Inicio > Boyacá, Evocaciones > Se fue Mario H.

Se fue Mario H.

sábado, 11 de febrero de 2012

Por: Gustavo Páez Escobar

A principios de enero pasado, como salutación de año nuevo, visité a Mario H. Perico Ramírez en su casa de Villa de Leiva, donde también yo pasaba con mi familia una temporada de descanso. A corto tiempo del encuentro anterior, en el cual Mario H. mostraba signos de admirable vitalidad, noté esta vez que su estado de salud no era bueno.

Pero me abstuve de formular pregunta alguna a su esposa Yolanda y a Ricardo, su hijo médico, presentes en la reunión. En el sofá situado a la entrada de la casa, vi extendido el libro Operación Jaque, crónica donde Juan Carlos Torres describe el rescate legendario por la Fuerza Pública de quince prisioneros en poder de las Farc. La obra, editada días antes, le servía a Mario H. de interesante material de lectura en aquellos días de evasión del ajetreo bogotano.

Nos trasladamos al quiosco casero y allí estuve un buen rato hablando con él sobre diversos aspectos, entre ellos, el relacionado con la publicación de un nuevo libro suyo con el sello de la Academia Boyacense de Historia. Estaba feliz con este programa, por tratarse de difundir su palabra en la comarca nativa, a la que tanto fervor le consagró.

Menos de tres meses después, en los funerales del dilecto amigo en la capital del país, supe por Javier Ocampo López que con la aparición de dicha obra, prevista para fecha próxima, la Academia Boyacense de Historia le rendirá homenaje póstumo. «Lástima que ese homenaje no se le hubiera tributado en vida», anotó alguien.

Se rescatarán en este libro viejas piezas literarias escritas por Mario H. dentro del entorno boyacense, hoy olvidadas y dignas de nueva impresión. Se me ocurre pensar que algunos de estos textos saldrán de sus obras Andanzas y retablos, La palabra y la tierra, De la entraña a la piel, Prólogos de impaciencia, Diálogos irreverentes, Diario de un recluta, Al borde de tus sueños» (poemas), entre otras. Tales títulos, ya distantes en el tiempo, nacieron bajo el impulso de la vocación lírica del autor, imbuida de sueños, devoción por la tierra, afirmación de los valores boyacenses y divagaciones diversas, con que hizo vibrar su pluma en aras de lo terrígeno, la autenticidad regional y el amor por Colombia.

Faceta sobresaliente de su labor creativa es su incursión en la historia colombiana mediante el escrutinio sicológico de grandes actores de la vida nacional, como Bolívar, Santander, Núñez, Reyes, Mosquera, Manuelita Sáenz, de cuyas personalidades se apropia para ponerlos a desempeñar los actos ejercidos o presentidos, dentro del torrente de sucesos de las épocas que vivieron.

Los libros de historia de Mario Perico Ramírez, elaborados con portentosa imaginación y lenguaje vigoroso, punzante, desenfadado, y en ocasiones crudo e irreverente, y que discurren con los recursos de la novela histórica, son necesarios para interpretar el alma de los personajes, a la vez que el nervio de los sucesos. Su estilo no tiene par en la historia colombiana. Lo que otros escritores tapan, disimulan o ignoran, él lo descubre, lo denuncia y lo clarifica.

En estas obras no hace cosa distinta que diseccionar el cuerpo de la patria para ofrecer la realidad como él la percibe (discutible para muchos, como son las tesis controversiales) y dibujar a los héroes como seres de carne y hueso, propensos a las bajas pasiones de la condición humana, lo mismo que a las cumbres de las causas superiores. Y no se detiene en Colombia, sino que se va por otras latitudes en busca de la verdad que se esconde detrás de los caudillos.

En El gran Capagatos plasma la biografía del dictador Juan Vicente Gómez; en Francisco Franco Bahamonde, ¿de Luzbel a Lucifer? traza el carácter del dictador español; en Evita y yo, Perón se adentra en las entrañas del dictador argentino. El caudillismo es para él idea subyugante, que en ocasiones lo vigoriza y otras veces lo enardece.

Vida útil y laboriosa la suya. Deja vasta obra signada por el ímpetu del estilo regido por el precepto gramatical, donde campean el lenguaje castizo, la bella expresión, la idea fulgurante, la inventiva lexicográfica. Es implacable en el juicio mordaz, certero en el análisis sicológico, justo en el reconocimiento. Caminando por la historia novelada, penetra en el espíritu de los protagonistas y los pone a hablar en primera persona, con la fuerza del monólogo interior.

Quizá los hechos del pasado son ya incontrovertibles, pero en ellos busca filones ocultos para rehabilitar una conducta o desentrañar una acción engañosa, cuando no toda una vida falseada a lo largo del tiempo. Pienso que este escritor de agudos combates ideológicos fue iconoclasta irrefrenable. A la vez, faro de la historia.

Volviendo a nuestro encuentro en Villa de Leiva, vislumbré en el color verde que refulgía en su mirada como signo de gallardía, un rasgo opaco que comenzaba a presagiar la marcha final. Mario H. se fue desvaneciendo en silencioso tormento, tal vez con la ilusión de ver publicado su último libro. Yolanda, su afligida esposa, con 56 años de unión inmejorable, queda, en unión de sus hijos, con la misión de salvaguardar esta obra de largo alcance.

El Espectador, Bogotá, 4-IV-2009.

* * *

Comentarios:

Me duele esta noticia, lo recuerdo con simpatía en un encuentro de Academias de Historia en Tunja hace unos tres años. Jaime Lopera. Armenia.

Al leer su columna, no pude menos que impresionarme frente al relato de su visita a su buen amigo, en su casa de Villa de Leiva, cuando cuenta que «en un sofá situado a la entrada de la casa, vi extendido el libro Operación Jaque, crónica donde Juan Carlos Torres describe el rescate legendario por  la Fuerza Pública de quince prisioneros en poder de las Farc», y añade que «la obra, editada días antes, le servía a Mario H. de interesante material de lectura en aquellos días de evasión del ajetreo bogotano «.

Para mí es un honor que un hombre de sus quilates intelectuales y trayectoria académica estuviera leyendo mi libro, pero la coincidencia va más allá. Si usted revisa mi pequeña biografía en la contrasolapa, verá que está anotado que soy ganador del Primer Concurso Nacional de Cuento «Fernando Soto Aparicio». Pues bien, asaltado por una repentina inquietud, casi certeza, acudí a mis archivos y revisé el acta de adjudicación del concurso, en la que pude ver el nombre y la firma del doctor Mario H. Perico Ramírez, al lado de la de Juan Castillo Muñoz, como jurado de dicho premio, en un acta de fecha 10 de octubre de 1989, hace ya más de 19 años (…) Juan Carlos Torres Cuéllar, Bogotá.

Categories: Boyacá, Evocaciones Tags: ,
Comentarios cerrados.