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Archivo para febrero, 2012

Honores al novelista de Tuluá

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Gustavo Álvarez Gardeazábal está en la edad de recibir honores. Su obra consta de veinte libros y más de mil artículos de prensa o ensayos. El género que más lo distingue es el de la novela, en el que ha publicado trece títulos.

A los 65 años de edad y a los 40 de la publicación de Cóndores no entierran todos los días –su novela más destacada–, la Universidad del Valle le otorga el doctorado honoris causa en Literatura que le será entregado el 14 de mayo en el salón Rentería del Hotel Guadalajara de Buga.

Antes de dicho evento, la misma Universidad del Valle organizó en su sede de Buga un coloquio sobre los 40 años de Cóndores, con presencia del autor. Este, por otra parte, ha recibido en su finca El Porce a estudiantes de las universidades Javeriana y Católica para intercambiar puntos de vista sobre su obra cumbre. Si León María Lozano, jefe de los “pájaros” y el cóndor mayor de la violencia en el Valle, estuviera vivo, se sentiría honrado con que alrededor de su memoria se realizaran estos actos académicos.

Pensará León María, en su hondísima tumba (si es que todavía existe), que él no nació para los alamares de su paisano el escritor, sino para ser matón en la violencia tenebrosa de los años 50, pero aun así se sentirá grato con quien se ha encargado de perpetuar su nombre siniestro en el recuerdo de las futuras generaciones.

Además, la Editorial Grijalbo publicará dicha novela en edición de lujo y con patrocinio de Compensar, Comfenalco Valle, Interaseo y Electra. Que no será superior –pienso yo– a la bella publicación que poseo de Ediciones Destino (Barcelona) con la que se divulgaba esta obra ganadora, en 1971, del Premio Manacor, hecho que llevó al novelista, que apenas contaba 25 años, a las cimas de la fama.

En esta serie de homenajes a Álvarez Gardeazábal se suma el de la Editorial Panamericana, que le reeditará El bazar de los idiotas, y el de la Universidad del Valle, que hará lo mismo con La tara del Papa. Obras que desde ya despiertan el interés de los asistentes a la Feria Internacional del Libro que está próxima a abrir sus puertas en Bogotá.

Con toda razón mi ilustre amigo, a quien el mundo se le vino encima con esta profusión de agasajos, me escribe lo siguiente: “Aunque cuando lleguen esos homenajes uno comienza a oler a gladiolo, aspiro a sobrevivir a tanto honor”. Claro que pasará la prueba de esta que pudiera llamarse una encerrona de la fama. Son de esos sucesos laudatorios en la vida del escritor de renombre que este no puede rehusar, ya que es autor de su propio destino en el camino que escogió de las letras, que ya no puede abandonar por más que quisiera.

Con este bagaje literario, Álvarez Gardeazábal ha llegado no tanto a la que algunos llaman con eufemismo la edad dorada (sinónimo de vejez), sino a la cumbre de su obra combativa y valiosa. Cóndores es fiel retrato de la violencia colombiana en aquellos años nefastos y como tal se encuentra unida a este memorable proceso histórico. Todas sus novelas son de denuncia y contienen aguda certeza para combatir a los gamonales de los pueblos y desenmascarar las taras sociales o los excesos religiosos. Bien se merece el novelista estos reconocimientos que por lo pronto lo desquician, pero que habrán de fortalecer su espíritu luchador y creativo para nuevas realizaciones.

* * *

Un esquivo honoris causa. Este caso me hace recordar el honor que hace ya largo tiempo me otorgó el rector de la Universidad del Quindío al anunciarme que me había sido conferido el mismo título que ostentará mi tocayo: doctor honoris causa en Literatura. Muerto de la pena, le rogué que me dispensara de aceptar la distinción debido a los nexos estrechos que mantenía con la Universidad como gerente del Banco Popular. Era cuestión de ética en mi ejercicio bancario. El rector me entendió. Y yo casi soy doctor.

Eje 21, Manizales, 16-IV-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 16-IV-2011.
El Espectador, Bogotá, 17-IV-2011.

