relatos, algunos rematados con fascinantes finales súbitos, atrapan el ánimo del lector.

El emblema de la Serpiente Emplumada –deidad de la mitología maya que imperaba sobre el resto de dioses– es afortunado para el bautizo de esta producción bibliográfica. Más aún si, de acuerdo con la leyenda, este soberano les enseñó a leer a los mayas, según me cuenta Carmen Cecilia.

El Editorial, Bogotá, 23-X-2010.
Eje 21, Manizales, 22-XII-2010.
La Crónica del Quindío, Armenia, 23-XII-2010.

 

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Juan Castillo Muñoz

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Me enteré de la muerte de Juan Castillo Muñoz por la caricatura de Osuna publicada el 11 de diciembre. El caricaturista de El Espectador, periódico donde Castillo Muñoz tuvo alta figuración en tiempos pasados, da esta información que al mismo tiempo implica una duda: “Murió don Juan Castillo, ¿no lo sabían?”.

En el fondo de la caricatura se pintan unos rostros entre sorprendidos y conmovidos, y en el grupo aparece el propio Osuna cerca a Fidel Cano, director de El Espectador. Estas palabras rematan la deplorable noticia: “Quiso que sus cenizas se esparcieran en un salto de agua… ¡Se diluyó el gran colega y amigo!”.

Osuna, que también es clarividente, sabía que la muerte del periodista y escritor boyacense iba a pasar inadvertida. En el momento de escribir esta nota han pasado once días desde la fecha del deceso, y Castillo Muñoz, colaborador que fue de El Espectador, El Siglo, La Patria, El Tiempo, El Colombiano, La República… no ha recibido los honores que merece.

Retrocediendo en el tiempo, este personaje de las letras, el periodismo y la historia fue director general de noticias de Radio Cadena Nacional, redactor del noticiero Todelar de Bogotá, director de información de la Presidencia de la República, jefe de prensa de Telecom, libretista de Colombia Viva, entre otras posiciones.

Es autor de varios libros de diferente género, como El extraño, Solitario en la sombra, Peregrino inútil, Motivos de Eros, Perfil del hombre, Palabras del hombre sin estirpe, Primera antología de la poesía boyacense, Un pueblo cualquiera, El sueño de la montaña. El poeta antioqueño Jorge Montoya Toro calificó la obra general de Castillo Muñoz con estas palabras certeras: “Canción desde la tierra, título de uno de los poemas de Juan Castillo, nos da la tónica del ámbito poético de toda su obra, signada por la inquietud existencial y cercana a los más palpitantes problemas humanos”.

Fue miembro de varias organizaciones de periodismo y concurrió a diversos encuentros internacionales del gremio. En el campo académico, perteneció a la Academia Boyacense de Historia y a la Sociedad Bolivariana del Magdalena. Deja una silenciosa obra inédita que ojalá se encarguen de recuperar el municipio de Moniquirá y la Gobernación de Boyacá.

Juan Castillo Muñoz era hombre discreto. Huía de la vana ponderación y se recogía en su ancho universo creativo, distante de las vanidades mundanas. Cuando yo residía en Armenia, me hizo llegar, tiempos ha (agosto de 1978), dos de sus libros, que he vuelto a repasar con hondo aprecio. Sobre Motivos de Eros me dice lo siguiente: “Le incluyo un ejemplar de un librillo que publiqué en 1974 y que estaba destinado a mejor suerte editorial, que fracasó por razones económicas. Sin embargo, así, humilde y desnudo, mereció comentarios muy favorables aquí y en el exterior”.

Hay una faceta que pocos conocen sobre este escritor boyacense que se menciona como nacido en Moniquirá. En realidad, su cuna nativa es el municipio caucano de Inzá, de donde emigró muy joven. Dando vueltas por distintas latitudes del país (fue además viajero internacional por muchos países), llegó a Moniquirá y allí estableció sus reales. Se enamoró de la tierra boyacense. En Moniquirá lideraba una intensa actividad cultural, entre la que estaba el tradicional “Encuentro de la palabra y la música”.

Dispuso que sus cenizas se esparcieran, como supongo que ya ocurrió, por el Salto de Pómeca, situado a cinco kilómetros de Moniquirá. Es una hermosa cascada que tiene una altura de 17 metros y cae en un pozo cristalino. Allí se mezcla el esplendor del paisaje con el misterio de los símbolos indígenas de Boyacá. Y allí reposará para siempre el alma de este gran hombre, bondadoso, andariego y productivo, sobre quien Osuna llamó la atención al acompañarlo en su viaje infinito con la caricatura efusiva, con sabor crítico, que se recoge en esta nota.

El Espectador, Bogotá, 16-XII-2010.
Eje 21, Manizales, 17-XII-2010.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-XII-2010.

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Comentarios:

Gracias por hacernos saber quién fue Juan Castillo. Tal vez ningún medio publicó el obituario. Al no haber estado envuelto en algún escándalo, nadie lo conocía. Paz en su tumba. Robin Hood (correo a El Espectador). 

Bien por agregarse esta columna a la voz de Osuna en memoria del periodista y escritor fallecido a los 81 años. Pienso que su obra completa debe ser publicada por alguna entidad. Espero que aparezcan más artículos acerca de Juan Castillo Muñoz y de otros que andan en el olvido. José Antonio Vergel, Ibagué.

La última vez que vi a Juan Castillo Muñoz y charlé con él fue en el Pasaje Santander, centro de Bogotá, hace unos cinco años. Me encantaba la tertulia con él. Fui su amigo por mucho tiempo. Y compartíamos los ritmos de la lira. Poco se le había valorado como lo haces tú. Ramiro Lagos, Greensbore (Estados Unidos).