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Comentarios:

La bellísima nota que has escrito sobre mi jubileo me abruma como a niñito de escuela recibiendo medallas y felicitaciones. Gardeazábal, Tuluá.

Cóndores es una de esas lecturas que impactan y que  por ello permanece incólume su recuerdo, con mayor razón cuando a nuestra generación le correspondió vivir esa violencia de la nefasta década de los años 50 y el estertor  de los 40. Los merecidos homenajes que recibirá el maestro Gardeazábal son consecuencia de una vida dedicada a su arte literario, que impregna de ese valor civil que se destaca en su personalidad, de  hombre franco y valeroso. Gustavo Valencia G., Armenia.

Qué bueno ese doctorado honoris causa para GAG, y qué buena tu crónica. Rescato sobre todo de ella la escueta y preñada narración de por qué no eres tú también doctor honoris causa, qué concepto tan ético de la vida el que ahí se revela. Te cuento que yo pasé por una experiencia no homologable, pero sí parecida, en el 2006, estando de vacaciones en mi ciudad natal. Te copio los dos fragmentos de mi diario que relatan el hecho. Ricardo Bada, Colonia (Alemania). 

Victorias del toro

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

A partir de enero de este año quedaron prohibidas las corridas de toros en  Cataluña (España). Cuatro años atrás, un crecido número de ciudadanos que apoyaban la abolición de la fiesta brava en medio de exaltados manifestantes del bando contrario, exhibieron frente al Parlamento una pancarta con esta  leyenda: “Cataluña: Si te quieres presentar delante del mundo, primero suprime las corridas de toros”.

Conseguir la votación final (68 votos a favor de la supresión y 55 en contra) implicó una larga lucha de las organizaciones y personas protectoras de los animales, que lograron convencer a la mayoría de parlamentarios de que las corridas de toros debían desaparecer de su territorio. Medida nada fácil, dada la  fuerte tradición taurina que existe en España.

Conseguido este propósito en una de las regiones más importantes de España, como lo es Cataluña, no queda difícil predecir que el ejemplo hará carrera en toda la nación y se  extenderá a los países latinoamericanos, herederos de la tradición taurina, algunos de los cuales, como Colombia, han hecho del toreo una industria de difícil erradicación.

Sin embargo, las cosas comienzan a cambiar. El senador Camilo Sánchez, que considera que el 95% de los colombianos están en contra del sufrimiento de los animales, lidera una acción parlamentaria para buscar que también en Colombia se prohíban las corridas, al igual que todo tipo de maltrato animal, como el practicado en los circos y en las peleas de perros y de gallos. Dijo Gandhi: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados en la forma en la que tratan a los animales”.

Por lo pronto, el toro sale triunfador en la legislación de Cataluña. Poco a poco la gente de este territorio tomó conciencia sobre lo que significan las torturas que se infligen al pobre animal, convertido en espectáculo sangriento para espectadores fanáticos que se dejan manejar por las bajas pasiones. Pensar que las corridas de toros son una tradición cultural que debe respetarse, como algunos lo exponen como razón valedera para no hacer nada en contrario; o que se trata de una expresión artística, con el argumento de que grandes pintores del mundo las han magnificado en cuadros famosos, equivale a ensalzar la violencia como insignia humanizada del arte.

Lo cierto es que los matadores de toros, protagonistas bárbaros de las plazas atiborradas de multitudes frenéticas, gozan –y hacen gozar al público– con la sangre que brota de los músculos destrozados del cuello del toro. Y que le sale a borbotones por la boca agobiada de asfixia y angustia.  Este espectáculo, que se pretende presentar como refinado o sensacional, es avivado por esas masas delirantes que confunden el arte con la crueldad. Son las mismas masas que no quieren resignarse a que el rey de fiestas goce del derecho a la vida.

La revista española Adda Defiende los Animales, abanderada de las causas justas que conducen a la eliminación de las corridas de toros en el mundo, llega a los países de Latinoamérica como protesta denodada, que ya cumple veinte años, contra el salvajismo humano.

Luchadora inquebrantable de dicho postulado, la revista no ha desfallecido en su condena contra los horrores de la fiesta brava (nombre muy apropiado para calificar la insana diversión) y hoy proclama la medida de Cataluña como un paso adelante que llevará, sin duda, a nuevas victorias que bien se merece el toro, el ser más vilipendiado y torturado por el hombre en las plazas públicas.

Y que como ironía es el que le hace ganar vítores clamorosos a su matador, acrecienta su fama y lo vuelve más salvaje. ¿Qué diferencia hay entre el torero que mata y el público que aplaude?

El Espectador, Bogotá, 31-III-2011.
Eje 21, Manizales, 1-IV-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 2-IV-2011.

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Comentarios:

El toreo no tiene cabida en los países civilizados del siglo XXI. Es inmoral e indigno exaltar la violencia a través de espectáculos públicos como la matanza de toros. Aplaudo y me quito el sombreo ante los honorables legisladores, el señor Camilo Sánchez y el bloque de los 600. La Colombia del siglo 21 necesita gente de alta ética moral que haga brillar la luz del nuevo mundo. DonPedometro (carta a El Espectador).

Las corridas de toros son un espectáculo bárbaro que se deberá erradicar por la crueldad y desprecio a la vida de un animal noble, que tanto aporta al hombre en su alimentación y otros beneficios de su presencia vital.  No es posible que un enfrentamiento, en esas condiciones de desigualdad y desventaja, para el bruto noble, siga amparado por vetustas legislaciones que enarbolan cuestionados argumentos de vergonzosa tradición cultural y de falsa apreciación artística, para satisfacer el morbo de minorías y la codicia de empresarios interesados en fomentar y mantener el grotesco espectáculo. Gustavo Valencia García, Armenia.

Es una salvajada y algo absurdo en un mundo que se dice tan avanzado en todas las áreas: medicina, tecnología, ciencia, etc, que se sigan practicando estas muertes a animales indefensos y que las personas vayan supuestamente a ver arte y entretenimiento a costa de tanto dolor. Estoy de acuerdo: son iguales de culpables quienes matan como quienes disfrutan con las muertes. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Hace unas cuatro décadas asistí por primera y última vez a una corrida de toros en Bogotá. Desde entonces y al ver la crueldad de semejante espectáculo jamás volví  a pisar un ruedo. La verdad es que si vemos y leemos todos los días la crueldad con que paramilitares, guerrilleros y hasta miembros del ejército asesinan sin ninguna compasión a sus mismos compatriotas, todo con la complicidad de políticos y congresistas, no veo con extrañeza cómo esa misma dizque sociedad asiste a una corrida de toros donde la sevicia y crueldad se pavonean delante de la alta clase colombiana. Luis Quijano, Houston (Estados Unidos).

 

Los cuentos de Omar Morales

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

A 34 años de su primer libro de cuentos –Bajo la piel–, Omar Morales Benítez publica su segunda obra del mismo género, que lleva por título Los ojos del viento. Como en el primer caso, se trata de cuentos breves, trabajados con fuerza sicológica y talento narrativo.

En ambas series se aprecian aspectos comunes que mueven a los personajes dentro de mundos en permanente conflicto. Son personajes extraídos de las bajas esferas sociales, donde proliferan la pobreza, la angustia, el abandono, la desesperanza, la violencia familiar, el desacomodo en el propio entorno. Seres desadaptados y caóticos que deambulan por la vida bajo el peso de las ciegas pasiones o los instintos perversos.

Omar Morales se mete en estos ambientes sórdidos, manejados en ocasiones  por el licor, el sexo y la prostitución, cuando no por el crimen y la depravación moral, para captar mejor la condición humana. Su propósito es presentar al hombre en sus miserias y bajezas, y lo hace con pulso firme y mirada certera, pintando con propiedad y realismo el clima material y síquico de sus criaturas.

Para lograrlo, utiliza un lenguaje recursivo, poético, ágil e impactante (a veces mediante la creación de palabras propicias para el momento narrativo), lenguaje que ha preparado con rigor a través de los años, como es su persistente disciplina literaria. Algunos cuentos parecen poemas. Se nota el celo gramatical, la intención sicológica con que ha forjado el alma  de estos comediantes de la vida errátil, y la precisión de los escenarios donde los ha puesto a actuar. Esto explica el largo lapso corrido entre las dos publicaciones.

Tuvo él la gentileza no solo de anunciarme, años atrás, la lenta elaboración de los nuevos cuentos –siete en total, como un número cabalístico–, sino de hacerme partícipe de su lectura cuando los creyó listos para la imprenta. No se ha dejado manejar por el afán de escribir que acosa a muchos escritores. Por conocer sus altas dotes de cuentista, de las que hace gala en la nueva obra, no dudé en animarlo para que realizara cuanto antes el proyecto de la edición.

Hace 34 años, cuando dio a la estampa los diez cuentos de Bajo la piel, expuse lo siguiente en nota de El Espectador (15-XI-1977): “En cada uno de los relatos se siente la brusquedad de la vida. El hombre, perdido en un laberinto de odios, lágrimas y lacras sociales, no quiere encontrar la salida. Todo lo torna caótico y torturante”.

El mismo enfoque puedo extenderlo a los cuentos actuales. Con esto me reafirmo en el criterio de que la temática narradora de Omar se centra en un solo objetivo: la condición humana. Esta vez es el viento, con sus ojos sutiles,  el que invade los lugares y la intimidad de los seres infelices. Y bramando, todo lo remueve y lo vuelve patético. A veces diáfano. Hay cuentos de esta serie que no dejan un minuto de quietud, un respiro para el sosiego.

De los nuevos trabajos, hay dos que en mi concepto son los mejor logrados: La señora y Certeza de otras muertes. El primero refleja los genes transmitidos de generación en generación, que alguien, sin embargo, como es el caso de esta historia fantástica, logra purificar.

En Certeza de otras muertes, se tropiezan en ambientes opuestos dos actores de la comedia humana: el muchacho que desea aprender a ser hombre en las celdas oscuras de un prostíbulo, y ella, que le cuenta sus dramas, la violencia vivida en el campo, el salvajismo que ha sufrido a merced de la impiedad del hombre. La muchacha le enseña a ser hombre, y de paso le abre los ojos sobre la farsa del mundo. Son los ojos del viento los que recorren las páginas de estas vidas estremecidas.

El Espectador, Bogotá, 23-III-2011.
Eje 21, Manizales, 25-III-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-III-2011.
Puesto de Combate, No. 77, agosto de 2011.

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El mar infinito

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Avanzaba yo en la lectura de El mar infinito, el último libro de Jorge Marel, cuando sucede la devastadora tragedia de Japón que mantiene en conmoción al mundo entero.

Dos imágenes sobre el mar se cruzan en un solo momento de estupor y asombro: primero, ese mar poético al que el infatigable y brillante escritor de Sincelejo le ha dedicado numerosos libros, obra que recopila en un hermoso volumen de 424 páginas que abarca lo mejor de su creación entre los años 1976 y 2010; y luego, ese otro mar, tenebroso y fatal, que desencadena todo su poder para destruir una de las naciones más poderosas del mundo, y de paso le advierte a la humanidad que debe detenerse en su empeño diabólico de atentar contra la naturaleza y seguir jugando con las armas nucleares.

Jorge Marel es autor de 17 libros que exaltan la vida del hombre frente a la inmensidad y la belleza del mar, en el que se reflejan todos los sentimientos, emociones y angustias que mueven la existencia humana. Frente a su mar cotidiano que le inspira todas las palabras, Jorge Marel no cesa en su delirio marino y en la transmisión de su alma lírica.

Con la enumeración de algunos de los 17 títulos que conforman su patrimonio literario, hay motivo para definir su universo artístico: Palabras en el tiempo, Nocturnos del mar, Palabras cruzadas, El mar y las palabras, Metafísica del mar, Nuevo credo del hombre, Exilios y soledades, Oleajes, Espuma de mar, El mar infinito. Este mar de Jorge Marel, pleno de poesía y filosofía, es un estado del alma, un paisaje interior que lo embelesa y lo tonifica para seguir viviendo y seguir soñando.

Es tanta su compenetración con el territorio de las olas, de los alborozos y los naufragios, que incluso su apellido lo convirtió en un eco del mar. Jorge Marel es el poeta colombiano, y acaso universal, que más le ha cantado al mar. Ahora, frente al mar borrascoso que azota a Japón y estremece al mundo, la dedicatoria de su último libro parece el vaticinio de lo que habría de ocurrir. Palabra profética la suya, insondable como la propia profundidad marina de donde irrumpió el tsunami. Dice la dedicatoria: “A toda la gente solitaria del mundo, entrego este libro, con mi alma, en esta noche inmensa y oscura del mar”.

Una semana después de la noticia de Japón, los reflejos de la catástrofe titilan ante la faz de todas las naciones y la conciencia de los gobernantes como algo que no se comprende. Como una fuerza demoledora que no se detiene. Como una advertencia perentoria para que los gobiernos armamentistas frenen sus empeños destructores.

Una fuga nuclear salida de los reactores se ha ido a la atmósfera y amenaza la vida de miles de japoneses. Como ironía, siendo este país el que sufrió los mayores desastres producidos en la Segunda Guerra Mundial con los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, ha montado sus propias plantas nucleares. Japón resulta víctima de su propio invento. Esto mismo puede ocurrir con los otros países armamentistas que no cesan en su carrera  demencial por poseer mayor arsenal atómico para dominar a sus competidores.

El panorama de Japón no puede ser más tétrico: dos minutos de furia de la naturaleza provocaron la mayor destrucción desde la bomba atómica; barcos, aviones, edificios, viviendas, autopistas… fueron arrasados por el maremoto y la fuerza del primer terremoto y las más de 150 réplicas; cuatro millones de casas quedaron sin energía eléctrica en seis provincias; la cifra de los muertos, imposible de determinar, puede pasar de 10.000; más de 550.000 personas han sido evacuadas; Sendai, el epicentro de la catástrofe, está paralizada; las pérdidas económicas se calculan en 15 billones de yenes (unos US $ 182.000 millones); en una playa flotan 2.000 cuerpos…

Mientras tanto, Jorge Marel dice en su poema El mar infinito: El exilio / y la errancia del hombre / su soledad / y su muerte / su vida / y su trágica angustia / El mar / el mar borrascoso / bajo la noche/ El mar infinito…

El Espectador, Bogotá, 17-III-2011.
Eje 21, Manizales, 17-III-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 19-III-2011.

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Comentarios:

Mi conclusión luego de leer tu artículo es muy simple y sencilla: el hombre solo piensa en el dinero y las cosas materiales. De vez en cuando la naturaleza le recuerda que ella también es parte de nuestra existencia y hay que quererla y cuidarla, y sobre todo pensar en ella como lo hace Jorge Marel. Luis  Quijano, Houston (Estados Unidos).

Tu columna nos pone a meditar y a orar con el escritor del mar y con tu pluma. Ramiro Lagos, Greensbore (Estados Unidos).

Acabo de leer el precioso texto que le dedicas a la poesía de Jorge Marel, y te lo agradezco doblemente, como lector, y por haberme descubierto esa poesía, de la que no tenía ni idea. Ricardo Bada, Colonia (Alemania).

En nuestro país muchos poetas le han cantado al mar, no solo Marel, sino Castañeda Aragón, Luis Carlos López, Dennis y otros. Este poema, Reloj del Tiempo, de Gustavo Cogollo, puede ser una muestra de ello:

«En la cuidadosa caligrafía de las mareas, en la exactitud apocalíptica de la vida, la brisa eriza la hierba y el polen vuela sobre la primavera y la arenilla se detiene en el lenguaje de la llanura. El mar, con sueños de paisajes se nutre de los vientos. Onírica marcha de la levedad y las olas posan en la arena de la playa. El reloj del tiempo equilibra sus velocidades articuladas en el vacío…» virruaco (carta a El Espectador).

Poemas recuperados

sábado, 11 de febrero de 2012 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En junio de 2004 viajé a Armenia a presentar la novela Un veterano encuentra su destino, de César Hincapié Silva. En aquella ocasión le pregunté a un amigo quindiano por los poemas inéditos que había dejado Carmelina Soto, muerta el 18 de marzo de 1994. El amigo me dio esta noticia desconsoladora: dichos poemas habían desaparecido y posiblemente habían ido a dar al cesto de la basura, cuando fue desocupado el apartamento de la poetisa.

En columna publicada el 22 de marzo de 1995  en La Crónica del Quindío, con ocasión del primer año de la muerte de Carmelina, revelé una simpática historia relacionada con dos poemas suyos, inéditos, titulados Llama y Brasa, de los que me había apropiado en un homenaje que sus amigos le tributamos en su propio apartamento, en octubre de 1979, con motivo de la medalla al mérito literario que le otorgó la Gobernación del Quindío. Y di a la publicidad tales poemas junto con la citada columna de La Crónica.

En aquel octubre de 1979, Carmelina me llevó a un libro de su biblioteca donde guardaba dichos poemas, me los leyó, y yo quedé encantado con ellos. Le rogué que me los obsequiara, a lo que no accedió. Me dijo que no valían la pena y que de todas maneras se trataba de un borrador. Luego se retiró a seguir disfrutando del encuentro con los amigos.

Ni corto ni perezoso, aproveché su ausencia para extraer del libro los poemas y pasarlos a mi bolsillo. Dije en mi nota de La Crónica, 15 años después: “Si la acción ha de llamarse robo, que lo sea. No me avergüenzo de ella: robar para la literatura es un placer delicioso”. Mi cometido quedaba cumplido al publicar aquellos poemas, ya muerta la poetisa. Cuando en el 2004 me enteré en Armenia de que toda su poesía inédita había desaparecido, me regocijé conmigo mismo al haber salvado del naufragio los dos poemas robados.

Pero mi sorpresa ha sido grande al llegar en estos días a mis manos el libro La casa entre la niebla, publicado en el año 2007 como homenaje póstumo a la poetisa, libro del cual son autores Luis Fernando Suárez Arango y Carlos A. Castrillón, el primero como realizador de una investigación adelantada sobre la poetisa para presentar su tesis de maestría de literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira, y el segundo como crítico literario de la Universidad del Quindío y erudito en la obra de la poetisa quindiana.

En este libro se recogen 20 poemas inéditos de Carmelina Soto, “más uno cuya primera versión data de 1979 –se anota en las palabras de presentación–, y que fue corregido y mecanografiado en limpio en la misma época del conjunto principal”. Vengo ahora a saber que la señora Marleny Garay, que cuidó de  Carmelina en sus últimos años, fue la persona silenciosa que salvó sus archivos. Este archivo está constituido por unos 500 folios (artículos, cartas, ensayos, guiones para radio y televisión, documentos personales, y su poesía inédita, ahora recuperada en su totalidad).

Enhorabuena por este rescate digno de aplauso para las letras quindianas. En él aparecen los dos poemas de mi historia, pero transformados por el riguroso arte con que Carmelina elaboraba su obra. Hasta los títulos de ellos –Llama y Brasa– fueron cambiados por La llama y La brasa: de esta manera les imprimió mayor contundencia.

En este libro-homenaje presentan sus autores detenidos estudios sobre la vida y la obra de la inmensa figura de la literatura colombiana. Los estudiosos de su obra encontrarán en La casa entre la niebla (título de uno de los poemas rescatados, que sirvió de bautizo para el libro) la profundidad y la belleza con que Carmelina forjó su paraíso lírico, ahora aumentado con nuevos motivos para la admiración y el asombro.

El Espectador, Bogotá, 8-III-2011.
Eje 21, Manizales, 9-III-2011.
La Crónica del Quindío, Armenia, 12-III-2011.

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